«Se está confinando a las mujeres a un estado de pobreza y a muchas de ellas a un estado de miseria»

En entrevista en Voces Sin Fronteras, conducido por Bruno Sommer y Denis Rogatyuk, las tres analizan cómo la pandemia ha afectado las conquistas logradas por las mujeres

Por Marian Martinez

08/08/2020

Publicado en

Entrevistas

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mujeres

Por Bruno Sommer y Denis Rogatyuk

Gabriela Rivadeneira, expresidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador que ahora se encuentra exiliada en México; Circe Camacho, diputada del Partido del Trabajo de México; y Adriana Salvatierra, senadora del partido MAS (Movimiento al Socialismo) de Bolivia, alertan que con el confinamiento han aumentado los niveles de violencia contra las mujeres.

En entrevista en Voces Sin Fronteras, conducido por Bruno Sommer y Denis Rogatyuk, las tres analizan cómo la pandemia ha afectado las conquistas logradas por las mujeres y cuáles son los retos que se plantean en la actualidad.

BS: ¿Cómo trabajar el tema cultural del machismo dentro de nuestras sociedades?

Gabriela Rivadeneira: Hoy nos encontramos ante un análisis profundo de qué tipo de sistema es el que realmente tenemos y el que queremos a beneficio de nuestros pueblos, y esa confrontación cae también en una visión de género y en un rezago histórico en un sistema de permanentes procesos de colonización que hemos tenido dentro de nuestras poblaciones, un sistema patriarcal.

Primero hay que decir que las colonizaciones trajeron un sistema absolutamente atentatorio a todos los derechos de los diferentes, mujeres, pueblos y naciones, más aún grupos LGBTI, entre otros, han sentido los estragos más fuertes de un sistema neoliberal anclado a un patriarcado que no permite que las sociedades puedan ver de igual manera los derechos de hombres y mujeres.

Por eso es tan importante en este momento revisar la ola feminista del pleno siglo XXI en todos los países de América Latina para saber también que hay una contraposición social a ese sistema imperante y la necesidad de una ruptura desde una visión de género que permita construir políticas públicas que, en efecto, logren un cambio de correlación de fuerzas sociales entre hombres y mujeres. Entonces, la situación en nuestros países se enfrenta a esas políticas irracionales, desiguales además, y dentro de esas desigualdades el grupo más perjudicado o mas golpeado son las mujeres.

Cuando tú dices qué necesitamos, pues necesitamos urgente un cambio de matriz cultural y creo que en ese sentido tanto Bolivia como Ecuador avanzamos con procesos constituyentes, fueron nuestras Constituciones un paso importante para iniciar con ese cambio de la matriz cultural. Entonces yo creo que hay que cambiar ese chip de relacionamiento social y como decía Rosa Luxemburgo encontrar en el feminismo la forma más idónea de romper con un sistema caduco, que enfrenta a las mujeres a situaciones de desigualdad, de pobreza y de absoluta violencia social.

Adriana Salvatierra: Creo que es importante entender que el patriarcado tiene múltiples dimensiones, por supuesto una de ellas es la dimensión de la construcción cultural en la sociedad de un sistema que reproduce privilegios en condición de género y para nosotras creo que es importante rescatar, desde nuestras vivencias, al proceso constituyente como un proceso en el cual se empiezan a discutir las bases del Estado. Pero se empiezan a discutir todos estos sistemas, desde el capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, que reprodujeron privilegios en condición de raza, de clase y fundamentalmente de género.

No podríamos negar que las mujeres incluso desde la firma de las actas de independencia de nuestras repúblicas, en aquel entonces, pasaron casi más de 100 años para que se puediera lograr el voto universal. Además, la conquista del voto universal siempre estuvo acompañada de una conquista no solo para las mujeres sino en el marco de un proceso de transformación real y efectiva. Y en ese proceso de discutir las bases de una sociedad, de un Estado, creemos nosotras que nuestra principal memoria del proceso constituyente contribuyó a remover las bases sobre las cuales se asentaba el patriarcado, discutirlas, ponerlas en evidencia pero también hacer una agenda postconstituyente que sirvió para iniciar ese proceso a largo plazo de ir desmantelando, incluso en torno a la construcción de políticas públicas, pautas que posiblemente conducían a reproducir privilegios en torno al género.

