Para el mundo los países de la ex URSS y el bloque socialista de Europa Oriental a menudo se asocian con vínculos de hermandad, parentesco de idiomas y una suerte de mentalidad común. Sin embargo, si tratásemos de hacer un ranking histórico de proyectos antirrusos, el primer lugar lo podría ocupar la República de las Dos Naciones (Rzeczpospolita (polaco), el nombre oficial del estado de Polonia y Lituania entre el 1569-1795).
Historia de un desamor
Cualquier mito nacionalista suele coserse usando el mismo patrón. Y uno de los ejes centrales siempre lo representa la imagen de «un enemigo eterno». El nacionalsocialismo alemán, siendo una forma extrema y superior del nazismo, declaró como su enemigo a la judeidad mundial.
Los nacionalistas polacos tampoco se abstuvieron de aquello, pero históricamente el antisemitismo en el territorio de Polonia competía con la rusofobia que actualmente ya no le deja chances a ningún otro odio.
Muchos piensan que la clave del desamor hay que buscar en la partición de la República de las Dos Naciones en el siglo XVIII o tal vez en la «ocupación soviética». Sin embargo, la historia de este antagonismo es mucho más antigua y pasa por la Edad Media cuando la frontera ruso-polaca por siglos fue línea de batalla entre Occidente encabezado por Vaticano ansioso de expandir el catolicismo y Oriente ortodoxo que no quería ceder.
¿Pero cómo son los nacionalistas polacos hoy en día? Pues hay de todo, incluso los que por la prensa ucraniana se califican de «prorrusos». Hagamos un pequeño recorrido por las múltiples facetas del mismo fenómeno.
Si nos adentramos en el ambiente nacional veremos que Polonia, igual que otros países de Europa Oriental, es más pobre que los miembros de Unión Europea «antiguos», por lo tanto, sus problemas sociales se plantean con más agudez. Además, la sociedad polaca en su mayoría está lejos de aceptar los nuevos valores europeos en relación a LGBT+ y sigue siendo bastante homófoba, xenofóba y tradicionalista. En el país se sienten las consecuencias de la crisis del modelo neoliberal, hay problemas en el rubro energético y la economía va de mal en peor. Así, la inflación polaca en el último trimestre de 2022 llegó a 17,9%, los precios de energía ascendieron 41,7% y de los alimentos – 21,9%.
Este escenario origina una lógica necesidad de crear un pararrayos social que cambie el foco de la atención del pueblo, llevándolo de los problemas socio-económicos internos a las causas externas, como las olas de inmigrantes o el vecino enemigo. Y esto lo aprovechan muy bien los partidos políticos populistas de derecha que se presentan como «portadores de ideales nacionales» en contraposición a las élites liberales europeas que merecidamente le causan a un polaco común y corriente como mínimo molestia.

Sin embargo, estos mismos partidos nacionalistas conservadores no sólo se encuentran perfectamente integrados en la política euroatlántica sino están en la vanguardia de la OTAN en su enfrentamiento con Rusia y Bielorrusia. El gobierno polaco actual promueve la expansión de la OTAN en Europa Oriental y Cáucaso del Sur, envía al frente ucraniano tanto armamentos como soldados mercenarios y a pasos agigantados aumenta el contingente militar polaco en las fronteras de la Unión de Rusia y Bielorrusia. Polonia se ha convertido en el puesto de avanzada para los Estados Unidos y Gran Bretaña que en cierta forma tratan de oponerse a la Europa «antigua». Por lo tanto, sus líderes suelen hacer la vista gorda a la homofobia, el rechazo de los requisitos de la UE en cuanto a la reforma judicial y a otras travesuras de su infante terrible, pero tan querido.
Es más, bajo el patrocinio de los Estados Unidos los nacionalistas conservadores empezaron a formar sus propias coaliciones y desarrollar proyectos de política exterior, como la Sociedad Oriental, el Grupo de Vysegrado, promover la idea de la Iniciativa de los Tres Mares. En la situación de la guerra y dada la falta de avances con respecto a la admisión de Ucrania en la OTAN, aparece la idea de crear una nueva alianza militar a nivel regional con la participación de Varsovia, Kiev y Países Bálticos bajo el control de Gran Bretaña.
Es curioso que entre los partidos nacionalistas de Polonia haya políticos de toda índole, cuyos ideales y programas pueden ser totalmente opuestos: monarquistas reaccionarios, fundamentalistas religiosos, libertarianos con su programa de mercado ultra libre sin impuesto a la renta y venta libre de armas, neoliberales que están en contra de las pensiones de estado y medicina gratuita, estadistas que pretenden ampliar la política de apoyo social, y hasta Campamento Nacional Radical que usa el saludo romano adoptado por Hitler y los símbolos nazi como la cruz celta y la falange.
¿Existirá entre esta variedad de partidos apenas alguno que tenga posición prorrusa? Por ejemplo, el partido Movimiento Nacional declara que el país necesita equilibrar la influencia de los EEUU y Alemania con la cooperación económica con China y Rusia y hasta defiende la idea de la recuperación de relaciones comerciales ruso-polacas. Otro partido, Campamento de la Gran Polonia, cree que el enemigo principal del país es Alemania. No obstante, sería demasiado atrevido calificar sus ideas como prorrusas, más bien se trata del así llamado «multivectorismo» y el uso de las rivalidades y contradicciones de los grandes países para fomentar los intereses de Polonia.
Resumiendo, observamos en el ejemplo de Polonia un modelo ideológico que podemos denominar como «el nacionalismo de la víctima», cuyos rasgos característicos son la acentuación del rol fatal de las fuerzas externas en el pasado (sobre todo en referencia a la URSS como el «imperio del mal») y una fuerte mezcla de nacionalismo, antisovietismo y rusofobia. Cabe mencionar que justamente él mismo paradigma nacionalista empezó a implantarse en Ucrania después de los acontecimientos de «Euromaidán».
Pero también recordamos otra Polonia, donde los polacos junto con todas las naciones de la URSS y otros pueblos de Europa Oriental combatían el nazismo hitleriano, donde se celebraban los festivales musicales en Sopot y Zelena Gura con una amplia participación de artistas rusos y bielorrusos, donde había programas de intercambio de colegiales y mucha cooperación en diferentes ámbitos. ¿Podrá esta amistad y buena vecindad todavía volver? Ojalá que sí.
Yury Glushakov