Rafael Huertas, historiador de la Medicina: “Con el neoliberalismo no hay participación en las políticas de salud pública”

Formado inicialmente en Medicina Interna en la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Huertas toma el rumbo de la historia de la psiquiatría y la salud pública, publicando más de cien artículos en diversas revistas científicas y culturales, como la clásica Viejo Topo

Por Mauricio Becerra

10/11/2008

Publicado en

Entrevistas / Portada / Salud

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Formado inicialmente en Medicina Interna en la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Huertas toma el rumbo de la historia de la psiquiatría y la salud pública, publicando más de cien artículos en diversas revistas científicas y culturales, como la clásica Viejo Topo.

Invitado por el Museo de Historia de la Medicina de la Universidad de Chile, el profesor de Historia de la Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid dio algunas conferencias en Chile sobre la historia de la psiquiatría y las biopolíticas del cuerpo.

Entre sus 9 libros más conocidos figuran ‘Locura y degeneración. Psiquiatría y sociedad en el positivismo francés’ (1987), ‘Orfila. Saber y poder médico’ (1988), ‘El delincuente y su patología. Medicina, crimen y sociedad en el positivismo argentino’ (1991), ‘Clasificar y educar. Historia Natural y Social de la deficiencia mental’ (1998) y ‘Neoliberalismo y Políticas de Salud’ (1999).

La historia de la psiquiatría tiene un capítulo muy trascendente aunque olvidado, que es la  Teoría de la degeneración de Morel. ¿Qué queda hoy en las formulaciones científicas de aquellas ideas?

– Hay que decir que Morel era un individuo muy religioso y cuando formula sus teorías sobre la degeneración humana cita al Génesis bíblico y el mito del Ángel Caído. Desde aquellas ideas surgen conceptos como la ‘degeneración de la raza’, el ‘declive de los pueblos y de las naciones’  o la ‘decadencia de la civilización’. Si bien Magnan le quita estos supuestos religiosos, enmarcándola en el materialismo del positivismo evolucionista, tales conceptos perduraron, impregnando la cultura de toda la segunda mitad del siglo XIX. El pesimismo antropológico va a encontrar a sus exponentes en los higienistas, quienes aplican la idea de la ‘degeneración’ a diversos problemas de salud, sean la tuberculosis, el alcoholismo o la mortalidad infantil. En el campo de la psiquiatría, la degeneración ofrecía una explicación etiológica de la enfermedad mental que, pese a no tener grandes aplicaciones en clínica, permitía diagnosticar ‘predisposiciones’ o ‘alienaciones en potencia’

Hoy podemos ver secuelas del uso del término ‘degenerado’ en el lenguaje coloquial, definido como alguien peligroso o molesto. Hay algo del concepto en la mirada científica que se concentra en las investigaciones genéticas, que persiguen establecer determinada constitución de las enfermedades, dejando de lado factores culturales y sociales en la inteligibilidad dada a las enfermedades. Somos biología y ambiente, genética y sociedad. Y creo que una de estas dimensiones la estamos olvidando.

En sus conferencias usted señaló la necesidad de descentrar el lugar de la enunciación, dando cabida a la enunciación de discursos, además de los expertos, a los que no están instituidos como tales.

– Para una eficaz política de salud pública hay que tener en cuenta no sólo el saber producido por los estamentos dirigentes o científicos, sino que también podemos concentrarnos en el producido por los grupos subalternos, que también tienen una experiencia y un saber importante, que no es un saber oficial que es necesario conocer, sobre todo a la hora de implementar transformaciones sociales. Este saber no debe para nada ser despreciado y aporta importantes experiencias. Un ejemplo es el saber sobre el sida, frente al que los colectivos gay creo que tienen un saber muy organizado y bastante ilustrado, por lo que pueden llegar a generar aportes de importancia a la hora de diseñar políticas de salud.

NEOLIBERALISMO Y SALUD

Considerando que la idea de una salud pública obedece a un origen biopolítico, que es cuando al Estado le importa la vida de los ciudadanos en función de un proyecto nacional. ¿Qué pasa cuando el neoliberalismo traspasa esta noción a una función transable en un mercado?

