Juan Pablo González, musicólogo: «Lo que nosotros necesitamos ahora es silencio»

Siempre resulta una grata experiencia el conversar -aunque sea un ratito- con Juan Pablo González

Por Carlos Montes

05/01/2018

Publicado en

Entrevistas

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Siempre resulta una grata experiencia el conversar -aunque sea un ratito- con Juan Pablo González. Desde cuando lo buscas para obtener una opinión «especializada» respecto a cualquier hecho de naturaleza musical hasta el encanto de oír alguna anécdota vivida como testigo de tantos momentos que son parte de la historia de nuestra música popular, González significa siempre un interlocutor lúcido, profundamente crítico y atento a los movimientos que la música experimenta por estos tiempos -y por los que nos preceden-.

Me reuní con este musicólogo y académico en su oficina en el Instituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado y la excusa para hacerlo era conversar acerca de su último libro, Des/encuentros en la Música Popular Chilena 1970-1990. Un trabajo rico en desafíos a ciertas ideas instaladas en la manera en que hemos absorbido la historia de nuestra música popular -como cuando propone una «década larga de los setentas» entre el ’68 y el ’83- pero por sobre todo, un libro que es capaz de conjugar con naturalidad el rigor de la investigación y la sensibilidad frente a esa experiencia humana visitada desde este tiempo.

¿Cómo ves el desarrollo de la musicología en nuestro país? ¿Te parece auspicioso el hecho de que cada vez aparezcan más publicaciones acerca de la música popular chilena, por ejemplo?

La musicología es una disciplina muy específica, muy acotada quizás, y que se ha construido en base al estudio de la música llamada docta y que si la llevas al ámbito de la música docta chilena es más acotada aún. Nosotros dependemos mucho de las fuentes, del acceso a los manuscritos, de conocer los idiomas, entonces hay una tendencia en general en América Latina a estudiar tus propios compositores y tus propios músicos y en el caso nuestro, nuestra “escena” de música docta chilena resulta pequeña por lo que calculo que cada 20 compositores existentes habrá un musicólogo, no al revés.

Teniendo claro esto, creo que la musicología es una disciplina que goza de buena salud y que tiene una gran prestigio a nivel latinoamericano y a nivel mundial como referente en español. La revista de musicología que publica la Universidad de Chile es la más antigua en el mundo en español (nace en 1945) y sigue en plena actividad hasta el día de hoy. Toda la generación de mis profesores, María Ester Grebe, Samuel Claro, Luis Merino en la musicología o Cirilo Vila en el ámbito de la música, fueron figuras con prestigio internacional, con aporte que abrieron caminos y que lograron alcanzar puestos relevantes en las universidades y en la actualidad hay tres programas de posgrados –uno en la Chile, uno en la Católica y otro en la Alberto Hurtado-, pero sin embargo en el ámbito de la música popular siempre somos una minoría y la verdad es que me siento –y me permito una palabra en inglés- una especie de outsider, porque muchas veces la musicología se dedica a la música colonial o a los grandes compositores del siglo XX. Creo que la música popular pareciera estar frecuentemente en un rinconcito y ahí es donde me encuentro pero teniendo mis aliados que están fuera de esta disciplina, como en el periodismo, en la historia, en la sociología, en fin.

Volviendo entonces a la dimensión de la música popular ¿Crees que existe una validación de los actores del universo musical chileno respecto a la musicología y su trabajo? ¿Las y los músicos, productor@s, programador@s, periodistas, están contemplando a los estudios musicológicos como una pieza necesaria a la hora de entender la industria creativa musical nacional?

Creo que hay un gran respeto por la disciplina, incluso dentro de mi último libro el propio grupo Fulano y Cristian Crisosto en particular, adoptó un concepto que acuñé en mi tesis de doctorado en California en relación a ese grupo en los años ochenta, el de «eclecticismo contrahegemónico» para definir su música y para serte franco, que eso ocurra es bastante extraño.

Por otro lado, el concepto musicología se le aplica por ejemplo a jurados de festivales, como una manera respetuosa para nombrar a alguien que SABE SOBRE MÚSICA y ya con eso te puedes dar cuenta de que se mira con respeto y consideración a la disciplina. Esto también lo señalo porque estoy en permanente contacto con muchos músicos que confirman esta idea.

También es cierto que trabajar directamente con los propios creadores y músicos es un tanto complicado, porque uno necesita tener una distancia.

Por supuesto que debe complicar tener al “objeto-sujeto de estudio” tan cerca.

Te pongo otro caso, me pongo a trabajar con Los Jaivas y soy crítico respecto a que ellos tengan 50 años de trayectoria como banda.

