Testimonios de mujeres y niñas cautivas por el Estado Islámico: los terrores que temen contar

Amnistía Internacional emite informe sobre las experiencias terroríficas que han vivido mujeres y niñas de la minoría étnica yazidí, perseguida por el Estado Islámico en Irak. Los relatos de las mujeres muestran la brutalidad de los delitos y la complejidad de su situación, mientras que las que logran escapar del grupo armado, se encuentran atrapadas en el estigma que provocan casos de violación en su comunidad.

yazidi mujeres

Hoy en día, la organización Amnistía Internacional publicó un informe con testimonios de mujeres yazidíes que lograron huir de territorios iraquíes ocupados por el Estado Islámico (EI). Las aterradoras prácticas del grupo armado han llamado la atención del público internacional desde que la organización comenzó a emitir documentación sobre sus hechos.

La tortura, incluyendo la violación y otras formas de violencia sexual que sufren las mujeres y niñas de la minoría yazidí de Irak que fueron secuestradas por el grupo armado autodenominado Estado Islámico (EI), manifiesta el salvajismo del régimen de la organización, señaló Amnistía Internacional.

El informe emitido por la organización se centra específicamente en los delitos cometidos por el grupo EI. Cabe recordar que la violación y la violencia sexual en un conflicto bélico no es cultural, religioso, ni sexual. Es únicamente un acto criminal que no se puede justificar. Es una herramienta de guerra que tiene como objetivo destrozar a las mujeres, las familias y el tejido social del “enemigo”, es decir, el pueblo del enemigo percibido. La violencia sexual en los conflictos armados es una táctica racional de guerra, la cual busca intimidar y en algunas instancias cambiar la composición étnica de una población.

“Cientos de mujeres y niñas yazidíes han tenido sus vidas destrozadas por los horrores de la violencia sexual y la esclavitud sexual como prisioneras del EI», señaló Donatella Rovera, asesora de crisis de Amnistía Internacional, que habló con más de 40 mujeres anteriormente detenidas en el norte de Irak. “Muchas de las personas recluidas como esclavas sexuales son menores de edad, niñas de 14, 15 años e incluso más jóven. Los combatientes del EI están utilizando la violación como arma en ataques, [este método] constituye un crimen de guerra y crimen contra la humanidad”.

Las mujeres y niñas entrevistadas por la organización son unas entre miles de yazidíes de la región de Sinjar en el noroeste de Irak que sufren una ola de limpieza étnica por parte los combatientes del EI. Desde agosto de este año el grupo armado ha lanzado una ofensiva dirigida hacia los pueblos de minorías étnicas y religiosas en la zona. Los horrores vividos en cautiverio del EI han dejado a muchas mujeres y niñas tan severamente traumatizadas que algunas tratan de suicidarse por miedo a ser violadas nuevamente. Varios testimonios cuentan sobre niñas y mujeres que suicidaron mientras se encontraban en privadas de libertad.

“Éramos 21 chicas en una habitación, dos de ellas eran muy jóvenes, entre 10 y 12 años. Un día nos dieron ropa que parecían trajes de danza y nos dijeron que teníamos que bañarnos y usar esa ropa. Jilan se suicidó en el baño. Ella cortó sus venas y se ahorcó. Ella era muy hermosa. Creo que ella sabía que iba a ser llevada por un hombre y por eso se suicidó,” contó una mujer de 20 años que huyó de la ciudad de Mosul.

Los familiares temen que las mujeres y niñas que lograron fugarse del EI, puedan suicidarse debido al trauma que les causó el período de cautividad.

“Mi esposa tiene ataques de pánico y no puede dormir. No puedo dejarla sola porque temopor su seguridad. Si no puedo estar con ella aunque sea por poco tiempo, me consigo a alguien que pueda estar con ella «, dijo el esposo de una mujer de 19 años de edad que escapó del grupo armado.

“Las mujeres y niñas solteras fueron separadas  desde el principio de las mujeres mayores y de las que tenían hijos. En primer lugar se centran en las chicas jóvenes, las niñas bonitas y guapas. Ellas fueron las primeras en ser apartadas,” señaló una de las que alcanzó a huir a Amnistía Internacional. Dado esto, muchas de las mujeres encerradas trataron de convencer a los militantes de que ya habían sido casadas con otro hombre o que tenían hijos.

