Por Denis Rogatyuk
El caso del periodista Pablo González se convirtió en uno de los más emblemáticos del conflicto en Ucrania.
Trabajador de la comunicación de origen vasco, pero nacido en Moscú, González contaba con una amplia experiencia como periodista en el País Vasco, Ucrania y, finalmente, en Polonia, donde fue detenido por las autoridades polacas bajo la acusación infundada de colaboración con la seguridad del Estado ruso. Pasó más de 2 años como preso político sin que se le imputara formalmente ningún delito.
Finalmente fue liberado mediante negociaciones con Rusia, tras un intercambio de prisioneros, en agosto de 2024. Actualmente reside en Moscú. Denis Rogatyuk se sentó con él para hablar sobre su arresto, sus puntos de vista sobre el periodismo independiente y su sentido de identidad como vasco y ruso.
Vamos a empezar hablando un poco sobre ti. Porque tu historia es muy particular. ¿Naciste aquí en Moscú?
Sí, he nacido en una familia mixta de padre ruso de aquí y la madre es medio vasca, medio española, medio rusa. Cuando era niño, mis padres se divorciaron y yo con mi madre nos fuimos al Estado español. Estuvimos viviendo en Euskal Herria y luego en Cataluña. Básicamente desde los 9 años he estado viviendo en la Península Ibérica, donde me he formado. He acabado el colegio, el bachillerato y la universidad, todo esto último lo hice en catalán porque vivía en Cataluña.
Luego estuve 2 años de Erasmus en Polonia y siendo más adulto, hice varios másters: el primero de Periodismo en el País Vasco, y otro de Relaciones Internacionales y Seguridad en la Universidad de Granada. Desde que acabé la universidad en 2005, estuve durante un año y medio haciendo diferentes trabajos: camarero, recepcionista en un hotel, y luego empecé con cosas relacionadas con las comunicaciones y el periodismo. Al principio era más online y entretenimiento, y luego a partir de 2009-2010, después de hacer el máster de Periodismo, empecé a trabajar de periodista profesional.
Básicamente he colaborado sobre todo con medios del País Vasco. Al principio mi casa periodística era el diario Gara, la web Naiz, y el dominical Salpica. Poco a poco, aparte de escribir textos, me especialicé en Europa del Este, Rusia, el espacio postsoviético y los Balcanes. Siempre me han gustado las relaciones internacionales. He hecho muy pocas cosas de cultura o deporte, sobre todo política y economía internacional, que es lo que siempre me ha gustado y de lo que he entendido.
Según fueron pasando los años, fui ampliando medios cada vez más. He colaborado con medios escritos en papel y en digital, he hecho vídeo, foto, audio, radio y televisión, de todo un poco. En el momento álgido de mi carrera llevaba trabajando con Ucrania desde 2014, una parte de otros países también, pero Ucrania ha sido la que más trabajo me ha dado. Creo que del Estado español, de los periodistas castellanohablantes, era el que más entendía del tema, era de los pocos que había estado en las dos líneas de frente, el que tenía contactos. Bueno, En ese momento álgido, cuando ya tenía 10 años acumulados de experiencia, me arrestaron en Polonia acusándome de colaboración con el Estado ruso…
Antes de continuar con la historia, me gustaría preguntarte: ¿hubo alguna otra motivación para hacer este tipo de periodismo? Porque obviamente es peligroso.
El periodismo es una de las pocas cosas que se pueden hacer hoy en día siendo ingenuos. Lo clásico del periodismo es que se supone que lo haces para mejorar el mundo. Porque tú cuentas lo que está sucediendo. Entonces la gente está más enterada, tiene mejor información y puede tomar mejores decisiones: puedes decidir a quién votar, qué hacer, contra qué protestar. Es un ejemplo: si explicas lo que está pasando en Gaza, la gente puede forzar a su gobierno a que le meta un embargo de armas a Israel. Si tú estás explicando lo que está sucediendo, en teoría estás para mejorar el mundo. Esa es la mayor motivación.
