Lacmore, músico del grupo Tegualda: “el rock chileno tiene exponentes de sobra para concebirse como un referente creativo potente”

Decidir desde qué lugar se inicia un proyecto musical, su sonoridad, su repertorio, cuál es esa audiencia a la que quieren abordar, son preguntas que siempre aparecen en quien emprende un camino creativo seriamente

Por Carlos Montes

07/04/2020

Publicado en

Artes / Entrevistas / Música

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Decidir desde qué lugar se inicia un proyecto musical, su sonoridad, su repertorio, cuál es esa audiencia a la que quieren abordar, son preguntas que siempre aparecen en quien emprende un camino creativo seriamente.

Por eso es que la primera vez que Lacmore (guitarra y voz), David Levy (bajo y voz) y Ariel Wolfenson (batería), compartieron una sala de ensayo en la calle Tegualda -lo que terminó dando nombre al grupo-, supieron que tocar covers era solo una excusa para lanzarse al desafío de hacer su propia música. Tras la temprana salida de Ariel y el ingreso de Javier Pizarro, este proyecto afianzó su necesidad de continuar y seguir buscando nuevas respuestas a través de tocatas, grabaciones y canciones propias.

Desde el confinamiento, Lacmore conversa con El Ciudadano y nos comparte algunas escenas de cómo Tegualda ha vivido su recorrido desde la independencia, cuáles son las dificultades que han enfrentado en un país ingrato con sus artistas o cómo han encarado esta crisis sanitaria, entre otros asuntos.

Hablemos de historia. El origen del proyecto no responde a una historia de amigos que deciden hacer música sino que desde la voluntad, el azar y las ganas de tocar que terminó juntándolos. ¿Cuánto de bueno o de dificultoso ha sido desarrollar un trabajo creativo, sensible, con compañeros que conoces recientemente?

El rock se ha caracterizado por inflar una narrativa casi pastoril, diría yo, del cómo se forma tal o cuál banda. Eso ha funcionado y ha sido muy efectivo a la hora de generar audiencias. Lamentablemente soy escéptico y no me trago mucho esos relatos. Lamentable por un lado y beneficioso por otro, ya que no necesité de esa narrativa disney para creer en Tegualda. 

Ha sido bueno haber conocido a los demás integrantes en el primer ensayo. Bueno porque no había expectativas, ellos buscaban un guitarra, llegué, saludé, toqué como toco siempre y les gustó. Fue muy parecido a una cita a ciegas con final feliz. Y a la hora de componer, tampoco había expectativas, todo se dio de manera muy tranquila. Quizás el no ser un adolescente ayudó un poco.

Creo que ha sido una gran experiencia el encontrarme con David Levy y Javier Pizarro, dos músicos maduros que han abandonado el placer onanista de tocar los mismos clásicos de Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, Jimmy Hendrix o Kurt Cobain.

Lacmore (voz y guitarra)

Más allá de odiosas calificaciones, es claro que el sonido del grupo transita por el imaginario del rock -junto a la incorporación de recursos de otras estéticas-. ¿Por qué hacer música desde este lugar?

Siento que el rock vive un momento difícil y que hace un tiempo abandonó la calle, se puso superfluo, ingenuo o incluso, burgués. Digámoslo, el rock siempre fue un género musical que enarboló la bandera de la individualidad, pero pasa que ahora tenemos conciencia de dónde nos ha llevado esa arrogancia individualista.

Hoy en día lo colectivo toma más protagonismo, por lo tanto, si el rock quiere seguir viviendo debe asumir esto y de pasada renovar su imaginario: las motocicletas, el whisky, la mujer objeto, las calaveras son parte de un cuestionable pasado.

Por otro lado, grandes músicos chilenos perdieron tiempo precioso formando bandas tributos, muchos locales ganaron harta plata mientras la creación musical desaparecía y el rock se fue transformando en una postal vetusta, desteñida.  Por todo esto creo que es difícil hacer rock actualmente, pero nuestra apuesta es hacer rock desde otro lugar, rock desde el territorio, un rock que cuente historias y nos invite a reír, a llorar, a criticar, a desobedecer.

Con el ánimo de buscar una experiencia colectiva que integre otras expresiones artísticas, invitamos a Cori Barberán para que intervenga coreográficamente en algunas de las canciones de nuestro repertorio y ver en vivo lo que sucede con su arte, lo que siempre sorprende al público.

