Judith Butler: «Existen momentos en los que escogemos nuestro género»

La filósofa estadounidense relata su percepción en torno al género como construcción social, la diatriba entre los distintos feminismos, el repunte de la reafirmación masculina y en consecuencia de la violencia machista Tú naciste en una familia judía tradicional en Ohio

Por mauriciomorales

09/12/2022

Publicado en

Entrevistas / Feminismo / Género

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La filósofa estadounidense relata su percepción en torno al género como construcción social, la diatriba entre los distintos feminismos, el repunte de la reafirmación masculina y en consecuencia de la violencia machista

Tú naciste en una familia judía tradicional en Ohio. A tu tío lo metieron a la cárcel por ser transexual y murió cumpliendo condena. A tus primos los mandaron de sus casas por ser homosexuales. Además, fuiste llevada al psiquiatra a los 15 años cuando anunciaste tu homosexualidad. ¿Cómo deconstruyes el género bajo el contexto de una difícil historia persona como la tuya? ¿Cómo te describirías, para aquellos que no te conocen?

Las autodescripciones no son mi fuerte. Es probable que mi tío haya sido intersexual, y terminó convirtiéndose en una especie de atracción, porque constantemente era examinado por autoridades médicas y psiquiatras. Nunca lo conocí, ya que fue internado antes de que yo naciera y me dijeran que él perdió toda lucidez. Era mentira, pude haberlo conocido, pero mis padres no querían que ninguno de sus hijos lo contactasen. Tengo un primo homosexual que sabe lo que realmente sucedió, y que simplemente fue excomulgado.

Algunas familias hacen donaciones financieras que después fueron denominadas como préstamos y cuando se convirtieron en deudas impagables, se llamaron delitos. Esto no es ninguna sorpresa, a la mínima oportunidad, la criminalidad fue utilizada en nuestra en contra. Mis padres y mis abuelos se sentían aterrorizados con la idea de que al antisemitismo pudiera surgir en cualquier momento y creían que asimilar las normas y patrones americanos, sería la única manera de protegerse. Continuaron respetando las festividades religiosas como el Shabat, pero con el tiempo, la judeidad se desconectó de la mayoría de rituales (no de todos) y se convirtió en un ethos comunitario.

Uno de los principales conceptos que desarrollas en “El género en disputa” es la performatividad de género. ¿Podrías explicar este concepto?

La idea de performatividad de género ha evolucionado a lo largo del tiempo. Cuando la presenté por primera vez, me interesaba como las personas repetían algunos gestos y cómo estos parecían expresar y expandir como percibían su propio género. Sin embargo, estaba claro que esas personas no inventaban por completo los gestos que repitían. No eran totalmente suyos, aunque hayan sido personalizados. Expresaban gestos que ya fueron hechos con anterioridad, de modo que se establecía una especie de solidaridad tácita con aquellas personas que ya los habían hecho. Al mismo tiempo, los modificaban y los transformaban. Improvisaban las actuaciones, los movimientos y  los gestos que reprodujeron.

Con respecto a la performitividad de género, algunas interpretaciones de tu teoría son claramente intervencionistas. ¿Podemos escoger nuestro propio género? ¿Cuál es la relación entre nuestro cuerpo y nuestro género?

Existen momentos en los que escogemos nuestro género. Por ejemplo, cuando vamos a un tribunal para solicitar que se cambie nuestro género. En aquel momento, hacemos una elección legal y hasta política en cuanto al reconocimiento de género al que creemos pertenecer. Existe, por lo tanto, una elección a nivel jurídico y político (¿Debo presentar una solicitud, o no?), pero las cosas son diferentes cuando se trata de un sentimiento profundo en términos de género. Muchas, si no es la mayoría de personas que desean cambiar de género legalmente, sienten que este es una parte inalterable de su identidad, y por ende, no se escoge. Al recurrir a la protección legal, deciden que esta parte inelegible de su ser sea reconocida y reafirman lo que son.