A propósito de lo que ellos consideran su verdadero origen como agrupación, en el año ’63.

Claro. Ellos celebraron la cincuentena el 2013. Entonces, complica el tener cercanía o complicidad con ellos si después voy a sacar un capítulo de un libro en donde de alguna manera les desarmo esa mirada con la que piensan su propia historia.

Pero del mismo modo que ocurre en la musicología, ese mismo conflicto también pasa en otras disciplinas en donde se lidia con los cariños, las cercanías o las admiraciones versus el rigor de la disciplina.

Claro. Es complejo y sé que sucede también con otras disciplinas de similar naturaleza.

La música popular y sus públicos

¿Tienes alguna opinión respecto a la musicología a la hora de sumar audiencias? Pongo como ejemplo el fenómeno Baradit quien –más allá de su cuestionado rigor historiográfico- ha logrado cautivar a nuevas audiencias en el interés por la historia.

Jajajaja. Sería como el “Baradit de la musicología”, jajajajaja.

Pasa que la historia tiene un recorrido mil veces mayor que la musicología. Por ejemplo, ya existe la historia novelada, pienso en la Guerra del Pacífico, en el Adiós al Séptimo de Línea. Existe una historia del género ensayístico en donde la fuente no es tan explícita en el texto, entonces hay claramente una mayor penetración de la historia en la sociedad y la musicología resulta una disciplina tal vez más frágil, y que en el caso de Chile todavía no sale del ámbito de la academia. No existe la musicología dispuesta en otros ámbitos profesionales como en los medios, en la prensa o en diversas curatorias.

Como que no se estila hacer convocatorias a musicólogos por instituciones cuya naturaleza orbita o comprende el fenómeno musical, por ejemplo.

¡Claro! Pienso, por ejemplo, en la programación de las temporadas de la Sinfónica o las programaciones de radio. Ni siquiera la crítica. La crítica la hacen periodistas, melómanos o músicos que escriben bien. Entonces, en ese sentido estamos muy lejos de ese Baradit que tú propones y que me parece una buena señal para una disciplina en cuanto a que soporta el que exista ese tipo de figuras y que no la destruye, no va en contra de ella sino que la integra a nuevos lugares.

Quizá es cosa de esperar a que esto se afirme con el tiempo.

La verdad es que en el ámbito angloparlante están pasando cosas muy interesantes. Hay un musicólogo británico, Nicholas Cook, que tiene un breve libro llamado De Madonna al Canto Gregoriano o algunos trabajos de Lawrence Kramer, en donde se proponen conceptos muy innovadores y que de algún modo salen de este universo de la Academia, pero insisto en la idea de que en Chile aún no existe ese escenario en donde estas reflexiones salgan de ese espacio más bien academicista y si existiera creo que no sabemos bien cómo recorrerlo y es momento de que debiésemos empezar a hacerlo.

El mundo en clave pop

Me quiero detener en una de las ideas de este libro y es acerca del pop y su presencia permanente en la historia de la música popular, como un especie de bucle, desarticulando de algún modo los paradigmas imperantes en distintos momentos de la historia.

¿Qué reflexiones propones acerca de esta estética pensando principalmente en su consolidación en nuestro país desde hace ya bastantes años?

Somos un país de canción, de melodía.

¿Algo así como esa vieja cita que afirma que Chile es a The Beatles como Argentina a Rolling Stones?

Claro. Lo típico que se dice. Las canciones de los Rolling Stones masivamente conocidas en Chile no son muchas. En cambio el furor que produjeron Los Beatles a nivel de fan clubs, a nivel de repercusión en otros ámbitos del escenario social –como la portada de la revista Condorito en esa época- es notable. Entonces hay algo como una búsqueda, una especie de necesidad de la melodía, una necesidad de la canción en su estructura más convencional y para ser honesto, a qué se deberá, no tengo idea, jajajaja.

Jajajaja! Pero cito a una frase que aparece en tu libro y que fue enunciada por el grupo Nadie por aquellos años: “El pop es aire para todos”. Es innegable la potencia de esa frase

Creo que el pop es un manto que acepta muchas cosas. Pareciera ser que el rock es más excluyente que el pop y quizás por eso resulta más funcional a una música chilena que siempre “le ha hecho un poquitito a todo”. La música chilena tiene de todo un poquitito. Por ejemplo, si escuchas a Manuel García que es un cantautor que se ha permitido distintos giros en su historia, como que tiene incorporada esa libertad. Y por otro lado tienes el ejemplo de grupos que apelaron tanto a la vanguardia musical en nuestra historia como los que surgieron en medio del pop y la Dictadura en los ochenta como los Electrodomésticos y Fulano.

