Fue víctima de tres violaciones y estuvo envuelta en una gran depresión, generada por un estrés postraumático que nunca pudo superar y que, incluso, la llevó a la anorexia
Noa Pothoven falleció el pasado domingo 2 de junio. Así lo confirmó su hermana al diario holandés AD. Tenía solamente 17 años y sin lograr cumplir la mayoría de edad -21 años en los Países Bajos- decidió «liberarse» de un «sufrimiento insoportable».
La noticia se viralizó inmediatamente en los medios. Su nombre ha cubierto titulares de la prensa con distintos enfoques, quizá ella misma no contaría que su decisión terminaría siendo un centro de debate en el que hasta el papa Francisco decidió opinar.
En noviembre de 2018, cuando tenía 16 años, Pothoven publicó una autobiografía titulada «Winnen of leren» (Ganar o aprender), en la que describía con detalles cómo aguantó durante años el sufrimiento de haber sido abusada sexualmente en par de ocasiones
La primera vez que Noa fue violada tenía apenas 11 años de edad. El hecho ocurrió en una fiesta de su escuela. Ahí comenzó la trágica historia de la vida de esta holandesa que decidió quitarse la vida con la aprobación de sus padres y personas cercanas.
Al año siguiente otro hombre abusó de Noa, era la segunda ocasión en que la joven era ultrajada y sometida a la fuerza. Luego, a los 14 años el infortunio volvería a su vida por tercera ocasión. Esa vez fueron dos hombres quienes la asaltaron en un callejón de la ciudad de Arnhem y abusaron de ella.
Fueron tres violaciones las que sufrió Noa y que la llevaron a vivir ensimismada, aletargada por el miedo, la vergüenza y por sentirse «sucia» de algo que nunca fue su responsabilidad. Abstraída y callada, su única vía para drenar fue un diario que captó todos sus traumas y sufrimientos, hojas que posteriormente se convertirían en su libro autobiográfico.
Ella intentó de distintas maneras superar el trauma originado por los abusos a los que fue sometida. La desgarradora historia que describe en su obra literaria explica con franqueza y muestra cómo estuvo envuelta en una gran depresión, generada por un estrés postraumático que nunca pudo superar y que, incluso, la llevó a la anorexia.
El texto de Noa fue exitoso y recibió varios premios en Holanda. En su momento, ella comentó que tomar la decisión de hacer pública sus experiencias se fundamentó en la idea de intentar acabar con los tabús en torno a los abusos sexuales, los traumas que ocasionan y como apoyar a las víctimas de este tipo de crímenes.
«(Sobre)vivir. En mi libro leerás cómo lo hago. O, en cualquier caso, cómo lo intento», comentó Noa.
Despedida de Noa causó conmoción
Pocos días antes de morir, la joven dio la noticia de su venidera muerte a través de Instagram:
«Iré directo al grano: en un plazo máximo de 10 días moriré. Después de años de luchar y pelear, francamente estoy agotada. He dejado de beber y comer por un tiempo, y después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí acabar con todo porque mi sufrimiento es insoportable. Todavía estoy respirando, pero en realidad ya no estoy viva».
Pothoven nació y murió en Arnhem. Decía que su vida era «insignificante», una afirmación que ahora pudiera considerarse errada, pues su historia deja un legado digno de compartir y analizar.
El viacrucis que cargó Noa en soledad por años fue compartido por sus padres cuando ambos descubrieron una serie de cartas en su habitación con mensajes de despedida, en las que su hija describía parte de su sufrimiento y los motivos que tenía para poner fin a algo que ya no podía soportar.
«Revivo el miedo, ese dolor, todos los días. Hasta el día de hoy todavía siento sucio mi cuerpo. Mi intimidad ha sido asaltada, y nunca se podrá deshacer», escribió la joven en uno de los textos que descubrieron sus progenitores.
Para Noa -nacida en 2001- continuar en este mundo «ya no era posible», por eso tomó la decisión meditada junto a sus padres. Antes de eso, ella fue personalmente a la clínica Levenseinde («final de vida», en neerlandés) con sede en La Haya, para consultar las posibilidades que tenía para obtener la eutanasia.
