Arquitecta Ángela de la Cruz: » La pandemia nos ha permitido ver como en muchas ciudades se recupera espacio para las personas»

Subdirectora General de Políticas Urbanas del Ministerio de Fomento de España relata como se han venido transformando las ciudades durante el último siglo y que consecuencias a traído la crisis del coronavirus en el urbanismo

Por Sofia Belandria

29/06/2020

Publicado en

Entrevistas / España / Mundo

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Durante casi 100 días hemos observado nuestras ciudades desde casa. Hemos echado de menos el espacio público, pero también lo hemos repensado y rehabitado de otro modo. A propósito de la nueva normalidad entrevistamos a Ángela de la Cruz, Subdirectora de Políticas Urbanas, sobre cómo mejorar y cambiar nuestra ciudad.

Las ciudades de toda España han protagonizado peatonalizaciones y limitaciones al tráfico, la implantación de carriles bici, pero en gran parte, todos estos cambios han sido por culpa de la pandemia. El paso realmente importante, el que definirá si España avanza hacia ciudades mejores, eso quiere decir hacia ciudades más inclusivas, resilientes y seguras, como indica la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas (Quito, 2017), debemos afrontarlo de vuelta a la normalidad.

El ámbito de actuación es el urbanismo, España es un país en el que las competencias están en manos de los Ayuntamientos mayormente. La descentralización, positiva para la gestión diaria, cuenta con el impulso de la Subdirectora General de Políticas Urbanas del Ministerio de Fomento, una de las autoras de nuestra Ley del Suelo y regulación. Con Ángela de la Cruz Mera analizamos el futuro de las ciudades.

Durante las semanas de confinamiento hemos visto peatonalizaciones masivas hechas por toda España, y no siempre exentas de polémica, como en Valencia, ¿cree que han llegado estos cambios para quedarse?

Hay que diferenciar, en urbanismo no calificamos como peatonalizaciones a todo lo que se ha hecho, que es básicamente recuperar para el peatón un espacio ocupado por los coches. Una peatonalización requiere de muchas otras medidas. Pero sí es cierto que la pandemia nos ha permitido ver como en muchas ciudades se recupera espacio para las personas.

Esta dinámica es predominante en el actual urbanismo de regeneración urbana, más allá de las semanas de confinamiento, lo podemos apreciar en muchas zonas céntricas que eliminan grandes rotondas y en su lugar hay plazas, también en el rediseño de las grandes avenidas.

¿Y quién tiene la responsabilidad de consumar esos cambios?

El peatón tiene que poder disfrutar de la calle como persona, reclamando su espacio y son los Ayuntamientos los que tienen toda la capacidad para posibilitar esto. En España tenemos el ejemplo del centro histórico de Málaga, Pontevedra, que es premio internacional de Dubai o las super manzanas de Barcelona, que reduce la circulación en el exterior de un cúmulo de manzanas, mientras que el interior está destinado a las personas. Es cierto que, por encima de los ayuntamientos, las comunidades autónomas favorecen o no estos cambios con la ley de urbanismo. Si una ley de determinada comunidad exige plazas de aparcamiento por nuevas viviendas, básicamente se fomenta un desarrollo de ciudad motorizada. La propia legislación debe marcar ya el camino. Es un mix de legislación autonómica, que puede generar un modelo disperso o compacto y por supuesto la política municipal, que es la que actúa en la ciudad ya hecha.

España dio un paso ejemplar en 2013 con una Ley Rehabilitación, Regeneración y Renovación Urbana que apuntaba a dejar el modelo de urbanismo de expansión y de nueva vivienda y empezáramos a pensar en la ciudad ya construida.

Y el Gobierno central, ¿no pinta nada?

No tiene competencias en urbanismo más allá de una legislación básica que marca directrices, como la de 2013. Pero, por ejemplo, en los últimos años hemos asumido compromisos internacionales muy potentes.

Tenemos la Nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas, otra para la Unión Europea y España se puso a trabajar para trasladar esos compromisos internacionales a escala nacional, de hecho, creo que somos los primeros en la Unión Europea en aprobar nuestra propia Agenda Urbana.

La Agenda Urbana es muy interesante como una política orientadora hacia la sostenibilidad, es una hoja de ruta, eso sí, no vinculante. Ofrece un método de trabajo con más de 200 acciones posibles que serán asumidas por empresas, investigadores o administraciones. Es una herramienta que anima a trabajar a infinidad de actores para avanzar en sostenibilidad.

