El cambio real que nos ofrece la reconstrucción nacional

El “tira y afloja” del Gobierno y la Concertación está empezando a retrasar el diseño de un plan integral para la reconstrucción nacional

Por Wari

08/04/2010

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El “tira y afloja” del Gobierno y la Concertación está empezando a retrasar el diseño de un plan integral para la reconstrucción nacional.

Lamentablemente, esta situación se produce porque la derecha e izquierda chilena continúan “haciendo política” por medio de una costumbre antigua, que favorece la confrontación y menosprecia los beneficios de la deliberación y el consenso. Dicho sistema y el estancamiento que produce, indeseables por donde se les mire, aumenta el sufrimiento y la vulnerabilidad de los más afectados y por ende debe superarse a la brevedad.

La coyuntura política actual y la reconstrucción:

En los últimos días, los chilenos hemos sido testigos de cómo el gobierno y la oposición han sido incapaces de pensar en el país primero al querer convertirse en los autores intelectuales de la reconstrucción y “salvadores” de un Chile en problemas.

Por un lado, hemos visto cómo el gobierno ha presentado un plan de reconstrucción sin el aporte de ningún sector político de izquierda.

Claramente el plan “Manos a la obra” y el fondo para subsidios habitacionales, aunque bienvenidos, no pueden ser considerados como un plan integral de reconstrucción. Los chilenos sabemos que éstas son iniciativas paliativas necesarias y no soluciones a largo plazo.

Y sin embargo, Piñera insiste con testarudez que el gobierno si tenía un plan y a su vez exagera sus logros al decir: “en veinte días pienso que se ha avanzado más que en veinte años”, algo que es probablemente imposible y que sin duda hará que la Concertación reaccione, continuándose así un ciclo de injurias que en NADA aporta a la reconstrucción.

El gobierno ha llamado a la unidad nacional, pero presenta planes solo, ignorando que el gobierno no es Chile y que toda solución tendrá que tener un apoyo amplio para ser implementada con éxito. Esto demuestra que para Piñera, la unidad nacional significa el apoyo incondicional a las iniciativas del gobierno.

En este contexto, comienza a parecer que Carlos Ominami tenía razón al decir sobre Piñera: “es excesivamente personalista, quiere estar en todo, le cuesta delegar. Él siempre dice que es una locomotora, y lo es, pero así como va, puede descarrilar”. Al juzgar por los primeros veinte días, parece que el gobierno de Piñera será excesivamente presidencialista.

Por otra parte, hemos visto a la Concertación con una actitud no más constructiva. Las críticas destructivas al gobierno por la falta de un plan de reconstrucción han abundado, a pesar de que la Concertación tampoco ha sido capaz de producir un plan integral. Los reproches han llovido, aunque las fallas evidentes de los sistemas de alerta y la institucionalidad gubernamental son de completa responsabilidad de la Concertación.

Se ha criticado a Piñera, quien comenzó su presidencia con capacidades de gestión limitadas, y aun así, ha trabajando arduamente –aunque a su manera- para demostrar que el gobierno es de todos y que estará presente. Solo hace poco la Concertación fue capaz de reunirse con el Ministro del Interior para presentar un proyecto de ley que pretende crear una agencia para la reconstrucción nacional.

Finalmente, vemos cómo sectores con un poco menos de acceso al poder intentan aportar a la reconstrucción y llenar el vacío político que el gobierno y la Concertación han abierto por enfrascarse en confrontaciones fútiles.

ME-O por su parte, quien recordemos representó a un 20% de los chilenos que votaron, convocó a un comité no despreciable para la reconstrucción. Los profesores proponen que no se lleve a cabo la Evaluación Docente y el Simce para liberar fondos (una idea mala, pero que demuestra su buena disposición). Los empresarios, contrario a lo que la extrema izquierda presagiaba, se han mostrado dispuestos a que se suban los impuestos.

Y lo que es más importante, miles de personas, especialmente los jóvenes, han demostrado con su trabajo (antes que cualquier entidad de gobierno) que la reconstrucción es una prioridad y que sus fuerzas están disponibles para iniciativas que contribuyan. Igualmente importante es el hecho que millones de chilenos siguen discutiendo ideas a través blogs, y redes de comunicación social en Internet. Todos estos grupos y muchos más que no he nombrado buscan un espacio.

