Samuel García, el niño prodigio de la Alianza Federalista, se apodera de la séptima entrega de los Malandros Fifíes

El asado de Samuel García

Degustemos unas majestuosas puntas de filete al estilo Agualeguas en compañía del más joven y ambicioso jurista del Partido Naranja

Por Daniel Carpinteyro

29/05/2021

Publicado en

Malandros Fifis / México / Portada

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Samuel García

Siéntate, Rey. Estás en tu casa.

Ya sabes mi nombre y ya sabes mi color.  Anda en boca de todos los envidiosos,  pero ya no voy a ser su meme. Tampoco es necesario que me digas doctor: somos neoleoneses, gente trabajo y ahorro.  Eso es lo que importa. No soy ni seré el candidato de AMLO.

Siéntate, te invito una carnita. ¿Qué te sirvo, Sierra Nevada  Pale Ale o una Eureka Heights?

Es de todos conocido lo difícil que fue mi juventud, levantándome los sábados a las 6 am para mi práctica de golf, recorriendo prados resbalosos con el sol pegándome en la visera mientras calculaba la trayectoria  de la pelota para llegar a cada uno de los 18 hoyos con la menor cantidad de golpes posible; esto para que no me regañara papá, que me exigía muchísimo, pero a quien hoy en día se lo agradezco. Hoy es mi fan número uno, pero en aquella época, mil pesos por 18 hoyos… la cosa rayaba en explotación infantil.

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No fue fácil, de ninguna forma, abstenerme los sábados de los exquisitos alimentos que se servían en la mesa de mi primer hogar, y tener que conformarme con las arracheras y puntas de filete que mandaban de los restaurantes al despacho de mi padre. No estaban tan mal, pero no se comparan con lo que te estoy sirviendo. Esto es para conocedores. ¿Otra?  Échale tu evaluación a este néctar espumoso llamado Detritivore.

No fue fácil abstenerme  de las comidas de mi casa el semestre que estudié pa’l otro lado y tuve que masticarme los nuggets y hamburguesas desabridas en el dining hall pa’ llenar el hueco que  dejaban aquellos partidos de American Football. Nada como este filetito, rey, local, que te acabas de empacar. Una Wagyu A5 le pelaría los huevos. ¡Como que no! Sírvase las que guste, por eso no vamos a parar.

No confundas, huerco, no soy otro Bronco. Soy, en todo caso, el Antibronco. Él leía el ‘Libro Vaquero’; yo tengo doctorados. Mis desveladas me costaron los viernes escribir mis trabajos y su trabajo le costó a mi chofer ir a dejarlos todos los sábados por la mañana al ITAC, aunque siempre se me entretenía en el restaurante de comida casera que había abajo, por el que hay que pasar para subir.

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Como muchos otros estudiantes, sentí muy feo de no poder asistir a la graduación por el asunto del COVID. Me  hubiera encantado conocer la institución físicamente, a mis compañeros y jalármelos para acá a un asadito en corto y la foto del recuerdo. En una de esas hasta les hubiera podido dar jale en mi campaña.

Pero vamos a los hechos, huerco. Si me estoy lanzando por la silla mayor de Nuevo León, no es por ambición propia. Ya sabes que mi sueldo de diputado y el de senador los he donado. Bonos, ni por error. Es por el amor que le tengo al estado y el  deseo de que no nos vengan los chilangos morenos a imponer su ley.

¿No quieren outsourcing de empleados? Ellos sabrán de lo que se pierden, pero que no quieran venir acá a imponer sus estatutos chavistas. Que no nos vengan con su cantaleta de la desigualdad social, porque aquí al que trabaja y ahorra le va bien y sólo sufre el que se quema en vicio los cuarenta mil pesos en mes que le pagan en la tienda de conveniencia.  Es un asunto de elección personal. Quien vive en las barrancas, es porque quiere. En esta tierra, así de seca como es, el sudor honesto fructifica como en ninguna otra latitud. ¡Tan bonito que es San Pedro Garza!

Aquí en Nuevo León mandan los empresarios, que no se confundan los morenos. La gente de bien por un lado del cerro, y los cholos por el otro. Que ni sueñen con venir a convertir este industrioso estado en otra Venezuela.

 Yo no estoy aquí para controlar lo que tú, como empresario, hagas.  Yo no te voy a meter en una camisa de once varas entre contadores, funcionarios y bancos. ¡Laissez-faire! Lo aprendí en la Sorbona: deja que el empresario haga y Nuevo León avanzará. El mundo va solo y si va guiado por un emprendedor como tú, como yo,  ¿qué más se le puede pedir al universo?

No puede ser decisión de la Secretaría del Trabajo en qué condiciones va a trabajar tu minero. Yo no soy un bolchevique. ¿Quién sabe qué es lo mejor para ese minero, sino tú? ¿Quién es el principal interesado en la supervivencia de ese minero? ¿Quién es el que sabe cuánto y a qué hora debe comer, cuánto riesgo es aceptable, cuál debe ser la longitud de una jornada de trabajo para ese minero? Eres tú, rey, nadie más. Conmigo, puedes tener la certeza de que voy a hacer valer tus derechos ante la  Cuarta, la Quinta o la Décima Transformación.  ¡Pos estos!

¡Soberanía plena para Nuevo León, baluarte federalista! ¡Que el dinero de Nuevo León se quede en Nuevo León, excepto cuando vayamos a hacer a Texas nuestro súper de la semana!

Yo jugué mucho fútbol americano, huerco. Entiendo de tiempos y tengo un playbook más nutrido que mis dos tesis doctorales juntas.  Tengo bien medido cuándo voy a terminar de rehacer nuestro SAT local:  va a ser casi cuando esté por regresar Andrés Manuel derechito a la Chingada en su Tren Maya. Cuando renegocie el Pacto Fiscal a nuestro favor, aquella cabecita blanca ya va a ir de salida. No me va a poder bloquear ni poniéndome enfrente a Tom Brady y a Lawrence Taylor.

 Conmigo se acabó que nos regresen nada más migajas de los miles de millones que mandamos a Federación. Ni que todavía estuviéramos en la época de los aztecas. Nos salimos del convenio, ¿cómo carambas que no? A mí no tienen nada con qué chantajearme. Nos quedamos con la mitad del IVA, nos quedamos con el IEPS. La leche de nuestras vacas se queda en nuestros corrales.

¿Convertirnos en Texas? Texas se va a querer convertir en Nuevo León. Porque en esta república, mientras el sur sueña, el centro piensa y en el norte actuamos. Que se queden por allá con los suelditos de cuarenta mil al mes.

¿Otra carnita, rey? A ver cómo evalúas esta Founders  Breakfast Stout ¡Qué bueno que tienes tan buen colmillo!

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