Cultura

Acercar la poesía a la vida: Martín Zícari

Entrevistamos a Martín Zícari, el autor de Scalabritney.

Por Lucio V. Pinedo

22/09/2015

Publicado en

Cultura / Entrevistas / Literatura

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Nació en 1989. Está vestido con un pantalón azul, la camiseta de Argentinos Juniors que se acaba de comprar y su único par de zapatillas, unas Adidas. En su mesita de luz tiene My Name is Aram, de William Saroyan; Consideraciones acerca del pecado, de Kafka, y Yo al cubo, de Matías Heer. Afronta la hoja en blanco de la forma más elemental: se sienta y escribe, a veces también desde la cama. Uno de sus amores platónicos (bastante terrenal, por cierto) es Diego, un arquitecto que lo enamoró por siempre. Martín Zícari (hablamos de él), musicalizaría nuestra nota con este CD.

Conversamos con el autor de Scalabritney (2014, Editorial Entropía). Aquí el resultado.

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—¿Qué opinás sobre el intento constante, a lo largo de la historia de la literatura, por mostrar el choque entre lo real y lo imaginario? ¿Cómo ves este problema en tu obra?

—Creo que el intento de mostrar el choque entre lo real y lo imaginario es algo de la crítica literaria, o de algún escritor en particular. Yo no creo que exista tal cosa.

—¿Qué opinás sobre el tono frívolo o cínico de algunos escritores contemporáneos?

—Amo lo frívolo, odio el cinismo.

—¿Qué opinás sobre Copi, Puig y Aira?

—Copi es lo mejor que me paso cuando empecé a leer, me mostró un mundo paralelo posible en la forma de narrar, en los temás sobre los que escribir y en casi todo. Puig fue el primer escritor que me emocionó, con el que me identifiqué y quise ponerme a escribir, leyendo sus obras de teatro a los 18 años lloraba de emoción, eso es importante y es lo único que puedo decir con certeza de él. Aira no me gusta, acepto su lugar y la importancia que tiene en la literatura, pero siempre que agarro sus libros me aburro y los dejo por la mitad, y probé con varios.

—¿Qué opinás sobre la vida del protagonista de Scalabritney?

—Tendría que opinar sobre mí mismo, sobre mi vida… Solo puedo decir que mi idea es que Scalabritney se vuelva una fuente en el futuro sobre mi vida y quienes me rodean, las cosas que hice y como se vivía en un determinado momento de la historia. Que en más de cien años un pibe esté revolviendo la biblioteca que le heredó el abuelo y encuentre mi libro y me haga vivir por un rato más.

—¿Qué opinás sobre la crítica literaria y la Academia?

—Opino que es un embole total. Yo mismo tengo mi costado académico, escribí una tesis e hice crítica literaria en congresos. Creo que todo ese mundo puede aceptar que es algo súper aburrido. Es un trabajo más que podés tener, pero lo interesante viene después.

—Retrospectiva y literariamente, ¿qué encontraste y qué buscás?

—Me encontré a mí mismo y me sigo buscando

—Para un artista, ¿es necesario saber hacia dónde dirigirse?

—Creo que cada artista es diferente, depende de la historia de cada uno y de su trayecto por este mundo. Yo, de a poco, me voy dando cuenta de que tengo una dirección, me interesa comunicar cada vez mejor lo que siento y llegar a la mayor cantidad de personas.

—¿Para quién y por qué escribís?

—Mi abuelo, cuando leyó mi primera novela, me dijo «vos escribís para esconderte», y desde ahora escribo «para mostrarme».

—A Mariano Blatt le preguntaron, recientemente, qué es la poesía y respondió esto:

¿Qué es la poesía?, sin ser irónico ni nada por el estilo, para mí la poesía no es nada más que un género literario. Es un texto, en el sentido en que no es ninguna experiencia que no sea textual. O sea, una foto linda no es poesía, es una foto linda. Un amanecer, tampoco. Todas esas metáforas medio chotas que se usan a veces, eso de que «la poesía está en todos lados», no. Para mí, la poesía es un texto y no hay más misterio que eso (La primera piedra).

