Confinamiento forzado: Tripulantes llevan 80 días a bordo de un crucero

Aunque algunos pasajeros se sienten a salvo del coronavirus, para otros es una situación angustiante que llevó a dos personas al suicidio.

Por Félix Eduardo Gutiérrez

21/05/2020

Publicado en

Mundo

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Ante la pandemia, el 13 de marzo de 2020 todos los cruceros alrededor del mundo recibieron la orden de «no navegar». Los que tenían pasajeros consiguieron desembarcarlos luego de complicadas negociaciones, pero los tripulantes que quedaron a bordo han estado desde entonces en un limbo.

En estos meses las líneas de cruceros han logrado repatriar a miles de tripulantes, pero el proceso es lento y caro porque los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades exigen que sean transportados en vuelos chárter -suponiendo que los países de destino reciban a sus nacionales, reseñó la agencia AFP.

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Aunque algunos pasajeros se sienten a salvo del coronavirus, para otros es una situación angustiante que llevó a dos personas al suicidio. Foto: AFP.

Solamente en aguas estadounidenses aún quedan casi 60.000 tripulantes a bordo de 90 cruceros, informó la Guardia Costera. Aunque algunos pasajeros se sienten a salvo del coronavirus a bordo, para otros es un confinamiento forzoso que llevó a dos personas a tirarse fuera de borda.

«Es el mismo día todos los días. Es difícil mantenerse mentalmente sano», dijo Ryan Driscoll, un estadounidense de 26 años que lleva 80 días sin tocar tierra.

Driscoll es cantante del «Seabourn Odyssey», un crucero de la corporación Carnival parado frente a la isla caribeña de Barbados.

«Estamos anclados aquí y vemos tierra todos los días. Está a 200 metros y no podemos bajarnos», contó. «A veces se siente como estar en prisión», agregó Driscoll.

En las últimas dos semanas, cuatro tripulantes fallecieron por motivos no vinculados al coronavirus en distintos cruceros: uno por «causas naturales» que no fueron divulgadas y tres de aparentes suicidios. De ellos, dos se lanzaron por la borda.

«Es muy perturbador enterarse de eso», señaló Driscoll. «Pero no me sorprende. (…) Son tiempos difíciles para todos».

Protestas en las naves

Según Jeremy Pettit, profesor de psicología de la Universidad del Sur de Florida (FIU), la ansiedad que produce estar atrapado lejos de la familia y los amigos, sumada a la soledad y el aburrimiento, «incrementa el riesgo de depresión y pensamientos y comportamientos suicidas».

Esto se agrava «particularmente si los individuos se sienten desesperanzados», expresó.

El sentimiento de desesperanza es común en muchos tripulantes. «No sabemos qué pasará en el futuro. No nos dan respuestas. No hay luz al final del túnel», dice Driscoll.

La semana pasada decenas de tripulantes protestaron a bordo del «Majesty of the Seas», que merodea el Caribe, con carteles como «¿Duerme bien, señor Bayley?», refiriéndose al presidente de Royal Caribbean, Michael Bayley, según el blog especializado Cruise Law News.

El fin de semana anterior, un grupo de tripulantes del «Navigator of the Seas», también del Royal Caribbean, inició una huelga de hambre que según la empresa ya se resolvió; y al menos dos peticiones en línea en Change.org pidiendo desembarcos suman firmas rápidamente.

«Tengo miedo, no quiero morir, pero según mi punto de vista es una cuestión de tiempo, voy a morir», dijo un músico brasileño de 52 años que no quiere dar su nombre ni el del barco donde está, en el Pacífico oriental. «Nos han abandonado, nos han echado aquí a morir».

Otro brasileño, Caio Saldanha, un DJ de 31 años que ha sido transferido a distintos barcos de Royal Caribbean, elevó una denuncia a la oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU por la «situación de encarcelamiento» que padece en manos de la empresa.

Pero algunos se sienten a gusto a bordo porque, según ellos, allí están a salvo de la pandemia que azota tierra firme.

Por ejemplo Gonul O., una tripulante turca de 39 años, dice que está «en el lugar más seguro de la Tierra».

Trabaja en un crucero cuyo nombre no quiso revelar. Vende excursiones turísticas. Lleva 70 días en altamar y ahora navega el Atlántico rumbo a Europa.

«Los primeros días fueron difíciles porque tenía este sentimiento como de estar dentro de una jaula, pero conseguí cambiar mi humor y trabajé en eso, comencé a hacer ejercicio y eso me ha ayudado a curar mi alma y mi mente», contó. Incluso, afirmó, está escribiendo una novela sobre la experiencia.

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