Ambos -oposición y gobierno- están pensando a corto plazo. Por un lado, el gobierno ve en el plan de reconstrucción una oportunidad para probar que “la nueva forma de gobernar” funciona, y que es capaz de producir, liderar e implementar un plan de reconstrucción con eficacia, menospreciando de pasada los logros y el accionar de la Concertación.

Por otro lado, la Concertación ve en el plan de reconstrucción una oportunidad para reunificar a sus desunidos miembros, además de una oportunidad para probar que el plan del gobierno es improvisado y poco representativo.

Todos piensan en lo que les conviene a corto plazo y no en lo que conviene para el país a largo plazo. ¿Se habrán dado cuenta estos bloques que sus soluciones de nada valen si no hay quienes la apoyen y la lleven a cabo? ¿Se habrán preguntado si un marco donde la mayor cantidad de voces posibles pueda por lo menos presentar sus ideas nos llevará a mejores soluciones?

Por la demora en la creación de un espacio legítimo y abierto, donde una gran cantidad de voces y puntos de vistas sean escuchados y puedan aportar a la reconstrucción, podemos darnos cuenta que no vamos en buen camino. Los riesgos de no cambiar el rumbo son grandes y muy reales.

La demora en la creación de un plan íntegro significa: 1) más sufrimiento para los que lo perdieron todo (familias sin viviendas ni ingresos con un invierno que se aproxima); 2) un estancamiento en nuestro desarrollo económico y humano y; 3) la continuación de una manera de “hacer política” que se basa en la confrontación y no en un consenso y deliberación horizontal. A largo plazo, dicha situación no aumentará la democracia y continuará bajando los índices de participación ciudadana que es de donde nacen las verdaderas soluciones a los problemas.

Todos los chilenos, especialmente los que tienen acceso al poder, deben darse cuenta que las emergencias requieren una manera de operar urgente y por ende diferente. Hoy, a pesar de la devastación y el sufrimiento, tenemos una oportunidad única de no sólo reconstruir lo que teníamos en términos materiales, sino de crear una sociedad y relaciones políticas diferentes que permitan a los chilenos sentirse que sus ideas valen y que pueden cambiar y aportar al futuro de nuestro país.

Ni el gobierno, ni la Concertación, ni ME-O, ni los profesores, ni la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), ni Un Techo para Chile, ni cada grupo trabajando en la reconstrucción son completamente representativos de todos los chilenos, pero juntos seríamos imparables. Es hora de no ignorar lo que la historia y la ciencia nos demuestra: dos (o más) cabezas son mejor que una.

Hemos visto cómo la mayoría de los grupos con acceso al poder “tiran” con todas sus fuerzas para un lado, pero nadie conversa, y lo que es más importante, nadie aprovecha la oportunidad que tenemos para crear espacios legítimos, representativos y abiertos para el diseño de un plan íntegro, es decir, un plan que cubra las necesidades más importantes y que cuente con el aporte de la mayor cantidad de ideas como sea posible.

La coyuntura política donde deberíamos estar:

Primero, la situación en que debiéramos estar es una en la cual se hubiese anunciado una agencia o comisión para la reconstrucción por lo menos un par de semanas atrás. El gobierno y la oposición tienen culpa en esto; el primero por querer ser el autor del plan y no presentar un proyecto de ley al Senado, y la segunda por dedicarse a criticar y no a pensar en soluciones. Por enfrascarse en un círculo de ataques fútiles, el gobierno y la Concertación han demorado el plan de reconstrucción y han ignorado una oportunidad única de crear un Chile mejor, más abierto y participativo.

A la fecha, los actores con más poder en el sistema político, se encuentran trabajando solos, cada uno tratando de imponer sus ideas a punta de críticas e insultos, y de paso, ignorando lo que la gente desea y la oportunidad que tenemos de salir airosos de esta tragedia. Es por esto que se debe crear un organismo de carácter nacional que se encargue de recabar ideas, escuchar a la ciudadanía, y estudiar proyectos, todo con el fin de diseñar e implementar un plan íntegro de reconstrucción y de incrementar la participación ciudadana.