Y en cuanto al trabajo autoral, las canciones de Tegualda desde antes del inicio de la revuelta popular tienen un componente político, disidente y de profunda crítica hacia la manera en que llevamos haciendo -y padeciendo- este país. ¿Cómo es que deciden la naturaleza contestataria de sus líricas?

Arte y territorio son indisolubles, el artista está en un espacio-tiempo que codifica su quehacer y con mayor o menor sublimación, intencionalmente o sin proponérselo, esta territorialidad se cuela en su arte.

No sé si es una decisión muy consciente el escribir desde la contingencia o si simplemente ocurrió. En “Renacer”, por ejemplo, contamos la historia de una mujer que debe viajar casi dos horas todos los días para llegar a su trabajo y siente que se le va la vida mirando por una ventana. ¿Cómo no conmoverse al ver las miradas perdidas de los pasajeros de una micro en la madrugada?

“Anticomunista” es una mirada sarcástica a los anticomunistas que viven y roban al Estado. ¿Cómo no sentir rabia ante estos defensores de la institucionalidad que fingen ser rectos hasta que los descubren? Y en esa misma línea está “Arroz con chela” que mira con desconfianza los antiguos juegos infantiles que educaron a generaciones desde una óptica machista e intolerante.

David Levy (voz y bajo)

La incorporación de rítmicas propias de la cueca o versionar “Qué he sacado con quererte” de Violeta Parra, resuenan como gestos políticos, identitarios, como maneras de reafirmar los principios que tienen como banda. ¿Cuál es la visión que tienen sobre el público local y su reconocimiento o conexión con nuestra tradición cultural? ¿existe actualmente un sentido de pertenencia respecto a nuestras y nuestros creadores?

Algo que sí hablamos desde los primeros ensayos era que no queríamos hacer covers, en el primer ensayo tocamos “Little wing” y algo de los Beatles como para soltar los dedos, pero honestamente seguir en eso era una pérdida de tiempo. Entonces, a partir de una insólita anécdota en nuestro primer ensayo, escribí “Tututite”, canción con ritmo de cueca que salió pensando en Los Jaivas. Sonaba bien, era rock, en 6/8, en español, hecha a partir de algo que ocurrió en nuestro primer ensayo. ¡Era nuestra!, ¡era chilena! ¡sonaba a Tegualda!

Tanto en vivo como con nuestras grabaciones, siento que la recepción ha sido súper buena, he visto esa sensación de identificarse con lo que pasa sobre el escenario, no solo desde las líricas sino también desde nuestra sonoridad.

Lo de “Qué he sacado con quererte” era rendir tributo a una mujer maravillosa cuyo legado musical aún no termina de descubrirse y que seguirá asombrándonos por muchos años. Quisimos hacer una versión libre, por eso incluimos a modo de interludio instrumental una sección que llamamos “La danza de la liberación”, interpretación coreográfica que intenta de alguna manera evidenciar la energía que contiene la revolución de las mujeres y la lucha por reivindicar los derechos que por años les han sido negados.

Y vale la pena mencionar nuestra admiración e inspiración en nombres como Los Jaivas, Congreso, Sol y Medianoche, Aguaturbia, Los Mac’s, Víctor Jara y por supuesto, Violeta Parra. Amamos las canciones de Los Prisioneros, de Weichafe, de Los Bunkers, pensando en los más populares. Creemos que el rock chileno tiene exponentes de sobra para concebirse como un referente creativo potente y que lamentablemente, muchas veces los pusilánimes medios de comunicación masiva locales se resisten a ver, salvo honrosas excepciones.

En algunas de sus piezas audiovisuales hay registros de lo que estuvo sucediendo en las calles, con la ciudadanía movilizada y expuesta a la violencia del aparato policial. Desde la óptica de esta cuarentena, ¿cómo ven el escenario actual que vivimos? ¿hay más de pesimismo o de esperanza?

La esperanza es el único camino posible, pero no desde una esperanza ingenua, sino desde la certeza de que -como dijo alguien por ahí- “los procesos sociales no se detienen” y los intentos por detenerlos son como lágrimas en el fuego.

