Derechos Humanos en la región

Argentina: murió el dictador Bignone, último presidente de facto trasandino

Bignone fue el cuarto y último dictador de la zaga iniciada por Jorge Videla en 1976. Asumió el 10 de julio de 1982, días después del fin de la guerra de Malvinas.

El último dictador argentino, Reynaldo Benito Bignone, murió ayer a sus 90 años y con diez condenas por delitos de lesa humanidad en el haber.

El militar que confesó que la tortura fue aprobada por la Iglesia Católica y que antes de colocarle la banda presidencial a Raúl Alfonsín ordenó destruir los documentos elaborados por la burocracia del Estado terrorista murió en el Hospital Militar sin aportar un solo dato sobre el destino de sus víctimas.

Sin embargo, pero no pudo evitar una catarata de sentencias por su responsabilidad en secuestros, torturas y asesinatos, su participación en el Plan Cóndor y en el plan sistemático de apropiación de bebés, informó Página 12.

“La muerte se quedó sin su último jefe”, resumió la organización Hijos Capital. “Su familia sabe la hora, los motivos y el lugar de su muerte. También podrá decidir dónde despedirlo. Las miles de familias de las víctimas de Bignone, no”, destacó.

Bignone fue el cuarto y último dictador de la zaga iniciada por Jorge Videla en 1976. Asumió el 10 de julio de 1982, días después del fin de la guerra de Malvinas, en reemplazo del ideólogo de esa trágica aventura, Leopoldo Galtieri.

En 1983 le tocó llamar a elecciones cuando la derrota en el Atlántico Sur, sumada a la debacle económica y la creciente resistencia popular, pusieron en jaque al gobierno militar. Antes de entregarle los atributos presidenciales a Alfonsín, se esmeró en garantizar la impunidad propia y ajena mediante un decreto que ordenó destruir los archivos de la represión ilegal y otro decreto de “amnistía” y “pacificación nacional”.

Cuando aún reinaba la impunidad, entrevistado por la periodista Marie Monique-Robin, admitió 8 mil desapariciones aunque asignó 1500 al gobierno previo al golpe. Explicó que los instructores franceses enseñaron a los militares argentinos el método del secuestro, la tortura y la ejecución clandestina y aseguró que el Episcopado aprobó esa práctica.

Tampoco se privó de arengar a los apologistas de la dictadura. En 2006 le envió una carta a una agrupación llamada “Argentinos por la Memoria Completa”, en la que elogió a sus integrantes como “modernos Quijotes”, los convocó a “arremeter” contra quienes “cargados de odio deformaron la moderna historia argentina” y les dejó un encargo macabro: “Terminen lo que nosotros no pudimos terminar”.

Recién en abril de 2010, con 82 años, pasó su primera noche en una cárcel, cuando el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín lo condenó a un cuarto de siglo de prisión por medio centenar de secuestros y torturas cometidos por sus subordinados de Campo de Mayo cuando era jefe del Estado Mayor del Comando de Institutos Militares.

“Nos vemos obligados a soportar las fotos de las supuestas víctimas”, provocó a los familiares de los desaparecidos al hacer uso de sus últimas palabras. “Ante la agresión terrorista, la Nación empeñó a sus fuerzas armadas para aniquilar al terrorismo subversivo”, dijo. Luego cuestionó la cifra de treinta mil víctimas, negó el plan sistemático de apropiación de bebés y agregó que la figura del desaparecido tiene “otra significación en la guerra irregular”, recuerda el diario trasandino anteriormente citado.

 

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