Literatura latinoamericana

Catalina Aguilar Mastretta, directora y escritora mexicana: «Intento mostrar que nuestra gente existe, es real, y así cerrar ese falso abismo»

"Las mujeres estamos muy acostumbradas a empatizar con personajes masculinos porque esas son las historias que hemos recibido, donde los héroes eran los hombres. Al revés hay un déficit de ese tipo de historias", señala Catalina Aguilar Mastretta, directora, guionista y escritora mexicana que vive en Los Ángeles (EE.UU.). Sobre la polémica con los migrantes en ese país, afirma que los productos culturales tienen un rol clave para "que un hombre blanco pueda identificarse con una mujer latina". Conoce más sobre la obra y vida de esta autora.

Todos los días son nuestros

La reciente publicación de Todos los días son nuestros (Planeta, 2017) de Catalina Aguilar Mastretta muestra a la conocida directora y guionista mexicana incursionando en la novela por primera vez con una historia de amor diferente a las que se acostumbran dentro de las novelas románticas.  Gracias a la ironía y el humor, Mastretta logra crear un relato enérgico que escapa de los lugares comunes a través de una crítica solapada.

A su vez, los estereotipos de género también se ven puestos en duda con una mirada crítica que escapa de estilos panfletarios o duros, sino que se recurre a la naturalidad de las acciones de los personajes y sus acciones para dar cuenta de las desigualdades y las normas sociales que pesan tanto sobre las mujeres y los hombres.

«Para mí se dio de manera muy natural, no era una misión empoderar a María como personaje, porque ella era así directamente. Poner eso en frente de jóvenes que se puedan sentir identificadas, es algo que me encanta», señala Mastretta a El Ciudadano en relación a la protagonista de Todos los días son nuestros, quien enfrenta la separación con Emiliano, luego de 10 años. Conoce más de la obra de esta joven directora, guionista y escritora mexicana y su postura con respecto a la postura adoptada por Donald Trump en Estados Unidos.

 

Para mí lo más importante es el lector y que este libro conecte con alguien. Eso ha pasado y ha sido lo más reconfortante.

— ¿Cómo te sentís con la primera novela publicada después de haber trabajado tanto tiempo en el terreno del guión?
— 
Bien, muy contenta, tengo una bonita relación con este libro, menos neurótica que la que tengo con las películas. De alguna manera no le tenía muchas expectativas, ya que es un libro que escribí para mis amigas y por diversión. Me da mucho gusto que esté publicado y en todo el continente, lo cual es mejor todavía.

— Teniendo en cuenta que nació como un divertimento tuyo, ¿cómo llevás que en la tapa diga «El debut novelístico del año»?
— No tengo mucho para decir sobre semejante frase absurda (risas). Son cuestiones más del tipo comercial en las que uno no tiene que ver, es mejor no pensar en eso.

— ¿Sentís que hay expectativas y un interés especial en este libro?
 Bueno, agradezco cualquier interés o expectativa que pueda haber, pero para mí lo más importante es el lector y que este libro conecte con alguien. Eso ha pasado y ha sido lo más reconfortante.

— ¿Qué comentarios te llegaron de los lectores?
— El que más me gusta y más recibo es el de «¡Yo soy María!» (risas). Eso me encanta porque yo me he sentido así con otras historias: cuando un perfecto desconocido parece estar describiendo quién eres es un regalo. Hacerlo por alguien más es una conexión muy mágica.

 Creo que todas las historias tienen su punto de vista ideológico, si quieres llamarlo así. Esta novela tiene un punto de vista feminista bastante evidente, que me parece que cualquier narrador de mi generación y que viva en este contexto, al narrar estas historias, es consciente de que debe haber cierta equidad

— Tanto el personaje de María, como la historia en sí, se centra en una historia típica de amor, pero con una mirada irónica y de manera brutal en cierto sentido. ¿Fue una intención tuya?
 Claro, yo no me parezco en nada a María en circunstancias o en biografía, pero sí en esa mirada, que viene de esa idea de burlarse de ese dolor que es el fin de una relación. Poder verlo desde afuera y saber que es ridículo que estés pasando por eso, aunque el dolor es de verdad. Esa creo que es la dicotomía divertida en el libro.

— Los lectores, al leer un libro narrado en primera persona, pueden confundirse la biografía del escritor con la historia de sus personajes. ¿Cómo convivís con eso?
 Yo creo que eso está más allá de ti, no hay que preocuparse. Lo único que puedo hacer es contestar esa pregunta con la verdad: no, no es autobiográfico prácticamente nada de lo que sucede ahí. El que sí se parece a mí en carácter y profesión es Emiliano, que es algo que hice un poco a propósito para poder estar más cerca de él y saber cuál es su visión de las cosas.

— En esa dirección, un personaje interesante del libro es la madre de María, que aporta una mirada feminista sobre las cosas que también derriba un poco las historias de amor tradicionales. ¿De qué manera trabajaste eso?
— Creo que todas las historias tienen su punto de vista ideológico, si quieres llamarlo así. Esta novela tiene un punto de vista feminista bastante evidente, que me parece que cualquier narrador de mi generación y que viva en este contexto, al narrar estas historias, es consciente de que debe haber cierta equidad. En el caso de la madre de María hay algo consciente en su discurso y a la vez la contradicción de su relación con el padre de María. Es algo que vi en esa generación en México, la dicotomía entre machismo y liberación. Me parecía interesante explorar eso: una mujer económicamente independiente, que le enseña eso a su hija y luego tiene su propio veneno con ese señor del que no se puede desprender. Todo eso se vuelve atractivo cuando lo pones en un personaje.

