Plaza de la Democracia, de Alfonso Yáñez Delgado:

Socialismo y Libertad en los tiempos de Arnoldo Martínez Verdugo

En septiembre de 2020 la Dirección de Comunicación Social de la BUAP me invitó a participar en un homenaje a Arnoldo Martínez Verdugo, el texto que a continuación se presenta debió leerse en ese acto, ninguna persona me explicó por que no se reiteró la convocatoria; dado que el texto continúa siendo válido lo presento al generoso lector de El Ciudadano, medio de comunicación latinoamericano con su vertiente mexicana.

Por Alfonso Yáñez Delgado

03/05/2021

Publicado en

Columnas / México / Política

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Por Alfonso Yáñez Delgado

La trayectoria intelectual, ideológica y política de Arnoldo Martínez Verdugo transcurrió desde la época del mundo bipolar, de los años 40 a 80 del siglo pasado, de la lucha encarnizada entre comunismo y anticomunismo, enfrentó el triunfo, que parecía insuperable, de las corrientes capitalistas luego de la caída del Muro de Berlín, y finalizó, con su vida misma, en 2013, cuando faltaban pocos años para la llegada de la izquierda al poder en México, en sintonía con procesos ocurridos en otros países como España, Bolivia y Argentina.

En el plano nacional, a Verdugo le tocó ser militante y luego dirigente del comunismo mexicano en los sexenios de Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo, y posteriormente participó en la formación del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y a fines de los años 80 participó en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Nacido el 12 de enero de 1925 en Mocorito, Sinaloa, Arnoldo Martínez Verdugo ingresó al Partido Comunista en 1946 y a partir de 1963 fungió como Secretario General del Comité Central del PCM cargo en el que fue ratificado una y otra vez hasta 1981.

Entre 1946 y 1981 tuvieron lugar hechos tan importantes como la ocupación militar del Instituto Politécnico Nacional, el 23 de septiembre de 1956, suceso que tuvo que ver con la creación de la Liga Comunista 23 de septiembre; el movimiento ferrocarrilero de 1958, el de los médicos en 1964 y, sobre todo, el movimiento estudiantil de 1968, donde la represión anticomunista de Gustavo Díaz Ordaz se ensañaría no sólo contra el sector estudiantil sino contra el partido que dirigía Martínez Verdugo, cuyas oficinas serían allanadas por la policía en los primeros días del conflicto estudiantil. (1)

Se vivía en esos tiempos un clima de hostigamiento contra las organizaciones comunistas en muchos países del mundo, e incluso contra quienes simplemente simpatizaban con las doctrinas de Marx y Lenin.

Enrique Semo conoció a Martínez Verdugo en los años 60, y se refiere en uno de sus trabajos a los peligros que enfrentaba el dirigente comunista en esos tiempos:

“El PCM a principios de los sesenta vivía en un ambiente de represión aguda y constante. Aparte de las tareas políticas en el movimiento y la elaboración de los principios de una nueva orientación, debía tomar medidas constantes de seguridad. Arnoldo era vigilado y hostigado asiduamente. Y aquí podemos hablar de otra de sus cualidades: una valentía firme, tranquila, casi fría, ajena a toda paranoia o histeria. Más tarde me contó que durante largos periodos se veía obligado a dormir fuera de su casa en diversos hoteles, cambiando de lugar cada noche. Quizá su condición de dirigente principal lo salvó de largas prisiones. El costo internacional de tener a la figura principal de un partido comunista en la cárcel frenó los excesos del gobierno mexicano”.

Enrique Semo R.“Arnoldo Martínez Verdugo y el Poder”

En el mundo, comunismo y anticomunismo se enfrentaron en guerras como la de Corea y de Vietnam, y cabe destacar un conocido pasaje de esa última, pues ilustra el contexto de la represión que se vivió en México en el 68.

En el curso de la llamada “Ofensiva del Tet” que a principios de ese año desataron las fuerzas de Vietnam del Norte y del Vietcong, fuerza comunista que operaba en la región Sur, el jefe de la policía de Saigón, capital de Vietnam del Sur, que estaba bajo el controlestadounidense, mató de un tiro en la cabeza, a bocajarro, a un guerrillero comunista, que estaba esposado, imagen que se difundió en las primeras planas de muchos periódicos y revistas y que escandalizó a la opinión pública de muchos países.

Finalmente, lo que hizo el gobierno de Díaz Ordaz en el 68 fue análogo a lo que llevó a cabo el jefe de la policía de Saigón, sólo que en otras circunstancias, pero con la misma motivación de acabar con la amenaza comunista, que era la obsesión de gobiernos como el de Lyndon B. Johnson.