Creo que es un avance muy importante. Nuestro proceso constituyente, por ejemplo, avanzó de forma muy profunda en garantizar la paridad y la alternancia de género en torno a la representación política y lograr parlamentos, consejos y asambleas departamentales igualitarias entre hombres y mujeres. Nos falta todavía avanzar en los órganos ejecutivos, por ejemplo nos falta avanzar en cómo eso se reproduce en la representación de los movimientos sociales y de las organizaciones sociales, pero además generó una agenda siguiente que fue la de garantizar que una mujer pueda ejercer la representación política o la representación de un movimiento social sin exponerse a la violencia política.

O por ejemplo nos encontramos con que, después de haber logrado y alcanzado la paridad de género, en las instancias de representación la violencia se producía porque efectivamente habíamos interpelado un sistema de reproducción de privilegios en torno al género, de representación política en torno al género. O por ejemplo cuando hablamos que nuestra Constitución dejó agendas pendientes que hoy están en debates muy actuales en torno a los cuidados, en torno al reconocimiento del trabajo en el hogar como parte de las cuentas, de la contabilización del Producto Interno Bruto, y que debe llevar también al reconocimiento del Estado a intervenir en esquemas de sobrecarga laboral sobre la mujer que determinan, de todas maneras, la posibilidad de ella de asumir nuevas tareas, de vivir en condiciones de igualdad entre hombres y mujeres y que determina la posibilidad de transformar la sociedad.

Circe Camacho: Algo muy relevante y que se ha demostrado en los Gobiernos que han encabezado los procesos revolucionarios y los procesos de cambio en nuestro continente es que se ha avanzado en políticas públicas y ese es el caso de la Ciudad de México donde en todo el país es el único espacio donde el aborto es legal, entre otras muchas cosas.

Algo que nos demuestra avanzar en las políticas públicas es que no es suficiente. Nos estamos enfrentando a un sistema capitalista, patriarcal y no podemos perder de vista que es un sistema que se autoconstruye, sobre todo ideológicamente, no podemos ignorar que hay una hegemonía en la que la ideología dominante determina no solo la vida cotidiana sino que nos enseñan cómo pensar, cómo sentir, cómo actuar, cómo comportarnos. Cada cosa que pasa en las personas tiene que ver con cómo fueron educadas y cómo se les enseñó a ser cotidianamente, a ser a lo largo de la vida. Y eso es lo que tendremos que estar cambiando. No quiero decir que no sean importantes los avances en las políticas públicas, sino que si no cambiamos el sentido común, la hegemonía, la ideología que permite que se siga reproduciendo este mismo sistema entonces no va a cambiar el comportamiento aunque esta sea legal o ilegal.

A partir de eso tendríamos que estar discutiendo que la lucha se da en dos ejes fundamentales porque nosotras no solo sufrimos la violencia de clase, por ser pobres, sino también sufrimos la violencia de género. Es una doble violencia la que ejercen contra nosotras pero que ideológicamente no hemos avanzado y no hemos construido la consolidación de sensibilizarnos primero qué tipo de violencia sufrimos y como segundo término de qué forma deconstruimos esta realidad, esta ideología, este sistema, para poder mejorar estas condiciones de vida cotidiana.

Bajo esa lógica, en el sentido común, por ejemplo en México una de las cosas que se intentan es trabajar ideológicamente con las mujeres que están en nuestra demarcación para ir deconstruyendo una nueva conceptualización de sus personas, de esas mujeres que día a día se enfrentan a diferentes tipos de violencia.

DR: La violencia machista lamentablemente no se pone en cuarentena y parece que crece y la lucha por la despenalización del aborto se complica sin posibilidad de organizar eventos, marchas masivas. En esas circunstancias, ¿cómo debería actuar el movimiento feminista?

Adriana Salvatierra: Creo que tenemos una gran experiencia desde el Sur con nuestras compañeras en Argentina, donde se podría afirmar que las compañeras de los movimientos feministas, de mujeres, que promovieron el debate de la despenalización del aborto, ganaron el debate público. En realidad si no se conquistó, materializado en una normativa, fue a partir de la resistencia del Gobierno de Mauricio Macri, a partir de la resistencia incluso en el Parlamento. Creo que es una de las victorias más importantes que tenemos y que más influencia ha generado en el resto de nuestro continente, la posibilidad de disputar desde lo público, desde los medios de comunicación, y ganar el sentido colectivo de forma favorable al respecto.