Siempre he intentado hacer periodismo bastante alternativo y he colaborado poco con los medios grandes, porque con los medios alternativos me daba libertad y más espacio para hacer lo que yo quisiera. La libertad siempre es una cosa que he apreciado. Esa es la motivación, pero aparte me gusta, es el área donde he nacido y creo que hay una laguna significativa de información sobre el espacio postsoviético en castellano. Parece mentira en un mundo tan globalizado y en el que se puede traducir todo, pero sí que es verdad que sigue habiendo lagunas, hay pocas conexiones. No somos tantos periodistas que sean una de esas conexiones. Todavía no han crecido tantas generaciones de familias mixtas o que entiendan también una y otra realidad.
Porque al final, si alguien de tu realidad te está explicando con tus palabras lo que está sucediendo en otro sitio, es más sencillo, le da más confianza. Quería explicar, supongo también siguiendo mi educación soviética de la guardería, de intentar hacer un mundo más justo, igualitario, en el que todos somos hermanos y hermanas. Me parecía absurdo muchas cosas que se decían sobre Rusia, cosas que yo también viví de pequeño en mis carnes: que nos presentaran como unos salvajes, unos borrachos, sin cultura, algunos inferiores, todo esto que está sucediendo de nuevo ahora con el tema de la propaganda occidental de estilo neonazi.
Yo quería que se conociera más, ser una especie de unión y explicar lo que estaba sucediendo aquí. Yo nunca elegí ser periodista de guerra, he cubierto una zona donde ha habido guerra, pero no es lo mío. No he ido a un montón de conflictos que ha habido durante toda esta época y gente que sí se ha ido: Libia, Siria, las protestas de Egipto o de Turquía, la crisis de refugiados en Grecia. Yo no aporto nada allí porque no hablo el idioma, no sé muchas de las cosas, pero sí hablo ruso, entiendo el ucraniano, hablo polaco.
¿Cómo fue el periodo de tu arresto?
Me han tenido bajo del arresto durante más de dos años. La mitad estaba en solitario. Ellos combinan diferentes tácticas para ver qué es lo que te molesta más, qué es lo que te rompe más, qué te afecta más psicológicamente. La mitad estuve en solitario, la otra mitad con alguien. De solitario del tirón he estado nueve meses en celdas solo, después el resto ha habido épocas diferentes. El pretexto era mi presunta colaboración con el estado ruso, pero no han podido presentar pruebas. Ninguna. La prueba que presentaron es que tengo doble nacionalidad, algo que se conocía, porque mi familia rusa ha estado en Euskal Herria o en Cataluña, y mi familia vasca o catalana ha estado en Rusia.
Es absurdo. Tengo los papeles. Como mis padres se divorciaron, tengo apellidos diferentes: en los papeles rusos el apellido del padre, en los papeles españoles el apellido de la madre. Esto se presentó como una gran prueba cuando el Estado español lo sabe perfectamente. Está en mi partida de nacimiento. No es nada extraordinario, pero es una desinformación que se lanzó.
Dicen que he estado hablando con no sé quién. Vale, como periodista es normal, pero ¿dónde están los secretos que he robado? ¿Qué fotografías he hecho de instalaciones secretas o estratégicas? Dicen que tengo fotos de una instalación de una central eléctrica en las cercanías de Varsovia. Esas fotografías y vídeos son de recursos totalmente públicos, están publicados por la agencia española EFE y la Televisión Española los ha utilizado. No son nada del otro mundo. En Google Maps tienes esa central muchísimo mejor detallada. ¿Cuál es el delito de que yo fotografiara en 2020-2021 esa central porque había una información sobre carbón en Polonia?
Son acusaciones que no tienen ni pies ni cabeza. Dicen que he entrevistado y tengo relación laboral con gente de la oposición rusa. Pues sí, los he entrevistado y he escrito sobre ellos. Hay un montón de trabajos míos, pero es que he hablado con mucha más gente. No presentan ninguna prueba de nada. No me presentaron ni siquiera una acusación formal. He estado dos años y medio así y me la presentan dos semanas después de haberme liberado, de que yo estuviera en Rusia. He estado en el limbo durante dos años y medio.

En los medios anglosajones publicaron en el intercambio que Polonia no me había condenado, lo cual es altamente absurdo, porque todo el mundo que puede leer la Wikipedia sabe que una de las cosas fundamentales en cualquier intercambio es que haya condena. Ningún Estado puede intercambiar a nadie que no esté condenado, porque básicamente lo que estás haciendo es coger a una persona y secuestrarla, que es lo que hizo el Estado polaco conmigo.
