Una reflexión en torno a la popularidad en la Unión Americana de esta fecha histórica mexicana

El singular enigma de la euforia estadounidense por el 5 de mayo

¿Ya se nos olvidó que entre 1846 y 1848 fue Estados Unidos quien invadió este país?

Por Daniel Carpinteyro

05/05/2021

Publicado en

Especiales / México / Portada / Puebla

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Zaragoza y Tío Sam

5 de mayo de 1862: un heterogéneo contingente militar a cargo del general Ignacio Zaragoza repele tres veces en el Cerro de Guadalupe a un contingente enviado por el Imperio francés, comandado por Guillaume Latrille de Lorencez, respondiente al mismísimo Napoleón III Bonaparte. La batalla se desarrolla a escasa distancia de Puebla, paso estratégico de insumos hacia la ciudad de México, del que dista poco más de cien kilómetros.

PUEBLA, PUEBLA, 05MAYO2018.- Contingentes escolares, carros alegóricos, caballería, militares, policía y demás cuerpos de seguridad y rescate, avanzaron a lo largo de la Calzada Zaragoza y Bulevard 5 de Mayo como parte del tradicional desfile conmemorativo a la batalla del 5 de Mayo. FOTO: HILDA RÍOS/CUARTOSCURO.COM

Entre estruendos de pólvora y maldiciones proferidas en al menos cuatro idiomas, la confrontación se desarrolla a lo largo de una jornada lluviosa, al cabo de la cual 476 soldados franceses parecen tragados por la tierra, 132 han sido neutralizados por lesiones y 83 más han conocido una agonía que en nada se parece una petite mort. El resto de los soldados galos se repliegan a Amozoc con la cola entre las patas, agradecidos de que aún no se haya convertido en santuario de feroces huachicoleros.

Por el prestigio del ejército europeo que resultó derrotado en el cerro de Guadalupe, el hecho pasó a convertirse motivo de orgullo nacional para los mexicanos –y en un motivo de lamento para más de un señor poblano a quien le arrancaron la oportunidad de un yerno francés-, a pesar de que al año siguiente otros batallones mandados por el mismo señor llegó a tierras poblanas y montó alrededor de la capital del estado un larguísimo asedio que mató a buena parte de la población hasta conseguir que la ciudad se rindiera.

Disculparán quienes lean esta breve descripción la insipidez narrativa: mi nombre no es Víctor Hugo ni estará jamás mi prosa inscripta en metálica placa de la Casa de la Cultura de Puebla.

El 5 de mayo de 1862 se ha convertido en una de las fechas célebres de la historia mexicana, aunque la mayor parte de quienes lo celebran suelen registrarlo en la memoria con una que otra licencia cinematográfica o ámpula nacionalista desprendida del libro de texto de la Secretaría de Educación Pública. No, no fueron puros zacapoaxtlas ni tampoco puros xochiapulcas quienes combatieron; y no, a Ignacio Zaragoza no cayeron nada bien los poblanos y como él mismo llegó a escribir, si por él hubiera sido hubiera prendido fuego a ese burgo de gente… pues ya se sabe cómo.

 Cada año en esta fecha se organiza un desfile al que se obliga a asistir al alumnado de las escuelas oficiales, al que algunas instituciones hacen ensayar durante cientos de horas al semestre, cosa que resulta difícil de entender en una educación que se imparta en el siglo XXI. Los muchachos portan suéteres o sacos de gruesa lana bajo el sol calcinante y a las niñas y adolescentes se les prescribe desfilar con atuendos y movimientos muchas veces hipersexualizados.  

Sin embargo, llama mucho la atención que el 5 de mayo sea ampliamente celebrado también en la Unión Americana. Y no lo celebran solamente los inmigrantes o los mexico-americanos.  Vamos, se celebra incluso en la Casa Blanca, donde los presidentes en turno suelen regocijarse con coreografías típicas mexicanas mientras prefiguran nuevas cláusulas para acomodar unilateralmente en el TMEC o en la Iniciativa Mérida.

 Aunque les cueste reconocerlo, hasta estadounidenses caucásicos a quienes provocan repelús los inmigrantes mexicanos y latinos no pierden ocasión para atragantarse de comida mexicana e intoxicarse mediante la ingesta en cadena de Margaritas.

