Entrevista

Tomás Baader, siquiatra experto en suicidios: «El sistema nos lleva a estar presionados»

El investigador de la Universidad Austral dijo a El Ciudadano que la extensión de los horarios de trabajo, la calidad de los tiempos y el espacio para hacer las cosas que cada persona quiere pueden incidir en la profundización del malestar de la población chilena.

Por Felipe Menares

26/07/2017

Publicado en

Chile / Entrevistas / Historia / Portada / Salud / Sociedad

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De acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las muertes por suicidio han incrementado en Chile. Si en 2011, la tasa era de 11 fallecimientos por cada 100 mil habitantes, el registró pasó a 13,3 por cada 100 mil en el año 2013.

El mismo organismo internacional señala que más de 800 mil personas mayores de 15 años padecen depresión en el país, mientras que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indica que Chile es el segundo país, después de Corea del Sur, donde más ha aumentado el suicidio entre los jóvenes.

A partir de este apunte, el Ministerio de Salud proyectó una tasa de 12 muertes autoprovocadas por cada 100 mil habitantes para el año 2020, en población de 10 a 19 años.

Con estos datos sobre la mesa El Ciudadano conversó con el siquiatra Tomás Baader, director de la Alianza Chilena contra la Depresión y académico de la Universidad Austral, quien además participó en la implementación de un programa de seguimiento a personas que han intentado suicidarse en la región de Los Ríos.

¿El suicidio siempre está asociado a una patología mental o una eventualidad por sí sola basta para desencadenarlo?

La mayoría de los estudios indica que el 90% de los casos de suicidio está asociado a alguna patología de salud mental y hay un porcentaje menor, que son actos absolutamente impulsivos (por lo menos un 10%), que llevan a esa conducta a hacerla de sorpresa, de un momento a otro, pero siempre en personas con una vulnerabilidad como para hacer algo así. No es que nazca de la nada y uno tenga la intención de suicidarse como alternativa.

Anteriormente ha señalado que el suicidio está aparejado a la desesperanza y a la pérdida del sentido. ¿De qué depende la reconstrucción de esa esperanza y el reencuentro de ese sentido perdido, en pacientes con ideas suicidas o con un intento de suicidio?

No es fácil contestar, pero lo que pasa en estas personas es que progresivamente van perdiendo el vínculo con el mundo y van perdiendo el sentido de la vida y eso se manifiesta en esta idea de desesperanza, sinsentido, sin vocación y sin proyección.

El tratamiento o enfoque de eso muchas veces está basado en una enfermedad, que obviamente está asociado a una depresión, que lleva a pensar de esta manera. Estos pensamientos no nacen espontáneamente ni son producto de una postura filosófica, como muchas veces se entiende, sino que la mayoría de las veces están basados en un progresivo aumento de la sensación de angustia, de sinsentido y de desesperanza.

En los casos graves, en los que la desesperanza está muy manifiesta, el tratamiento es la combinación de una psicoterapia, que ayuda a cambiar los mecanismos del pensamiento y la forma de sentir las cosas que estoy percibiendo.

Paralelamente, en la etapa inicial requiere de un tratamiento farmacológico, porque aquí hay una base biológica. Hay un cambio a nivel cerebral, un cambio en el estado mental de la persona y para eso requiere de un tratamiento psicofarmacológico, pero el foco del tratamiento no es el fármaco en sí, sino que es estabilizar a la persona para que pueda entrar en una fase psicoterapéutica más profunda y poder revisar estos pensamientos y relativizarlos, y empezar a mirar que la gran mayoría de las personas no pensamos de esa manera y que eso es producto de las condiciones de vida que tuve, de las frustraciones, del maltrato, del abuso. Es decir, de una serie de factores desencadenantes y predisponentes, que hicieron que esta persona empezara a pensar de esta manera.

¿Qué elementos de la cotidianidad familiar indican que un cercano está pensando en suicidarse?

Una persona que dentro de la cotidianidad se empieza a alejar de su entorno familiar, se aísla, deja de comunicarse adecuadamente, se encierra en su habitación o no participa de la vida cotidiana, deja de alimentarse bien, tiene trastornos del sueño, dificultades para concentrarse en lo que tiene que hacer y eso mantenido durante un período de por lo menos dos o tres semanas seguidas, en una conducta que normalmente no se observaba, es un indicio de que algo le está pasando.