¿Por qué lo hicieron? Porque Polonia es un Estado donde la justicia es inexistente, es totalmente dependiente de la política. La justicia polaca está totalmente politizada, está al servicio del poder. Por ejemplo, en el Estado español hubiera sido más difícil. Si hubieran tenido pruebas me habrían arrestado en España, pero como no tienen pruebas, aprovechando que estoy en Polonia me arrestan ahí, porque es un Estado donde no existe el Estado de derecho.
¿Y todo para qué? Para quitarme del medio. En el momento clave en el que se hace una campaña de propaganda occidental por la intervención rusa en Ucrania. Saben perfectamente que más experto que yo en ese tema no había nadie en castellano, y que ese tema no es como lo presentan los 4 periodistas del Estado español que se alinean en una línea de propaganda occidental, que es vergonzoso, simplemente vergonzoso. Saben que conmigo eso no hubiera podido pasar, porque siempre he ido por libre.
Seguramente los hubiera mandado a tomar vientos y por eso me hacen lo que me hacen. Me han quitado varios años de mi vida, me han quitado años de estar con mis hijos, me han quitado años de trabajo. Hubiera ganado una fortuna en ese tiempo, porque se paga una barbaridad por ese tipo de trabajo. Lo han hecho sin admitir que lo hacen simplemente para censurar. Yo creo que en el futuro se sabrá que básicamente lo que están diciendo es que yo era un agente de influencia, que básicamente es una persona a la que se escucha.
Cualquier persona a la que la gente escuche, si no le interesa lo que está diciendo, si no está diciendo el discurso oficial del poder establecido, eres proclive a ser quitado del medio. Por ejemplo, en el Estado español muchas cosas en castellano de lo que se está comunicando en el mainstream es un copia y pega de las agencias anglosajonas. Lo vuelvo a decir: los países o los Estados que no tengan producción propia de información están perdiendo soberanía.
Podemos hablar un poco más sobre ese tema. ¿Cómo ves de qué manera los periodistas o medios alternativos independientes deberían desarrollarse en este nuevo contexto, cuando vemos la inteligencia artificial por un lado, pero por otro lado siguen siendo estos medios que siguen la línea de los anglosajones corporativos?
Lo que hacemos nosotros es difícil porque ellos, políticamente, lo que me hicieron a mí solamente, es que nos impiden acceder físicamente a muchos lugares. Si tú o yo nos presentamos e intentamos trabajar en Ucrania, seguramente acabemos muertos. En el mejor de los casos acabaremos sufriendo torturas horribles. Confesaremos el asesinato de JFK aunque hayamos nacido veintitantos o treinta años después, y luego seremos enterrados en cal viva. Eso en el mejor de los casos. Y puede ser aún peor.
Nos deniegan los accesos. Los medios grandes se autocensuran porque básicamente dependen en parte de su financiación de las grandes corporaciones anglosajonas: Google, Facebook, etcétera. Ellos controlan el espacio. Tenemos unas limitaciones bastante grandes, pero a pesar de ello hay espacio para la maniobra. El espacio para la maniobra es trabajar como bien se pueda, pero sobre todo especializándonos mucho en temas concretos para que la gente entienda que somos una referencia.
Cuando la gente ve y entiende que somos una referencia, empieza a escucharnos. Hoy en día hay sistemas de autofinanciación. También hay medios con los que se puede colaborar sin tener que pasar por todo el aro. Yo en su momento he colaborado con medios iraníes, medios alemanes, algún que otro medio ruso. Puedes variar tus fuentes de ingresos y sobre todo hacer una buena red para esparcir tu mensaje. No es sencillo para nada. Porque digo que en cuanto levantamos cabeza, si nos convertimos en un agente de influencia, van a por nosotros. Y utilizan a nuestros propios «compañeros», porque no son compañeros en nada si participan en una guerra contra nosotros. Entonces es trabajar y no desanimarnos.
¿Cómo ves el futuro del periodismo independiente?
Creo que es importante seguir trabajando y no desanimarse. Igual que ahora seguramente estamos en el momento más difícil, la época más difícil, empiezan a asomar rayos de sol poco a poco entre las nubes. Hemos visto que muchas de las cosas que hemos dicho ya no se discuten tanto. Yo cuando hace años decía que la presunta revolución del Maidán era un golpe de Estado, me llamaban conspiranoico. He pisado el propio Maidán, he hablado con muchísima gente, con oligarcas, con políticos. Han pasado los años y ahora salen los propios políticos diciendo que lo pagaron ellos.