Según lo detalló en su libro, en aquel momento la clínica rechazó la petición de la adolescente por ser «demasiado joven. Primero, Noa debía someterse a tratamiento para intentar eliminar sus traumas y que su “cerebro” estuviera completamente desarrollado, es decir, cuando cumpliera mayoría de edad -21 años-.
Cuando recibió esa respuesta Noa escribió en su diario: “Piensan que soy muy joven. Creen que debo terminar el tratamiento psicológico y esperar a que mi cerebro esté completamente desarrollado. Eso no pasará hasta que tenga 21 años. Estoy devastada porque ya no puedo esperar tanto. Revivo el miedo y el dolor a diario. Siento que mi cuerpo está aún sucio».
Ella tenía claro cuál sería su destino. En 2018, Noa fue internada en un hospital al presentar desnutrición. Su peso estaba muy por debajo de requerido para su edad y estatura. En aquel momento, los médicos tratantes le aplicaron un coma inducido para poder alimentarla con suero. Ella estaba decidida a no seguir viviendo.
Su familia hizo todo lo posible para lograr que Noa saliera de su sufrimiento. De hecho, en los últimos años ingresó hasta en tres instituciones de atención a jóvenes, pero su madre denunció que en esos recintos nunca recibió el trato adecuado, pues Noa debía ser reasignada a hospitales psiquiátricos a los que no pudo acceder por estar siempre llenos y con largas listas de espera.
El punto más álgido en los intentos para que Noa siguiera con vida fue la sugerencia médica de llevarla a terapias de electroshock, pero ella no estaba dispuesta a sufrir más. También tomó repulsión a los hospitales y desde entonces decidió que viviría con el cuidado de sus padres mientras completaba una lista de deseos que quiso cumplir antes de fallecer.
Así fue como Noa decidió vivir sus últimos días. Su familia declaró a De Gelderlander que ella planificó su partida. De su lista de deseos tachó varios como: beber alcohol, fumar un cigarrillo, tatuarse, compartir con su familia y amigos -«las personas importantes” de su vida, entre otros.
Una advertencia a las autoridades, el legado de Noa
«Ella solo anhelaba la paz», expresó la mamá de Noa, al comentar que ella nunca estuvo de acuerdo con aplicarse terapias de electroshock para aliviar su depresión, algo que debería ser considerado por las autoridades, pues también es un método que causa dolor y trauma en los pacientes.
Sin embargo, el legado más valioso de Noa es su libro, su propia historia. Con ella, jóvenes y personas psicológicamente vulnerables o víctimas de traumas por situaciones de abusos y tratos crueles pueden contar con una narrativa con la que pueden sentirse identificados, y a su vez drenar el peso que cargan.
En su libro, Noa también hace críticas hacia el Gobierno holandés y explica cómo nunca pudo contar con una institución que se dedique de forma exclusiva a jóvenes víctimas de abuso sexual, quienes necesitan de ayuda física y psicológica.
En el libro, la joven describió los distintos ingresos forzosos en centros de atención a menores a los que fue sometida, así como los numerosos intentos de suicidio y trastornos alimenticios que sufrió y le impedían disfrutar de una vida normal.
«Este libro», dijo en su momento la madre de Noa, Lisette, «debería ser de lectura obligada, no solo para quienes trabajan en el campo de la salud, sino también para abogados infantiles y las instituciones de atención a la juventud».
Cuando Noa decidió partir comenzó a rechazar todos alimentos. Sus padres y doctores acordaron no forzarla y dejarla en paz hasta su fallecimiento.
«No es un plan impulsivo. No me intenten convencer de que esto no es bueno. Es una decisión bien considerada y definitiva. El amor es también dejar ir«, remarcó en su libro, palabras que serían también sus últimas, al escribirlas desde su casa, donde falleció recostada junto a sus seres queridos.
La eutanasia es una práctica recurrente en Holanda
En Holanda, desde 2015, al menos 24.318 personas han decidido morir por la vía de la eutanasia, un proceso legal en ese país europeo cuando se realiza de acuerdo a los estrictos estándares descritos en la Ley de Terminación de la Vida a Través de la Solicitud y Suicidio Asistido, aprobado por el Parlamento de ese país en 2001 y puesto en vigencia en 2002.
