La represión como límite

En columna exclusiva para El Ciudadano, Raúl Zibechi y Decio Machado rechazan la opresión porque "no es más que la antesala de una salida por derecha de la crisis actual".

 

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Para la gente de izquierda, en todo tiempo y lugar, la represión fue siempre un punto de inflexión, una línea roja que no se debe cruzar. Desde siempre la gente de izquierda rechaza que cualquier Estado, del color que sea, pueda cruzarla sin levantar la voz, sin colocarse, incondicionalmente, del lado de quienes sufren represión.

El presidente Rafael Correa cruzó una línea que lo coloca del lado de tantos gobiernos opresores de nuestro continente. Por ejemplo, el caso del Estado de Chile. Este ha reprimido un sinnúmero de veces las protestas del movimiento estudiantil, quienes luchan por una educación gratis, de calidad y digna; otra arista, en este mismo país, es la brutal represión de efectivos policiales contra el Pueblo Mapuche, cuyas comunidades indígenas exigen la devolución de tierras ancestrales usurpadas por colonos latifundistas.

Rafael Correa cruzó esa línea de un modo muy perverso: usando nuestro lenguaje, los modos y estilos que utilizan los movimientos populares y partidos de izquierda, pronunciando palabras como revolución, cambio, justicia social y tantas otras cuyo sentido es violentado en el momento que se inicia la represión.

El régimen que encabeza Correa está mostrando, en su furiosa reacción al paro encabezado por las organizaciones indígenas y sindicatos de trabajadores, su verdadero carácter: un nuevo modo de dominación, donde las políticas sociales pretenden acallar a los movimientos para lubricar el mismo modo de acumulación basada en el despojo y la violencia contra la naturaleza y las personas.

En Ecuador no hay ninguna revolución en marcha desde el poder estatal, sino la profundización del modelo extractivo, la dependencia creciente del mercado capitalista global, lo que requiere un reposicionamiento autoritario del Estado y de los modos de gobernar. Lo que está sucediendo, es consecuencia directa de este modelo: la caída de los precios del petróleo no hizo sino disparar una crisis que los de arriba pretenden sea pagada por los de abajo.

Nuestro apoyo incondicional a los sectores populares organizados en movimientos. Nuestro rechazo a la represión que no es más que la antesala de una salida por derecha de la crisis actual. Sólo la acción decidida y autónoma de los movimientos puede inclinar la balanza hacia soluciones populares y de izquierda.

 

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