Publican reportaje sobre el Negro Matapacos en diario de Marruecos

Acá difundimos el artículo sobre el mítico perro emblema del estallido social traducido al castellano.

Bajo el titular de El Negro Matapacos, ícono inspirador de la resistencia civil chilena, el periodista Mostafa Raoud publicó el 21 de enero pasado en el diario Akhbar el Yum (Noticias de hoy) de Marruecos un reportaje sobre el emblemático perro convertido en figura del estallido social que se vive en nuestro país, cuya traducción al castellano realizada por Driss Ouldelhaj compartimos a continuación.

A finales de los años sesenta del siglo pasado, cuando la izquierda chilena aún era potente y estaba bien arraigada en la sociedad, su acción política se alimentaba de varios emblemas culturales e ideológicos tanto lejanos como cercanos (Marx, Lenin, Che Guevara y Sandino). No obstante, el campo de la lucha política izquierdista chilena en aquel entonces no solo aprovechaba las ideas, teorías políticas, o ideologías de dichos emblemas en la gestión de su práctica militante, para avivar la lucha de clases en la sociedad, sino que echaba mano también de otras herramientas culturales, tales como la poesía y la canción, que contribuyeron en la fortificación del frente de lucha política e ideológica en el país, al difundir y fomentar la conciencia social entre obreros, agricultores y estudiantes. En este sentido, los poemas de Pablo Neruda, junto con las canciones de Violeta Parra y Víctor Jara, desempeñaron un papel capital en la politización y adoctrinamiento de varias categorías de la sociedad y empujaron a éstas a adherirse al sueño colectivo, el de la revolución popular.

Ese sueño colectivo pronto se vería concretizado en el año 1970 con la llegada de Salvador Allende a la presidencia de la República, siendo líder de una coalición electoral de izquierdas (UP), cuyos ideales políticos eran idénticos, lo que facilitó la adopción de un programa gubernamental unificado que se enmarcaba dentro de una visión política conocida como “La vía chilena al socialismo”, la cual puso Allende en práctica tan pronto, creyendo que se podría transitar rápidamente al socialismo mediante los mecanismos pacíficos de la democracia, pero sin dimensionar racionalmente los equilibrios de poder tanto nacionales como  internacionales. En efecto, en solo tres años, y con el afán de edificar un Estado Socialista basado en la planificación económica, se concretizaron muchos proyectos de gran envergadura, tales como la nacionalización de las minas y bancos, y la reforma agraria y sanitaria… pero esa dinámica de cambio en los sectores social, político y económico, de contenido socialista, pronto se vería abortada, cuando el general Augusto Pinochet recibió una orden del entonces Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, para que derrocara al Presidente socialista y a su gobierno de la Unidad Popular, mediante un sangriento golpe de Estado que le costó la vida a Allende, y también a varios camaradas izquierdistas suyos, los cuales fueron asesinados en una serie de bárbaros atentados.

Pinochet junto a Allende

Así fue como Pinochet puso fin a los logros precipitados de la revolución y eliminó a todos los íconos que los hicieron posibles, quienes representaron una fuente de orgullo y fueron objeto de veneración por las masas, como fue el caso antes con la figura del Che Guevara.  

Tras el éxito del golpe de Estado militar, empezó en Chile una nueva era marcada por el despotismo, la dictadura y los asesinatos políticos de los militantes de la izquierda popular, y que duró hasta 1990 cuando, por fin, Pinochet entregó el mando a Patricio Aylwin, el nuevo Presidente elegido democráticamente en las elecciones de 1989, a raíz de un plebiscito  propuesto por Pinochet mismo y realizado en 1988. Empezó entonces un nuevo régimen denominado “democrático”, en el que se alternaron en el poder presidentes de derecha e izquierda. Lo curioso en dicha transición deforme, es que ese nuevo sistema “democrático” no marcó una ruptura con el régimen de Pinochet; al contrario, fue una prolongación del mismo, al conservar la esencia dictatorial encarnada en las leyes promulgadas por Pinochet, incluyendo la Constitución misma, las cuales permanecieron en vigor durante más de cuatro décadas, de modo que los sucesivos gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, se las han ingeniado en aplicar hasta nuestros días. 