Las cifras indican que en 2015 el proceso de muerte asistida se ejecutó para 5.516 personas que solicitaron el proceso; y de ese total 56 padecían trastornos psiquiátricos. Luego, en 2016 se practicó la eutanasia de forma oficial a 6.091 personas, 10 % más que en 2015, cifra que significó el 4 % de las muertes totales del país durante ese año.
En 2017 los casos aumentaron notablemente al punto de llegar a 6.585 fallecidos, una cifra que bajó un poco en 2018, cuando hubo 459 casos menos que en 2017, en total 6.126 solicitudes, de las cuales 4.013 se aplicaron a pacientes con cáncer.
El caso de Noa ha provocado una vez más el debate en torno a la eutanasia. Holanda, primer país europeo en legalizar esta práctica, considera legal la intervención directa y eficaz del médico para causar la muerte de un paciente que sufre una enfermedad irreversible o que se encuentra en fase terminal y con padecimiento insoportable.
En ese país, las peticiones de eutanasia las pueden hacer menores de edad, pero bajo dos condiciones: con el consentimiento de los padres -cuando tienen una edad entre los 12 y 16 años- y sin la aprobación de sus progenitores cuando superan los 16.
En el caso de Noa hubo dificultades para que fuera aprobada su solicitud, la hizo cuando tenía 16 años y los médicos consideraban que podía superar su situación.
El Vaticano reacciona y otros casos de sufrimiento insoportable
Así como el caso de Noa, en Holanda también hay antecedentes con pacientes con traumas o trastornos mentales. Uno de ellos es el de Aurelia Brouwers, una chica que en enero de 2018 falleció por decisión propia cuando tenía 29 años.
Aurelia no tenía una enfermedad terminal, pero explicaba que desde que tenía 12 años su enfermedad mental le impedía llevar su vida con normalidad.
“Tengo 29 años y he elegido someterme voluntariamente a la eutanasia. Lo he elegido porque tengo muchos problemas de salud mental. Sufro de forma insoportable y no tengo esperanza. Cada aliento que tomo es tortura”, dijo Aurelia en una grabación días antes de morir.
Sus últimos días, además, fueron grabados por una cadena de televisión holandesa, que la siguió durante dos semanas para retransmitir el final de su vida. “Estoy atrapada en mi propio cuerpo, en mi propia cabeza, y solo quiero ser libre”, alegaba la joven.
Sus médicos habituales no compartían su decisión, por lo que tuvo que recurrir a Levenseindekliniek, la clínica del “fin de la vida” a la que fue Noa y que le negó la solicitud. Sin embargo, en el caso de Aurelia ese centro sí aprobó el procedimiento.
Pero no sólo son los jóvenes los que deciden quitarse la vida cuando han perdido toda esperanza. Mark Langedijk, un padre de dos niños y de 41 años de edad, decidió aplicarse la eutanasia en 2016 con una inyección letal que le colocaron en la casa de sus padres.
Langedijk era adicto al alcohol, había intentado rehabilitarse y, de hecho, asistió a 21 sesiones de rehabilitación en los últimos ocho años, pero nunca lo pudo lograr.
Su hermano mayor, el periodista Marcel Langedijk, explicó: “Cuando Mark se dio cuenta de que necesitaba ayuda, el alcohol ya lo había atrapado. Nunca lo soltó”.
Marcel y Mark lloraron el último día, se dijeron lo mucho que se amaban, que pronto se volverían a ver.
Pero este método para acabar con el sufrimiento de las personas aún no es bien visto por distintos sectores de la sociedad global. La Iglesia católica es uno de ellos y claramente lo expresó el papa Francisco, jefe del Vaticano.
En su tuit, millones de usuarios emitieron comentarios a favor y en contra, una tendencia que marcó la decisión de Noa de abandonar su vida.
La muerte de Noa Pothoven, que organizó su muerte en casa tras haber solicitado dos veces la eutanasia, sin duda ha sido impactante. La misma clínica que le negó la eutanasia fue la que confirmó que ella falleció por dejar de comer y beber, es decir, teóricamente su muerte fue «natural».
Noa logró finalmente lo que anhelaba. Sus padres la apoyaron siempre y -por ahora- sigue viva por la gran conmoción y el impacto que ha causado su sufrimiento alrededor del mundo.