En el silencio que precede al amanecer, cuando el mundo parece contener la respiración, escucho el llamado de la paz, un llamado que no viene de lejanas tierras ni de alianzas forjadas en la conveniencia, sino del corazón mismo de la humanidad. Volodimir, tú, que llevas en tus hombros el destino de un pueblo valiente y resistente, te hablo con palabras que buscan la reconciliación, no la división; la luz, no la sombra.
El Zohar nos enseña que la verdadera fuerza no reside en la conquista ni en la dependencia de otros, sino en la capacidad de elevarse por encima del conflicto y encontrar en el diálogo la chispa divina que une a los seres humanos. «Shalom», la paz, no es solo la ausencia de guerra, sino la presencia de armonía, de justicia, de respeto por la vida. Tú, como líder, tienes el poder de ser un puente, de tender la mano incluso en medio de la tormenta.
La Torá nos recuerda que «buscar la paz y perseguirla» (Salmo 34:14) es un mandato sagrado. No es signo de debilidad sentarse a conversar; es, más bien, un acto de valentía y sabiduría. Putin, como tú, es un hombre con sueños y temores, con un pueblo que lo sigue y una historia que lo define. En la mesa del diálogo, no hay vencedores ni vencidos, solo seres humanos que anhelan un futuro mejor.
Volodimir, el camino hacia la paz no se encuentra en alianzas lejanas con Inglaterra, Macron o Francia. Estas, aunque bienintencionadas, pueden prolongar el conflicto y alejarte de la verdadera solución. La paz debe construirse con tu vecino, con Rusia, porque es en la convivencia con quienes compartes fronteras, historia y raíces donde se encuentra el cimiento de un futuro duradero. El pueblo judío, que ha caminado por siglos entre el dolor y la resiliencia, sabe que la paz no es un regalo, sino una construcción diaria, un acto de fe en la humanidad. Tú, como parte de este legado, puedes ser un faro en este momento crucial.
Imagina, Volodimir, un mundo donde las espadas se conviertan en arados, donde las lágrimas de hoy sean semillas de esperanza para mañana. La paz con Rusia no es una rendición, sino una victoria para ambos pueblos, un acto de grandeza que trascenderá generaciones. El mundo entero, no solo Ucrania y Rusia, te observa con esperanza, porque en tus manos está la posibilidad de cambiar el curso de la historia.
Te pido, con humildad y respeto, que consideres el camino del diálogo con tu vecino. Que busques, en la sabiduría de tus antepasados y en la luz de la Torá, la fuerza para sentarte con Putin y tejer juntos un nuevo capítulo, uno donde la paz no sea un sueño lejano, sino una realidad tangible. El futuro de Ucrania, y del mundo, depende de decisiones valientes como esta.
Que el Eterno, fuente de toda paz, te guíe en este camino.
Shalom aleijem.