¿Vos qué opinás al respecto y cómo lo relacionarías con Scalabritney?

—No tengo una opinión formada sobre qué es la poesía, pero entiendo por dónde va la frase de Mariano. Pensar la poesía como un género, como un texto, para sacarle el misterio y acercarla a la vida. Me hace bien pensar así, acercando las cosas a la vida. Scalabritney es un texto que, al menos, se puede decir lleno de vida. Me hace bien pensar así.


Fragmento de Scalabritney, Martín Zícari

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Y me conseguí un trabajo, en bici, para ser como ellos, y hoy es el primer día que tengo que andar en bici en relación de dependencia. Llevá esto y traé aquello en la bici hasta tal lado y después hasta ese otro lado, el laburo es así, ¿viste? Te dicen lo que tenés que hacer y te vas y no hacés preguntas. Ganando dignidad, en bici con un jefe que me manda, que me da su paquete para que lo lleve conmigo y me dio mi primer paquete, ay, que es una bolsa de plástico toda rota llena de calzoncillos y medias sucias. Llevá esto a Núñez, al Laverrap de Núñez porque los del resto de la ciudad no me gustan; tiene que ser antes de las quince, ¿llegás? Y como eran las doce re llegaba y le dije sí y me dio el paquete y pensé ¿cómo lo llevo en la bici? Era grande, como el tamaño de una bolsa de consorcio, transparente y podía ver lo que había adentro, ay, mi primer paquete, cada vez me falta menos.
Pero antes de salir, tenía que elegir la música, y busqué al toque en mi morral celeste mi iPod y traté de encontrar algo de cumbia, muy necesaria para completar la transformación, y no, no era la cumbia que escuchan ellos, pero puse una música que me re flasheó y le saqué el candado a la bici y arranqué con toda.
Y en el medio del camino tuve una charla interna en la que yo actuaba de mí mismo negándome a llevar la bolsa de calzones de mi jefe por considerarlo inmoral. Lo miraba con cara de orto, y le decía yo he trabajado muchas veces en relación de dependencia, y la verdad que esto es inadmisible, realmente esto está abolido por ley desde el peronismo, o sea, no puedo encargarme de tu ropa interior, es como una violación, no sé, la verdad me parece raro, yo así no me tomo mis responsabilidades, y menos mi trabajo, pero bueno si vos te manejás de esta manera, yo ahora lo sé y voy a actuar en consecuencia. Le decía todo esto, y él me respondía cosas re capitalistas que me hacían a mí seguir en mi postura cada vez más firmemente, me respondía cosas como pero yo te dije que el trabajo iba a ser así, yo necesito a alguien que se encargue de estas pequeñas (pero muy importantes) cosas.
Pero en el medio del camino algo me distrajo, capaz alguna esquina peligrosa o una canción, pero algo me distrajo, y me olvidé de las conversaciones mentales con mi jefe, y pensé que todo era perfecto, que si recordaba este momento para siempre, no había dudas de que podía ser feliz cuando se me cantara, todo perfecto. Menos algo, faltaban luces en la escena, una iluminación acorde con la perfección, luces tipo flashes, de esas luces de los boliches, de colores, porque estaba todo: la música estaba muy bien, había llegado a un buen ritmo con el pedaleo, por lo cual estaba casi bailando, y el sol de invierno me pegaba en la cara, y no estaba cansado, ni llegando tarde y quedando mal, y todo era perfecto, me sentía muy bien, a las once de la mañana, en mi nuevo trabajo. Pero faltaban las luces, la puta madre, o sea, sólo eso, y dije ya fue, las hago yo a las luces, porque me había dado cuenta de que por haberme encandilado con el sol, cuando cerraba los ojos fuerte me aparecían luces en la cabeza, luces que no sólo brillan, sino que se mueven y cambian de colores, y les podés dar el ritmo que te gusta porque se prenden cuando cerrás los ojos, entonces las podés combinar con la música que estás escuchando, e hice eso, y ahí estuvo todo perfecto, en serio.

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