A nosotras no nos ha sucedido eso, nosotras tenemos por ejemplo cifras muy altas de mujeres, más de ocho mil, que llegan a diferentes servicios hospitalarios con sangrados posteriores a una pérdida, algunas dirán, no podemos establecer sobre eso porque la mujer tiene temor de decir, «me interrumpí el embarazo», pero sí podemos decir que es una cifra muy importante en términos de afectación de las mujeres. Y sin embargo cuando nosotras avanzamos, no en la despenalización necesariamente sino cuando buscamos avanzar en torno a aumentar las causales a partir de las cuales una mujer no sea sancionada con la privación de libertad por interrumpir un embarazo, nos encontramos en realidad una resistencia muy fuerte desde la sociedad, nos encontramos con que en el debate público no logramos generar los consensos mayoritarios y esto implicó probablemente una regresión enorme para nosotros.

Creo, y eso independiente de la voluntad que existía de parlamentarias comprometidas con los movimientos feministas y la de nuestros compañeros Álvaro (García Linera) y Evo Morales, de avanzar en algo que comprendíamos afectaba a la sociedad. Y en ese sentido creo que es importante enlazar esto con la anterior pregunta, cómo se disputan los sentidos comunes, cómo se logra triunfar en el debate público, y esto pasa por entender una práctica que nos ocurrió durante la asamblea constituyente y fue que durante la conquista de la paridad de género en las instancias de representación legislativa no pasó necesariamente solo por el movimiento feminista, pasó porque todas las mujeres asumimos que no estábamos hablando necesariamente desde el feminismo sino desde la igualdad y eso para nosotras abrió la posibilidad de que se disputen con mayor apertura los temas.

Hace parte también de cambiar el enfoque incluso desde los debates que brindamos en las organizaciones sociales. En Uruguay el debate público en torno a la despenalización del aborto no pasó necesariamente solo y exclusivamente a partir de la necesidad de garantizar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos sino garantizar fundamentalmente el acceso a la salud pública y entender que era un problema de salud pública en torno al mecanismo a través del cual universalizas el debate y lo instrumentalizas para lograr un consenso general en la sociedad.

Circe Camacho: Efectivamente las condiciones en todo el mundo están cambiando gracias a la pandemia, hay situaciones en las que definitivamente no habíamos pensado en estrategias fuera de las que ya teníamos bien estudiadas, porque no había ningún conflicto con aplicarlas, pero ante la situación sanitaria que vivimos en todo el mundo necesitamos repensar. Creo que este es el momento fundamental en el que nos tenemos que reinventar, en el que tenemos que pensar cuáles son las estrategias que hemos utilizado, en qué contextos y echar a andar la imaginación para poder pensar en algunas otras formas y tácticas que nos permitan masificar, reagrupar, reorganizar, llegar a sectores a los que no hemos llegado,  dar el debate y discusión y también darles información a las personas o zonas en las que definitivamente nuestro discurso, nuestra lucha, no han sido escuchados.

Creo que tenemos un reto fundamental, porque así como el capitalismo ha demostrado que lleva en crisis desde su existencia y al mismo tiempo cada vez inventa nuevas formas de seguir oprimiendo a la gente, de seguir reproduciendo sus mismas formas, nosotros tendríamos que empezar a pensar bajo esta lógica de qué forma ante una condición como la que estamos padeciendo pues podemos reinventar algunas estrategias y tácticas que nos permitan avanzar en la lucha feminista.

Gabriela Rivadeneira: En base a lo que analizábamos en la primera pregunta, en un sistema excluyente, donde se naturalizan las prácticas de violación de Derechos Humanos, la pandemia lo que hace es profundizar esas falencias. En México estoy colaborando con la Conferencia Interamericana de Seguridad Social y en esta época de pandemia hemos podido difundir algunos artículos de reflexión de diferentes mujeres activistas y dirigentas sociales de Brasil, de Bolivia, de Argentina, de Chile, de México, de países de Centroamérica, y todas evidencian no solamente un incremento de los índices e indicadores de violencia intrafamiliar, que principalmente atacan a las mujeres, sino que además estas cifras se vuelven alarmantes cuando vemos que incrementa también el feminicidio.

