«Fifís», «escuálidos» o «cachacos», los desclasados de Latinoamérica

Los movimientos progresistas latinoamericanos han desempolvado terminologías que apuntan a señalar a la población que no se siente identificada con la identidad propia de su país sino con la cultura de la metrópoli hegemónica

Los movimientos progresistas latinoamericanos han desempolvado terminologías que apuntan a señalar a la población que no se siente identificada con la identidad propia de su país, sino con la cultura de la metrópoli hegemónica.

Sean «fifis» en México, «escuálidos» en Venezuela o los «cachacos» colombianos, representan a un porcentaje de la población que apuesta por una ideología neoliberal basada en el individualismo, la competencia, el elitismo y el racismo.

Este enfoque colonialista ha intentado justificar, en los Gobiernos de derecha de la región, la corrupción, la privatización y la exclusión de más del 80 % de la población sumiendo a esta mayoría a la exclusión social.

En tanto que la palabra «fifí» no se refiere a la clase media, a los blancos o a los opositores, sino a quienes desprecian al pueblo. No se refiere a una clase social, sino a una perspectiva clasista y a una enorme resistencia al cambio.

Los «escualidos» son los opositores al gobierno bolivariano en Venezuela, desprecian al pueblo llano al quen consideran un grupo de desdentados, mal vestidos, marginales (los que viven en el espacio geográfico de la periferia de las ciudades principales).

Por su parte, se denomina «cachacos» a los naturales de la ciudad de Bogotá, descendientes de bogotanos. Si bien popularmente el término cachaco tiende a ser usado para referirse a los capitalinos, nacidos o influenciados por la cultura y la moda de la ciudad durante la primera mitad del sigo XX, se caracterizaban por ser un grupo social que se distinguía por su elegancia y rigor al vestir y por su dialecto.

En contraposición al «cachaco» se encuentra el bogotano hijo de foráneos, se le llama rolo, y generalmente se usa este último término de forma despectiva por parte de los otros colombianos.

En México, no es un grupo social, es un movimiento naciente, donde los medios «fifís» se han dedicado a distorsionar la importante referencia histórica en que se basa el presidente Andrés Manuel López Obrador para utilizar este término.

Los «fifís» de México, al igual que los «escuálidos» y los «cachacos», son quienes desde hoy le apuestan a la violencia, la mentira y el conflicto; son quienes se asustan frente a los ríos de caras alegres que aplauden y vitorean a los líderes progresistas emergentes.

Pueden ser ricos o pobres, blancos o morenos, hombres o mujeres. Lo que los une no es su clase social o su apariencia física, sino su ideología.

En contraste al modelo de dominación impuesto desde la colonización española se propone otro modelo de desarrollo basado en los intereses colectivos, la solidaridad, la honestidad, la democracia y la igualdad.

Quienes ven esta nueva ideología como una amenaza a sus intereses y a sus bolsillos, quienes ven el empoderamiento de los pobres como un desafío a sus privilegios en lugar de una oportunidad para crecer juntos: esos son los «fifís», «escualidos», «cachacos».

Foto: Web

Son, al final de cuentas, fieles seguidores de la ideología de Donald Trump.

Ahora bien, algunos se asustan por la utilización de estos términos. Dicen que divide al país cuando lo que hace falta es unidad, pero ¿cuándo ha habido unión en nuestros países?

Añoran, al parecer, los discursos vacíos e hipócritas de los anteriores presidentes, entreguistas quienes se llenaban la boca con discursos de amor y paz pero, en los hechos, se dedicaban a construir un régimen de privilegios.

¿Quiénes hablan de división en latinoamérica?

Los que han invisibilizado a los indígenas, a los afrodescendientes, a los pobres y a todo aquel que no sea igual al ideal impuesto por el sistema apresor.

¿Cómo nos dividen? por color de la piel, por el sexo, por la condición sexual, por las discapacidades, por las diferencias sociales, por las diferencias económicas, por los niveles profesionales.

Al final, nos preguntamos ¿son los gobiernos progresistas los que han impuesto todos estos parámetros de división con los que nos miden como pueblo?

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