El escenario actual es complejo. Hay un grupo minoritario que tiene mucho que perder versus la mayoría que lo perdió todo. Hay una brutal desconfianza en las instituciones y estas evidencian, a su vez, una desconexión casi total con la ciudadanía. Incluso en los mismos artistas hubo una desconexión con el pulso de la calle, el sistema se hizo cargo de hacerlos pelear entre ellos para adjudicarse algún fondo. Los únicos que no perdieron nunca la lucidez fueron los secundarios, ellos nos despertaron de una bofetada.

Javier Pizarro (batería)

Chile es un país que históricamente ha cuidado poco el trabajo de sus creadoras y creadores. ¿Crees que tras la revuelta popular de octubre, pueda cambiar esta práctica?

Todos tenemos la esperanza de que las cosas cambien para mejor. Un cambio notable sería que los comunicadores perdieran el miedo y apostaran por este cambio. En general los medios de comunicación chilenos han sido bastante fofos con el artista nacional, les falta calle, ir a tocatas, conocer la escena emergente, por eso no sorprende que desde México les dijeran que  Mon Laferte era buena para que recién ahí empezaran a considerarla.

Esa mala costumbre está muy arraigada en la cultura del amiguismo, es una suerte de Club de Toby en donde es muy difícil que tu trabajo se promueva si no fuiste compañero de curso o vecino o amigo o familiar de alguno de ese círculo. Lo que trae esa práctica es que afecta la calidad de los contenidos que aparecen en los medios. A la larga, la endogamia es costumbre nefasta.

Aun cuando soy solo una parte del proyecto Tegualda, estoy seguro que junto a mis compañeros creemos que los cambios que vendrán resultarán en un país más tolerante y diverso, un país abierto a nuevas propuestas, distantes de amiguismos, de lugares comunes o de los vicios que vienen cuando se descansa en solo tener contactos.

Cuéntanos cómo has vivido, íntimamente, esta nueva crisis que atravesamos.

Este último tiempo la realidad nos estalló en la cara, hemos caído en cuenta de nuestra fragilidad ontológica y espero que para cuando esto termine, haya más conciencia de lo frágiles que somos como especie y que cambiemos realmente este paradigma.

Si bien es cierto, no me declaro enemigo acérrimo del libre mercado -porque el rock, en cuanto a proyecto sociocultural, ha sido uno de sus mejores productos-, es evidente que esa lógica no puede ser la medida de todo. El libre mercado no es la respuesta a todos los problemas de una sociedad moderna y compleja y eso debe quedar claro, incluso, para aquellos que lo defienden a ultranza.

Es paradójico que una partícula microscópica tenga al mundo libre encerrado, con las fronteras clausuradas y haciéndonos reemplazar el contacto social real por uno virtual haciendo tambalear la economía global.

¿Y cómo Tegualda ha encarado los coletazos de esta pandemia?

Como banda hemos dejado de ensayar y nos reunimos virtualmente cuando es posible dadas las demandas de la vida cotidiana en cuarentena, y obviamente también se ha paralizado casi por completo la actividad artística.

En nuestros planes estaba lanzar nuestro video de “Qué he sacado con quererte”, homenaje a la gran Violeta Parra, durante la primera quincena de abril, con un show especial junto a invitados y todo eso, pero eso ya no es posible. El lanzamiento del video ya se había visto postergado en dos ocasiones, lo que nos llevó a tomar la decisión de lanzarlo durante la cuarentena. Para esto hicimos, cada uno desde su casa, un pequeño registro de nuestras cuarentenas contando un poco la historia del video, material que publicamos el viernes pasado en nuestro canal de Youtube, a modo de #cuarentenacreativa.

Por ultimo, como creadores ¿qué les gustaría que Tegualda lograse en el público que los escucha?

Estamos en la etapa de darnos conocer, queremos descubrir nuevos lugares donde hacer nuestra música y quizás, debido a esta búsqueda, es que a veces nos cuesta clasificarnos. No hablamos de la vida disipada ni de demonios religiosos, hablamos de lo que pasa hoy, de los ojos flojos que no quieren mirar, de los demonios que están en la calle reprimiendo, de los demonios que están en el poder para su propio beneficio.

Lo que queremos es que quienes quieran escuchar una mirada acerca de la historia del Chile de hoy, puedan conocer y apreciar nuestra propuesta. Apostamos por lo auténtico, por lo primal, por lo esencial, incluso lo salvaje y desde ahí nos gustaría ocupar un lugar en la escena rock nacional.

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