Por ejemplo, un adolescente en el que aparecen dificultades en las notas, en la evolución académica y en la universidad, requiere de un vinculo familiar adecuado que lo perciba, porque sino está en un vínculo y los conflictos son muy grandes, este chico va a pasar piola y la persona no va a ser acogida en lo que le está pasando dentro de la familia.

Por eso es tan importante el fomento a los espacios familiares de encuentro, porque si yo veo a mis hijos, los conozco y estoy con ellos por lo menos una vez al día, sé cómo está emocionalmente y voy a poder acercarme si lo veo diferente.

Pero si esa condición no se da, si los papás no están, llegan y no se vinculan con su hijo, los chicos van a buscar otra alternativa: a los pares, a sus amigos y si los amigos tampoco están atentos, eso puede llevar a que la conducta se vuelva una realidad.

A partir de su experiencia, ¿cómo describiría el proceso de recuperación de las personas que acceden a un tratamiento luego de un intento de suicidio?

En general, esto parte con una situación de mucho dramatismo, porque un intento de suicidio es algo que mueve mucho a la familia, al entorno, a los amigos y todos quedan muy afectados.

Hay que trabajar con la familia o con las personas cercanas y con todos los que tengan vínculo, porque la etapa inicial genera mucho shock, mucha angustia, y hay que explicar que esto es producto de un estado mental, no es que lo hizo con la intención de dañar o de hacer sufrir o de querer llamar la atención, sino que lo hizo con la intención de salirse de una angustia muy grande.

Esa primera etapa va a requerir el acompañamiento de la familia para no dejarlo solo, de ayudarlo en un tratamiento farmacológico, para bajar la angustia y regular el sueño, para manejar la parte anímica y energética y, paralelamente, iniciar el proceso psicoterapéutico, que va a estar orientado inicialmente a la persona del suicida, para que entienda lo que le pasó, para que vea los riesgos que corrió, que sepa cómo manejar eso en el futuro, cómo manejar las situaciones de estrés y angustia que lo desemboca. Además, en un minuto tambien va a tener que hacerse un proceso familiar psicoterapéutico.

Después la reintegración social de esta persona, porque probablemente esto se conoció en el ambiente, entonces, en la vuelta al colegio o al trabajo hay un estigma, una discriminación, una mirada negativa y hay que preparar la escena de esas personas, una vez que van a volver al mundo donde ellos estaban.

También hay que considerar la posibilidad de que en algunos casos, la sugerencia es que no vuelvan a ese mundo, sino que hagan un cambio importante y busquen otras alternativas de vida, incluso cambien de trabajo y revisen lo que están haciendo con su vida, porque muchos de ellos están metidos en un sistema de estrés muy excesivos, endeudados hasta las masas o están con situaciones emocionales de importancia en relación de pareja dañada y ahí hay que revisar también la relación de pareja. Por lo tanto, el tratamiento es integral, que requiere la intervención de varios profesionales y un acompañamiento de por lo menos un año.

La gran mayoría de las personas que inicia un proceso de estas características al mes o mes y medio, mirando hacia atrás, no puede entender cómo se les ocurrió siquiera haber considerado la posibilidad del suicidio como una alternativa, por lo menos dos tercios de los casos les pasa eso.

Hay un porcentaje que sigue con la idea y eso tiene que ver con ciertas características de la personalidad, de que el daño es muy profundo en las estructuras de vínculo sociales y que tienen una cronificación de la idea, pero esos son los menos.

¿Se puede prevenir la depresión? ¿Qué aconseja?

Sí, ahí entramos en los estilos de vida que tenemos hoy en Chile y, en general, tiene que ver un alto nivel de exigencia, con horarios extendidos de trabajo, con poco tiempo de recreación y obviamente la prevención está en tener un horario decente, en poder tener actividad física, en poder hacer una alimentación sana, en establecer vínculos sociales con otras personas y no aislarse, en tratar de repartir su trabajo dentro lo que uno puede.

