Claudio Bertoni, escritor:»Uso la palabra culear porque no tengo alternativa»

Horas en llamadas telefónicas, espera, e–mails para todos lados y nadie puede ubicar ahora a Claudio Bertoni, quizás el posible ganador del próximo Premio Altazor que se entregará en abril

Por Director

21/05/2008

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Entrevistas

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Horas en llamadas telefónicas, espera, e–mails para todos lados y nadie puede ubicar ahora a Claudio Bertoni, quizás el posible ganador del próximo Premio Altazor que se entregará en abril. “Si me esperas hasta mañana puedo ubicar a un amigo que tiene en Santiago y que podría saber”, “No sabemos, nosotros también queremos ubicarlo pues le tenemos un cheque de los derechos de autor de uno de sus libros”, “Hay que ir a la librería Altazor en Viña, el siempre va para allá a ver al dueño que es su amigo”, comentan en editoriales y ministerios.Pero ocurrió el milagro, me envían del Consejo del libro un correo con su posible número de celular. Lo llamo y me contesta el autor de “Harakiri” algo desconcertado, me dice que le están haciendo un documental, y que no tiene tiempo. Tengo que contraatacar, pienso, y le digo que en la editorial de la Universidad Diego Portales le tienen guardado un cheque. Bertoni se alegra y me dice que quizás tiene tiempo en unas cuantas horas más. Ya estoy en Concón, me digo.

Unas horas más tarde tiene lugar esta entrevista con el artista visual y poeta, deslenguado y sincero; santo del habla cotidiana y mujeriego casto, que tiene su reducto en Ositos, en el litoral conconino, en un desorden galopante de cuadernos, cassettes, libros y una atropellada dicción, mezcla de erudito y pagano.

-Se te ha tratado de encasillar como un sucesor o continuador directo de la obra de Nicanor Parra, pero tu mismo dijiste que no todo lo coloquial es parriano.

-No, sin duda que no lo es, Parra me gusta como poeta, pero no todo lo coloquial es parriano. Hay una carta que le envió Pound a Harriet Munroe en la que le dice “No escribas jamás algo que no le dirías a alguien con el impulso de una emoción”. Se trata de hablar en el lenguaje cotidiano, en el que uno habla a diario. Mi poesía es así, la de Parra es así, pero también hay toda una línea de la poesía norteamericana que parte de Ezra Pound, después viene William Carlos Williams que creo que influyó mucho a Ernesto Cardenal que en Nicaragua fundó un movimiento llamado exteriorismo. También están los objetivistas norteamericanos como Zukofsky, Charles Reznikoff y un montón de otras escrituras que podrían incluirse como poesía coloquial. Parra es así en Chile, pero en otros lugares del mundo hacen lo mismo.

-Juan Andrés Piña, en su libro “Conversaciones con la poesía chilena” dijo que antes de transcribir tu entrevista tuvo que limpiarla demasiado, ¿se refería a los garabatos que empleas al hablar o a otras cosas?

-En parte eso, pero también porque hablo demasiado, relaciono una cosa con otra, me voy lejos, vuelvo, es complicado. Pero seguramente se refería a las palabras que uso, que no son tan groseras, aunque comparado con los otros tipos que salen ahí sí (Lihn, Uribe, Anguita, Millán, etc.), yo no hago ningún esfuerzo por hablar de otra manera porque lo encuentro absurdo.

-Hay ciertos garabatos que se repiten en tu poesía y no son tan subidos de tono que digamos.

-Si tuviera garabatos favoritos no tengo idea que los tengo, no sé, si hicieras un estudio podrías cachar si lo son o no. Pero los garabatos son palabras igual que todas las otras palabras. Los garabatos per se no significan nada, un poema con garabatos puede ser como las pelotas o ser excelente, pero no depende que sean garabatos o no, son palabras que tienen sonido y van en una página en blanco y depende de cómo las ordenes para que el poema sea bueno o malo.

-Los garabatos son  irrelevantes.

-Claro, totalmente irrelevantes, cada uno tiene su lengua, Góngora con su cuestión hiperbarroca, los diferentes tipos de haikú que son cosas claritas como el agua en tres o cuatro líneas, es otro asunto, o sea un chincol es un chincol, un tigre es un tigre y un maldito huevón caminando por la calle es eso, cosas distintas. Lo que me sorprende de los garabatos es que el porcentaje de poetas que los usa sea poco, si comparas el habla del 80 por ciento de los chilenos cuando está en la calle conversa y se dice las cosas como son y después ves que los escritores lo dejan fuera adrede o no.