Qué pasa con las discursividades políticas dentro de ese escenario. ¿Se sacude el pop un poco de esas discursividades más evidentes o incendiarias?

Hay una discursividad política del pop en general que refiere al género. El pop es que le hace un doble click al problema de género y eso va a ocurrir en el pop británico fuertemente. El trabajo con la ambigüedad, una nueva reformulación de la mujer con el caso de Madonna porque cambia de aspecto o porque no es la seductora para el hombre o porque juega consigo misma; están después las ambigüedades de raza, como el “blanqueamiento” de Michael Jackson, entonces lo interesante del pop es que siempre está ocurriendo, está llegando a millones de personas y se está transmitiendo por todos lados.

Está el caso de Los Prisioneros que es un grupo pop y que desde su trabajo hace una crítica feroz a un montón de cosas a las que no se les había hecho anteriormente, eso es profundamente político. Porque la crítica que nació desde La Nueva Canción Chilena es desde un sector político a otro sector político y el giro que hacen ellos es que critican a la propia cultura nacional, al propio modo de ser, al propio sistema en que están desarrollándose y súmale a todo eso el factor de la masividad. No es lo que llaman prédica para conversos, porque está muy bien ser crítico al alero de Quilapayún e ir a verlos a sus presentaciones porque quienes asisten es porque están de acuerdo con sus postulados y esto opera como una reafirmación de su mensaje. En el caso de Los Prisioneros, ellos capilarmente se metieron en sectores y en audiencias que no tenían un tema político necesariamente y que los iban a ver o los consumían probablemente porque querían bailar simplemente, y todo eso terminó por quedar instalado com un claro componente político. Todo eso lo permitió el pop.

¿Crees que el pop en la actualidad conserva esa energía de otros tiempos en que parecía capaz de “exigirle a las audiencias”, parafraseando a un concepto propuesto por Simon Frith y que mencionas en tu libro?

Eso que dices lo rescato de Frith cuando señala que la aspiración del rock de ser arte se frusta por las audiencias, porque el arte les exige y pasa que las audiencias del rock son súper hedonistas, ellos no van a los conciertos a hacer esfuerzos sino que a pasarlo bien y sobre todo, van a escuchar eso que ya conocen.

Creo que de algún modo eso no pasa actualmente, sin embargo hay que considerar que la gente no solo accede a lo que le ofrece la industria y eso ha pasado permanentemente.

La industria ofrece solo una parte del espectro musical circulante y en la actualidad,  las personas pueden encontrarse con propuestas que esa misma industria ofreció hace muchas décadas atrás -como el caso del bolero- y que ahora no son necesariamente sus propuestas para alcanzar masividad. Son las mismas audiencias las que van manteniendo canciones y sonoridades pasadas a través de plataformas como Youtube, por nombrar la más utilizada.

Siento una cierta comodidad en la que vive la industria hoy en día, una que se traduce en el hecho de que tú ya no le puedes pedir todo como lo hacías antes. Ahora no, porque todas esas muchas posibilidades están cubiertas por un sinfín de actores.

Hablemos de lo que comentas en tu libro y que pasó con la canción «Maquinarias» de Fulano en la segunda mitad de los ochenta.

En el caso de Fulano con “Maquinarias” es la industria el lugar por donde se desplazaron, pero lo cierto es que en ese caso son sus propios músicos quienes llevan a la industria ahí, y llevan a la industria disidente que por esos tiempos eran el sello Alerce o al Pirincho Cárcamo con Hecho en Chile, al Cariola o al Café del Cerro. Y pasa que había –y hay- una industria en sintonía con esa disidencia y que también era una disidencia estética; lo que costaba entender era que la resistencia o la contracultura al regimen también era estética y en el caso de Fulano, ellos proponían esa disidencia estética.

Lo que propone de algún modo Fulano desde un lugar como el Post Punk o el Rock in Opposition –los que luego sucumbirían frente al pop- es que, primero, no es “prédica para conversos”, es decir, no le estamos cantando “Y va a caer” a los que quieren que caiga sino que estamos llegando a cualquier personaje; y segundo, es que lo político no está en la letra sino que en la música.

¿Por qué crees que en estos tiempos no nos encontramos con casos como el de “Maquinaria”, que llegó al tercer lugar de popularidad en las listas radiales?

