Gonzalo Brito, psicólogo:“Acceder a estados modificados de conciencia es algo inherente a lo humano”

Los enfoques tradicionales para resolver el problema de la adicción se concentran en extirpar el uso de algunas sustancias, conformándose con lograr que la persona desarrolle una abstinencia respecto de la droga

Los enfoques tradicionales para resolver el problema de la adicción se concentran en extirpar el uso de algunas sustancias, conformándose con lograr que la persona desarrolle una abstinencia respecto de la droga. A tales terapeutas poco les importa otras dimensiones de la vida de quienes experimentan alguna adicción, las causas del enganche con una sustancia o si se trata de emergencias espirituales, que requieren una adecuada guía y el convertir al que la vive en su propio terapeuta.

Si bien en Chile hay pocas experiencias al respecto, ya algunos psicólogos han aprendido de terapias alternativas. Es el caso de Gonzalo Brito Pons, quien aplica su experiencia aprendida en el centro Takiwasi, para resolver problemas de alcoholismo en Santa Bárbara, en la región del Biobío.

Takiwasi es un centro de rehabilitación de drogodependientes ubicado en Tarapoto, Amazonía peruana. Fundado por el médico francés Jacques Mabit, se sirve del conocimiento de sacerdotes y médicos indígenas sobre los poderes de la ayahuasca. Gonzalo trabajó durante un tiempo allí y nos cuenta algo de su experiencia.

¿Qué diferencia tiene el tratamiento que se da en Takiwasi con los más tradicionales para superar adicciones?

– Primero que nada, la comprensión de que el deseo o necesidad de acceder a estados modificados de conciencia es algo normal, universal e inherente al ser humano. Luego, se considera a la adicción como un camino equivocado hacia este acceso. Por ello se apuesta por comprender la adicción como un proceso que involucra diversos niveles del ser, sean el cuerpo, la mente o las emociones; pero en el que también está profundamente arraigado en un nivel espiritual, no necesariamente religioso. Por último, en ofrecer un abordaje que apunta a la resolución del conflicto de la persona en todos estos niveles, desde lo conductual, a través de la vida en comunidad y el trabajo; lo psicológico, a través de la terapia individual y grupal; y lo espiritual, a través del uso responsable de las plantas maestras de acuerdo a los cánones de la tradición medicinal amazónica, administradas por los propios curanderos.

¿Cómo han sido los resultados de la aplicación de este enfoque?

– El problema de las adicciones es probablemente el más arduo y frustrante de abordar para quienes trabajamos en el ámbito psicoterapéutico. Los tratamientos convencionales suelen rondar el 20% de éxito. En Takiwasi, la tasa de éxito de los pacientes que terminan el tratamiento bordea el 60% y 70%, lo cual es significativo, considerando además que muchos de los pacientes ya han pasado por varios tratamientos convencionales, y la mayoría lleva, en promedio, entre 10 y 15 años de dependencia a drogas ‘duras’.

¿Cómo ves tú el problema de las adiciones?

– Adictos somos casi todos. Algunos enganchan con la cocaína, otros con la marihuana, otros con el azúcar, otros con el trabajo, la TV, el mall, el tragamonedas, el sexo, la pega, el chat, etc. Hemos creado sociedades que favorecen la aparición de psicopatología y adicciones, no tenemos ritos de pasaje que digan a nuestros adolescentes cómo convertirse en hombres y mujeres. En cambio tenemos pseudo-referentes mediáticos que propugnan contra-valores: la burla, el narcisismo, la codicia, la competencia, la apariencia, el arribismo. Es lo que uno puede ver a casi toda hora en los medios. Nuestros guías, los políticos, son capaces de vender nuestros ríos y el resto de nuestros recursos para sacar una tajadita en el pastel. En todo este contexto torcido, el alma humana sigue necesitando pertenecer a su grupo y darle sentido a su existencia. Si no hay rituales, habrán contra-rituales y contra-iniciaciones, y en vez de encontrar la liberación y una visión más profunda de la vida a través de un acceso protegido y ritual a los estados modificados de conciencia, los muchachos (y los que no los son tanto) van a encontrar caminos falsos y perjudiciales, perdiendo la libertad que buscaban ganar. Ese espacio lo llena la droga y los otros escapes, que nos convierten en adictos. Nuestra cultura global de mercado entrega calorías vacías que no satisface una enorme hambre de sentido. El mercado lucra de esta debilidad humana y por eso hay grandes intereses puestos en que esta debilidad perdure.

¿Qué problema ves en los enfoques que la tratan como un simple desenganche de las sustancias y no abordan otras dimensiones de la vida del paciente?

– Relacionado a lo anterior, si no se aborda ese espacio íntimo y nuclear del ser humano, la dimensión existencial, uno corre el riesgo de cambiar una adicción por otra, tal vez más presentable, pero adicción al fin y al cabo. La adicción funciona como un saco roto, es un vacío profundo y sin fin, y si en el abordaje terapéutico no se aborda esa herida por donde se escapa toda su energía, la persona puede tener la posibilidad de salir de la dependencia a una sustancia en particular, pero no del patrón de dependencia que puede tomar múltiples formas. Incluso hay gente que cambia la droga por Dios, y se hace adicta a este Dios que va a llenar todo su vacío, muchas veces volviéndose fanática y causando sufrimiento a otros. Esta herida se produce usualmente en etapas tempranas de la vida del paciente, y muchas veces incluso antes, porque también los seres humanos cargamos con la herencia biológica, psicológica y espiritual de nuestros padres y abuelos. Pienso que el tratamiento de Takiwasi ofrece una intervención concreta a este nivel, ojalá muchos centros de rehabilitación sigan este camino.

Mauricio Becerra

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