Dicho organismo deber tener objetivos concretos, entre los cuales debieran estar: 1) construir o habilitar viviendas temporales para los damnificados antes de que llegue el invierno;  2) identificar y categorizar áreas de prioridad (establecer grados de emergencia en base a problemas de infraestructura, salud, servicios básicos, e índices de empleo después del terremoto); 3) proveer o restablecer los servicios de salud y de servicios básicos en áreas afectadas; 4) crear y fomentar iniciativas que generen empleo en áreas afectadas; 5) establecer criterios justos, claros, y conocidos por la ciudadanía para las licitaciones que se lleven a cabo, y; 6) incluir en el proceso a todos los sectores políticos que tengan representantes en el congreso y a organizaciones no gubernamentales (ONG), tanto nacionales como internacionales, que tengan experiencia en áreas de importancia como vivienda, urbanismo, salud, microfinanzas, y agricultura.

Seguramente usted imaginará que esto puede prestarse para el desorden y que será difícil elaborar soluciones en un organismo tan grande. Y sí, ciertamente, este organismo enfrentará dificultades a la hora de crear acuerdos, por lo cual su éxito dependerá en su representatividad, en su apertura a la sociedad civil, y en su enfoque en ideas y objetivos y no en diferencias personales. Para que un organismo con estas características sobreviva y pueda ser eficaz, sus miembros deben estar comprometidos a no atacar sin fundamentos a otros que son parte de él.

Este es un problema severo de la política chilena que está demorando la reconstrucción. Es por esta razón que es importante que se cuente con la presencia, el aporte, y la participación plena de autoridades regionales y líderes de organizaciones civiles y no gubernamentales. La presencia de estos actores pondrá presión en senadores, diputados y ministros para que produzcan soluciones y para que se mantengan enfocados en los objetivos del organismo y no en ataques banales y exageraciones que en nada aportan.

Es posible que usted sienta que lo que aquí digo no es nada nuevo, que es muy idealista y que no está a tono con la realidad de nuestro sistema político. Y en realidad, esto sí es nuevo porque la manera en que la Concertación y el gobierno han tratado de reaccionar a las demandas por un plan no está produciendo un plan íntegro de carácter nacional, es decir, conforme a las necesidades de chilenos afectados y conforme a la visión de las ideas de sectores diversos. En Chile es común creer que no somos capaces de crear acuerdos, pero yo creo lo contrario.

Es difícil, pero el terremoto representa una oportunidad para comenzar a cambiar los malos hábitos de aquellos con acceso al poder. Es también una oportunidad para que diseñemos e implementemos políticas públicas satisfactorias y exitosas de manera horizontal, donde grupos pequeños puedan aportar. Al hacer esto, crece la legitimidad de nuestras instituciones y se incrementa la participación ciudadana en los procesos legislativos. En general, al hacer esto, crece la democracia porque el individuo siente y puede influenciar de alguna manera su futuro.

¿Es esto idealista y no a tono con la realidad? No lo creo, ya que lo que aquí describo consiste sólo en utilizar los recursos humanos que tenemos en Chile de manera más efectiva para reconstruir y para hacer a los chilenos partícipes del proceso. En Chile, los proyectos grandes no siempre fallan por falta de plata o corrupción (somos uno de los países más ricos América del Sur y con menos corrupción), sino porque no se anticiparon factores relevantes, lo cual resulta de la concentración del poder, es decir, de procesos legislativos donde muy pocos sectores de la población son partícipes. Lo que aquí describo es un cambio para aumentar nuestra capacidad para crear soluciones que funcionen.

¿Por que un plan de reconstrucción con aporte y respaldo amplio? Porque es difícil que solos, el gobierno, la Concertación, los empresarios, o en general, todos aquellos que tengan acceso al poder real, puedan producir soluciones satisfactorias que estén a tono con la realidad de las localidades más vulnerables del país. Estos actores tiene el poder y los recursos para crear grandes soluciones, pero el querer ser el “héroe de Chile” en nuestras circunstancias puede conllevar a situaciones lamentables.

Basta con examinar nuestra historia reciente para ver que esto es verdad. El diseño e implementación del Transantiago da cuenta del riesgo que se corre cuando se crean soluciones sin el aporte de sectores que piensan diferente o que conocen la realidad de los afectados. Además, este ejemplo demuestra el poder real que tiene el gobierno para hacer las cosas bien o mal. En la reconstrucción, el riesgo de crear más desastres es real, pero el potencial para crear soluciones exitosas también está ahí.

Por supuesto,  todos nos beneficiamos de un debate abierto en un marco eficiente donde la “unidad nacional” tenga un verdadero significado, es decir, que sea un espacio para aportar, debatir respetuosamente y con el objetivo en común de incluir a TODAS las opiniones y recursos. Claro está que para el gobierno, o más para Piñera, la “unidad nacional” significa el respaldo incondicional a las propuestas del gobierno. Esto no es unidad nacional y debe evitarse, ya que hay riesgos grandes. Si no cree que hay riesgos, piense entonces en la aprobación unánime del congreso estadounidense para autorizar el uso de la fuerza contra Irak en 2003.

¿Por que el plan debe ser diseñado con el aporte de TODOS los partidos, del gobierno, y con el respaldo de la mayor cantidad de organizaciones sociales como sea posible? Los partidos, querámoslo o no, representan a opiniones predominantes en la sociedad. No lo saben todo y pueden estar alejados de la realidad nacional, pero sí son canales que amplifican ideas que vienen de más abajo.

El gobierno tiene muchas cosas: el deber de liderar el proceso de reconstrucción, además del poder real, los recursos, y la legitimidad para diseñar e implementar soluciones. Las organizaciones sociales son esenciales, pues ellas representan el sentir de los chilenos más efectivamente que los candidatos y poseen conocimientos y recursos humanos invaluables para la reconstrucción. Son ellos los que identifican factores problemáticos antes de que sea tarde.

En Chile debemos darnos cuenta que el futuro de los países no yace en un gobierno cerrado y lleno de “héroes” del diseño de políticas publicas. Los verdaderos héroes políticos son los que escuchan a la voz disidente y que se sientan a conversar sin precondiciones. El futuro sostenible yace en incrementar el poder del ciudadano, que con sus ideas puede mejorar la vida de los que le rodean. La reconstrucción demanda un esfuerzo amplio, y nos presenta una oportunidad invaluable de salir de esto como triunfadores.

Creo que todos nos beneficiamos de escuchar a otras voces, como por ejemplo la de Enzo Abbagliati, un profesional chileno que en su blog escribió: “Soy de los que cree que el terremoto del 27 de febrero es una oportunidad para repensar Chile en todas sus dimensiones. Más que un simple ejercicio de levantar tal cual lo que el sismo derribó, es el momento para, entre otras cosas, generar y promover procesos de innovación que potencien nuestro desarrollo social, económico y cultural.”

La realización de una reconstrucción verdadera:

El proyecto de ley de la Concertación que crea una agencia para la reconstrucción, aunque tardío, debe ser apoyado por el gobierno. Sin embargo, se deben hacer cambios para incluir más puntos de vista. Si el gobierno crea esta agencia y sólo acepta la participación de senadores, diputados y ministros, no estaría haciendo nada nuevo.

La “nueva forma de gobernar” no quedará demostrada en lo absoluto. Se deben incluir a autoridades regionales, municipales, y a representantes de organizaciones locales, como también a organizaciones no gubernamentales como Un Techo para Chile, las cuales han demostrado que el sector no gubernamental es tanto o más capaz de crear soluciones exitosas, que rápidamente mejoran la vida de personas.

Los ministros de gobierno, el presidente, los senadores y diputados deben evitar el “tira y afloja” a través de mentiras, injurias, y “recados” que se mandan entre ellos por los medios de comunicación. Ellos deben conversar en persona para debatir IDEAS. Que no ignoren lo que estudios en psicología nos demuestra: dos seres humanos al verse cara a cara e interactuar tienen menos probabilidades de atacarse y por ende tiene más probabilidades de enfocarse los problemas que comparten.

Todos estos ataques se producen porque en Chile el “tira y afloja” se hace a distancia, vía TVN, Canal 13, Mega, etc. El “hacer política” como decimos en Chile, el “tirar y aflojar” no es algo malo, pero debe llevarse a cabo en un marco cordial porque de lo contrario nos polarizamos y no somos capaces de anticipar factores que podrían crear problemas.

¿Por qué debe ser el gobierno el que crea dicho espacio? El gobierno debe liderar el proceso de discusión y consenso para producir un plan íntegro porque tiene la responsabilidad ética de dar cabida a todos y no sólo producir soluciones entre ministros que provienen de un mismo sector de la sociedad. Hoy más que nunca necesitamos que el gobierno se abra a otras voces, a otros puntos de vista y lidere el proceso de apertura a todos los chilenos.

Esta es nuestra oportunidad para sentarnos, debatir airadamente (pero con respeto y enfocados en los objetivos), y de dar cabida a la sociedad civil que mueve a este país todos los días, con o sin terremoto. Las grandes soluciones se generan cuando el conocimiento profundo y real se junta con el poder capaz de implementar proyectos ambiciosos. En otras palabras, cuando los individuos afectados por las políticas públicas tienen la oportunidad de realizar su visión y ser partícipes de la política.

¿Por qué no basta con hacer un llamado a la unidad nacional en la manera que Piñera lo ha hecho? No basta con esto porque el llamado de Piñera es a apoyar cualquier solución del gobierno sin pensar. Si caemos en esto crearemos más Transantiagos y pocas soluciones exitosas a largo plazo. El peligro de fallar es grande cuando no se escucha a las voces disidentes, quienes piensan de manera diferente no sólo porque son de izquierda o porque les cae mal Piñera, sino porque tienen preocupaciones legítimas y fundadas en la mayoría de los casos.

La reconstrucción nos ofrece una oportunidad única de abrir el gobierno, de incrementar el desarrollo humano del país, y lo que es más importante, de renovar la manera en que se “hace política” en Chile. Esto último no es sólo necesario porque en Chile el poder se concentra demasiado en aquellos con acceso al proceso legislativo con resultados que a veces son desastrosos, sino que también porque esto nos permitirá ser líderes en Latinoamérica en lo que a participación ciudadana respecta.

El abrir el diseño de un plan verdadero e íntegro de reconstrucción a sectores que no están tradicionalmente sentados en el Senado o en La Moneda, no sólo beneficiaría a los chilenos, sino que también a los partidos políticos. Estos últimos tienen el deber para consigo mismos de adaptarse a la realidad en que vivimos en el siglo XXI, ya que hoy cada vez más ciudadanos tienen la posibilidad de exponer su frustración e ideas constructivas a una audiencia global.

Para los partidos no existe otra opción real que les ayude a mantener el poder: o siguen excluyendo las voces de grupos que pueden contribuir tanto o más que los senadores y ministros en el diseño de políticas públicas, o los poderes del estado terminarán actuando solos sin el apoyo de la ciudadanía y en un Chile en el cual a nadie le interesa participar. Muestras de esto último sobran porque el poder se concentra excesivamente en el estado.

Dejen que la gente cree soluciones, denles las herramientas y el apoyo y verán que los mejores arquitectos y constructores serán los mismos chilenos que lo perdieron todo, los jóvenes, y aquellos dedicados a solucionar problemas que tenemos hace años. Hoy, la sociedad civil y el sector no gubernamental -las ONGs, las juntas de vecinos, los gremios y asociaciones- son indispensables para crear e implementar soluciones.

Que despierten los partidos, senadores y ministros, ya que la globalización está aquí, seguirá creciendo, y al hacerlo, les seguirá quitando más y más poder y legitimidad a los poderes tradicionales. Esto no es malo, por el contrario, les ofrece una oportunidad de ganar corazones y de hacer el bien en el contexto de hoy. Hoy más que nunca, debemos aceptar que las soluciones reales vienen también vienen de abajo.

Por Felipe Cordero

Fotografía: Reuters/Iván Alvarado

Texto subido a esta web por (no es el autor):

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