Lo mismo con los laboratorios secretos de Estados Unidos en Ucrania: antes éramos unos locos, y ahora salen los propios norteamericanos diciendo que tenían laboratorios y que temían que cayeran en manos rusas. El tiempo nos va dando la razón.
Es verdad que también lanzan teorías conspiranoicas que intentan más o menos estar con nosotros en mensaje, pero son gente capaz de propagar mensajes de que la tierra es plana o que las mujeres no tienen derechos. Intentan meternos a todos en el mismo saco, llamarnos extremistas, ya sea de izquierdas o de derechas, llamarnos oportunistas. Pero poco a poco la gente se va dando cuenta, porque su nivel de vida baja y entonces empieza a preguntarse por qué. Ve que las fuentes que decían que esto podía pasar y que el nivel de vida podía bajar, éramos nosotros. Entonces empiezan a pensarse que algo de razón teníamos.
Cuesta llegar a ser mainstream, pero si no lo intentamos seguro que no pasa. Entonces hay que trabajar e intentar también buscar sinergias con otros países: intentar entender a los iraníes, a los chinos, brasileños, venezolanos, argentinos, estadounidenses, franceses, italianos, españoles, alemanes, ucranianos.
En todas partes hay gente, hay voces alternativas, voces críticas. En algunos casos, como en Ucrania, se juegan la vida con ello. En otros hay algo más de libertad, hasta cierto punto. En algunos países europeos, como los países bálticos o Polonia, no hay libertad ninguna para ser alternativo. No te meten en la cárcel pero te exilian, te quitan el trabajo, te arruinan, te dejan sin medios ni para comer. Si eres joven y no tienes familia, lo puedes buscar de alguna manera, puedes aguantar. Pero si eres una persona con responsabilidad por otros, ya no. En ese sentido es difícil, pero yo creo que se puede.
¿Te sientes más vasco o ruso? ¿De qué manera cada lado de tu familia te da energía, te inspira?
Me siento por los dos lados. No tengo por qué elegir. Intento coger lo mejor, las cosas peculiares de cada lado: la honradez y el trabajo de Euskal Herria, la profunda historia y conexión con las raíces; y de la historia rusa, su afán de superación, de que por muy malas que sean las condiciones, se puede tirar hacia adelante.
No hay que desanimarse, hay que trabajar. No hay nada imposible. Trabajando en equipo, en sociedad y todos juntos, se puede avanzar. Intento coger lo mejor o las cosas que me han enseñado en las dos partes. No tengo por qué elegir ni quiero elegir. Ahora mismo no tengo facilidad para viajar a Euskal Herria, pero sigo en contacto, sigue mi corazón y mi cabeza.
Para finalizar, ¿qué sería el punto más importante que los periodistas independientes y alternativos deben comunicar sobre Rusia para romper el cerco mediático que Occidente ha construido?
Básicamente contar la verdad: conocer Rusia, entender a los rusos y desde esa perspectiva, no huir de las ideologías, de las discriminaciones, de los prejuicios, e intentar contar lo que los rusos sienten, lo que los rusos viven, cómo es todo. Ese entendimiento de los rusos hacia fuera daría muchas claves para solucionar cualquier problemática.
Hay que huir de la propaganda de estilo neonazi, de la discriminación de que si los rusos son un pueblo asiático, que si son menos. Ojalá fueran un pueblo asiático porque China, Singapur, Indonesia también son pueblos y naciones asiáticas estupendas. El desarrollo no tiene por qué ser eurocentrista, cosa que Rusia también se da cuenta.
El mundo tiene que ver esto. Hay que contar que Rusia está abierta, Rusia no busca dominar a nadie. Rusia busca ante todo protegerse, garantizar su seguridad, pero no a costa de otros. Y está abierta para el trabajo con todos los demás: un trabajo justo, de respeto y de interés mutuo, el interés común de cada uno.
Los países que se llaman a sí mismos occidentales o el primer mundo exportan caro y tienen que importar barato. Rusia no puede jugar a este juego. Se pueden marcar precios justos para todos, se puede llegar a un acuerdo, porque nadie es superior o inferior. Somos socios y para eso tenemos un único planeta.
Por Denis Rogatyuk