Entiendo que para avanzar en sostenibilidad es importante habilitar estas fórmulas para que el mayor número de actores posibles se implique, pero a efectos reales, ¿no cree que, respecto a desarrollo urbano sostenible, los Ayuntamientos son frágiles para afrontar un reto tan grande?, me refiero a que en muchas ocasiones, no hay presupuestos, son esclavos de servicios municipales que no pueden reformular fácilmente, tienen intereses electorales, etc…

Es un tema muy controvertido. Llevo toda la vida en urbanismo y tengo que dejar clara una cosa: la administración más eficiente es la que está más cerca del ciudadano. Pero para que esto funcione bien, las administraciones públicas tienen que ser potentes, tener autonomía política y financiera.

Además, se requiere de madurez para que no estén sometidas al cortoplacismo del ciclo político, que piensen en el interés general. Los Ayuntamientos siempre han sido la autoridad que lidera el diseño de las ciudades. No solo en democracia. Las CC.AA. o el Estado solo revisan cuestiones de legalidad. Es un esquema que no me resulta chocante. Ese tándem al que me refiero —legislación autonómica y gestión local— debería funcionar.

Lo que no ha funcionado en nuestro país es la desviación de poder o la corrupción. En España seguimos empeñados en abordar la realidad actual, muy compleja y cambiante, con un urbanismo que es del siglo pasado.

El urbanismo español es heredado de la Ley del Suelo de 1976, que a su vez tenía gran parte de sus contenidos heredados de la Ley de 1956.

¿Y cuáles son los cambios más urgentes que necesitamos?

La visión estratégica de los planes. Los Planes Generales de las ciudades muchas veces son proyectos y no una visión estratégica, por lo que muchas veces son inamovibles, difíciles de cambiar y necesitas años para revisarlos. EL Plan General de Madrid es de 1997, el Metropolitano de Barcelona de 1976 ¡y eso en las dos principales ciudades de España! Todo lo que se hace en ellas es a golpe de pequeñas modificaciones de planeamiento. Ese es el esquema que no funciona.

En España tuvimos un urbanismo ejemplar y rompedor en Europa, pero no lo hemos movido, ese es nuestro gran problema. La Agenda Urbana de España ya advierte de que necesitamos cambios potentes, no vale con parches y modificaciones, este toro tenemos que cogerlo por los cuernos.

Pero todo esto son cuestiones que se gestionan en las dependencias de urbanismo o en los pactos municipales, me pregunto ¿qué rol tiene el ciudadano?, ¿cómo podemos ser más influyentes, más allá de nuestro voto?

Ese es otro de nuestros grandes déficits. La participación ciudadana está ampliamente reconocida a nivel jurídico y normativo, existe esa posibilidad, pero en la práctica no existe. Si revisas un plan urbanístico de alguna ciudad española verás que las alegaciones de un vecino cualquiera, preocupado por su futuro, no existen.

Y no existe por dos razones: por un lado no tenemos en España esa cultura de la participación, la gente no se siente concernida por lo colectivo, sino solo por lo suyo. El ejemplo está en Madrid, en el anterior gobierno de Manuela Carmena hubo muchos procesos participativos en materia de transformación de la ciudad, crearon incluso una web en la que informarte y votar. Cuando analicé los datos, lamentablemente descubrí que las cifras eran bajísimas, eso no es participación. Incluso dando todas las facilidades, la ciudadanía no toma parte.

Por otro lado, no podemos aspirar a tener participación con un ordenamiento tan endiabladamente enrevesado como el que tenemos. Si alguien quiere participar en un proceso de planificación, en el Ayuntamiento te sacarán la planificación por cajas. Decenas de ellas llenas de documentos, eso es desalentador, ¿quién puede participar así?

¿Y qué soluciones hay?

Los Ayuntamientos pueden por ejemplo dar el avance, muchos ya lo hacen. Cuando vas a iniciar el proceso de planificación para reformar una zona de la ciudad, por ejemplo, se instalan casetas, se hacen charlas divulgativas con los vecinos, les cuentas el modelo que quieres trazar. Así la ciudadanía ya sabe a que atenerse.

Pero, por otro lado, es esencial que los Ayuntamientos sean mucho más transparentes. El Urbanismo en este país ha favorecido mucho la opacidad.

Tenemos un sistema complejo, un modelo muy difícil de entender, esto le ha venido muy bien a muchas Administraciones, por aquello del «no quiera usted intervenir que no lo entiende», cuanto más complicado se cuenta, más desalentamos la participación. En muchos Ayuntamientos las dependencias de Urbanismo están en el centro del edificio para que la gente no llegue hasta ellas, es como la cámara acorazada a la que solo accede el que trabaja allí. Es un tema complejo que mueve tantos intereses económicos (…) pero sí que es cierto que la complejidad del Urbanismo ha blindado a muchos Ayuntamiento para que, bajo esa opacidad, puedan ser poco transparentes y dar poca información.

