Cuando la “Ilustración Oscura” avanza: Del laboratorio digital al poder político en Estados Unidos

Lo que hace quince años parecía una excentricidad de foros digitales hoy circula en las élites de Silicon Valley y en sectores del trumpismo. La propuesta es clara: la democracia es un experimento fallido y debe ser reemplazada por un modelo de gestión corporativa donde un líder-CEO concentre el poder.

Cuando la “Ilustración Oscura” avanza: Del laboratorio digital al poder político en Estados Unidos

Autor: El Ciudadano

Vía NODAL

Curtis Yarvin, ingeniero informático y bloguero político conocido como Mencius Moldbug, se convirtió en un nombre recurrente en debates tecnológicos y políticos en Estados Unidos. Lo que hace quince años parecía una excentricidad de foros digitales hoy circula en las élites de Silicon Valley y en sectores del trumpismo. Su propuesta es clara: la democracia es un experimento fallido y debe ser reemplazada por un modelo de gestión corporativa donde un líder-CEO concentre el poder.

Ese discurso, que él llama “Ilustración Oscura”, no es marginal. Elon Musk lo consultó este año en torno a su proyecto de crear el Partido América, y el vicepresidente electo J.D. Vance lo citó como influencia intelectual. La pregunta central es cómo un ideólogo abiertamente antidemocrático llega a estar en la mesa de quienes diseñan estrategias políticas en la principal potencia del mundo.

En su blog Unqualified Reservations, activo entre 2007 y 2014, Yarvin sentó las bases de lo que denominó neorreaccionarismo (NRX). Allí desarrolló conceptos que se viralizaron en la subcultura digital.

En su blog Unqualified Reservations, activo entre 2007 y 2014, Curtis Yarvin fue delineando los fundamentos de lo que bautizó como neorreaccionarismo (NRX) y presentó nociones que pronto se viralizaron dentro de la subcultura digital.

Una de las más influyentes es la idea de “La Catedral”, una red simbólica que englobaría universidades, medios de comunicación y organizaciones civiles, a las que acusa de imponer una ortodoxia progresista que sofoca la libertad de pensamiento. A esto se suma su propuesta de “formalismo”, que rechaza la legitimidad otorgada por el voto y la reemplaza por la de la propiedad, trasladando la lógica empresarial al terreno político.

En esa misma línea, Yarvin elaboró el concepto de RAGE (Retire All Government Employees), que plantea el despido masivo del funcionariado estatal como forma de reiniciar el sistema político desde cero.

Finalmente, su idea de la “Revolución Mariposa” funciona como metáfora de un “reboot” político donde todo el poder se concentra en un único centro de mando. La imagen es clara: un gobierno que se asemeja a una corporación, sin elecciones, con accionistas y bajo la dirección de un CEO todopoderoso, mientras que la ciudadanía solo puede aceptar o “retirarse”, sin posibilidad de participación democrática.

Para Yarvin, el gobierno debe funcionar como una empresa: sin elecciones, con accionistas y un director general que decide todo. La ciudadanía solo tendría la opción de aceptar o “retirarse”, sin posibilidad de votar.

La relevancia de Yarvin no radica en su originalidad, sino en sus conexiones. Peter Thiel, megainversor republicano, financió su empresa Urbit y fue su mentor intelectual. Marc Andreessen, otro influyente capitalista de riesgo, lo reconoce como amigo y comparte ideas con él. Musk, aunque más distante, ha retomado sus metáforas sobre el Estado como una “corporación gigante”.

La circulación de estas ideas en Silicon Valley muestra cómo sectores empresariales buscan justificar un modelo de concentración de poder político similar al del management corporativo. Se trata de una narrativa que erosiona la legitimidad democrática en nombre de la eficiencia, un lenguaje familiar para el mundo de las start-ups.

El atractivo del NRX no se explica solo por su sofisticación digital. Crece porque conecta con el descontento social frente a la corrupción política, el fraude electoral y la incapacidad de la democracia liberal para resolver problemas estructurales. La noción de “casta política” en Estados Unidos, igual que en otras regiones, alimenta propuestas que prometen barrer con la burocracia.

Sin embargo, detrás de esa retórica disruptiva se esconde un proyecto que combina elitismo, jerarquías raciales y autoritarismo tecnocrático. Lejos de ampliar derechos, busca reducirlos en nombre de la eficiencia.

El neorreaccionarismo aparece como “nuevo” porque se disfraza de cultura digital y memes, pero en el fondo recicla viejas tradiciones del pensamiento reaccionario: Carlyle con su culto a los grandes hombres, Hoppe con su defensa de la monarquía frente a la democracia, y Burnham con su denuncia del poder burocrático. Lo que cambia es el medio de circulación: ya no son panfletos ni manifiestos, sino newsletters, podcasts y foros online.

La “Ilustración Oscura” de Yarvin busca consolidar un orden jerárquico en tiempos de crisis de legitimidad democrática. Que estas ideas encuentren eco en el trumpismo y en inversores de Silicon Valley no es casual: ofrecen un marco teórico para sostener la concentración de poder en un momento de transición mundial.

Lo que está en disputa no es un debate abstracto sobre teoría política, sino el futuro de las instituciones democráticas. Si la democracia se reduce a un “software obsoleto” que debe reiniciarse, como propone Yarvin, lo que se abre es la puerta a un autoritarismo digital de nuevo cuño.

El desafío está en comprender que la crisis de la democracia liberal no puede resolverse con menos democracia. La respuesta requiere más participación, más control ciudadano y nuevas formas de representación, no el reemplazo del voto por un directorio corporativo.

Como señala el analista Lucas Aguilera, detrás de la tensión entre globalistas y neorreaccionarios no hay dos proyectos antagónicos, sino dos formas de un mismo sistema: el capital. Mientras unos reivindican los valores clásicos de la democracia liberal, otros enarbolan la bandera de la libertad abstracta para capitalizar el descontento. Ambas variantes emergen de las entrañas del capitalismo y buscan reacomodarse frente a la crisis de legitimidad actual.

Por eso, lo que aparece como novedoso -la “Ilustración Oscura” o la política algorítmica- no es otra cosa que una mutación del poder ya existente. El problema de fondo sigue siendo el mismo: quién concentra los beneficios y quién paga los costos en sociedades cada vez más desiguales.

Vía NODAL


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