Opinión

Legalización bilateral

La legalización del consumo de la mariguana puede formar parte de una estrategia para mejorar la seguridad y la economía en ambos México y Estados Unidos

Por Onel Ortiz

11/10/2021

Publicado en

Columnas / México / Puebla

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@onelortiz

La reunión de alto nivel entre los responsables de seguridad de México y Estados Unidos fue un paso importante en la construcción de una nueva política de seguridad bilateral y el último clavo en el ataúd de la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón. Los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y de Joe Biden deben dar continuidad a los temas apuntados y acordados en dicha reunión.

Hay un tema que flota en el ambiente, que avanza en México y Estados Unidos. Existen las condiciones para que se ponga sobre la mesa de los acuerdos. Hablo de la legalización del consumo de la mariguana como parte de una estrategia para mejorar la seguridad y la economía en ambos lados de la frontera. Desde hace años, Estados Unidos tiene claro que la legalización del consumo de la mariguana no sólo es una política de salud pública, sino un negocio de miles de millones de dólares anuales. En 29 estados de la Unión Americana es legal el consumo de Mariguana, pero sólo en nueve se permite el cultivo, comercio y consumo. Entre éstos, California, que tiene frontera con México, cuya derrama económica es enorme.

En México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio pasos sustanciales en la legalización del consumo medicinal y lúdico de la mariguana. Falta que el Congreso de la Unión, la Cámara de Diputados y el Senado de la República, hagan su trabajo; dejen a un lado la demagogia y regulen de una vez la producción, comercialización y consumo de la mariguana. Legalizada bilateralmente formaría parte del T-MEC, como otros productos elaborados en ambos lados de la frontera.

La política hipócrita del gobierno de Estados Unidos en torno del consumo de drogas se agotó. Como país en permanente guerra o incursiones militares, las élites estadounidenses toleraron y alentaron el consumo de drogas como instrumentos de control social. ¿Qué hacer con los miles de jóvenes que regresaron de las dos guerras mundiales, de Corea, de Vietnam, del Golfo Pérsico y ahora, de Afganistán, mutilados o con traumas?¿Cómo controlar a esos hombres con conocimientos militares y manejo de armamento? ¿Cómo evitar que tomen consciencia de que fueron a invadir, matar y a arriesgar su vida por una élite política y económica, que obtuvieron inmensas ganancias de la guerra? Alimentando el patriotismo por medio de todas las formas de propaganda gubernamental y comercial; fomentando el consumo, amparados en el estilo de vida americano y permitiendo o tolerando el uso de drogas legales e ilegales. Para las élites era mejor una sociedad narcotizada a una sociedad concientizada. Hasta que el problema se les salió de las manos, con las consecuencias ya conocidas.

Ahora se sabe que las drogas pueden ser un excelente negocio legal para el gobierno y para el Capital;  al mismo tiempo, ser un elemento para mejorar la seguridad.

¿El camino que siguió la mariguana puede ser el mismo para la cocaína, la heroína y otras sustancias? ¿En poco tiempo podrían legalizarse su consumo y abrirse negocios en donde los usuarios puedan consumir cocaína y opio? Parece complicado. Lo que sí es posible, en México hay antecedentes, es despenalizar el consumo de drogas y tratarlo como un problema de salud pública. Así lo hizo Lázaro Cárdenas en su último año de gobierno, cuando expidió el Reglamento Federal de Toxicomanías en el que se eliminaron decretos que consideraban el consumo, posesión y venta de drogas como un delito. No sólo hablamos de una política pública, sino de un negocio con potencial en ambos lados de la frontera, pero eso ya es otra historia. La política es de bronce.

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