La experiencia de inaugurar la pequeña bibiloteca "Gabriela Mistral"

De Chile a la sierra de Puebla: el legado de una poeta

La estancia de Lucila Godoy Alcayaga, (Gabriela Mistral), es parte de la memoria colectiva; quienes viven ahí, no se olvidan de su paso por la comunidad de Comaltepec

Por Flor Coca

11/07/2021

Publicado en

Cultura / México / Portada / Puebla

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Comaltepec es una pequeña comunidad que pertenece al municipio de Zacapoaxtla, en la sierra norte de Puebla. Es ésta una población con historia, que los habitantes del lugar se han encargado de mantener viva por medio de la tradición oral. Es una labor que han llevado a cabo algunas familias, entre ellos la que forman los hermanos Vergara Sotero, quienes se enorgullecen de su pasado indígena y de quienes han defendido su tierra y su país, como uno de los “tres Juanes de la sierra norte de Puebla”; el General Juan Francisco Lucas García, quien, como capitán del 6º. Regimiento, combatió a los franceses en la batalla del 5 de mayo de 1862, en Puebla.

Hace años, algunos, fui invitada a Comaltepec, para inaugurar una pequeña biblioteca. La invitación vino de parte de uno de los hermanos Vergara, Ramón. Era el mes de abril de 2008 y recibí de todos ellos, Ramón, Elodia y su familia, un trato fraterno que hasta ahora existe, por participar junto con ellos en esta celebración.

La invitación era para hablar de una mujer que dejó una profunda huella en esa pequeña comunidad. Lucila Godoy Alcayaga, conocida en todo el mundo como Gabriela Mistral. Ese nombre llevaría la biblioteca.

A los 16 años emerge una maestra rural

Lucila nació en una provincia chilena, Vicuña, el 7 de abril 1889. Aunque sus padres la llevaron de niña, a los 3 años a vivir en Montegrande, lugar que habitó hasta los 9 años y que consideraba su lugar de nacimiento. A los 16 años decide dedicarse a la misma profesión que su padre, maestra rural. Comienza a dar clases como ayudante en la Serena, en la escuela de la Compañía Baja, al mismo tiempo que mandaba colaboraciones escritas al diario de Coquimbo. Para ella la educación representaba la esperanza de salvar a la niñez de la pobreza.

En su país, Chile, comenzó un largo viaje de 11 años, por distintas provincias para enseñar a los niños. Comenzó en Traiguén, pasó por Antofagasta, Punta Arenas, Temuco y Santiago.

En 1914 decide participar en los Juegos Florales de Chile con los Sonetos de la muerte, que nacieron del dolor por la pérdida de su prometido, quien decidió quitarse la vida. Estos sonetos son premiados con la flor natural y la medalla de oro y publicados en 1922 en Estados Unidos. Ese mismo año, el gobierno mexicano invita a la poeta y maestra, a visitar México. El interés era mutuo, ya que José Vasconcelos, quien realizó una gran labor al frente de la Secretaría de Educación Pública, quería incluir en todos sus planes de educación a los niños indígenas. Gabriela Mistral, ya tenía 15 años trabajando como maestra en Chile y también quería visitar México.

Invaluable aportación a México

Durante su estancia en nuestro país que duró cerca de 2 años, fundó una escuela que ahora lleva su nombre. Colaboró en la organización de varias bibliotecas. Y por supuesto, escribió.  Escribió para las mujeres, escribió para los niños, escribió para los héroes.

En 1923 es invitada por un grupo de maestros rurales de Zacapoaxtla. Llega con mucho entusiasmo a la sierra de Puebla y ahí se instala. Le dan la bienvenida Dolores Arriaga, quien tenía ya 50 años como docente y es ella la que inspira a Gabriela Mistral su poema “A la maestra rural”. También Rafael y Fausto Molina Betancourt, además de Natalia Arriaga, son algunos de los docentes que la conocieron y acompañaron en su andar por la sierra.

En la memoria colectiva

Al igual que el General Juan Francisco Lucas, la estancia de Gabriela Mistral es parte de la memoria colectiva, quienes viven ahí, no se olvidan de su paso por la comunidad de Comaltepec.

Ese abril de 2008, llegué a este lugar serrano preparada con un escrito sobre la vida de la gran poeta. Había mucha expectación. La fecha era muy importante, porque se celebraban los 119 años de su nacimiento.

El auditorio estaba lleno y entre los invitados especiales estaba Don Leónides Cabrera Mitre, el cronista de la ciudad. Un hombre dedicado a las artes, quien podría haber triunfado como cantante, pero decidió regresar a su tierra, para en más de un ciento de documentos conocidos, dejar escrita la historia de Zacapoaxtla. Y también, seguir cantando.

Cuando iba a comenzar a leer, se fue la luz. Todos se pusieron nerviosos. Me trajeron una vela que quedaba un poco lejos de mi y decidí hablar y tratar de ver los rostros de quienes querían escuchar más detalles de la vida de la primera mujer latinoamericana que ganaba un Premio Nóbel de Literatura. Esto sucedió en 1945. Y comencé a hablar. Se notaba entre los asistentes la emoción. Al final, ya en la plática, me presentaron a Don Leónides y me pidió mi escrito. Me gustó mucho lo que dijo de Gabriela Mistral. Yo respondí: “Don Leónides, con mucho gusto le entrego el escrito, pero por la falta de luz, recordé y lo que dije es lo que había leído sobre ella. El poema, me lo sabía de memoria”. Recuerdo esa noche como memorable por el cariño que se tiene a quien dedicó en su poema escrito en la población que la cobijó con tanto afecto ¡SALVE AMERICA!: “COMALTEPEC, ¡Cuna de indio más grande de tu raza! Juan Francisco ¡Héroe en la batalla de Puebla tu nombre en la historia suena a gloria, como chilena, te llevaré en mi corazón cuando me vaya!

«Ha sido una honra…»

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La autora de Sonetos de muerte, Tala, Ternura y Lagar, entre muchos otros, fue nombrada cónsul en 1932 para ir a Nápoles, Italia, por el presidente de Chile y fue la primera mujer en ocupar ese cargo en su país. Después estuvo en Madrid  y Oporto, Portugal.  Viajó por muchos lugares para recibir premios por su labor educativa y su poesía.  

Recibió los Doctorados Honoris de la Universidad de Florencia, del Mills College de California, de la Universidad de Chile. Francia la premia con la Legión de Honor. Lucila o Gabriela, muere el 10 de enero de 1957 en Estados Unidos, sus restos son trasladados a Montegrande, Chile, su casa, donde reposan para siempre. 

La chilena errante, la maestra rural, la gran poeta, la Premio Nóbel, dejó una huella imborrable en la sierra norte de Puebla.  

Verano de 2021

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