El feminismo no es un movimiento homogéneo. ¿Qué piensas de los mecanismos neoliberales de reapropiación (las grandes marcas que venden productos feministas, como la lucha de Beyoncé y de Rihanna por los derechos de las mujeres)? ¿Cómo analizar esta realidad ideológica? ¿Consideras que esto contribuye a la disolución de la capacidad crítica del feminismo?

Existen muchos tipos diferentes de feminismo y debemos ser críticos para distinguir aquellos que realmente hacen avanzar a los ideales y valores fundamentales del movimiento. Las diferentes formas de feminismo liberal que se concentra en el desarrollo individual, a menudo dejan de lado la naturaleza colectiva y la fuerza del movimiento. Sin embargo, para las mujeres, sobre todo las chicas, que viven en lugares donde el movimiento feminista no es conocido, ver a Beyoncé cantar y reafirmar su cuerpo de forma poderosa puede ser muy impactante. Como también lo hacen, creo, algunas deportistas como Serena Williams y Megan Rapinoe. No hay razón para que nos guste todo lo que dicen para ver que la representación pública de su fuerza hace la diferencia para muchas otras mujeres en el mundo.

Los movimientos feministas comenzaron a surgir en varios países como en España. Muchas veces, la masculinidad tóxica está en las agendas políticas. ¿Qué les dirías a los hombres que deberían reestablecer su propia construcción de género?

Habría sospechado de cualquier medida que se asemeje a la autocorrección stalinista o a una autocrítica maoísta. Sin embargo, creo que en los hombres hay muchos pactos no codificados e implícitos con respecto a su forma de violentar a las mujeres. Los hombres que ven a otros golpear a sus parejas, miran para otro lado. Es en estos momentos, que podemos decir que un hombre está permitiendo que otro abuse de una mujer. Mirar para otro lado es más que un gesto que solo se limita a la acción de girar la cabeza a otro lado. Esto implica tanto negación como impunidad. Algunos hombres rompen este vínculo fraternal y lo interrumpen, alzando la voz e intervieniendo, así dejan en claro que la violencia contra las mujeres es inaceptable.

En este acto, o serie de actos, se formula una versión diferente de la masculinidad. Se trata de garantizar que la acción que rompe el vínculo fraterno sea también un acto que crea solidaridad con las mujeres. ¡Las mujeres no necesitan otro salvador! Necesitan solidaridad en pie de igualdad. Mientras la opresión de género no sea derrotada, necesitaremos feministas para tomar cartas sobre el asunto.

En respuesta a esta ola feminista, hemos visto un aumento considerable de los movimientos culturales, especialmente en las redes sociales, que afirman defender la identidad y la masculinidad de los hombres. ¿Cómo explicarías este resurgimiento? ¿En qué consistiría un feminismo hegemónico capaz de neutralizar este tipo de reacciones?

Me parece que esta defensa a los hombres y al masculinismo actúan como si la oposición a la violencia masculina o a desigualdad de género fuesen una mera oposición a los hombres como tal. Sin embargo, este argumento presupone que no puede haber hombres sin violencia masculina y desigualdades de género, que terminar con la violencia y la desigualdad significa la abolición del hombre. Para ellos es inconcebible que los hombres continúen siendo hombres cuando alcancen una nueva forma de masculinidad o masculinidad basada en la igualdad y la no violencia. Es una defensa reaccionaria de los hombres que piensan que la violencia es una parte integral de su género.

Te refieres a las manifestaciones como formas de expresión encarnadas, formas de hacer reclamos y demandas políticas, incluso cuando el discurso está ausente y no es la forma principal de expresión, ustilizas a la performatividad de género como punto de partida para hablar sobre las poblaciones precarias y la unión de cuerpos como protesta. Combinas tus dos teorías, la performatividad y la precariedad con los trabajos de Hannah Arendt, Giorgio Agamben y Emmanuel Levinas para evaluar críticamente y abordar movimientos como los del Tahrir Square , OccupyBlack Lives Matter y otros movimientos de protesta. ¿Puedes contarnos más sobre cómo están conectadas estas dos teorías?