Según los testimonios de las mujeres, la mayoría de los perpetradores son combatientes del EI de ciudadanía iraquí y siria, se cree que también participan simpatizantes del grupo en el trato y violación de las mujeres. Según varias ex-prisioneras, fueron encarceladas en las casas de las familias de sus captores, donde vivían con las mujeres, padres e hijos de los militantes.

“Los hombres vinieron varias veces para quitar algunas de las chicas. Aquellas que se resistieron fueron golpeadas, incluso con cables eléctricos en algunos casos. No tenía miedo de los golpes, pero no podía soportar la idea de que pudieran atacar mi honor. Nos dijeron constantemente que nos veríamos obligadas a casarnos o ser vendidas a algunos hombres,” cuenta una de las mujeres que logró fugarse.

Aparte de haber sido violadas, vendidas y maltratadas, las mujeres yazidíes se enfrentan a una situación problemática al ser reunidas con familiares de los militantes, si es que logran escapar. De acuerdo a las costumbres yazidíes, no se acepta el matrimonio con personas de otras religiones, tampoco las relaciones sexuales fuera de matrimonio. Tales prácticas se consideran una vergüenza para toda la familia, y en el pasado las mujeres y niñas sospechosas de estos actos han sido víctimas de feminicidios (homicidios perpetrados por razones de género) llamados “crímenes de honor”.

Cuando las primeras mujeres yazidíes desertaron de la privación de libertad en agosto, el líder espiritual yazidí, Baba Sheikh, hizo un llamado al pueblo para no castigar o condenar a las mujeres por violencia sexual y los matrimonios forzados que sufrieron por parte del EI. Muchas de ellas también fueron obligadas a convertirse al Islam, y rechazar su religión. A pesar de esta declaración, el estigma permanece.

Muchas de las mujeres temen hablar sobre los terrores que han vivido con el EI, por miedo de que sus familias las van a rechazar, juzgar o castigar. Esto resulta en que muchas de ellas no pueden acceder a terapias o tratamientos médicos que se ofrece por parte del Gobierno Regional de Kurdistán u organizaciones humanitarias. Unas de las niñas contó a Amnistía Internacional que fueron violadas pero no podían contarles a sus familiares por miedo a ser rechazadas.

“El Gobierno Regional de Kurdistán, la ONU y otras organizaciones humanitarias que están proporcionando servicios de apoyo médico y de otro tipo para las sobrevivientes de la violencia sexual deben intensificar sus esfuerzos. Deben asegurarse de que están funcionando con rapidez y de forma proactiva tratando de llegar a todas aquellas que puedan necesitar sus servicios, y que las mujeres y  niñas son conscientes de la ayuda que se les ofrece”, señaló Donatella Rovera de la organización.

Aunque el tema de los abusos sexuales en forma reiterada por parte del EI son reconocidos por la comunidad yazidí, Amnistía reporta que los entrevistados del pueblo, hombres y mujeres, reclaman que sus familiares no han sufrido violación y violencia sexual. Esto puede reforzar la estigmación que viven las mujeres, como no pueden compartir sus experiencias de violencia por temor a avergonzar a sus familias, las cuales constituyen su principal apoyo.

Aprobada en el año 2008, la resolución 1820 de la ONU reconoce que la violencia sexual en los conflicto bélicos es una táctica de guerra. La violación cometida durante la guerra es a menudo realizada con la intención de aterrorizar a la comunidad, romper familias, destruir la sociedad y, a veces, cambiar la composición étnica de la próxima generación. En algunas instancias se viola también para infectar deliberadamente a las mujeres con el VIH o destruir sus órganos reproductivos, con fines de restringirlas de tener hijos futuros.

En octubre del año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución histórica 1325 sobre mujeres, paz y seguridad, que vinculan las experiencias de las mujeres de los conflictos de la agenda internacional de la paz y la seguridad, reconociendo su papel de pacificación, así como el impacto desproporcionado del conflicto violento en las mujeres.

Sandra Segall
El Ciudadano

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