Las persecuciones anticomunistas siguieron floreciendo en los años 70, en la época de la llamada “guerra sucia” contra la guerrilla rural y urbana. Los militantes, organizaciones y establecimientos vinculados al partido comunista eran vigilados o perseguidos por dependencias como la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y de cuerpos policiacos, en cuyos ficheros se recopilaba información incluso de lugares como la Librería Independencia, vinculada al partido comunista, ubicada en la calle de Independencia en el centro de la Ciudad de México y donde a principios de los 70 se llevaban a cabo actividades culturales.

Ciertamente, la guerra contra el comunismo fue feroz, y amplios sectores de la juventud de Estados Unidos, de México y de muchos otros países, simpatizaban con la lucha de Vietnam y otros países contra el llamado “imperialismo yanqui”.

En ese contexto de lucha a muerte entre capitalismo y comunismo, no le veían defecto alguno a los gobiernos socialistas y comunistas, que solían pecar de dogmatismo, de autoritarismo, de intransigencia, de culto a la personalidad de personajes como Lenin, Ho Chih Minh y Mao TseTung.

Quienes en aquellos tiempos pensábamos así, no nos poníamos a reflexionar que en Estados Unidos y en los países capitalistas había partidarios y enemigos radicales de la guerra de Vietnam y ambos tenían la posibilidad por lo menos de expresar y defender sus opiniones, eso no podía ocurrir en Vietnam, ni en Corea del Norte, ni en China, etc.

Tampoco había en esos países, partidos políticos, ni alternancia en el poder (a veces tampoco la había en los partidos comunistas de otros países), ni organizaciones que pudieran tratar de cuestionar o modificar las decisiones gubernamentales.

Por eso, fue un mérito de Martínez Verdugo haberse opuesto a los excesos de gobiernos socialistas, como la invasión de Checoeslovaquia por parte de la Unión Soviética en 1968.

Como señaló Humberto Mussachio en 2013, días después de la muerte de Martínez Verdugo, “… con paciente inteligencia (Martínez Verdugo) reivindicó el derecho de cada partido a decidir su estrategia y a manejarse con autonomía. Eso llevó al PCM a condenar la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968 y posteriormente la embestida del gobierno polaco contra el Sindicato Solidaridad o la intromisión militar de Moscú en Afganistán.” (Humberto Mussachio “Arnoldo Martínez Verdugo, sus logros”, Excélsior, 30 de mayo de 2013).

En los años 70, tanto la derecha y la extrema derecha como muchos sectores de la izquierda se ubicaban dentro de la oposición a los gobiernos de Echeverría y de López Portillo; desde luego, desde perspectivas totalmente opuestas entre sí: anticomunistas contra comunistas, católicos contra ateos.

Cabe recordar que en Puebla y particularmente en los recintos universitarios ese conflicto entre derecha e izquierda se dio desde las décadas anteriores en términos del enfrentamiento entre fúas (militantes del Frente Universitario Anticomunista) y carolinos (estudiantes de tendencias izquierdistas, que incluían a militantes del partido comunista y de otras organizaciones). Finalmente, la derecha abandonó su pretensión de disputar los recintos de la universidad pública y crearon sus propias instituciones como la UPAEP.

En nuestro país, en los años 70, la izquierda resistía al gobierno desde los recintos de universidades públicas, sindicatos libres e incluso mediante la lucha guerrillera. Por cierto, el primero de julio de 1985, un grupo armado del Partido de los Pobres (PDLP) secuestró a Martínez Verdugo, pues en 1974 el PDLP había entregado a la dirigencia del Partido Comunista entre tres y cinco millones de pesos que provenían del rescate que se pagó para salvar la vida de Rubén Figueroa (2) , quien había sido secuestrado por ese grupo. (Julián Andrade “El secuestro de Arnoldo Martínez Verdugo” La Razón, 14 de diciembre de 2012)

También Martínez Verdugo fue liberado luego de que se pagó el rescate correspondiente, pero el episodio puso de manifiesto que en los 70 habían existido vínculos entre la extrema izquierda que aceptaba el marco legal, por Martínez Verdugo, y los grupos guerrilleros que recurrían a la violencia.

Por su parte, en los años 70, la derecha anidaba en organismos empresariales, en el Partido Acción Nacional, en sectores de la jerarquía católica y en grupos político religiosos como el Yunque, de carácter secreto, y otros que actuaban públicamente como Provida, la Unión Nacional de Padres de Familia, etc.