Entonces en esa lógica vemos cómo el sistema ha naturalizado estas practicas de violencia, naturaliza el feminicidio y en algunos casos siguen incluso vendiéndolos como si fueran homicidios o asesinatos normales y eso lo que inhibe es que tengamos todos una conciencia de que muchas mujeres son asesinadas por el hecho de ser mujeres y que lo que ha hecho el confinamiento y la pandemia, sin políticas públicas desde el Estado, es incrementar sustancialmente los casos de violencia intrafamiliar y de feminicidio.

¿Qué es lo que yo veo desde las organizaciones sociales y cuál sería el rol frente a este machismo en pandemia o la violencia machista en pandemia? Es que la pandemia y los mecanismos digitales o virtuales nos cogieron desarmadas, desarticuladas, es decir, muchas de las organizaciones sociales, especialmente redes de acompañamiento a víctimas de violencia, se vieron inmovilizadas frente a la posibilidad de utilizar herramientas digitales. Me parece interesante que especialmente en Argentina, Brasil, en Ecuador específicamente en el caso de nuestra prefecta de Pichincha, Paola Pabón, y en Ciudad de México, se han implementado plataformas y mecanismos no solamente de alerta, de denuncia, sino también de seguimiento. Todavía débiles, porque insisto las herramientas digitales primero no todas y todos podemos manejarlas adecuadamente y tampoco es que esté al acceso de todas, y cuando estamos hablando de acceso a los sistemas de información estamos hablando también que la violencia recae muchísimo en sectores periféricos y rurales donde se imposibilita dar alerta, dar denuncia y seguimiento a casos de violación de mujeres, pero me parece que estas herramientas son importantes visualizarlas para conocerlas y ver cómo podemos potenciarlas y ahora desde la lógica de las organizaciones de mujeres que se están constituyendo también fuertemente en redes cuya importancia es la de fortalecer estos mecanismos digitales para que ninguna mujer se sienta sola frente a un proceso de violación y de maltrato.

Necesitamos retomar los sistemas de justicia y, en ese sentido, la corresponsabilidad del Estado frente a la garantía de acceso a la justicia como ente inmediato de reacción y también el acceso a mecanismos de tecnologías de la información para que cada vez más mujeres puedan tener acceso a plataformas digitales de acompañamiento de violencia. Los temas de feminicidio, insisto, son alarmantes, se han quintuplicado en muchos de nuestros países y esto no es mentira, la tensión propia de la pandemia, y si a eso le aumentas la condición económica social de la familia, puede profundizar mucho más los indicadores de violencia. Entonces ante esto estamos hablando de un problema social, de un problema de sistema, de un problema también de políticas de Estado y de Gobierno. En nuestro caso, en el Ecuador estamos hablando que hoy 7 de cada 10 mujeres son violentadas y viven con el opresor, con la persona violenta en su casa, 24/7 porque el confinamiento no permite ninguna salida, ningún desahogo, entonces ahí también impulsar redes de acompañamiento psicológico que son fundamentales para el tema familiar y especialmente de las mujeres en situaciones de violencia. Ojalá el machismo se hubiera puesto en confinamiento, pero la realidad es totalmente diferente en los países del Sur del continente.

BS: La brecha económica en la región ha sido históricamente amplia entre hombres y mujeres, en cuanto a los ingresos salariales, pero se ha acentuado aún más en los tiempos de pandemia. ¿Cómo luchamos por estos derechos de las mujeres hoy día y después de estos tiempos de coronavirus?

Circe Camacho: Hay dos ejes importantes que tenemos que entender y es que en porcentaje muchas mujeres han perdido su empleo, creo que sería el primer punto que tendríamos que estar discutiendo, el por qué las mujeres pierden más su empleo bajo esta lógica de pandemia. Segundo tema es que podemos hablar que las mujeres cumplen con una doble o triple jornada de trabajo que evidentemente no es remunerada y a partir de ahí se asume que son responsabilidades solamente de la mujer. Un tercer tema que podemos discutir es cómo ante el confinamiento siguen siendo las mujeres las que asumen la responsabilidad de cubrir las actividades dentro de la casa. Además, el tema de que los salarios no son igualitarios y esto se nota más actualmente porque bajaron los salarios, aquí en México bajaron los salarios si es que siguen estando contratados o contratadas, y eso ha generado una crisis económica que se palpa en las mesas y en las vidas cotidianas.