No todo mundo en Estados Unidos sabe lo que se celebra el 5 de mayo y muchos en el vecino país suelen confundirlo con el día de la Independencia de México.

¿En verdad al estadounidense caucásico promedio le resultan tan conmovedoras la identidad y tradiciones mexicanas?

Una hipótesis extravagante

Es simplemente una hipótesis muy personal y no pretendo que nadie me tome por historiador profesional, dado que el presente escrito lo he redactado en unas cuantas horas, entre un textito sobre consejeros electorales  y  otro sobre estadísticas de partidos políticos. Pero me parece que lo que en realidad celebra Estados Unidos del 5 de mayo, de forma un poco inconsciente, es el hecho de que sean ellos y no los franceses quienes se puedan servir de México como si fuera una colonia.

Realmente, ¿quién podría ser tan ingenuo como para pensar que los estadounidenses se regocijan de que México sea un país libre y soberano? ¿Ya se nos olvidó que entre 1846  y 1848 fue Estados Unidos quien invadió este país? ¿Acaso no volvió a hacerlo en 1916, cuando el vecino del norte atacó las costas de Veracruz, y a pesar de que el ejército mexicano se retiró, los gringos estuvieron un día entero disparando cañonazos y metralla contra la población civil? ¿Acaso Estados Unidos no se ha guiado y sigue guiando su proceder con América Latina sino a partir de la doctrina Monroe, que rezaba que reclamaba “América para los americanos”, siendo “los americanos”, por supuesto, los estadounidenses, únicos americanos de primera, en contraste con los americanos desde México hacia el sur, que veían y siguen viendo como los americanos de segunda, shithole people? ¿Y no fue esa misma doctrina Monroe la que fue invocada en 1865 cuando el gobierno estadounidense dispuso sus fuerzas militares y diplomáticas a favor del presidente Benito Juárez para ayudarle a expulsar a Maximiliano?

Los ciudadanos de los Estados Unidos resguardan sentimientos de lo más amistosos en favor de la libertad y la felicidad de sus congéneres de ese lado del Atlántico. En las guerras de los poderes europeos sobre cuestiones que a sí mismos les conciernen nunca hemos tomado parte, ni le incumbe a nuestra política hacerlo.

Solo es cuando nuestros derechos se ven amenazados que hacemos los preparativos para nuestra defensa. Con los movimientos en este hemisferio tenemos necesidad de estar más inmediatamente conectados, y por las causas que deberán ser más obvias a todos los observadores iluminados e imparciales. (…)

El sistema político de los poderes aliados es esencialmente diferente en este respecto del que existe en América. (…)

(…) Con las colonias existentes o dependencias de cualquier poder europeo no hemos ni habremos de interferir, pero con los gobiernos que han declarado su independencia o la han mantenido y cuya independencia tenemos en gran estima y en justo principio, acreditado,   no podríamos ver ninguna interposición para el propósito de oprimirles, o controlar de cualquier otra manera su destino, por cualquier otro poder europeo en cualquier otra luz que la manifestación de una disposición poco amigable hacia los Estados Unidos.    

                                                                                                     Séptimo mensaje anual del presidente James Monroe, diciembre 2 de 1823

Cuentan los que saben, además que el 5 de mayo no se celebra con el mismo brío en los estados sureños de la Unión Americana, ahí donde se estilan aún las banderas confederadas y las estatuas de generales esclavistas presidiendo las principales ágoras. El motivo es claro: Napoleón III, si bien se mantuvo neutral en el plano diplomático respecto al conflicto interno de los Estados Unidos, no fue sino con pesar que se abstuvo de reconocer a los Estados Confederados, con quienes mantenían singulares intereses comerciales, gravemente afectados por el bloqueo establecido por la Unión.

 Es muy posible, pues, que si los Confederados hubieran ganado la Guerra Civil estadounidense  y al duque Otto von Bismarck no se le hubiera ocurrido humillar a Napoléón III, la historia de este México lindo y querido hubiera tomado un curso muy distinto, acaso convertido en un proveedor de esclavos para los campos estadounidenses.

¡De la que nos salvamos!

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