En el año 2000, esa derecha, de raíces católicas y empresariales, llegaría al poder en la figura del primer presidente panista, Vicente Fox, a quien sucedería en 2006 y luego de un controvertido proceso electoral, el también panista Felipe Calderón Hinojosa, católico practicante que representaba tendencias conservadoras con evocaciones cristeras y sinarquistas.

Esos años de auge de la derecha en México y en el mundo fueron también de apostasía por parte de algunos personajes izquierdistas o comunistas que, llevados por su propio pragmatismo, se unirían al gobierno de Fox , que pretendía justificar su llegada al poder con la promesa de un “cambio” que acabaría con todos los vicios y defectos que había mostrado el priísmo a lo largo de 71 años de detentar el poder.

Otros, incluso, colaborarían con el gobierno de Calderón, aún más derechista y católico que el de Fox.

Martínez Verdugo se mantuvo fiel a sus convicciones y no se dejó llevar por las tentaciones que ofrecía la derecha, cuyo auge comenzó desde la época de Salinas de Gortari. Por el contrario, en la gestión de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno del Distrito Federal, fungió como delegado en Coyoacán (1997-1999) y en sus últimos años se dedicó a su labor como investigador de la historia del movimiento obrero.

Verdugo fue fundador el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (Cemos). Uno de sus colaboradores, que trabajó con él en los años 90, lo describió así:

“Reservado, ensimismado, gentil y de modales finos, Arnoldo más que un jefe era un compañero de trabajo y un emblema de la vieja guardia comunista, un ícono de las luchas antigobiernistas y antisistema, no sólo de México sino de toda América Latina».

Representaba en su sencillez y en su dignidad, en su modesta elegancia a toda una generación de hombres y mujeres de una conducta intachable como ciudadanos y como revolucionarios. Valentín Campa, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Gerardo Unzueta, Othón Salazar, Rosario Ibarra de Piedra habían sido modelos éticos y morales para quienes en esa época comenzamos a militar por un país y un mundo distintos.

Hombres y mujeres que impugnaron y combatieron los regímenes del realismo socialista, que se opusieron a la invasión de Checoslovaquia, de Afganistán y fueron críticos también de ciertas posiciones y acciones extremistas, violentas en México. Que vivieron de acuerdo a sus ideas y ejercieron la congruencia cuando la tentación de poder o de autoritarismo estuvo al alcance de la mano”. (José Ángel Leyva. “Arnoldo Martínez Verdugo, un comunista democrático” 4 Vientos, periodismo en red, 16 de enero de 2019).

Arnoldo Martínez Verdugo murió el 24 de mayo de 2013, en la ciudad de México y en 2019, por decisión del presidente López Obrador, encontró su morada en la Rotonda de los hombres Ilustres, junto con Valentín Campa, otro destacado militante comunista.

Sinceramente, cabe preguntarse qué pensaría Arnoldo, con toda la malicia y experiencia de una intensa vida de 84 años y de haber dirigido la principal organización comunista del país en las décadas más difíciles para esa fuerza política, qué pensaría del futuro de nuestro país y del gobierno actual, que tiene sus propios proyectos y consignas.

(1) El 29 de julio, La Prensa, publicaba en su primera plana una fotografía de la “propaganda subversiva” decomisada en el local del Partido Comunista, que “sin duda será una prueba irrefutable de que los agitadores, consignados ya al Juzgado Primero de Distrito en Materia Penal, desde hace tiempo vienen realizando labor subversiva dentro del país”.

En la página 3, otra fotografía con las portadas de libros políticos y académicos, algunos de ellos impresos en la URSS, y la leyenda “Abundante literatura comunista fue encontrada por la policía en el interior de la casa número 186 de las calles de Mérida, sede del partido comunista, y en donde agitadores profesionales han estado fraguando crear un clima de violencia e intranquilidad en México.

Esa literatura estaba destinada a los núcleos estudiantiles en donde los comunistas hacen su labor” (p. 3). (Vid. Edgar González Ruiz El Movimiento estudiantil del 1968 Tiempo Universitario, Año 11, No. 5, Puebla, Mayo de 2008).

(2) Teodosio Eustolio Figueroa Figueroa (Huitzuco, Guerrero, 9 de noviembre de 1908 — 18 de marzo de 1991) fue un profesor rural y político mexicano, miembro del Partido Revolucionario Institucional, que ocupó distintos cargos políticos, como el de Senador de la República y Gobernador Constitucional del Estado de Guerrero entre 1975 y 1981.

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