Integrante de organización feminista Pan y Rosas

Bárbara Brito: «La pelea contra la opresión de la mujer y la lucha contra la explotación son indisociables»

La ex vicepresidenta de la FECh aborda en conversación con El Ciudadano la irrupción del feminismo, el rol del Movimiento Estudiantil y el Frente Amplio, la educación no sexista y la batalla contra la precarización laboral de las mujeres.

Por Daniel Labbé Yáñez

25/07/2018

Publicado en

Chile / Entrevistas / Género / Portada

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La emergencia y estallido del movimiento feminista tiene diversas interpretaciones sobre sus orígenes y sus canales. Es posible sondear parte de sus fuentes más visibles y cercanas en la dictadura, en las décadas de la transición o en la misma figura de Michelle Bachelet y ciertas políticas públicas, como aquella campaña para visibilizar en la oscuridad de los hogares la agresión y el abuso cotidiano, así como la consideración del femicidio como un crimen de intolerancia y odio. Podemos buscar en el pasado más reciente la ola feminista global y la apertura de denuncias contra  el acoso y la violencia de género, las denuncias de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas y la presencia, en los primeros lugares de la agenda pública y política, de los denominados temas de paridad de género.

El movimiento feminista tiene hoy un rasgo especial. Su explosión ha sido entre las estudiantes, universitarias y secundarias, fenómeno que lo relaciona de manera visible y tal vez evidente con el gran acontecimiento estudiantil de inicios de esta década. Hay un hilo conductor que une los núcleos de la corriente de protestas estudiantiles del 2011 al corazón del movimiento que hoy vuelve a estremecer a la sociedad chilena. Si las demandas por el fin del lucro en la educación tuvieron un fuerte contenido económico y político contra el modelo de mercado, el movimiento feminista bajo la bandera de la educación no sexista tiene su centro en una densa corriente cultural. Si las manifestaciones de hace siete años atrás cambiaron la escena política chilena, es muy probable que las de hoy muten en el corto plazo a la sociedad chilena.

La mejor visión de este proceso, que deviene desde las protestas de estudiantes, está entre las mujeres estudiantes. Bárbara Brito, vicepresidenta de la FECH el 2016, es también activista por los derechos de la mujer desde Pan y Rosas, organización feminista que agrupa a estudiantes, trabajadoras y académicas desde una perspectiva de clase. “Mi relación con el movimiento está en esa batalla, en cómo podemos forjar una voz al interior del movimiento que ligue el problema de la opresión con el problema de la explotación. Nuestra unidad está con las mujeres de la clase trabajadora”, señala la dirigenta.

– El movimiento actual de mujeres, ¿te sorprende o lo veías venir? ¿Tiene alguna relación con las movilizaciones de estudiantes del 2011?

Yo creo que el 2011 marcó un antes y un después en el Chile de las últimas décadas porque lo que hizo fue cuestionar más profundamente el régimen político que venía de la dictadura. Entre ellos, entre los diversos cuestionamiento que se realizaron, incluía el cuestionamiento de la Iglesia Católica, que hoy está en niveles enormes de deslegitimación, y también pasaba que el 2011 había una cierta libertad sexual en las tomas. De hecho, levantamos la primera secretaría de género y sexualidad el 2011 en Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile porque había un cuestionamiento de cómo vivíamos la sexualidad en un país conservador, con una tradición de la Iglesia Católica muy fuerte. Pero a la vez creo que son procesos distintos. El 2016 empezó a haber una proliferación de colectivos de mujeres, feministas, empezó a hablarse y a desnaturalizarse el acoso sexual en las universidades a través de denuncias de acoso. El 2017 desde la FECh levantamos un proceso sobre los protocolos. Ahí empezó un segundo proceso, montado sobre un movimiento estudiantil que venía de la experiencia del 2011.

– ¿Las marchas del gobierno pasado, por el Aborto Tres Causales, Ni Una Menos, están compuestas principalmente por estudiantes o se amplía el universo? ¿O es el movimiento estudiantil expresado ahora en otras demandas, posiblemente más amplias y sin duda profundas?

Mi visión es que es el movimiento estudiantil en su conjunto. Hay también una sensibilidad mayor por parte de los hombres, ha aumentado el apoyo de ellos a las demandas por mayores derechos sexuales y reproductivos, contra la violencia, discriminación, pero sigue siendo mayoritariamente de mujeres jóvenes ligadas al movimiento estudiantil. Lo que sí hay es un apoyo quizá pasivo por parte de otros sectores sociales, algo que ha ido en aumento. Pero hasta el momento la composición de las marchas es de jóvenes estudiantes.