Pero estos cuatro ejes demuestran que la violencia se reproduce una y otra vez desde los espacios en los que menos se piensa (…) Las mujeres no solo cuidan a los hijos sino que terminamos asumiendo que somos madres de absolutamente todo lo que nos rodea y por lo tanto tenemos una responsabilidad para sacar adelante la casa, la familia, a los amigos, a las parejas, porque somos niñeras de todos y, por lo tanto, nosotras asumimos que al ser niñeras no solo tenemos que responsabilizarnos de las actividades cotidianas del hogar sino además de las actividades y las acciones de los que nos rodean y se genera un desgaste psicoemocional en las mujeres que pocas veces es atendido.

Ahora en el confinamiento uno podría pensar que todos están metidos en la casa y todos tendríamos que tener una responsabilidad pero no, lo que se ha generado es la misma dinámica y el confinamiento ha aumentado la violencia en contra de las mujeres y no se ha comprendido ni mucho menos sensibilizado ante las acciones que deberíamos tener para no solo disminuir sino anular ese tipo de comportamientos.  

Ahora que estamos en confinamiento se demuestra que en nuestras casas corremos más peligro, que son las personas con las que vivimos, en las que confiamos, de las que supuestamente estamos enamoradas, las que más violencia física, psicológica, económica y emocional ejercen en contra de nosotras y evidentemente por la falta de sensibilidad y de compromiso no hemos encontrado las formas para lograr cambiar esta situación.

Gabriela Rivadeneira: Sobre el tema de lo laboral, decíamos que ya en condiciones normales las mujeres ganan menos que los hombres por las mismas tareas realizadas, esto se da especialmente en el sector privado y eso ha sido naturalizado dentro del sector privado, lo que debería llamar la atención a los Gobiernos para el establecimiento de una política pública laboral que pueda establecer también en el sector privado cierta igualdad en los temas de remuneración, horas de trabajo, y esfuerzos realizados en cada uno de los espacios laborales, pero si eso ya lo teníamos antes del confinamiento, qué es lo que está pasando en la pandemia.

En Ecuador, por ejemplo, 48 de cada 100 mujeres que estaban en relación de dependencia permanente u ocasional declaran haber sido separadas, despedidas o suspendidas sin aviso de retorno a sus espacios de trabajo y, además, otro de los indicadores es que aproximadamente el 45 % de mujeres en el Ecuador están sin trabajo, el 13% trabaja en su lugar de domicilio, están en el lugar de trabajo, muchas de estas podrían identificarse incluso en el trabajo doméstico reconocido como puertas adentro que es una forma de explotación que ha retornado en épocas de pandemia, también por el temor de que la persona que ayuda en trabajo doméstico remunerado salga de su hogar y regrese con contagio, por lo tanto, muchas familias han optado por condicionar el trabajo remunerado de las tareas domésticas a su instancia permanente puertas adentro, lo cual también es un retroceso de derechos. Por otro lado, 27% están en teletrabajo y 15% están trabajando en algún negocio particular.

Sobre el tema del teletrabajo, incluso mencionar que países como Argentina acaban de emitir una normativa de regulación, porque en esta lógica de guardar confinamiento, de facilitar mecanismos para sostenimiento de trabajo, también esto ha sido un mecanismo de explotación laboral que digamos se da de manera natural (…) Por eso también tiene que ser regulado y Argentina dio un paso importante en ese tema. Qué problemas tenemos con esto de los despidos masivos en los sectores público y privado en Ecuador en esta lógica del formato neoliberal, el achicamiento del Estado y la presión económica que está ejerciendo la pandemia, pues obviamente esto incrementa el nivel de pobreza, nosotros somos una población de 17 millones de habitantes, de los cuales 4 millones viven con menos de 2 dólares diarios, si a eso sumamos que las mujeres, el 45 %, está en el desempleo, entonces quiere decir que estamos confinando a las mujeres a un estado de pobreza y a muchas de ellas, que ya vivían en estado de pobreza, a un estado de miseria y eso es lo agravante en este momento. Por eso, tan importante la propuesta de la política de renta mínima o ingreso mínimo familiar que ahora, hace dos meses cuando lo propusimos desde la Internacional Progresista o el Grupo de Puebla dijeron estos comunistas, populistas vienen otra vez con subsidios, y no ahora el propio PNUD de las Naciones Unidas, la agencia de desarrollo de la organización, hace un llamamiento a los Estados a optar y analizar el tema del ingreso mínimo familiar como un mecanismo también de parar el brote de la pandemia y los contagios, si es que nosotros garantizamos que familias de clase media y de sectores populares tengan un ingreso mínimo familiar pues evitaremos que salgan de sus hogares a buscar el pan de cada día.

