Pobreza extrema en la región

La inhumana forma de vida en un barrio argentino montado sobre la basura

A pocos metros de un moderno relleno sanitario, la insólita villa 8 de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, demuestra que nada es imposible: pobreza extrema, olor nauseabundo y los estragos de la droga. (Fotos: Leandro Lutzky)

Por El Ciudadano Argentina

02/10/2017

Publicado en

Argentina / Latinoamérica

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«¡Es acá!», grita el chofer del colectivo 670, que partió desde la estación de tren en la localidad de José León Suárez, provincia de Buenos Aires, para indicar la llegada al barrio Libertador.

Apenas bajar, dan ganas de volver a subir al transporte: el olor es fuerte y horrible al mismo tiempo, y eso que faltan unas tres cuadras para llegar al destino. La pobreza apesta.

Una canchita de fútbol de tierra —en Argentina la llaman ‘potrero’— da la bienvenida al asentamiento. De esta clase de escenarios, repetidos en muchos barrios humildes del país, salieron estrellas del deporte mundial, como Diego Armando Maradona, el mejor futbolista de la historia.

El lugar se llama 8 de Mayo porque en esa fecha de 1998 sus habitantes tomaron las tierras: «Somos parte de las villas más nuevas, que llegaron con las crisis de los ’90 y 2001», explica Teresa Pérez, quien trabaja en el centro comunitario de la zona.

Antes de eso, el lugar funcionaba como uno de los tantos basurales clandestinos que hay en el partido de San Martín. Después, el barrio y sus familias se instalaron, literalmente, sobre los desechos. «Se aguantó con carpitas encima de la basura, hasta que se fueron armando casillas de madera», relata.

Actualmente, tal como destaca Rt en español hay 9.000 vecinos viviendo en los desperdicios, en su mayoría paraguayos y argentinos, a partes iguales. De todas formas, pertenecen a la misma patria: las sobras de un sistema que salió mal, en un rincón olvidado de la nación.

Salvo por un geógrafo francés que está estudiando el territorio, en una especie de safari por la pobreza sudamericana, no hay presencia de turistas a la vista, y no se escucha a nadie hablar en inglés. Por el contrario, la segunda lengua allí es el guaraní, un idioma indígena presente en Paraguay y algunas provincias de Argentina.

Los niños juegan y corren descalzos en las calles de tierra; hay pequeños por doquier. Ni el contexto más adverso o la miseria extrema son impedimentos válidos para que los chicos se diviertan. Sin embargo, solo ellos se ríen.

Enfermos de pobreza

Aunque los gritos infantiles contrasten con un escenario lúgubre, la realidad es bien dura para los adultos, o para aquellos niños que maduraron de golpe. Sería imposible plasmar en un artículo todos los conflictos de 8 de Mayo, pero Pérez resume: «Muchos vecinos tienen pozos y el agua no está limpia. Hay un montón de nenes rehumildes que no tienen ni baño». También destaca que «los principales problemas de salud están acarreados por la falta de higiene», y puntualiza: «En invierno se enferman todos, porque viven en condiciones precarias».

Muchas de las viviendas «no tienen piso, es todo barro», le cuenta Teresa a RT, y opina: «Las mamás hacen un trabajo infernal, es muy difícil tener pibes en una casilla». Para la militante social, una de sus grandes preocupaciones es conseguir donaciones, sobre todo abrigos. Lavar la ropa en este sector de la provincia es una verdadera hazaña, la suciedad está en todos lados.

¿Acaso los vecinos no perciben el aroma nauseabundo? «¿Qué aroma?», bromea Jesús Amengual, otro de los activistas que perdió el olfato. Las condiciones en las que viven los habitantes producen micosis, asma, hongos y «el clásico»: forúnculos en la piel, entre otras enfermedades típicas del lugar.

«Los pibes tienen piojeras, como en todo barrio humilde», agrega Pérez, mientras camina entre las casillas y es saludada por los chicos. «A una nena se le posó la mosca de los gusanos, le tuvieron que sacar 22 gusanos de la cabeza. Casi se nos muere», recuerda.

Ni el mejor sociólogo del mundo podría graficar de más auténtica manera la pésima distribución de la riqueza. Mientras tanto, compañías como Fleg Trading y Kagemusha, en las que el presidente Mauricio Macri tenía participación, son investigadas en la Justicia local por presunta evasión impositiva.