– El hecho de que todo el mundo tenga acceso a la salud es una de los logros importantes e irrenunciables de las sociedades modernas, acceso que pensado en un espacio público debiera permitir la participación de todos los involucrados en el tema, sean agentes terapéuticos o pacientes. El problema es que los neoliberales no consideran el proceso de participación a la hora de definir las políticas públicas de salud y el estrechamiento del gasto público es unilateral. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han elaborado desde la década de los ’90 estrategias destinadas a privatizar los servicios sanitarios. Estas medidas de austeridad exigían a los Estados trasladar los gastos de ciertas prestaciones a los usuarios, ofertar seguros para los riesgos principales, utilizar eficazmente los recursos privados y descentralizar los servicios públicos. En 1993, en un informe con una fuerte carga ideológica de libre mercado, el Banco Mundial igualaba los servicios de salud a otros bienes de consumo, rechazando la idea de la salud como necesidad básica que debe ser cubierta de forma universal por el sistema público. Las reformas privatizadoras parten y persiguen objetivos económicos de rentabilidad como un fin en si mismo.

El Banco Mundial da una serie de recomendaciones a los países para que disminuyan su gasto público y que ese dinero sea destinado a pagar las deudas externas. La política de dicha institución pasó por negociar el pago de la deuda externa de los países pobres a cambio de estas reformas Ocurrió en España, en los países de Europa del este y ahora último bajo los gobiernos socialdemócratas. La mantención de un sistema de salud público es una isla de solidaridad en el contexto de precarización de lo público a que tal modelo económico nos ha conducido.

Pero también en esta época ha habido un despliegue de la enunciación de un ideal de  cuerpos normales, generado en el saber médico de principios del siglo XX, a un ideal corporal formado por la industria alimenticia y de productos para el cuerpo que circula en la publicidad cotidiana.

– En efecto, la salud se ha convertido no sólo en un bien de producción, sino que también en un bien de consumo. Así la relación entre el bienestar y ser guapo y rico es un signo de triunfo social. Esto se reproduce a diario en la publicidad modelando las subjetividades y produciendo deseos de cuerpos normales y vigorosos. Hemos transitado desde la producción de un cuerpo biopolítico hecho a instancias de agentes médicos y terapéuticos, a fines del siglo XIX y principios del XX, a una gestión de estos ideales normativos en un régimen mercantil.

El modelo de cuerpos instigado por la publicidad remite a una sociedad saludable que evidencia el sueño político de una comunidad pura.

– El homo hygienicus es el habitante de esta ideal sociedad saludable, que exige que los sujetos sean dóciles, uniformes y que eviten las discusiones.

¿Qué efectos del modelo gerencial distingue en la relación médico paciente?

– Hay gran diferencia en los conceptos de eficacia y eficiencia en el sistema sanitario para tender a los objetivos por los que fue diseñado. El primero piensa en mejorar el estado de salud de la población y el otro en maximizar los recursos al menor costo posible. Hoy las herramientas de gestión de la salud pública, producto del avance de las ideas neoliberales,  han sido diseñadas bajo los criterios de eficiencia. La razón gerencial prima sobre la razón social y de participación. Así opera una relación clientelar en donde se concibe al paciente como cliente o usuario de servicios. Las relaciones de salud tienen que ser participativas y romper estas relaciones jerárquicas.

Mauricio Becerra R.

CONCEPTOS CLAVES:

Biopolítica: Concepto señalado por el filósofo Michel Foucault, que intenta describir un conjunto de estrategias de saber y de relaciones de poder que se articulan en el siglo XVIII que permiten la apropiación de los fenómenos característicos de la vida de la especie humana por estructuras de saber y poder. Así se establece un sistema de controles reguladores orientado sobre las poblaciones humanas y la disposición de los individuos. Así los Estados de fines del siglo XIX se preocupan de que la gente tenga más hijos, regula los flujos de población, las tasas de crecimiento, las migraciones y la muerte. Hardt y Negri dicen que cuando el poder llega a ser completamente biopolítico, la maquinaria del poder invade el conjunto del cuerpo social que se desarrolla en su virtualidad, generando una relación abierta, cualitativa y afectiva. El poder se expresa pues como un control que se hunde en las profundidades de las conciencias y los cuerpos de la población y, al mismo tiempo, penetra en la totalidad de las relaciones sociales.

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