Se pone además en riesgo los sistemas de seguridad social porque al hablar de despidos entonces bajan los aportes y con estos, en muchos países como en el Ecuador, la teoría de la privatización vuelve a tener vigencia frente a la falta de disponibilidad y de circulante económico dentro de los sistemas de seguridad social.

En el caso ecuatoriano y en el período que ejercí de presidenta de la Asamblea Nacional nosotros aprobamos normativas tanto para la seguridad social de trabajadoras remuneradas del hogar y también las no remuneradas, es decir, de las amas de casa, para evitar que mueran en la pobreza y en la miseria, pero si se debilita el instituto de seguridad social producto de los despidos masivos (…) también retroceden estas políticas de ampliación de derechos. Hay una condición precaria en los sistemas laborales y estamos hablando de mujeres que están principalmente ligadas a desarrollo urbano pues ni siquiera nos imaginemos en las mujeres rurales que históricamente ya han sido invisibilizadas, excluidas, olvidadas, en época de pandemia están mucho más excluidas y olvidadas.

En Ecuador quienes trabajan el campo, la tierra, significa 80% de mano de obra de mujeres, es decir, son las mujeres las que han permitido que en época de pandemia clases medias y altas podamos guardar confinamiento esperando que nos lleguen los alimentos a la casa producto del trabajo del 80% de mujeres campesinas. Sin embargo, el Estado tampoco está observando que ese es un esfuerzo que en este preciso momento tiene que ser cuidado y protegido para evitar las especulaciones del mercado. Entonces qué es lo que decimos, las transformaciones serán feministas o no son serán, la transformación es un cambio, por lo tanto estamos hablando de revoluciones y ninguna puede existir sin una visión feminista porque el feminismo trastoca el patriarcado y si la revolución trastoca el patriarcado entonces tenemos un factor indivisible de esta relación y, por lo tanto, toda transformación reconocida como revolución será feminista o no será.

Adriana Salvatierra: Es importante darle un marco general, hace poco leía el informe de la Cepal que reportaba que no solamente la recesión en nuestros países producto de la crisis económica, de la paralización de los aparatos productivos, había arrastrado a que probablemente exista una contracción del Producto Interno Bruto para América Latina del 9,1%. Estamos hablando de 9,4% en el Sur, 8,4% en el centro, 7,9 en el Caribe.

Estaríamos hablando también de que, de acuerdo con la propia información de la Cepal, la tasa de desempleo en América Latina, que estaba en 2019 en 8,1 %, ahora estaría en 13,5%, es decir, estaría aumentando más de 5 puntos, inmediatamente eso se traduce en que si en 2019 habían aproximadamente 26,1 millones de desempleados en América Latina estaríamos alcanzado en 2020 a 44,1 millones de desempleados, unos 20 millones más.

En torno a la pobreza el pronóstico para este año, a diferencia del 2019 que alcanzamos 185 millones de personas en pobreza moderada, alcanzaba para 2020 231 millones, y en pobreza extrema de 67 millones llegaríamos a los 96 millones, estamos hablando que un 37% de la población latinoamericana estaría en condiciones de pobreza y el 15,5% de pobreza extrema.

La OIT debatió este tema y encontró que obviamente existe una escalada del desempleo y la informalidad laboral y específicamente tiene un capítulo donde aborda las consecuencias que esto arrastra para las mujeres y para los jóvenes.

Además de eso cuando se revisa los informes de ONU Mujeres, por ejemplo, hablan de que la brecha de igualdad salarial por lo menos en Bolivia alcanza a que los hombres perciben una remuneración 47 % mayor que las mujeres por haber desarrollado el mismo trabajo.