La información —sobre Fleg Trading— se conoció tras la histórica filtración periodística de los ‘papeles de Panamá’, donde se difundieron datos de miles de empresas radicadas en el país de América Central, es decir, un paraíso fiscal. ¿Cuánto dinero recaudaría el Estado si los ricos no escondieran sus fortunas? Lo suficiente como para hacer obras de infraestructura en este asentamiento periférico, y mucho más.

En la villa no hay escuelas ni hospitales cercanos, cuando hay emergencias se las tienen que ingeniar: «De noche no entran las ambulancias ni los remises», comenta. Sin embargo, la convivencia entre la Policía y el narcotráfico es lo que más aterra a los vecinos. Una joven —por motivos de seguridad se mantendrá su anonimato— contó: «Todos sabemos que en el fondo venden droga, los efectivos pasan por acá y nada». En lo que va del año, ya tienen cinco fallecidos vinculados a este negocio, que parece asentarse cada vez más: «Antes no se veía esto».

Sobre las muertes relacionadas con la venta de drogas, la fuente explica: «A uno lo asesinaron en la esquina del comedor comunitario hace un mes. Los pibes se aterran. Cuando pasa eso, algunos creen que mataron a sus padres, porque también están metidos. Unos se esconden, otros lloran, es una secuencia cada vez más frecuente». La mujer relata que en el barrio hay «muchos problemas de consumo, principalmente en los padres», y opina: «Los pibes no tienen la culpa, tenemos que garantizar los derechos de su infancia».

Además, la vecina se explaya sobre el trasfondo del conflicto: «La droga se fue de control, y más acá, en el partido de San Martín, que está al lado de Zona Norte —así llaman a los distritos que están al norte de la capital—, la más pudiente del país, donde se distribuye la ‘falopa’ [droga]. Eso te descompone toda la cadena social. Acá hay pibes con problemas de nacimiento, fueron gestados tras conflictos con drogas de sus madres».

Por otro lado, hace fuerte hincapié en la asistencia psicológica que necesitan muchos chicos debido a las situaciones traumáticas que sufren, simplemente por no haber sido hijos de padres con una mejor condición económica. Algunos lo llaman meritocracia. Hablar de ‘padres muertos o presos’ no es algo extraño para quienes transitan su infancia en 8 de Mayo. Mientras dialoga, en una de las veredas hay un niño de unos 11 o 12 años jugando con un pájaro sin vida. «Iba con su papá, agarrado de la mano, cuando le pegaron tres tiros: tenía cinco añitos y lo vio morir», cuenta la vecina. Todo muy normal.

Mientras tanto, «la Procuraduría General de la Nación abrió un atajo judicial en San Martín por la alta cantidad de causas penales». Sin embargo, «solo agarran a los perejiles», es decir, los pequeños vendedores, el último eslabón de la cadena.

«Eso nos trae más problemas, porque tenemos que estar defendiendo al pibito, soldadito del narco, porque no le dieron otra opción. Nuestra primera tarea es reconstruir el tejido social». Teresa cuenta un claro ejemplo: «Cuando hay un problema de drogas, nos estamos matando entre nosotros. Hubo un caso en febrero y le tuvimos que pagar el abogado a uno y el velorio a otro. Estamos en el medio, porque se pelean entre pibitos».

Para combatir a los cárteles de la droga, en México se conformaron los Grupos de Autodefensa Comunitaria, que al margen del Estado reclutaban a ciudadanos comunes altamente armados, liderados por el famoso doctor José Manuel Mireles Valverde.

En el humilde barrio 8 de Mayo, al Cono Sur del continente, si bien están lejos de organizarse para esta clase de enfrentamientos, M.G. admite que «casi todos tienen fierros [armas]», y explica los motivos: «Están recansados de que les roben, piden seguridad, pero viene la Policía por la droga y la plata». De todas formas, para ella la alternativa es «organizarse comunitariamente y expulsar la venta del barrio».

Según su relato, el último de los tiroteos tuvo a la fuerza de seguridad como protagonista. Buscaban a un chico. Muchos entraron al centro comunitario gritando que «los apuntaban con metralletas», y suma: «Entraron con ithacas —un tipo de escopeta— al barrio, que está lleno de chicos en la calle. Cuando hay un operativo policial, es como un circo. Caen con drones, patrulleros, helicópteros, para agarrar a unos pibitos. Tienen que desarmar la red. Hoy las pibas adictas se prostituyen. La violencia nos cría y nos mama».

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