¿Y cómo podemos generar más participación, más conciencia para mejorar la ciudad?

Estamos trabajando con el Ministerio de Educación para llevar la Agenda Urbana a los colegios, a los niños, porque todo esto se aprende desde la edad más temprana. Para que ellos entiendan que la ciudad es suya llevamos una guía adaptada en la que aprenden los ODS, los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Así, cuando crezcan no serán vándalos, cuando crezcan, sabrán que los impuestos le hacen en parte dueño de la ciudad, que es una extensión de su casa.        

¿Podemos pensar que este punto de inflexión que ha sido la pandemia nos puede proyectar hacia ciudades mejoradas, que COVID–19 sea una palanca de impulso para el Horizonte 2030?

Para ello es importante llevar a cabo regeneración urbana. No solo en cascos históricos, como se piensa habitualmente, sino también en suelos industriales, en zonas periféricas de las ciudades que nacieron durante la burbuja como zoning residenciales sin servicios. Esos espacios someten a las personas a pasar mucho tiempo en el coche y contaminando, todo eso hay que repensarlo ahora, estamos en el momento preciso de hacerlo. Económicamente no habrá grandes inversiones por la crisis para transformar nuevos suelos, por lo tanto, solo hay que dedicar la inversión pública y privada no a construir, sino a regenerar. La regeneración es cara, porque actuar sobre lo ya construido es más costoso, por eso hay que incentivar la iniciativa privada.

¿Cómo, no creo que la situación económica aliente al sector de la reconstrucción a pensar en verde sino en ganar dinero?

Pues puede haber diversos incentivos como cambios de usos, con nuevos modelos más lucrativos para que entre la iniciativa privada, en zonas de baja densidad podemos aumentar la edificabilidad y por supuesto, más densidad en los centros de la ciudad, donde encontramos pisos muy grandes donde viven personas mayores a las que les cuesta mantener esa vivienda y por otro lado, tenemos un mercado de alquiler que carece de vivienda. Pero ojo, no podemos olvidar que Europa nos pide que la regeneración urbana sea integrada, es decir, que se ponga a las personas que ya viven allí en el centro de la acción.

Precisamente, quería hablar de la gentrificación, las zonas más rentables de la ciudad son inasumibles para el vecino tradicional, se ha mercantilizado el espacio público y se ha expulsado a las personas.

Es un hecho. El Barrio de la Mina de Barcelona, por ejemplo, se reconstruyó entero, se derribaron y crearon edificios, se abrió una nueva avenida al mar, pero más del 60% de la población que allí vivía, era gitana y con problemas de integración, había por ejemplo una tasa enorme de niños sin escolarizar. Si tú no realizas una política social de intervención en el barrio, que esté integrada con la regeneración urbanística que sí se realizó, simplemente no cambias nada. Si no das medios de vida simplemente gentrificas, es un fenómeno que producen los propios vecinos que optan por vender su vivienda por el triple del precio, ya que siguen sin un medio de vida. La gentrificación ha sido salvaje por esto en muchos barrios de España. La sostenibilidad debe tener una triple vertiente, económica, social y medioambiental.

No obstante, siempre se encuentra resistencia en los propios vecinos, el movimiento NIMBY, Not In My Back Yard. Si no hay cultura urbanística y de participación y si la gentrificación chantajea económicamente a muchos vecinos, ¿cómo podemos hacer ver a la ciudadanía los cambios que tienen que apoyar e incentivar?

La única respuesta a eso son las buenas prácticas. Intercambio y difusión del conocimiento, dar a conocer lo que ha funcionado en otras ciudades. La gente escarmienta encabeza ajena porque la resistencia al cambio es fortísima, no hay más que ver nuestro refranero, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, por eso el mejor mecanismo es enseñar buenas prácticas. Pasa por ejemplo con la rehabilitación energética. Aunque esté subvencionada, las comunidades de propietarios son reacias, hasta que haces un proyecto piloto en la comunidad de propietarios vecina. Cuando está terminada, las 15 comunidades que rodean esa experiencia ya quieren hacerlo.

¿Qué buenos ejemplos tenemos en urbanismo sostenible en España?

Sin duda alguna Pontevedra, sacaron el coche de toda la almendra central. Solo te dejan acceder 15 minutos, se han hecho parkings disuasorios en las afueras para que solo se camine en el interior. Obviamente tuvieron una enorme resistencia, pero los hechos son que esa corporación lleva la friolera de 16 años revalidando mandato. Cuando algo funciona bien, la gente lo percibe, es la magia del urbanismo. También en materia de movilidad hay que destacar Vitoria, eliminando coches a raíz de incremento del transporte público.

Cortesía de Sputnik

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