Traducido esto, los indicadores latinoamericanos son el 19% y a nivel mundial el 24%, eso quiere decir que en Bolivia tenemos una alta brecha de desigualdad salarial y se acentúa fundamentalmente porque las mujeres realizamos empleos parciales, los que son considerados los peores trabajos usualmente vinculados a mantener el hogar y eso además incide directamente en la informalidad que los trabajos que realizan las mujeres son menos valorados y esto incide directamente en que nosotras tengamos tan altos porcentajes de desigualdad salarial. Entonces creo que es importante plantearnos estas cifras, cómo va ascender el desempleo en América Latina, cómo van ascender los mayores niveles de pobreza producto de la crisis sanitaria y comprender que la brecha de desigualdad salarial entre hombres y mujeres en nuestro continente probablemente se profundice aún más.

El contexto de la pandemia finalmente aumentará las cifras de brecha de desigualdad salarial que se ve profundizada por los mayores niveles de desempleo, por una sobrecarga de las mujeres en torno a los cuidados y que se profundizará aún más con el ejercicio de la violencia económica sobre las mujeres y no solo es la brecha de desigualdad salarial sino que se traduce en el cuidado y la mantención casi exclusiva de la familia.

DR: ¿Qué deberían hacer los hombres para ayudar a combatir los diferentes tipos de ataques, como la persecución política, contra las mujeres y ayudarlas en las luchas en sus respectivos países?

Gabriela Rivadeneira: Sin duda alguna los procesos de transformación en nuestros países han estado anclados a la visibilización de alternativas políticas que vienen desde los sectores históricamente excluidos, pueblos y nacionalidades, mujeres, jóvenes, LGBTI, entre otros, hemos sido parte de la construcción de una política pública diferente y eso quiere decir entonces que cuando nos adscribimos a la política que militamos entonces también nos preparamos a recibir los ataques de esa otra política, de los que están al otro lado de la orilla a los que se tocan los privilegios. Las vejaciones, las humillaciones a las que tratan de exponernos no es gratuito, tiene que ver también directamente con un sistema donde el status quo ha marcado también una línea económica, élites económicas que han sido golpeadas por la toma de decisiones de las que hemos sido parte y en ese sentido siempre vamos a tener una reacción, a las acciones de transformación de nuestros países hemos tenido uno de los grupos más retardatarios de la política de nuestros países.

En Ecuador el feminismo de los 80, de los 90, estuvo ligado a un feminismo bastante de élite, académico, intelectual, que se concentró en hacer transformaciones institucionales y legislativas, sin embargo lo importante del siglo XXI y de las olas feministas es que estamos instaurando un feminismo popular, que no quede únicamente en una disputa de espacios de representación sino un feminismo de base, popular, que trastoque la realidad misma de nuestros sistemas y ahí es cuando yo pongo una reflexión al tema y es la famosa sororidad que es importante y quiere decir que tenemos una cierta solidaridad de género, pero también tenemos conciencia de clase y en eso no equivocarnos ni caer en ingenuidades, hay que identificar claramente, insisto, en qué orilla del camino nos situamos y cómo nuestro activismo político también está ligado a la generación profunda de una conciencia de clase, a la construcción de un poder ciudadano, de un sistema que sea mucho más equitativo que el que tenemos y es una principal responsabilidad con nuestros hijos, con las futuras generaciones.

Me encanta ese situar de las nuevas generaciones que son producto de los procesos de las transformaciones profundas y de las revoluciones que hemos tenido en nuestros países.

Creo que el cambio de la matriz cultural tiene que ver mucho con esa enseñanza y con el acceso a diferente información que podemos tener. A mí me preocupa mucho que caigamos en la ingenuidad de creer que la mujer por ser mujer es una opción o una salvación a un problema que tengamos o el joven por ser joven y no, estamos en un sistema donde claramente hay formaciones políticas, ideológicas, sociales y ante eso tenemos que estar claramente situadas en qué lado estamos militando.

A estas alturas de mi vida, después de todo lo que han dicho, que soy la millonaria, que tengo mansión con piscina…  es decir, es un estereotipo extra sobre el rol de la mujer en la política, pero no es lo mismo los ataques que recibimos las mujeres de izquierda a la cobertura, mediática incluso, que reciben las mujeres que ejercen la política desde los sectores de la derecha.  