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Y buscar trabajos o formas de relación con el mundo laboral que le permita tener una estabilidad, pero que también le permita tener calidad de vida, y eso no es fácil, porque el sistema nos lleva a estar presionados, a asumir cierto tipo de cargos o trabajos que son tremendamente estresantes, pero la verdad, es que si uno los mira a fondo, no valen la pena.

No vale la pena arriesgar toda la vida, arriesgar la vida familiar por ese tipo de trabajo. Ahí tenemos una tarea importante, porque hay que entender que existen horarios, que existen espacios, que no puede haber un sistema de turnos permanente, que el trasnoche es negativo… hay una serie de efectos que uno puede mejorar en la calidad de vida de la persona, por ejemplo, el solo hecho de dormir una cantidad de horas adecuada ya baja los niveles de angustia e irritabilidad de la persona y ese es un solo factor.

Obviamente, el otro factor que hay que considerar de protección es el consumo de alcohol y drogas. Es un tema grande, porque el consumo de alcohol está tan validado, aceptado y normalizado, que la mayoría de la gente cree que es normal estarse echando cinco o seis combinados en la noche y que eso es aceptable, pero hay algo en esa conducta que es inadecuada y eso es lo que tiene que tomar conciencia la población de que eso se puede prevenir, pero requiere de un cambio cultural y una discusión de sociedad, no es una temática solo individual.

¿Observa alguna relación entre la modernización del país o su modelo de desarrollo con el aumento de la depresión y los suicidios registrado en los últimos años?

No sabría si puedo hacer una asociación directa entre esos dos factores, pero obviamente, influye este cambio social que estamos teniendo, de un país subdesarrollado a desarrollado, pero sobre todo, tiene que ver con la extensión de los horarios de trabajo, la calidad de mis tiempos y el espacio para hacer las cosas que quiero.

Esta discusión por ejemplo en las leyes laborales, que nunca se ha discutido el tema de la parcialización de los horarios, que podría ser una tremenda alternativa que existe en Europa o en otros países, donde las personas pueden trabajar por media jornada y muchos estarían felices. Ganarían menos plata, pero estarían felices por tener un trabajo y además poder estar con su familia o hacer otras cosas que les pudieran interesar y eso no se está discutiendo.

Es un tema social y tenemos que incorporar el tema de la salud mental en todos los ámbitos, porque influye más de lo que imaginamos. Por ejemplo, veamos cómo se construyen las viviendas sociales, todavía con un nivel de hacinamiento que soluciona la demanda de casa de algunas personas, pero las hacina en lugares con pocos espacios de recreación, en que toda la conversación la escucha el vecino, no hay intimidad y hay poco respeto por la calidad de vida de las personas.

Entiendo que uno quiera abarcar más gente y poder ayudarle, pero hacerlo de esa manera es crear futuros guetos o lugares de mayor estrés y presión, que van a ser fuente de problemas de salud mental.

Desde una perspectiva de políticas públicas, ¿qué medidas se pueden impulsar para contener el aumento de los suicidios, particularmente, en adolescentes y jóvenes?

Lo que Chile necesita es una Ley de Salud Mental, que logre un mayor financiamiento en las estrategias de prevención y en el tratamiento precoz, porque en la medida en que lleguemos tempranamente, podemos evitar desarrollos mucho más complicados y terribles de los casos escolares y adolescentes.

Los espacios escolares tienen que ser mejorados y yo soy bastante crítico de la reforma educacional, ya que lo que se hizo fue aumentar los horarios de estadía de los alumnos en los colegios, pero la calidad de lo que se les entrega, la información que manejan y, sobretodo, la no estimulación del deporte, de la actividad artística y recreativa en esos espacios, que ese era el fin original, hoy se transforma en que los chicos tienen clase de matemática, física, química hasta en las tardes, cuando en ese horario pudo haber estado siete horas en la mañana en clases y en la tarde ya no rinden absolutamente nada.

Tiene una razón social, de poder meter a estos chicos en un sistema protegido escolar y no que estén en la calle, pero por otro lado, están generando un nivel de estrés y de calidad que no está orientado a la prevención y a la protección de los alumnos, sino que está orientado solo a cumplir con las expectativas del Simce y de otras cosas que no tienen nada que ver con calidad ni escala humana.

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