— Esas contradicciones son visibles a lo largo de todo el libro, ¿no?
 Sí, también se pueden ver con sus propias amigas, donde no tienen nada en común y a la vez eligen ser amigas. Son cosas muy chicas, específicas, que podía ver en la Ciudad de México donde yo crecí.

— En relación al movimiento feminista que se vive en la región y la visibilización de la violencia de género, ¿cómo te parás como autora al respecto? En el sentido de ocupar un lugar dentro del canon literario donde los hombres siempre tienen mayor lugar.
 Creo que es mejor no prestarle mucha atención a eso. Yo vivo en la Ciudad de Los Ángeles (EE.UU.) hace mucho tiempo y trabajando en la industria de Hollywood es una idea que está muchísimo en el ambiente: la inclusión de las mujeres y minorías en las maneras en las que contamos historias, que al fin y al cabo siempre crean empatía. Las mujeres estamos muy acostumbradas a empatizar con personajes masculinos porque esas son las historias que hemos recibido, donde los héroes eran los hombres. Al revés no sucede lo mismo, porque hay un déficit de ese tipo de historias. La cantidad tiene que ser importante.

— En tu condición de mexicana que vive en Los Ángeles, ¿cómo llevás todo lo que ocurre con Trump y el muro? Si bien es algo que ya venía sucediendo, el nuevo presidente lo puso mucho más en foco.

— Los Ángeles es una ciudad particularmente privilegiada en eso, donde no solo no creció la discriminación, sino todo lo contrario: hubo una energía de oposición desde la gente y desde la industria del cine. Hay una bandera que sostiene de narrar ese tipo de historias, donde hace falta ver latinos en el cine. Todo lo que estamos viviendo también es responsabilidad nuestra por la falta de conciencia al respecto como generadores de cultura. Hasta ahí llega la responsabilidad de cada uno como creador: qué es lo que cada uno puede decir con contundencia. Yo intento mostrar que nuestra gente existe, es real y así cerrar ese falso abismo que hay entre uno y el otro, ese déficit de empatía del que hablaba antes. Que un hombre blanco pueda identificarse con una mujer latina es muy importante.

Las mujeres estamos muy acostumbradas a empatizar con personajes masculinos porque esas son las historias que hemos recibido, donde los héroes eran los hombres. Al revés no sucede lo mismo, porque hay un déficit de ese tipo de historias.

— ¿Creés que con el poder de la industria cultural en Estados Unidos se puede tocer el brazo de la política?
— 
Claro, esa sería la utopía del poder que puede tener la cultura. Por supuesto que también ha tenido el poder contrario muchas veces. Sin embargo, cuando se alinearon los intereses mercantiles con una ideología progresista, como es el caso de los derechos de la comunidad gay en EE.UU., se puede tener un impacto importante.

— Volviendo a Todos los días son nuestros, desde las primeras hojas se ve la utilización del humor para poder hablar de temas más serios a nivel social o personal. ¿Creés que el humor hace que eso pueda llegar de forma más directa sin tanta solemnidad?
— 
Sí, no de manera consciente necesariamente, pero ¿cuál sería la alternativa? Una cursilada total. Yo creo que este tema, un dolor amoroso, se presta a que te burles de ti mismo. Un personaje con la capacidad de verse por fuera y por dentro me parecía muy divertido.

— A la hora de escribir, pasar de un guión a una novela, a pesar de sus similitudes, tiene sus rasgos técnicos diferente. ¿Cómo llevaste ese pasaje?
— 
Lo único que tengo claro es la estructura general, pero no específicamente pensé en este libro el cómo separarlo de una estructura cinematográfica. Esta historia siempre estuvo en prosa porque no cabía en otras cosas que yo estaba escribiendo: un pedazo de diálogo que le escuché tener a mi amiga, o algo oído al pasar en la calle. Eso fue acumulando una serie de notas que se convirtieron en el libro. Luego está el trabajo de pensar cómo hacer funcionar eso para un lector, lo cual es algo inevitable para un lector.

Hasta ahí llega la responsabilidad de cada uno como creador: qué es lo que cada uno puede decir con contundencia. Yo intento mostrar que nuestra gente existe, es real y así cerrar ese falso abismo que hay entre uno y el otro, ese déficit de empatía del que hablaba antes. Que un hombre blanco pueda identificarse con una mujer latina es muy importante.

— ¿Tenés algún mecanismo a la hora de escribir o sos más presa del impulso?
— 
Si te dedicas a esto, tienes fechas límites a las que tienes que llegar, lo cual te obliga a organizarte de cierta forma. Ahora bien, dicho eso, no soy la más disciplinada a la hora de escribir, sino que me guío más por los deadlines reales o imaginarios.

— Por último, en el libro se refuerzan algunos estereotipos de género, pero de modo crítico. ¿Pensás que eso pueda ser algo que quede de Todos los días son nuestros?
 Esos clichés que aparecen en el libro son muy específicos, donde las limitaciones que tienen un género y un otro están muy presentes en una sociedad como la mexicana, por lo que es imposible salirse de eso si estás retratando ese mundo. Para mí se dio de manera muy natural, no era una misión empoderar a María como personaje, porque ella era así directamente. Poner eso en frente de jóvenes que se puedan sentir identificadas, es algo que me encanta.

Por Gustavo Yuste, desde Argentina
@gusyuste

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