Pasa que esa energía está dispuesta de otra manera. Es como lo que pasó con las elecciones presidenciales recién pasadas, en donde ves toda el área divergente o progresista, segmentada. Abundan los nichos. Pareciera ser que más importante que el “bien común” es el “mal común”, porque cuando tenemos este mal común nos unimos y Fulano es tercero, jajajaja.

Aunque cuando ves esta fragmentación actual, tal vez ahí hay algo bueno también porque se delinea mejor la figura del “individuo” y se deshace esa idea de “masa”. Nunca nos gustó la masa, siempre sospechamos de ella, piensa en Orwell con 1984 o el fascismo con sus parlantes en la calle direccionando a las personas. Y está esa masa fragmentada o los individuos o los nichos pequeños como escenario en donde nos movemos actualmente. Súmale la crisis de los majors, la crisis de la televisión, la crisis de la prensa impresa, en el fondo, la crisis de los grandes relatos como consecuencia de la posmodernidad en donde el mundo funciona con rizomas, fragmentado, dispersándose y terminando en que propuestas como la de Fulano pierdan fuerza a nivel masivo.Las canciones, las revoluciones

Con todo lo que hemos conversado, resulta indudable ver que somos testigos de nuevas formas de revolución, nuevas causas de lucha que estaban pendientes. ¿Cómo ves la figura de la mujer y del feminismo propiamente, en nuestro universo local creativo y musical?

Empiezan a aparecer después de la década que aborda este libro temas como el del feminismo, el de la mujer, el tema de género, apelando al concepto de diversidad. Nosotros ahora estamos viviendo la diversidad del inmigrante que apela a otra forma de problemática. Se suma el tema de la ecología que empieza a aparecer un poco en la Dictadura y que ahora figura como un tema central dentro de dimensiones como las de las políticas públicas.

En cuanto al tema de la mujer, lo que se está instalando fundamentalmente es un asunto de sensibilización, un desnaturalizar el “estado de las cosas” que ha sido fuertemente masculino, rompiendo con fuerza este canon, aun cuando queda bastante por recorrer.

En el caso particular del periodo que comprende este libro, existe una gran ausencia de la mujer y que resulta como un efecto no esperado ante la figura de Violeta Parra, entendiéndola como una especie de madre que se va a tener que transformar en abuela para que pudiesen florecer sus nietas. A sus hijas les iba a costar más. Por eso si ahora haces doble click en el cantautor chileno te vas a encontrar con cinco hombres y con 15 mujeres. Yo las percibo como las nietas de Violeta Parra y quizás pasa porque existe cierta distancia temporal con su figura y eso la integró mejor o incluso permitió bypasearla de algún modo si se quiere. Pero cuando la tienes al lado como madre de La Nueva Canción Chilena, parece que resistió solamente su hija Isabel. Después en el Canto Nuevo aparecen algunas pero no con el revuelo que han alcanzado hoy en día.

Era necesario que las mujeres lograran la visibilización y resonancia que están consiguiendo actualmente.

Absolutamente y pienso en la figura de la mujer creadora que es lo que permanece en tela de juicio en nuestro mundo patriarcal occidental.

¿Y qué pasa con figuras como la de Arlette Jecquier de Fulano?

Para esta óptica patriarcal, la mujer como intérprete está bien a lo que además se suma el estereotipo de que tiene que ser bella, manteniendo la tontera de que la belleza tiene que estar por sobre el talento. En la escena metalera en Lima, por ejemplo, en donde estuve en un coloquio hace unos meses, se hablaba respecto a este tema y se comentaba de que el máximo piropo que se le puede decir a una mujer instrumentista, no cantante, es que toca como hombre.

Elizabeth Morris me comentó exactamente lo mismo en una conversación cuando le pregunté acerca de sus encontrones con el machismo en el mundo de la música.

Me imagino ese tipo de comentarios. Lo triste es que esos mensajes vienen de un mundo que es supuestamente librepensador, progresista. Impresentable.

Las audiencias del futuro

 

¿Tienes algún juicio respecto a la formación de audiencias en nuestro país, pensando específicamente en el rol que debiesen cumplir los colegios y/o la educación formal en estos niveles?

Yo diría que la formación de audiencias le interesa más bien a la música clásica.

Efectivamente, pero es un hecho que la academia ya lleva un tiempo de trabajo en el estudio de la música popular y ese avance merece estar al alcance de las y los niños y jóvenes.

Lo que señalas apunta directamente con la formación de profesores de música y ahí hay un ámbito súper importante. Necesitamos por sobre todo, profesores de música que le muestren a los cabros cosas que ellos no están escuchando en su cotidianeidad. Yo no tengo tan claro cómo está transitando la música popular en la actualidad, si están escuchando radios o a través de qué canales. Estoy esperando una nueva encuesta de consumo para saber, por ejemplo, el equipamiento que se utiliza o ese tipo de datos.