– El cambio político y cultural chileno se está dando en las universidades…

El 2011 fue para mí una muestra muy clara de que el movimiento estudiantil puede jugar un rol de vanguardia táctica, de influir en que surjan nuevas movilizaciones. Posterior al 2011 los trabajadores asimilaron métodos combativos que había utilizado el movimiento estudiantil, hubo una alza en las huelgas legales e ilegales y además una radicalización de esas luchas, con barricadas… Yo creo que el movimiento estudiantil tiende a influenciar también, porque pone sobre la mesa debates, al conjunto de la sociedad. Ahora yo creo que en este caso, el movimiento puede derivar en conquistas mayores para la mujer y el conjunto de la población.

La encrucijada en que está el movimiento hoy en día es que el neoliberalismo en Chile lo que hizo es otorgar derechos a la vez que profundizaba la sobreexplotación, el trabajo precario, incluía el régimen de subcontratación. Revivía fórmulas de consenso para tapar un sistema que terminaba haciendo que la opresión fuese vivida de una forma mucho más drástica en las mujeres de la clase trabajadora que en el conjunto de las mujeres. Mientras unas mujeres conquistaron ciertos derechos, otras mujeres siguen viviendo el tormento de la doble jornada. Esa es la encrucijada. Mi impresión es que todas las conquistas que hoy día obtengamos pueden ser fácilmente reversibles si es que nos quedamos sólo en el cambio cultural.

– Efectivamente, cuando mencionas a la mujeres trabajadoras podemos percibir una doble a triple discriminación…

En la USACH se muestra con evidencia. Se ve que la violencia machista se sostiene y en particular es sostenida por el rector. Encuentra las bases materiales en el régimen del subcontrato, que tiene como rostro a mujeres haitianas, inmigrantes, profundamente precarizadas, con sueldos bajísimos que le quitan todo tipo de derechos o la mayoría de los derechos de salud, previsión. Nosotros vemos que es indisociable la pelea contra la opresión de la mujer de la lucha contra la explotación. En el último tiempo se ha feminizado de una forma brutal a la clase trabajadora. Y esa feminización ha implicado que tengamos que pensar el problema también desde la lucha contra la explotación laboral. Hay también un tema de vivencias. Qué vamos a hacer para acabar con la opresión de todas las mujeres, sean trabajadoras o estudiantes.

– Educación no sexista es hoy la gran consigna. ¿Cómo se canalizan esas otras?

Las vivencias son distintas. El programa de género de Piñera está centrado en dos cosas básicamente: una, en reafirmar el régimen conyugal; lo segundo, más derechos para las mujeres que ya forman parte del régimen político y del engranaje de opresión y explotación que impone el Estado por sobre todas las mujeres. Las Fuerzas Armadas o paridad en la alta dirección de las empresas; ahí podemos ver dos debates. ¿Qué se necesita hoy en día? ¿Necesitamos mayor paridad del régimen conyugal al interior de las familias, necesitamos trasladar la división sexual del trabajo a nivel social, al interior de la familia? ¿Necesitamos mantener este sistema que lo que hace es que la mujer no sólo tenga que salir a trabajar, sino que además cuidar de los hijos, ocuparse de las labores domésticas, muy mecanizadas y que sacan a la mujer de tener más tiempo para el arte, la cultura, el pensamiento, el desarrollo político en la vida pública? ¿O lo que necesitamos es volver a la fórmula que pusieron sobre la mesa feministas socialistas como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai, en la Revolución Rusa, que pelearon por socializar el trabajo doméstico? Ahí hay un debate importante.

Hay otro tema de la propuesta de Piñera: los beneficios son para quién. Está buscando paridad para fortalecer a las Fuerzas Armadas, para fortalecer y lavarle la cara a las grandes empresas que lucran, que utilizan el tema de la paridad de género. Para nosotras, hay mujeres que explotan al igual que hombres que explotan. Hay mujeres que fortalecen la precariedad laboral igual que hombres, o lo mismo que instituciones. Dentro de ellas las Fuerzas Armadas, la policía. Nosotras creemos que ellas no son nuestras aliadas. Nosotras no somos de las mujeres que abrazan a una policía. No creemos que allí estén nuestras alianzas. Si bien luchamos contra la opresión de todas las mujeres, esa pelea no puede ser a costa de fortalecer las mismas instituciones que son parte de nuestra opresión.