Esto acabó convertido en un tema conflictivo hoy en día, ya que el movimiento del estallido social que vive Chile en la actualidad, reivindica la abolición de las leyes pinochetistas y la creación de una Asamblea Constituyente que se encargaría de redactar una nueva Constitución que pusiera fin al régimen “democrático” deforme y posibilitara la emergencia de un régimen alternativo, de contenido realmente democrático, como ocurrió en la experiencia española. 

El movimiento de las protestas tuvo el noble mérito de replantear la cuestión constitutiva, al percatarse, en el diagnóstico que hizo de la situación política del país, de que el fallo radica en que Pinochet gobierna el país desde su tumba, y al caer en la cuenta, tardíamente, de que la participación de los partidos socialistas en las elecciones y los gobiernos, conforme a la constitución pinochetista, era una especie de conspiración. De hecho, es muy comprensible que los eslóganes del estallido popular estén en contra del régimen liberal y, asimismo, de la izquierda, cuyos militantes, responsables y líderes, han sido acosados, insultados o expulsados de las manifestaciones en varias ciudades chilenas, y cuyas banderas han sido quemadas.

Este rechazo privaría a la izquierda de la participación en las protestas y haría que sus antiguos emblemas -tales como Salvador Allende, Pablo Neruda o Víctor Jara- quedasen invisibilizados o de presencia opaca en las manifestaciones, en comparación con un nuevo ícono que subvertiría la ecuación de la militancia por vía de los emblemas revolucionarios. Se trata de un perro negro que encabeza las marchas de protesta. Por primera vez en la Historia se registra la leyenda de un perro que llegó a ser el verdadero héroe de unas protestas sociales y su principal actor. No se trata de un cuento de hadas, ni de ningún relato surrealista, sino de una historia verdadera. ¿Quién será pues este perro? y ¿cuál es su historia y las vicisitudes de su emersión como héroe cuya simbología inspira las protestas chilenas?

Este perro negro, al que los chilenos llaman Matapacos, no estuvo presente en el estallido social que tuvo lugar en Santiago a mediados de octubre pasado a raíz del alza en la tarifa del sistema público de transporte, ya que había muerto en 2017 a causa de una enfermedad que le atacó cuando ya era muy viejo, pero como ícono estuvo presente desde el primer momento del estallido social y desempeñó un papel importante en su avivamiento, perennidad y ensanchamiento en todas las ciudades. En efecto, tan pronto como el Presidente Sebastián Piñera decretó el estado de emergencia y la consecuente involucración del Ejército en la opresión de las manifestaciones iniciadas por los estudiantes, estos últimos se acordaron de su viejo camarada, el perro negro, que les acompañó a lo largo de una década de lucha por la reforma del sistema educativo que empezó en 2009, en la que reivindicaban la gratuidad de sus servicios y la mejora de su calidad.

Los estudiantes observaban cómo los perros callejeros participaban espontáneamente en todas las manifestaciones que las fuerzas del orden oprimían ferozmente, y cómo se ponían en las primeras filas para protegerlos de los golpes. Sin embargo, desde el principio hubo uno excepcional, un perro negro feroz muy fuerte, que los estudiantes descubrieron más tarde que no era callejero como creían, sino que tenía una dueña llamada María, que era una obrera que trabajaba en la universidad, y que lo cuidaba como si fuera su hijo, pues le daba de comer, lo lavaba y le reservaba una camita. Muy temprano cada mañana, después de tomar su desayuno, este salía a buscar a los estudiantes y, tan pronto como los veía, se acercaba y se ponía en la parte delantera de la manifestación, después de deslizarse entre los pies de miles de estudiantes, quienes le pusieron un pañuelo rojo en el cuello, y cuando la manifestación avanzaba hacia el Palacio de La Moneda, suele estar espabilado, atento al mínimo gesto de agresión dirigido a los estudiantes, para oponérsele con toda fuerza, con sus feroces mordeduras que sangraban a decenas de carabineros, lo que le valió ser odiado por las fuerzas del orden, las cuales lo atacaron en tres ocasiones. En una de ellas, por poco hubiese perdido la vida, cuando lo atropelló un coche de policía, pero los veterinarios, con la ayuda de los estudiantes, le salvaron la vida y volvió otra vez al campo de resistencia civil estudiantil.

Por otro lado, los estudiantes notaban que el Negro Matapacos, aparte de su espíritu combativo y su ferocidad, era muy tierno, muy tranquilo y servicial, y gozaba también de cierta anticipación y de mucha perspicacia, cualidades que conservó siempre en su participación diaria al servicio del movimiento estudiantil y su cuestión central, la de la reforma del sistema educativo con sus tres ciclos.