En la actualidad Spotify es la principal fuente de acceso a la música popular.

Es muy probable, pero creo que hay algo que necesario de contemplar y es el “no escuchar”, porque “cuando más escuchas menos escuchas”.

Te pongo el caso de mi hija que está en la universidad y de repente estudia escuchando reggaeton y lo apaga cuando llego yo, apaga, jajajajaja. Entonces, no sé realmente lo que está pasando ahí, es como que se aisla.

Yo confieso que escucho música contemporánea, escucho una radio de Nueva York online que ofrece cierto tipo de música contemporánea que me permite trabajar, sin embargo pasa que mientras más música uno escucha, termina por escuchar menos. Hay un tema con el silencio, se necesitan momentos de silencio. Piensa que en la radio están dando las noticias o están entrevistando a alguien y ponen una música de fondo que molesta, o en los restoranes o en los lugares a los que uno va siempre están con música de fondo y eso se vuelve en un absoluto constante y lo que nosotros necesitamos también es silencio. Necesitamos música y después silencio. Imagina un cuadro que nunca acabara, sería imposible.

Entonces habría que poner oreja a los silencios más que al sonido

Para la presentación que hice de mi libro en la última FILSA comentaba lo siguiente: Imagínate a la Violeta Parra hoy en día con 40 o 45 años, ¿dónde la tendríamos? ¡Imagina a la Violeta Parra en la FILSA! Ya, puede ser, pensémoslo como un asunto más de todo lo que puede pasar por ahí, pero sabiendo toda la incomprensión y todos los problemas que tuvo la Violeta en los años 50 y 60, lo que finalmente ella tenía era el silencio. Había silencio en su vida y en la vida en general. No estaba todo saturado de cosas y su canto resonaba. Ahora el silencio no existe y reina una sobre saturación en el ámbito sonoro y desde ahí no estamos formando audiencias.

El Estado y la cultura

¿Cómo ves la oficialidad y su responsabilidad en el desarrollo de políticas culturales sensatas?

Soy contrario a las políticas culturales en la medida de que la cultura no se puede estimular de manera directa sino que de forma indirecta. Tienes que darle previsión al artista, tienes que rebajar los costos del pasaje para que pueda viajar, tienes que ayudarlo a que importe el instrumento y todo ese tipo de asuntos, pero siento que una acción directa sobre la práctica cultural misma puede resultar peligrosa. El mejor ejemplo de esto es lo que pasó en Dictadura en donde hubo un florecimiento impresionante a nivel artístico hecho que la Dictadura nunca quiso que pasara.

¿Entonces esa mentada idea de un apagón cultural durante ese periodo, no fue tal?

No fue así. Ese es un concepto instalado por el Partido Comunista afuera y que no tiene que ver necesariamente con lo que pasaba acá. Aquí -en Chile y Latinoamérica- hubo un fracaso y una acción directa represiva en contra de la cultura y ahí tienes varios casos: el rock argentino, la MPB en Brasil cuya etapa dura en Dictadura a fines de los sesentas resultó en el florecimiento de voces tremendas como Chico Buarque o Caetano Veloso. Entonces creo que está bien esto de los fondos concursables pero POR FAVOR, ayuden a la mediatización, ayuden a los medios, ayuden a que estén los soportes que el artista necesita para llegar al público. No eliminemos a los mediadores porque los necesitamos: necesitamos más productores, más mediaciones y dejemos a los artistas lo más tranquilos posibles en sus ejercicios creativos.

¿Y observas algún tipo de voluntad desde el poder en desarrollar este escenario?

Hay una voluntad tibia pero que ha crecido, porque la mediación es entendida como un emprendimiento comercial. Creo que se ha avanzado con contradicciones y eso va a seguir independiente del presidente que esté a cargo.

A mi me impresiona mucho el tema de los mall en Chile y cómo está instalado acá, porque es un espacio al que la gente le gusta ir y es muy feliz y no escuché a ninguno de los candidatos a la presidencia que hablara de eso. Para mí eso es un problema, porque atenta contra la vida cultural, posibilita la exacerbación del consumo y más encima del consumo con crédito, instala la idea de la “marca” y termina siendo como un mundo mágico.

Creo que mientras temas como ese no estén problematizados, no imagino cuáles son los cambios que vendrán. Hay un destino en el que estamos metidos y que tiene que ver con la felicidad en relación al consumo y a ese imaginario engañoso con alguna musiquita de fondo.

 

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