Christian Faure, detenido por saqueos en Conce: «La realidad en el sur fue distinta a lo que mostraron los medios»

Christian Faure es un joven universitario, como los muchos que estudian en el campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile

Por Cesarius

05/06/2010

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Christian Faure es un joven universitario, como los muchos que estudian en el campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile. A sus 23 años, cursa segundo año de Periodismo en esa casa de Estudios y lleva una vida que podría calificarse de normal, preocupado por sus notas y tranquilo. Sin embargo, hace un par de meses vivió el terremoto y sus consecuencias desde una arista que hasta ahora no ha sido tocada por los medios de comunicación.

En los días siguientes al terremoto que afectó a Chile, el 27 de febrero de este año, Christian fue acusado de saquear locales comerciales en Talcahuano y detenido. Mientras la Fiscalía buscaba procesarlo por acaparamiento en estado de catástrofe, los medios de comunicación transmitían en vivo el temor que sentían los pobladores de la zona frente al saqueo que parecía generalizado.

Las palabras de Christian son un elemento a tener en cuenta antes de forjarse una opinión sobre lo que realmente sucedió en la zona de Concepción en aquellos días.

-¿Dónde viviste el terremoto y los días posteriores?

-Lo viví en Talcahuano, en la población Diego Portales, donde llegué el 25 de febrero, para pasar los últimos días de mis vacaciones en la casa donde iba a vivir mi polola, que se fue a estudiar a Concepción. Con el terremoto se cortaron todo tipo de suministros, luz, agua, cerraron todos los almacenes, no había alimentos y nosotros pasamos los primeros días con algo de mercadería que nos quedaba de lo traído de Santiago. Era una situación de caos y había un clima de desesperación, de no saber qué hacer, no había comunicaciones, no se podía usar el teléfono, nada.

-¿Hubo saqueos en la población?

-Sí, hubo saqueos en los primeros días. Recuerdo que el Líder, la empresa Nestlé, y una bodega de la CCU, a tres cuadras de mi casa, fueron saqueadas, así como la Coca-Cola, Abastible y Lipigas. Cuando la gente se desesperó fue a sacar productos de primera necesidad, y yo, por lo menos a simple vista, no vi los mentados plasmas y electrodomésticos que se robaban tanto, aunque sí vi bebidas, comida, gas.

-¿Hubo violencia entre pobladores?

-Según lo que viví y lo que pude preguntar después en la cárcel, no. Todo fue paranoia colectiva. Los pobladores estaban desesperados por la supuesta llegada de turbas que venían a saquear supermercados desde otra población, pero nunca supe que pasara algo en ese sentido.

-¿La gente se organizó frente a lo que pasó?

-En la Portales, sobre todo cuando saquearon la CCU, la gente la veía por ellos mismos, pero sí conocí de otras poblaciones de la zona en que se organizaron hasta que llegaron los militares por lo menos.

-¿Se sintió mucho la falta de Carabineros?

-No, yo creo que no tuvieron un rol primordial en cuanto a la ayuda de las personas. De hecho, en muchas ocasiones, aumentaron el descontrol a diferencia de los bomberos que sí ayudaron, o la misma gente.

-¿Qué efecto tuvo en la población la llegada de los militares?

-El principal efecto que vi fue miedo, incluyéndome. Aunque algunas personas disfrutaban de un cierto alivio al saberse resguardado por una fuerza militar, el ver a tipos armados con armas de guerra recorriendo las poblaciones era algo que asustaba mucho. Para mí fue común escuchar balazos de ametralladora cuando estaba sentado en la escalera fuera de la casa, y sentir constantemente tu vida amenazada por tipos que iban en camiones por la ciudad no era algo que te permitiera tranquilizarte.

Tampoco ayudaron a solventar la situación, de hecho durante los primeros días se pusieron al servicio de las empresas, resguardando bencineras y cuidando las bodegas de las grandes empresas, pero nunca vi que los ‘milicos’ ayudaran a controlar un saqueo de casas, que era la excusa que usaron para mandarlos a la calle y que tampoco ocurrió.

-La llegada del Ejército ¿tuvo algún efecto positivo en la entrega de ayuda a la población?

-No vi ninguna ayuda de parte del Ejército, y es algo que pude comprobar después en la cárcel, cuando pude encontrarme con gente de gran parte de las ciudades de la región. De hecho, mi población fue considerada como población de saqueadores y cualquier supuesta ayuda que debería haber llegado, no llegó. Que es lo que pasó con todas las poblaciones catalogadas como conflictivas en Talcahuano, San Pedro, Chiguayante. La única ciudad a la que yo escuché que había llegado ayuda era el centro de Concepción. Nunca los vi con una caja de mercadería distribuyendo en alguna población.

Además, yo adentro vi a mucha gente que sufrió de los excesos de los efectivos militares, por marinos y son cosas que no se saben. La muerte, por ejemplo, de David Riquelme, es una muestra de lo que pasó, pero yo creo que hay incontables casos de excesos que  no se saben, según lo que vi en la cárcel.

-¿Cómo se desarrolló tu detención y la de tu polola?

-Nosotros fuimos detenidos el 9 de marzo en la tarde, de hecho nos estábamos preparando para irnos a Santiago con la gente que vivíamos en la casa, ya que se estaban restableciendo las comunicaciones. En ese momento nos encontramos con Fuerzas Especiales de Carabineros, principalmente de Santiago, recorriendo las poblaciones en busca de los supuestos saqueadores. En esas circunstancias entran a la casa, nos piden las llaves, el que estaba custodiándome me obliga a subir y encuentran botellas de bebidas que habíamos recogido el mismo día, cerca de un contenedor de basura.

Por esas bebida me llevan detenido, y a mi polola, por intentar defenderme. En la comisaría hacen una repartija entre los detenidos de todas las cosas que habían recogido en las casas para igualarnos a los seis. A mí me dijeron que era el de los copetes y me pusieron cajas de pisco, de ron, javas de cerveza etcétera. Al vecino que estaba conmigo le pusieron una máquina de cortar cecinas que encontraron en la calle y que pusieron como si él la tuviera. A Don Bernardo, que vivía a tres casas de la mía, le requisaron cosas con las que trabajaba porque vendía sopaipillas, sacos de harina, aceite, cosas que había comprado de Linares.

Primero nos acusaron de receptación de especies, pero luego pasó a acaparamiento de bienes en estado de catástrofe, que fue el motivo por el que pasamos desde el control de detención, que fue a puertas cerradas, en la misma comisaría y con una defensora regional que no daba argumentos, hacia la cárcel de El Manzano. A los seis nos dieron dos meses de prisión preventiva.

-¿Detuvieron a seis personas de la población?

-Cayeron más personas, pero en ese momento junto a nosotros eran cuatro y uno de ellos con antecedentes previos, por lo que  sigue preso.

-¿Cómo se desarrollan esos dos meses? ¿Cuales eran las condiciones en las que estaban presos?

-Hablando de mi vivencia, yo llegué a El Manzano II, que es la cárcel concesionada, y me llevaron al módulo 62, junto a aproximadamente 150 personas que estaban por el mismo delito. Las condiciones de la cárcel eran las previsibles para un lugar como ese. Nos soltaban al patio a las 10 de la mañana y nos encerraban a las 4 de la tarde en piezas de dos por dos donde tuve que vivir con tres personas más. No nos dejaban recibir comida, ni libros, y no había agua caliente.

El régimen era de tres comidas por día. El desayuno era leche y un pan, piedralumbre; y un almuerzo doble de arroz con una manzana y un pan ácido. Uno pasaba todo el día caminando de un lado a otro y conversando con el resto. Estábamos a merced de los gendarmes y sin vista al exterior, por lo que el ánimo decaía mucho. Estuve 13 días ahí, antes de ser trasladado a El Manzano viejo, ya que la cárcel de alta seguridad se estaba cayendo poco a poco y después de las réplicas iban surgiendo nuevas grietas.

-¿Cómo fue la situación en la cárcel vieja?

-El traslado fue con un operativo desproporcionado y en día de visita. Fueron 50 gendarmes fuertemente armados y con perros frente a 150 presos por saqueo en una situación caótica, en buses llenos y palos repartidos para todos. En un principio llegamos al módulo 5, que estaba desocupado porque era asqueroso, para después ser trasladados a diferentes módulos, dependiendo si uno era primerizo o no. En el segundo módulo, el 4, estuvimos junto a otros imputados, gente que estaba por homicidios, robo con violencia entre otros.

Como llegamos en día de visita, la tensión con los presos que estaban antes era evidente, debido al hacinamiento y las malas condiciones. Además que los cuarenta que llegamos al módulo estuvimos sentados en un rincón para no molestar mientras esperábamos que las familias de visita se fueran. Por suerte estuvimos en pisos apartados, porque a los reincidentes, y te digo gente que tenía delitos hace veinte años, los pusieron con los otros presos, y la cosa era mucho mas seria. Los golpes y palos entre presos eran peor. Yo, como primerizo, no lo enfrenté, pero conocí gente que lo pasó pésimo. O sea, peor que yo.

Nuestra situación mejoró porque teníamos acceso a cosas que no podíamos soñar en la otra cárcel. Podíamos tomar un mate o café, tuvimos cocinilla en algún momento, entraban libros. Pero a nivel represivo la cosa empeoró, los gendarmes llegaban dando palos a todos, al que estaba por un homicidio y al que estaba acusado de saqueos, en especial mientras estuvimos en estado de excepción.

-¿Pasaste el resto de los días en ese módulo?

-Sí, estuve 35 días en total. Trece días en la nueva y los otros 22 en la cárcel vieja, en el módulo 4. La convivencia fue mejorando poco a poco, pero durante el estado de excepción el trato de gendarmería era muy violento. El 29 de marzo hubo un apagón y muchos de los presos protestaron por el corte de luz, nosotros habíamos hecho una instalación eléctrica porque no teníamos luz en la pieza y como se cortó muchos empezaron a golpear los barrotes reclamando, lo que provocó un allanamiento terrible. Gendarmes entrando a las celdas con palos, esperando que alguien se moviera, debe ser la experiencia más denigrante y violenta de mi vida, no voy a olvidarlo jamás. Por suerte, después del estado de excepción la situación cambió y el trato de gendarmería mejoró llegando incluso a ser a veces casi ameno.

-¿Cómo fue tu proceso y tu liberación?

-A nivel judicial no nos levantaron la medida cautelar porque a pesar de mostrar todos mis papeles que demostraban que era estudiante universitario, que estaba becado y que tenía cartas de recomendación de profesores que son premios nacionales de Periodismo, fuimos considerados peligros para la sociedad. El juez, incluso, nos dio todo un discurso moral de que nos habíamos aprovechado de la situación, más aún en nuestra condición de universitarios.

Eso explica en cierta medida el nivel de escarmiento que querían demostrar, teniendo a los llamados saqueadores tanto tiempo en la cárcel. Después de esto nos llevaron a un juicio abreviado donde había que declararse culpables para no seguir presos durante otro mes más, por lo que nos condenaron a pena remitida, firmar durante un año y pagar las multas.

Es importante que la gente sepa lo que en verdad pasó en el sur. Mucha gente me pidió que diera a conocer lo que vivimos, que quede un testimonio de algo que no se ha informado en los medios, que sufrimos muchos y por lo que estuvimos presos más de un mes, lo que no se lo doy a nadie. Hubo gente que cayó por un kilo de sal, a ese nivel llegó la situación y se hace necesario dar una visión diferente a lo que hasta el momento se ha dicho sobre lo que pasó luego del terremoto.

Por Felipe Ramírez Sánchez

El Ciudadano

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