Justicia y Derechos Humanos

Jécar Nehgme: la muerte que cerró el oscuro y trágico proceso político, iniciado con la muerte de Allende el 11 de septiembre de 1973

La noche del 4 de septiembre de 1989, individuos de civil lo asesinaron cuando transitaba por calle Bulnes con dirección a la Alameda. La muerte se la adjudicó el Comando 11 de septiembre, el mismo que actuó en las muertes de la noche posterior al atentado contra la comitiva del dictador Pinochet.

Por Ángela Barraza

04/09/2015

Publicado en

Chile / Justicia y DD.HH

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jecar

Han pasado tantos años. Yo a penas tenía cinco cuando sucedió, pero recuerdo perfectamente el pesar de mis padres cuando, una noche de un 4 de septiembre (había sido un día lluvioso), se enteraron de la muerte de Nehgme. El aviso lo dieron, pasadas las 22 horas por la radio, antecedido del clásico «Cooperativa está llamando», cuando la emisora radial todavía no se convertía en lo que es ahora. Mis papás se abrazaron (ellos no tenían militancia política, pero sí eran de esos miles de chilenos que, cansados por las violaciones a los derechos humanos, simpatizaron con todo aquello que luchó por terminar con la dictadura) y lloraron juntos.

Yo entendía poco en ese entonces, pero podía adivinar la pena y la angustia que dejaba nuevamente la dictadura, a menos de tres meses de las elecciones presidenciales que abrían el proceso democrático chileno, utilizando a su equipo represor (la CNI) para asesinar a un hombre de política y que pudo ser quien le diera el «sustrato político de partido» al MIR.

Jécar Nehgme-fortín mapocho

Jécar Nehgme Cristi nació el 25 de marzo de 1961. Cuando tenía a penas 12 años, tuvo que sufrir la muerte de su padre, (de 32 años) quien era educador sanitario, profesor de salubridad en la Universidad de Chile en su sede Temuco, y funcionario del Servicio Nacional de Salud además de ser dirigente regional del Partido Socialista. Razones de sobra en octubre de 1973 para ser asesinado por la dictadura.

Con esa carga emotiva a cuestas -al igual que muchos chilenos- en 1979 entró a la Universidad de Chile, a estudiar la carrera de Historia.

Jécar Nehgme

Ya en la Universidad sufre las primeras persecuciones por ser un estudiante de oposición al régimen militar. En forma paralela a sus estudios, comenzó su militancia en el MIR, enfrentando múltiples detenciones y siendo torturado por la policía secreta de la dictadura militar.

En la universidad conoció a Águeda Saez Fick, con quien compartirá la militancia política, convirtiéndose en su compañera y madre de su único hijo.

A principio de los años 80, dirigió la Unión Nacional de Estudiantes Democráticos (UNED), rama del entonces «Frente Estudiantil» del MIR, luego fue dirigente del Movimiento Democrático Popular (MDP) y la Izquierda Unida (IU).

En 1987 protagoniza el quiebre del MIR cuando logra darle al partido, una orientación más política y social enfrentándose con Andrés Pascal Allende, quien defendía una tesis más militar e insurreccionalista para enfrentar al régimen de Pinochet.

La noche del 4 de septiembre de 1989, individuos de civil lo asesinaron cuando transitaba por calle Bulnes con dirección a la Alameda. La muerte se la adjudicó el Comando 11 de septiembre, el mismo que actuó en las muertes de la noche posterior al atentado contra la comitiva del dictador Pinochet.

Antes de que lo asesinaran, Jécar, que en ese momento tenía 28 años, sufría seguimientos constantes, habiendo testigos de que ello ocurrió el mismo día de su muerte. Su asesinato fue la última perpetrada por la dictadura en ejercicio.

Con la muerte de Jécar, se cerraba un oscuro y trágico proceso político en nuestro país, iniciado con la muerte de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

Tras un largo proceso la justicia logró determinar los autores del asesinato: el jefe metropolitano de la CNI, brigadier (r) Enrique Levy Araneda, el coronel (r) Pedro Guzmán Olivares y el capitán (r) Luis Sanhueza Ross. Sin embargo, la sentencia de los jueces los condenó sólo a tres años de «pena remitida» (libertad condicional) lo que provocó las protestas de familiares y organizaciones de Derechos Humanos.

Dicen que el proceso y la velocidad del olvido es inversamente proporcional a la relevancia que tuviste en vida. Es decir, que mientras más excepcional fuiste, más lento te olvidan; mientras que si pasaste sin pena ni gloria, tu memoria se diluye rápidito.

Jécar NehgmeHan pasado ya 26 años del asesinato de Jécar Nehgme y, al menos yo, siento que fue importante; por eso me doy a la tarea de recordarlo. Por eso creo que es importante volver a contar quién fue, en estos tiempos en el que están sucediendo cosas que huelen a mano negra, a empresarios capaces de cualquier cosa porque les tocaron sus billeteras con estas reformitas que andan dando vueltas; huele a podredumbre de ejecutados y desaparecidos que se niegan al olvido mientras no haya justicia y aparecen sus nombres en investigaciones periodísticas, en libros que están siendo publicados, en procesos judiciales que se abren para encarnarse por las noches en las pesadillas de los torturadores.

El 11 de septiembre se acerca. Este año se cumplen 41 años del golpe.

A los 40 años, parecía una moda el conmemorar. Todo era «los 40 años».

A los chilenos nos encantan las cifras cerradas; sin embargo, en tiempos como los vividos este 2015, con toda la corrupción que hemos visto, la memoria se vuelve más urgente, sobre todo con esto de la movilización de los camioneros, con los rumores de que la presidenta es «borracha», de que la moneda está acéfala, de que sube el desempleo, de que la delincuencia es pan de cada día, ahora que se va a legislar y a aprobar el control preventivo de identidad  y, sobre todo, cuando la palabra «terrorismo» se está instalando nuevamente en nuestro lenguaje y se criminaliza todo aquello que suena a movimiento social.

Ya pasamos por todo eso y las consecuencias fueron nefastas. Por eso es urgente recordar y recordar lo bueno. Nehgme era un hombre de diálogo, de unidad y de luchas conjuntas. Eso lo tenemos que recuperar. No puede ser que nos estemos escupiendo a la cara porque otros necesitan de nuestra desunión, para mantenernos agresivos, asustados y cabizbajos.

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