-Tú no dejas fuera esa habla. Una vez Enrique Lihn se refirió a ti como un goliardo cachondo que jugaba con las fecalidades del lenguaje.

-Lihn menciona eso porque es verdad. Parra ha dicho un par de puteadas, si lo piensas son pocos los poetas que usan esa lengua en Chile. No me había ni fijado, yo no escribo los poemas pensando de una manera o de otra porque algún huevón los escribió de alguna forma en el pasado, eso lo puedo mirar ahora y darme cuenta. Lihn lo menciona porque eso es lo que sobresale debido a que hay poco de eso. La misma poesía de Lihn, él debe decir mierda dos veces en toda su obra y está perfectamente bien, si es su manera de escribir. Parra sin duda es uno de los que más usa la lengua del pueblo, pero es cuidadoso de todos modos.

-Llama la atención un poema tuyo de “Dicho sea de paso”, en el que le hablas a tu vecina, rematado con “y culearte”.

-Es curioso, esa palabra no me gusta, no hay palabras para hacer el amor, porque hacer el amor son tres palabras que suenan ridículo en realidad, es siútico. Follar es español, coger es mexicano. Yo uso culear porque no tengo alternativa, pero no me gusta en realidad, la encuentro muy fuerte. Pero culiao es distinto, todos decimos oye culiao. Cuando Redolés dice “viejos culiaos” o “culeaítos” es una cuestión tierna o dulce, pero culear a mí me suena fuerte y sin embargo la uso, me encantaría que hubiera otra palabra pero no hay.

-Sin duda usas esa lengua en un ejercicio de sinceridad.

-Eso es cierto, no es premeditado pero resulta así y creo que gran parte de la bondad de mi poesía está en eso. Es que para qué vamos a decir una cosa por otra, aunque es para la risa, porque eso es lo que ha hecho la poesía siempre en realidad, decir una cosa por otra en las metáforas. Ahora soy más conciente que antes al escribir y me alegra que mi poesía funcione, que haya gente joven que le guste. La sinceridad real, huevón, es lo que más busco en la poesía, yo busco la verdad en la poesía, que se pase la menor cantidad de gato por liebre.

-¿En eso radicaría la esencia de tu poesía?

-No tengo la más puta idea, ni siquiera se si existe esa huevá, pero lo que sí creo importante es un deseo de decir hasta donde yo veo las cosas como son, porque eso al final le llega a la gente, a los interlocutores y es lo que puede aliviar a alguna persona. Cuando cuentas algo doloroso, bueno a mí me pasa en la lectura, esa huevá te alivia. Es un dolor compartido, te das cuenta de que hay alguien que siente lo que tú sientes. Recién en la mañana estaba leyendo a Pessoa y dice: “El arte consiste en hacerle sentir a las personas lo que siente uno”. Encuentro que eso tiene harto sentido en la poesía en general y en mi poesía en particular. Hacer partícipes de tus sentimientos a otros. Ahí estaría una vara para medir algo, es la medida que tú te das cuenta de si un poema es logrado o no.

-¿Sientes que eso ha pasado con tu poesía?

-Claro, pero eso no existía hace cien años. Con mi poesía ha pasado algo extraño que encuentro que es bueno. O sea, ya no me puedo hacer huevón, voy a tener 62 años y pienso que la poesía es un chiste en realidad. La gente no la pesca, nadie la lee, etc. Eso que sale en el libro de Piña, huevón, que soy el segundo huevón más vendido después de Parra, yo lo sé por la gente que se ha acercado a mí, voy en la calle desde hace años y me dan teléfonos y cartas. Es obvio que de alguna manera mi poesía ha tocado a alguna gente lo suficiente como para acercarse. Es lo que me pasó a mí mismo cuando chico, cuando estaba enloquecido por Henry Miller y le escribimos cartas, es el impulso que uno siente cuando hay un autor que no sólo te entretiene, sino que encuentras un eco ahí. Entonces no me puedo hacer el huevón de que eso ha pasado.

-Conozco bastante gente joven que sin leer demasiado, encuentran grandiosos tus libros, se entretienen, no pueden parar de leerlos. Recuerdo esa frase de Parra acerca de bajar a los poetas del Olimpo y tu poesía tiene eso al ser asequible.