En 2013, y por insistencia de los estudiantes, se realizó un documental titulado el Negro Matapacos, que trataba sobre el fenómeno del perro militante. El documental, que fue dirigido por Víctor Ramírez y producido por Carolina García, obtuvo el reconocimiento de “mejor documental” en el festival de la Universidad Santo Tomás en Viña del Mar en 2013. 

Cuando estallaron las últimas protestas en Chile, dos años después de la muerte del perro negro, los estudiantes rescataron su figura, acordándose de las grandes batallas que presenció junto a ellos, durante el primer mandato del Presidente actual, Sebastián Piñera, cuando surgió como ícono de lucha que dejó subyugados a los estudiantes y desencadenó una avalancha de empatía entre quienes lo vieran encabezando las manifestaciones. Esto, a tal punto que su dueña, doña María, se hizo amiga de los estudiantes y se convirtió en una persona pública que goza de fama, como su perro, y un modelo a seguir en la educación canina. 

El perro negro, cuya fama estaba al principio restringida al campo estudiantil y universitario,  pronto será conocido por todo el pueblo chileno, gracias a los estudiantes que supieron aprovechar su simbología, la cual alimentaba las protestas populares y fue para ellas la antorcha iluminante que le costó a Carabineros apagar o, siquiera, suavizar sus llamas quemantes que atizaban la ira del estallido social en todo el territorio chileno. 

Y siendo los estudiantes la columna vertebral de las protestas, pudieron vehicular sabiamente el ícono del Negro Matapacos, dedicándole un monumento en forma de escultura de papel y plástico que izaban en las grandes manifestaciones; y en todas las ciudades, recurrieron a la misma técnica, en aprovechamiento del afán de resistencia que había mostrado aquel animal doméstico, para inmortalizar su figura como símbolo de la lucha de los chilenos contra el régimen neoliberal. La idea tuvo un gran éxito y tomó tan pronto unas dimensiones impensables cuando los chilenos empezaron a admirar la escultura del Negro Matapacos, la cual terminó subvirtiendo las simbologías de la militancia izquierdista al introducir elementos nuevos, y pudo atraer a millones de chilenos que se adhirieron a las protestas en todas las ciudades y pueblos.

Más tarde, y después de haber recorrido con la escultura del perro las distintas avenidas y calles de la capital, los estudiantes la instalaron en un jardín en la avenida Providencia, cerca de la Plaza Italia (rebautizada hoy como Plaza de la Dignidad), pero miembros de la ultra derecha que comparten intereses con el régimen de desigualdades sociales, le prendieron fuego, lo que duplicó la ira del pueblo. Los estudiantes volvieron a construir una nueva escultura, con materia más resistente, y el modelo fue copiado en las demás ciudades y pueblos.

Con el paso del tiempo, las manifestaciones empezaron a tomar una forma en la que era central la figura del Negro Matapacos, y sus fotos invadieron las camisetas que lucían los estudiantes y las pancartas que izaban en sus marchas, mientras que los pintores empezaron a reproducirlas en sus cuadros y murales a lo largo del país, lo que favoreció el florecimiento de una  actividad comercial enorme que utilizó el ícono del perro revolucionario en prendas de vestir, artesanía, collares, llaveros, pañuelos, estatuillas, alfarería, etcétera.

 

Esta es la historia del Negro Matapacos, el perro revolucionario que se hizo héroe de un cuento fabuloso gracias a su acción militante junto a sus camaradas estudiantes, acción que le valió ser una leyenda popular, una estrella de cine, un ícono de la resistencia pacífica del que hablan los medios de comunicación en América Latina, Canadá y Estados Unidos, y un “ídolo de las calles”, según el diario argentino Clarín

Cuando ese perro aún estaba vivo, le había quitado el sueño al Presidente Piñera en su primer mandato; hoy día, en su segundo mandato, la simbología del perro lo aterroriza aún más porque sabe muy bien cuán peligrosa es para su régimen político, visto su papel en avivar el estallido social, como lo había hecho el perro en las anteriores reivindicaciones estudiantiles. Se ha dicho siempre que el perro es símbolo de la fidelidad, pero con el Negro Matapacos los chilenos descubrieron que este animal combina fidelidad y espíritu revolucionario en una época en que los valores revolucionarios han escaseado en la sociedad humana. 

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones