Reportaje

Centro de detención Rocas de Santo Domingo: Cierto horizonte de justicia

En noviembre pasado, un par de hechos desenterraron lo acaecido en el antiguo balneario popular de la quinta región. La detención temporal del coronel (r) Cristián Labbé acusado de torturas y la permuta que el Ejército hará, con ese y otros predios, a Bienes Nacionales, en virtud del Acta de Chena IV. Una cautelosa esperanza se esboza entre quienes proyectan en el lugar un Parque de la Memoria, que incluiría una escuela de derechos humanos.

Por Daniel Labbé Yáñez

06/02/2017

Publicado en

Chile / Justicia y DD.HH / Portada

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Cristián Labbé 5Los acontecimientos tenían la misma locación. Cristián Labbé Galilea, coronel (r), era detenido en Valparaíso por una orden emitida por el ministro en visita Jaime Arancibia. Se le acusaba como autor de detención ilegal, secuestro y tormento en la persona de Cosme Caracciolo, referente histórico de la pesca artesanal que, hacia 1975, militaba en el MIR. Su cautiverio lo vivió en las cabañas del antiguo balneario popular, enclavado en las cercanías de la playa Marbella Norte (ver El Ciudadano 199).

Labbé fue dejado en libertad tras 48 horas y $50 mil de fianza pero Caracciolo anunció que, en las siguientes semanas, otros prisioneros se querellarían contra un oficial que, pese a la gravedad de las acusaciones en su contra, aún no conoce una sentencia de cárcel.

Precisamente, el predio de Rocas es uno de los que serán traspasados por el Ejército al ministerio de Bienes Nacionales, de acuerdo al Acta de Chena IV, un protocolo de acuerdo que involucra, además, al ministerio de Defensa. Según este documento, el ente militar permutará 41 terrenos, a lo largo de Chile. Entre estos, algunos significativos para la causa de la reconstrucción de la memoria. En el listado, al que tuvo acceso El Ciudadano, aparecen además los cerros de Chena, el terreno donde se emplazó el cuartel de la CNI en Punta Arenas y los tristemente célebres Escuela de Ingenieros y Cuartel Nº2 Tejas Verdes, de San Antonio.

Rocas es nuestro”, enfatiza Ana Becerra, antigua presa política, y presidenta de la Fundación por la Memoria de San Antonio. Su organización viene peleando hace años las 11 hectáreas de este predio, para levantar allí un parque por la memoria. De paso, han obstaculizado la pretensión del Ejército y el municipio local de venderlo a privados, destino que han corrido casi todos los -alguna vez- balnearios populares.

Entre los inmuebles que serán permutados, la dirigenta destaca también los Lotes A1, A5, la casa patronal y el parque de Bucalemu, en Rocas de Santo Domingo: “Mucho más gente fue asesinada y desaparecida en la dictadura. Son varios los casos de campesinos que vivían en las cercanías. Mucha gente tuvo miedo de declarar cuando fue el Informe Rettig, y tampoco a la comisión Valech”, señala.

Ana Becerra. Foto: Rens Veninga

Ana Becerra. Foto: Rens Veninga

Lo suyo es optimismo y realismo en porciones similares. De serles entregado en comodato el predio, quizás el parque esté disponible hacia 2020. Antes vendrían acciones como el levantamiento arqueológico y la construcción de dependencias, además de la decisión sobre la modalidad de administración. “Se requerirá mucho tiempo y recursos. Yo probablemente no lo vea”, dice.

Sobrevivientes

No sólo Becerra y Caracciolo pasaron por Rocas. Reconstruir su historia ha sido complejo, reconocen. Pero los testimonios emergen, gradualmente.

Sergio Vásquez Malebrán también militaba en el MIR, en Valparaíso, cuando ocurrió el Golpe. Estudiante de la Universidad Federico Santa María, logró mantenerse oculto en las semanas que siguieron gracias al auxilio de numerosas personas en diversos barrios y poblaciones. “Había que apechugar”, señala hoy. Su primera detención, por parte de marinos, ocurriría en octubre de 1973.

Distinta sería su segunda caída. El 25 de enero de 1975 fue capturado, en las cercanías del Sporting de Viña del Mar. Se trataba de una operación dirigida específicamente contra el MIR en la zona, ejecutada por la Agrupación Vampiro, perteneciente a la Brigada Caupolicán de la DINA, en colaboración con el Servicio de Inteligencia Naval y el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), cuyo centro era el regimiento Maipo. Semanas antes, Mónica Medina, “enlace” de Erich Zott,  jefe regional mirista, había caído en Santiago en una “ratonera”. “Ese fue el gran encuentro con la represión organizada, con la misión de destruir un partido”, evalúa hoy Vásquez.

En esos días, caerían detenidos no sólo Vásquez y su compañera, Miriam Aguilar sino además Horacio Carabantes, Fabián Ibarra y su mujer, Sonia Ríos; Sergio Veselly, Carlos Rioseco, Alfredo García, Abel Vilches, la joven argentina Lilian Jorge, Elías Villar y una docena de militantes.

Fue torturado con golpes y electricidad en el regimiento Maipo. Debido a las convulsiones, una de las huinchas con las que era sujetado a la parrilla se hundió en su talón izquierdo, causándole una herida grave. Junto a sus compañeros, fue trasladado al Cuartel Terranova (Villa Grimaldi) los primeros días de febrero. Allí fue sometido nuevamente a vejaciones y tormentos.

Sergio Vásquez

Sergio Vásquez

Probablemente, el 2 ó 3 de dicho mes, Vásquez fue subido, vendado y amarrado, al pick-up de una camioneta C-10, y junto a Vilches, García, Rioseco, Villar, Carabantes y Lilian Jorge, fue conducido a otro sitio. Al ser descendido del vehículo, pese a andar con chalas, sintió que el suelo le irritaba la herida. Era arena de playa. “Habíamos llegado a un lugar donde había mar y dunas. Estaba súper vendado pero la percepción era clara… Nos hacen caminar un trecho, no largo, y nos meten a una cabaña de madera, y nos amarran a un catre”, recuerda. Sin embargo, Abel Vilches logró desatarse y hace lo propio con él y Lilian Jorge. “Sólo se veía un poco de luz, entre los resquicios de la madera. Ahí me doy cuenta que estábamos dentro de una cabaña tipo A”, rememora. Al escuchar ruido, vuelven a amarrarse. Eran los agentes de la DINA que regresaban.

Probablemente, al día siguiente, el grupo es subido otra vez a una camioneta. Vásquez se encontraba en muy malas condiciones. A la fiebre y el dolor de la herida se sumaron vómitos. Mediante golpes, sus compañeros pudieron notificar a quienes conducían la camioneta. “Pararon. Era tarde, por lo que podíamos sentir, y nos dejaron tomar aire, y después de un rato, eso nunca se me olvidó, un tipo llama por radio y dice algo así como ‘Aquí Rocas de Santo Domingo llamando, queremos permiso para entrar’”, cuenta. El vehículo reanudó su marcha. Vásquez sospecha que fueron llevados a Valparaíso, al cuartel Silva Palma, por algunas horas.

Al igual que Caracciolo y otros detenidos, el hombre recuerda que durante su presidio escuchó voces de niños y mujeres en los alrededores. Se trataba de familiares de agentes de la DINA que veraneaban a metros de allí, en las cabañas aledañas al camino.

Tras 4 ó 5 días en ese sitio, Vásquez y los otros detenidos fueron trasladados nuevamente al Cuartel Terranova. Sólo él y Lilian Jorge sobrevivirían. Sus compañeros permanecen como detenidos desaparecidos hasta hoy.

Palimpsesto

Hace un par de años, Tomás Torres, estudiante de Arquitectura de la PUC, conoció el caso de Rocas de Santo Domingo. La temática no le era ajena. Desde muy joven había asistido junto a compañeros de colegio al parque de la memoria que hoy existe en Villa Grimaldi. Ñuñoíno como es, conoce también la historia del antiguo reclusorio de calle José Domingo Cañas.

Tomás Torres

Tomás Torres

Un compañero de carrera se interesó por el modo en que habían sido construidas las cabañas de Rocas. Una experiencia pionera en la edificación con paneles de madera, para optimizar tiempo. Pero no profundizó. “A mi me pareció impresionante como historia y es irrefutable el daño que se hizo al ocupar (el Ejército) las cabañas y luego demolerlas. Sólo con pensar en la medida de darles vacaciones a gente que no conocía el mar, como dicen algunos testimonios, es que era algo bueno”, señala. En una presentación del libro “El nacimiento de los cuervos” de Javier Rebolledo, tomó contacto con Miguel Lawner, el antiguo director de la CORMU, responsable de la construcción del balneario.

En septiembre de 2015 se acercó a la Fundación por la Memoria con una propuesta. Su proyecto de tesis es un parque educativo. “Me salió el concepto de palimpsesto. Es decir, tengo un terreno con unas huellas. Debo descifrarlas, qué levantaban. Ahora lo que nos toca es ver qué podemos dejar nosotros”, cuenta. Tras el beneplácito de la organización, su labor ha ido tomando forma. Ha realizado maquetas de las cabañas destruidas. Tiene claro que, probablemente, su empeño se bifurque en un proyecto para la universidad y otro, a debatir, por los miembros de la Fundación.

“Estoy pensando en un lugar de reflexión que no necesariamente te tire toda la información encima. Hacer algo más didáctico. Mis puntos son que el lugar no quede olvidado; darle vida, que se utilice; y que dure, proyectarlo más allá de lo inmediato”, dice el futuro arquitecto.

Esta historia continuará.

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