– Claro, es que esa es la poesía de la claridad, pero habían poetas de la claridad ocho siglos antes de Cristo. Había un huevón que se llamaba Arquíloco, que va a la guerra, huevón, y sale arrancando y deja el escudo botado debajo de un matorral lo que es la huevá más antipoética que hay y gran parte de la poesía mediterránea es clara, los mismos poemas de Safo son claros, la poesía de Kavafis, súper poeta griego, es una poesía absolutamente sin adornos. No estoy en contra de la poesía con adornos tampoco, sólo estoy describiendo la huevá, porque Góngora es un gran poeta y Kavafis y Kobayashi y gente que escribió incluso más simple y gente que escribió de manera complicadísima también son grandes poetas. Pero es verdad lo que dices acerca de la identificación de los jóvenes con mi poesía. El lector sabe, las lecturas te llegan o no te llegan, y si le llega a más de alguien entonces en los textos hay algo.

POETAS Y DEMASES

-¿Conoces poetas jóvenes en los que sientes que hayas dejado una especie de herencia?

-Sí conozco. Mira, soy súper reacio a que me pasen huevás y leerlas, porque soy corazón de abuelita y me da lata cuando no me gustan, me hago el huevón. Te voy a decir una pura huevá al respecto: Hay un par de tipos que me han pasado cosas buenas, pero hay un huevón de La Ligua y quiero que pongai esto, se llama Daniel Toro. Nunca salgo de noche, me gusta acostarme con los pájaros, pero había una revista en que estaba Cristian, un huevón que ahora está en Suecia que tocaba en un grupo que se llamaba el Troleblues y es poeta también, tenían un diario que no me acuerdo como se llamaba.

-¿El Orador Ilustrado?

-Esa huevá, ahí me publicaron un par de huevás y lo lanzaron en la noche y fui porque este huevón fue súper amable, buena onda y ahí había un huevón moreno, flaco, que me miraba. Te hago el cuento corto, era el Daniel Toro, se acercó, me pasó un libro que se llamaba Fucking… no sé cuanto, tenía un nombre en inglés el libro. Lo leí huevón, excelentes los poemas. Han pasado años, lo he visto, el viene a veces para acá porque estudia en Valparaíso y es simplemente excelente, encuentro que escribe mucho mejor que yo y es un pendejo el culiao, no sé, debe tener como 23 años. Su poesía así como se parece a la mía, se parece a la de Parra y a la de un nicaragüense que se llama Morales, es decir, usa el lenguaje de todos los días pero no he visto a nadie hacerlo como él, personalmente le envidio muchos de sus poemas.

LA MAYORÍA VOTA SIN LEER LOS LIBROS”

-¿Esperas algo del Altazor, siendo esta la quinta vez que postulas sin ganarlo?

-No es plata, porque si lo fuera todavía estaría llorando porque no me lo dieron. Mira lo que te dan es un galvano ¡horroroso, huevón! Pero más que nada es el reconocimiento. Cuando recién empezó el Premio Altazor, la primera vez me nominaron, también estaba José María Memet, se me olvidó el otro, creo que era Manuel Silva, estaba Armando Uribe también, eran cuatro nominados antes y ahora son tres parece. Pero las nominaciones del Altazor me sorprenden y me agradan porque es una onda en que tus pares, o sea, hay una lista de la mayoría de los poetas y ellos votan. Lo que significa que tus pares te tienen buena, lo que me sorprendió, porque para el premio te mandan todos los ensayos, cuentos, novelas y poemas relacionados con los postulantes que son alrededor de cien huevás. Te digo que nadie, nadie, aunque tenga plata y ganas se puede leer todo. Lo que pasa es que la mayoría de la gente vota sin leer los libros de los huevones por los que vota. Votai por la gente a la que le tení onda, es la única explicación. Por eso me agrada la nominación, quiere decir que mis pares no me tienen mala, aunque tampoco me cortaría las venas si no pasara. Si fuera plata me preocuparía. Además toda esa onda Hollywood no es mi estilo.

-Claro, además de literatura, está la mejor balada pop, el disco del año y cosas así.

-Claro, a los huevones del teatro les encanta esa huevá, no los estoy criticando pero te digo que yo no soy así. Poesía, literatura, metieron eso a la mala, yo no sé si por la tele los has visto pasar, pasan soplaos y nadie tiene idea de a quien chucha le han dado el premio, Bueno, cuando le dieron el premio a Gonzalo Rojas, un poeta viejo ahí estuvo bien, pero a otros gallos se los han dado sin saber.


-¿Sabes quienes te acompañan en la terna de nominados?

-No tengo idea, a ver, dale huevón.

Alberto Rubio…

-¿El muerto?