– ¿El modelo de mercado va en contra de los derechos de la mujer?

El neoliberalismo ha hecho un doble juego. En los 70 e inicios de los 80 hubo movimientos feministas de mujeres que fueron muy radicalizados, que cuestionaban al capitalismo y caminaban de la mano del proceso de lucha de clases, sobre todo en Latinoamérica ocurrió ese fenómeno. Que estaban claramente a la izquierda del tablero político. Después de eso, con la contraofensiva imperialista y los procesos contrarrevolucionarios, empezó, sobre todo en los 90 en Chile, un proceso de ONGs en el movimiento de mujeres y de cooptación al régimen. Empiezan a nacer todos los estudios de la mujer, un proceso de encerrar el debate feminista en la academia, que llevó a disociar la lucha por los derechos de las mujeres de la lucha de clases. Lo que hace el neoliberalismo es tomar las demandas de la lucha por los derechos de las mujeres, traducirlas en sus propios términos, y convertirlas en políticas públicas y encerrarlas en la academia, a la vez de profundizar la sobreexplotación de la mayoría de las mujeres.

– Es posible observar que el movimiento de mujeres tiene un poco opacadas las demandas, a diferencia del fin al lucro del 2011. ¿Compartes esta impresión?

Hay un mito en el feminismo a propósito de la institucionalización del movimiento de mujeres. Es que el consenso es democracia. Yo creo que hay que derrumbar ese mito. No sólo porque creo que el consenso no es democracia, sino porque hay diferencias. Hay múltiples feminismos. Nosotras somos uno de esos feminismos. Ese feminismo que busca acabar con el capitalismo, de la mano de los y las trabajadoras. Creo que el debate en nuestro país es legítimo y necesario. Entonces la armonía se dará no sólo por el debate de ideas en el interior, sino por la deliberación democrática en las asambleas, en lugares de estudios y trabajo donde se esté guiando el rumbo de la movilización. Comparto que parecen un tanto difusas. Educación no sexista es entendida de distintas maneras por los distintos feminismos y a su vez por las distintas corrientes políticas que están participando en el movimiento estudiantil. Para nosotras la educación no sexista va ligada a la lucha estudiantil del 2011 en el sentido que no concebimos una educación sin sexismo en la medida que no acabemos con el mercado educativo, en la medida que no cambie el conjunto de la estructura universitaria.

– El movimiento está en una encrucijada, como has dicho. Esto puede ser positivo o negativo. ¿Cuál es la encrucijada y cuáles son los mecanismos para salir de ella?

La encrucijada es que así como ha ocurrido tantas veces con el neoliberalismo, nuestros derechos sirvan para fortalecer el sistema, la educación de mercado, la precariedad laboral, el subcontrato, el sistema de pensiones. Una serie de políticas que sabemos quiénes son los gestores. Un Estado que responde a la violencia contra las mujeres desde una óptica que es punitiva. El peligro y la encrucijada en la que estamos es que se perpetúe la opresión contra las mujeres que es una forma que esconde que ciertas mujeres, un pequeño grupo, las Isabel Plá, incluso las Michelle Bachelet, gocen de ciertos privilegios en el sentido de equiparar derechos  en la vía pública, en el terreno legal, económico con los hombres, mientras la gran mayoría de las mujeres sigue siendo víctima de abortos clandestinos, de trabajo precario, de una brutal violencia sexual y psicológica.

– En este momento hay una demanda. Detrás de eso, ¿qué estructuras políticas y sociales puedes ver?

Es indudable que el Frente Amplio tiene un peso nacional en este debate. El movimiento feminista ¿es de izquierda o de derecha? Es un debate interesante. Hay pensadoras que estiman que el movimiento excede la dinámica izquierda y derecha. En realidad, si nosotras vemos la historia de Chile, vemos que nunca ha sido así. En la historia de Chile tiene peso el movimiento obrero;Teresa Flores, por ejemplo. Eso me parece importante, porque hay sentidos comunes en el movimiento del cual el Frente Amplio es parte. Hoy dirige la CONFECH, dirige el movimiento estudiantil en el cual se asienta el movimiento de mujeres. Lo que me parece es que hasta ahora el rol que han jugado es mantener un movimiento por la ampliación de derechos y no por un cuestionamiento más profundo del sistema político. Ahí creo que tiene responsabilidad el Frente Amplio.

*Entrevista publicada en la edición especial sobre feminismo (nº223) de la revista El Ciudadano.

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