Muchas de las principales protestas de los últimos años han llamado la atención sobre el precario estado de los cuerpos en las calles. Tienen experiencias en las calles, en el hogar, en las fronteras, en el lugar de trabajo, en el espacio público o, de hecho, en campos de detención y prisiones. Una de las muchas maneras de expresar enojo y de denunciar la injusticia de esta precariedad experimentada es uniéndose, consagrándose, es decir, volviéndose plural y expresar la propia oposición. La expresión a veces es oral, pero a veces puede pasar a través de una amplia variedad de canales de comunicación como movimientos, gestos, imágenes y sonidos. Todos los sentidos del cuerpo contribuyen a la forma en que se formula la oposición y se reinvindica.

Levinas hablaba de la demanda que otro hace, en contra de mi voluntad, y esa es una demanda ética. Mi enfoque es que cuando los cuerpos son expulsados, apátridas y sin medios básicos de sustento, formulan sus reivindicaciones con sus cuerpos y los medios que son y tienen. A veces puede ser simplemente registrar espontáneamente la violencia policial con un teléfono celular. Sin embargo, los que están fuera de la escena se ven afectados por estas reivindicaciones o demandas, deben ser sensibles a lo que se expresa, manifiesta y comunica, y esto los insta a traducir a través del lenguaje político al que están acostumbrados (especialmente al parlamentario), la realidad de quienes expresan las demandas políticas de diferentes formas.

En algún momento, te escuchamos decir: «Es más fácil seguir luchando si sabemos que no estamos solos, que dependemos de los demás». ¿Cómo evalúas la idea de que la estructura del activismo actual atravesado por el neoliberalismo contribuye a la fragmentación de las luchas y la identidad de la clase trabajadora? ¿Consideras que ya no estamos buscando una historia común que una a diferentes personas en torno a un solo objetivo, sino que tratamos de exagerar nuestras particularidades para llenar la ansiedad de un presente vacío, desprovisto de identidad de clase? ¿Cómo construir, entonces, esta unidad que nos hace depender unos de otros?

Las viejas ideas de unidad ya no existen, pero sería un error pensar que todo lo que queda es el estado fragmentado de las diferentes identidades. La idea de la alianza es una forma de pensar en la solidaridad que permite que la diferencia sea un factor movilizador y no paralizante. Esta forma de política de identidad, que afirma que solo es posible representarse a sí mismo por su especificidad, no deja espacio para la creación de alianzas. Entiendo la necesidad de enfatizar la singularidad, especialmente en un contexto de pueblos indígenas cuyas historias han sido borradas con muchos de sus antepasados. Sin embargo, debemos preguntarnos sobre las condiciones históricas comunes por las que hemos pasado, el desplazamiento neoliberal de trabajadores, la destrucción de los derechos humanos, los niveles crecientes de pobreza y las formas neoliberales de individualismo que hacen que la solidaridad parezca aún más distante.

Necesitamos crear formas transregionales y translingüísticas de solidaridad que profundicen en la justicia económica, luchando contra los efectos devastadores del capitalismo, sin relegar a un segundo plano al feminismo, activismo queer y trans, y las luchas por la igualdad racial y la libertad. No debemos volver a la unidad simple, sino esforzarnos por formar una red de solidaridad cada vez más poderosa centrada en combatir la destrucción del planeta y en conseguir un salario digno.

Necesitamos muchos movimientos trabajando juntos para iluminar cada aspecto de esta constelación. Esto no significa que todos tengamos la misma opinión o que hablemos el mismo idioma, sino que aceptemos el hecho de que vivimos juntos en este planeta, lo que nos obliga a desmantelar las fuerzas de destrucción y opresión para crear una vida más habitable para todos. Cuando la izquierda sea más aguda contra las devastadoras fuerzas económicas que operan contra nosotros, la versión de seguridad del fascismo y la destructiva resurrección del patriarcado, no tendremos un nuevo idioma, sino un nuevo activismo de traducción que una a los lenguajes políticos de la vida.

Cortesía de Pressenza

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