-Sí, con “Poesía reunida” de la Universidad Diego Portales y Jorge Montealegre con “No se puede evitar la caída del cabello”, de Asterión Editores.

-Entonces estoy cagao, puta, Alberto Rubio, el papá del otro rubio, es un buen poeta, no voy a decir nada más. Yo no sabía que habían ahora huevás póstumas, pero estaría bien. El Alberto Rubio es bueno, es un caballero, un señor, se murió hace años ya como su hijo, que era otro poeta súper bueno que murió de una muerte tan trágica. Publicó poco el viejo eso sí, yo tengo ahí el libro de la UDP. Le van a dar el Altazor a Alberto Rubio que no te quepa duda y está bien.

-Piña en la entrevista que te realizó nota un cambio en tu poesía, que se vuelve más conciente de la muerte y la enfermedad.

-Piña cuando dice eso está pensando en “Harakiri”.

-¿Ganó el premio del Consejo del Libro como mejor libro del año no?

-Sí, ese premio es bueno, que me lo he ganado dos veces ya. Puta la primera vez fueron siete palos y la segunda ocho. Además ese es un premio serio huevón, es una cantidad de libros, el jurado generalmente es idóneo, huevón, está a la vista, son escritores, pares tuyos que leen el libro y justifican todo el hueveo. Yo fui jurado una vez de esa huevá porque me pagaron, y puta te llegan todas las huevás de libros tanto de los editados como de los inéditos. Bueno, estábamos hablando del “Harakiri”, que fue escrito cuando estuve más o menos, o sea yo tuve una enfermedad que me dejó en el siquiatra el año ´98 más o menos y la huevá me duró mucho tiempo, como cinco años. Antes de eso si me dijeses que fuera al siquiatra te hubiera dicho que ni el día del pico, por nada, pero me pasó una huevá, para hacerla corta huevón, que me alteró la noción de la realidad y fue horroroso. Entonces hay un malentendido pues todos creen que ese libro trata de eso, pero sólo tiene un pedacito, al final, en la última parte, pero son poemas en que hay mucho espacio para el dolor, la muerte y la enfermedad.

-Ignacio Rodríguez te comparó con Parra hace un tiempo diciendo que tú hacías de la trivialidad una metafísica y Parra de la metafísica una trivialidad.

-Huevón, esa es la crítica más superlativa que se me ha hecho, el lo dice por un libro que se llama “Rápido antes de llorar”, si te interesan mis huevás léete ese libro, es mi último libro publicado, lo hicieron en la UDP, son mis diarios cuando volví de Europa desde el  ´76 hasta el ´78, y es la crítica más superlativa que se ha hecho con respecto a un libro mío.

-Con respecto a tus fotografías de mujeres que tienes guardadas ¿Planeas hacer un nuevo libro?

-Estoy haciendo fotos de mujeres en la calle hace mucho tiempo, más de diez años, hice una exposición en Santiago y ahora este año me van a hacer un libro bien bueno, van a hacer tres libros pero ese va a ser el primero, le voy a poner “Chilenas” o alguna huevá así. Simplemente son fotos que tomo a mujeres en la calle que me gustan, y las tomo casi todas a la altura del abdomen, porque me da no sé qué llevarme la huevá a los ojos y que me vean, que me peguen un carterazo o que me puteen. Lo choro es eso, que la foto no las tomo con el ojo, las toma la cámara, entonces los cortes son la huevá más arbitraria que hay. Tengo montones de cabezas, mitad de tetas, puros brazos o piernas, agarro cualquier huevá a veces, pero eso hace que las imágenes sean super refrescantes.

-La gracia está en el ángulo.

-Claro, además esa es la fotografía, vos sabís que los primeros fotógrafos, los pictorialistas se pusieron a componer, los huevones querían pintar con la cámara, no se daban cuenta que la huevá no es para pintar, que es infinitamente más la raja que pintar. Yo hago cortes en todos lados, es totalmente otra estética, hace tiempo que ya no compongo, pongo la máquina y lo que salga nomás huevón. El único norte en este caso es que esa persona que yo no quiero perder quede adentro en la mayor medida posible, a veces lo logro, pero está lleno de fotos en que salen letreros de puta… farmacias Salco Brand, pedazos de árboles y huevás, ahora recién me doy cuenta que doblo la cámara mucho hacia arriba, entonces paso de largo, por arriba de las cabezas y agarro puro cielo, nubes y huevás, pero de las 36 fotos siempre salen dos o tres buenas, aunque a veces hay muchas más.

Por Leo Robles

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