Literatura sudamericana

Leila Sucari, escritora argentina: ‘La literatura tiene que aspirar a ser libre’

“Desde hace unos años, sí se están cuestionando y dejando atrás ciertos aspectos machistas, de todas maneras creo que todavía no es un tema superado”, afirma la autora Leila Sucari sobre las etiquetas que se les carga a las escritoras a pesar del terreno avanzado en este último tiempo en algunos sectores. Con su debut novelístico de la mano de Adentro tampoco hay luz (Tusquets, 2017), la escritora se muestra con una voz potente y desafiante.

La novela Adentro tampoco hay luz (Tusquets, 2017), de la autora trasandina Leila Sucari (Buenos Aires, 1987) muestra un debut literario sólido que puede ser visto desde distintos ángulos. En primer lugar, esta historia que tiene a una niña entrando a la preadolescencia como protagonista, se nutre a través de la brevedad de sus capítulos, dando como resultado una historia fragmentada pero atractiva.

En esa misma dirección, siguiendo una suerte de tendencia que existe en la literatura contemporánea, la consistencia que cada bloque tiene dentro de sus límites y la conexión con los demás están muy bien logrados desde el principio, dejando al lector siempre con ganas de saber más.

Esta novela, que ofrece al lector la historia de una familia integrada únicamente por mujeres en un contexto de carencias económicas, no priva a que tanto la protagonista como los otros personajes del libro no puedan experimentar pensamientos y sensaciones de una complejidad más allá de lo habitual. Con esa mezcla letal de picardía, ternura e inocencia que da la niñez, la narración sigue en muchas ocasiones el ritmo de un juego: vértigo y reflexión alternándose de manera natural.

El punto de vista infantil o preadolescente permite una libertad mayor, las palabras y los conceptos se ponen a prueba todo el tiempo.

— ¿Qué desafíos te plantea encarar una novela a través de la narrativa de una chica preadolescente?
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Fue interesante porque tuve que dejar de lado los prejuicios propios de la adultez y reconstruir el lenguaje de manera diferente. El punto de vista infantil o preadolescente permite una libertad mayor, las palabras y los conceptos se ponen a prueba todo el tiempo. Mirar con otros ojos es descubrir un universo distinto al propio. Escribir implica ese riesgo.

— La novela está integrada a través de capítulos breves, ¿qué te permite ese registro? ¿Creés que hay una tendencia en la narrativa actual de aprovechar los recursos de la fragmentación?
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Cada capítulo es una escena escrita de una sentada. La brevedad me permitía condensar una imagen o una idea, darle nitidez y cerrarla. Mi forma de pensar la novela fue a través de una suerte de instantáneas, pensando el todo como una sumatoria de fragmentos. Puede ser que exista una tendencia, no lo sé.

— Volviendo a la protagonista, se puede ver una mezcla de ternura y a la vez de denuncia del orden de las cosas, siempre desde una mirada de infancia. ¿Cómo pensaste eso?
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No lo pensé, fue apareciendo. Encontré la voz de la niña y después dejé que hablara. Ella se impuso y marcó el camino, yo la seguí. Es un personaje que vive y observa con una intensidad muy particular. No tiene que acatar las reglas de sus padres ni tiene referentes claros, entonces es puro descubrimiento y deseo. Al mismo tiempo, desconfía de los adultos y del universo que ellos dan por sentado. Muestra sus fisuras y contradicciones.

Para mí la literatura tiene que aspirar a ser libre, sin límites ni coordenadas preestablecidas. El machismo se va a superar cuando no existan diferencias de género. Para eso falta desarmar muchos prejuicios y estructuras mentales.

— En Argentina, así como también en Sudamérica, hay una fuerte presencia de escritoras. ¿Creés que se están dejando atrás ciertos machismos dentro del ambiente literario?
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Históricamente las mujeres estuvieron relegadas a lo doméstico. Si alguna quería ser escritora se la tildaba de loca o histérica y su producción se consideraba algo menor, un pasatiempo sin proyecciones. Luego la mujer se incorporó al mercado, pero aún así, los lugares de poder eran ocupados por hombres y la literatura escrita por mujeres se catalogaba como “femenina”. Se pretendía que se ajustara a la norma, que hablara de amor romántico y no de sexo, que fuera prolija y recatada. Desde hace unos años, sí se están cuestionando y dejando atrás ciertos aspectos machistas, de todas maneras creo que todavía no es un tema superado. Me parece un error englobar las producciones literarias de “las escritoras” bajo cualquier tipo de categoría. Si antes se esperaba que las mujeres escribieran sobre una maternidad color de rosas y ahora se les exige que hablen del aborto, de los femicidios o de cualquier otra cosa en sus libros, también es un problema. Para mí la literatura tiene que aspirar a ser libre, sin límites ni coordenadas preestablecidas. El machismo se va a superar cuando no existan diferencias de género. Para eso falta desarmar muchos prejuicios y estructuras mentales.

— En esa misma dirección, muchas veces se etiqueta a la producción literaria de las mujeres como “una mirada femenina” o un libro pensado para lectoras mujeres. Adentro tampoco hay luz, sin embargo, nunca toca esos lugares comunes o restrictivos. ¿Qué obstáculos tiene una escritora aún hoy en día?
Una escritora tiene los mismos problemas a la hora de escribir que puede tener un escritor. El problema, como vos decís, viene después, en ese intento de etiquetar y clasificar que tiene el mercado. La necesidad del marketing de meter todo en un casillero y rotularlo de alguna manera para que venda más. Creo que el desafío está en escribir desde el deseo, dejando de lado lo que se espera de vos como mujer, como latinoamericana, o lo que sea. Que una escritora tenga, al igual que cualquier hombre, la posibilidad de adoptar la voz y el punto de vista que se le cante.

— La novela plantea una tensión entre un mundo moderno y los sectores humildes que no pueden subirse al “tren del progreso”, por decirlo de alguna manera. ¿Era tu intención o es algo que apareció a medida que encarabas el relato?
— Me interesaba mostrar cómo a partir de la marginalidad se puede crear un mundo propio, rico y complejo. La carencia de comodidades no debilita  a la niña sino que la lleva a cuestionarse todo lo que sucede y le permite un descubrimiento genuino e intenso. Potencia la búsqueda y la curiosidad que tiene por la naturaleza, los otros y su propio cuerpo.

Me interesaba mostrar cómo a partir de la marginalidad se puede crear un mundo propio, rico y complejo. La carencia de comodidades no debilita  a la niña sino que la lleva a cuestionarse todo lo que sucede y le permite un descubrimiento genuino e intenso

— Por último, para alguien que se está acercando a la escritura por primera vez, ¿qué consejo o recomendación le darías?
— Que no sea pretencioso, que cuestione los lugares comunes, que desconfíe de sí mismo, que se anime a escarbar, que arriesgue, que dude, que no dude, que disfrute, que llore, que lea, que salga a la calle, que mire, que se bañe un largo rato, que saque a pasear al perro, que abandone, que regrese, que desarme, que no se tome demasiado en serio, que confíe y que no siga los consejos de nadie.

Por Gustavo Yuste, desde Argentina
@gusyuste

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