La novena prueba del cohete más grande del mundo terminó con una explosión sobre el Océano Índico. SpaceX, la empresa de Elon Musk, enfrentó un nuevo revés en su proyecto estrella para colonizar Marte, al perder nuevamente su nave Starship durante un vuelo de prueba.
El lanzamiento, que tuvo lugar el martes desde Starbase, Texas, culminó en una explosión 45 minutos después del despegue. A pesar de que la nave recorrió más distancia que en intentos anteriores, sufrió múltiples fallas: el propulsor Super Heavy explotó prematuramente y la nave superior no logró desplegar su carga simulada de satélites Starlink.
«Starship experimentó una desintegración rápida no planificada», publicó SpaceX en su cuenta oficial de X, usando el ya habitual eufemismo que disfraza un fallo catastrófico.
La prueba marcó el primer vuelo en el que se reutilizó un propulsor Super Heavy, pero el intento de recuperación fue descartado para experimentar con una caída más pronunciada. Esta estrategia forma parte del enfoque de SpaceX de “fracasar rápido y aprender rápido”, una filosofía empresarial que ha sido cuestionada por sus implicaciones ambientales y humanas.
Elon Musk aseguró que aumentará el ritmo de lanzamientos, prometiendo un vuelo cada tres o cuatro semanas. Aunque la NASA también depende de una versión del Starship para su misión Artemis 3 —que planea devolver astronautas a la Luna—, los constantes fracasos siembran dudas sobre la viabilidad real del proyecto.
Mientras tanto, la comunidad científica y ambiental sigue en alerta. La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) autorizó a SpaceX a incrementar sus lanzamientos de cinco a 25 anuales, desestimando las preocupaciones de organizaciones ecologistas sobre los efectos en la fauna marina y costera, como tortugas y aves migratorias.
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Espectáculo y fanatismo: el otro rostro de la carrera espacial
La prueba también atrajo a cientos de fanáticos espaciales, incluyendo turistas que viajaron desde el extranjero para presenciar el evento. Entre ellos, un australiano que llevó a su familia de vacaciones exclusivamente para ver el lanzamiento. Otros, como Joshua Wingate, empresario tecnológico, defendieron el experimento: “En la ciencia no hay fracasos, se aprende de cada prueba”.
Sin embargo, los reiterados fallos de SpaceX ponen en duda la lógica de experimentación sin límites, donde las consecuencias ecológicas, sociales y económicas quedan subordinadas a los sueños tecnocientíficos de una élite multimillonaria.
AP / France 24
Fotografía: Redes: AP/Eric Gay
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