Adriana Salvatierra: Nosotros tenemos que contribuir en el proceso de construcción de nuevas masculinidades. También creo que el feminismo, por supuesto, tiene que tener una profunda discusión de los debates que existen en tornos a un sistema que reproduce privilegios de clase, al cómo vamos enfrentando un proceso de descolonización y todo ese proceso de deconstrucción de todos los sistemas, de todos los modelos que han servido para construir no solo privilegios sino también opresiones que se han acentuado durante este último tiempo.

Tuvimos el caso de que divulgaron un video en el que decían que habían encontrado una compañera nuestra, la presidenta del Senado, en relaciones íntimas y nuestros compañeros se indignaron, por supuesto que esto despertó la solidaridad incluso internacional porque fue muy grosero el nivel de violencia política con el cual intentaron desacreditarla, pero resulta que luego cuando fue lo de Jeanine Áñez creo que no reaccionamos así, y ahí nos dábamos cuenta que éramos solidarios con nuestras compañeras y nos olvidábamos de reprochar esa misma práctica misógina, patriarcal, machista, cuando hablábamos de alguien de la vereda de al frente. Y a Jeanine Áñez nosotros no la criticamos por ser mujer ni por la exposición que intentaron realizar para destruir su imagen desde su condición de mujer desde lo sexual, sino nosotros la cuestionamos porque su Gobierno es corrupto, porque no ha aportado estabilidad al país (…) Creo que en ese proceso también nuestros compañeros se van dando cuenta que es necesario discutir y rediscutir estas nuevas masculinidades, que entiendan que existen por supuesto privilegios de género, que se cuestionen y se interpelen permanentemente y que además sean también parte de este proceso de deconstrucción de todos esos sistemas con los cuales crecimos, nos criamos, estos dichos que tenemos en lo cotidiano que reproducen también la violencia contra la mujer. Es importante que entendamos que en este nuevo proceso de construcción de masculinidades deberán existir los principios universales que nos arrastran a construir sociedades más iguales, más equitativas, más justas y, fundamentalmente, que eliminen determinadas formas que promovieron la opresión hacia la mujer, hacía los pueblos indígenas, hacía los más desfavorecidos.

Circe Camacho: Lo mínimo que esperamos de los compañeros es que le apuesten a una formación teórica y a una praxis revolucionaria que no solo se refleje en el trabajo político sino también en la cotidianidad porque es evidente que ser mujer dentro de la política pareciera un defecto y no solo ser mujer sino ser mujer joven es un más complejo porque estamos en un sistema que además de ser patriarcal machista es adulto centrista. (…) romper con esos esquemas es bastante complejo. Lo mínimo que nosotros esperamos definitivamente son compañeros formados, que estén apostando a construir nuevas masculinidades pero también con conciencia de clase, que comprendan que su acción, su praxis revolucionaria va a marcar la diferencia, que no pueden caer en esas contradicciones de por un lado dar discursos y por el otro lado tener las mismas prácticas que todos los demás, porque además estamos cansados de los machitos de izquierda, de los que se dicen nuestros camaradas y compañeros y son los primeros que nos violentan y se refieren a nosotras como feminazis y son los primeros que no comprenden y no se sensibilizan y no asumen su responsabilidad en esta transformación. La lucha feminista no se trata solo de una lucha de mujeres contra hombres, se trata de cambiar a esta sociedad, de revolucionar esta realidad, este sistema, se trata de transformar de raíz las condiciones de vida que este mismo sistema nos ha generado y las que padecemos cotidianamente y que son deplorables para la mayoría de las personas.

Necesitamos ser congruentes, necesitamos comprender que nuestra praxis revolucionaria va a ser el eje fundamental en la transformación de esta misma sociedad y eso es lo mínimo que esperamos de los compañeros hombres, que no nos violenten, que también estudien (…) Definitivamente los hombres no han padecido la violencia que nosotras hemos padecido siendo mujeres, siendo activistas, siendo revolucionarias y siendo políticas pero eso no quiere decir que no se puedan formar y que no puedan asumir una responsabilidad ante esta transformación y que no puedan o que sean incapaces de avanzar en ir consolidando esta revolución hombro a hombro con nosotras.

Comprender que no solo se trata de cambiar el sistema capitalista sino también cambiar el sistema patriarcal. Una revolución si no es feminista no será y si no comprendemos y no luchamos por esa transformación de fondo entonces solo estamos fingiendo que queremos un cambio ante todas las injusticias que vivimos.

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