Non Fiction

Murakami desnuda la psicología japonesa en «Underground»

Publicado en Japón en dos tomos entre 1997 y 1998, Underground el libro que condensa el mundo de no ficción de Haruki Murakami, el reconocido narrador japonés que se adentra en la trastienda de la psicología de su país a partir de los testimonios de 62 sobrevivientes que cuentan las consecuencias en carne propia sufridas tras el atentado con gas sarín en la red de subtes de Tokio en 1995, donde murieron 12 personas y más de 200 resultaron heridas.

Por Mauricio Videla

28/10/2014

Publicado en

Literatura / Mundo

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fuente: telam.com.ar

Considerada una de las mayores tragedias ocurridas en la historia de Japón de la posguerra, este atentado perpetrado por la secta religiosa Aum Shinrikyo -liderada por Shoko Asahara, alguien etiquetado como un «falso profeta»- fue durante la hora pico en tres líneas del sistema de metro tokiota, cuando cinco adeptos pincharon con paraguas afilados bolsas de plástico envueltas en diarios con gas sarín, el más volátil de los agentes nerviosos.

En pocos minutos cundió el pánico, el horror y la muerte. Tiempo después, Murakami (Kioto, 1949), gracias a diferentes disparadores comenzó a preguntarse ¿Por qué? No sólo se interrogó por las causas de semejante acto de violencia, sino también por los efectos secundarios, tal como escribe, «la violencia generada en nuestra sociedad».

Durante un año entrevistó a las víctimas y a los familiares de los muertos y publicó aquellos testimonios «voluntarios y conscientes», sin frases de adorno, ni orientación o montajes, pero sí rompiendo el prejuicio de la colectiva imagen de la «inocente víctima japonesa» para centrarse en historias de vida individuales, rostros únicos y circunstancias personales.

Es lunes puente de feriado, pero en Japón se trabaja. Es equinoccio de primavera en oriente, el despertador suena a la misma hora de siempre y el desayuno es igual al de todos los días. Se viste, se dirige a la estación y sube al tren, como cualquier mañana laboral, imposible de diferenciar en el transcurso de la vida hasta que cinco hombres clavan puntas de paraguas en paquetes extraños y un líquido raro comienza a correr por el piso.

«Me di cuenta a simple vista que nadie fue capaz de gestionar las cosas con calma. Era como si estuviésemos en otro mundo, no se detuvo una sola persona», contó la señorita Izumi cuando trataba de ayudar a hombres que yacían en el piso. «Ohori se había desplomado, se quedó inmóvil, nadie salió del hospital para hacerse cargo», testimonió Masaru Yuasa, quien dos días después de ver morir a su compañero volvió a trabajar en un turno de 24 horas en el Metro.

Un infierno de ceguera, vómitos, stress post traumático, pánico de salir a la calle, miedos hasta ahora desconocidos, pesadillas, falta de sueño, son sólo algunas de las situaciones y síntomas que vivieron los protagonistas de este libro y que relatan con crudeza, parsimonia y, en varios casos, resignación.

Pero también en los relatos, en entrelíneas o con elocuencia, se distingue el funcionamiento social en Japón como la relación con los medios de comunicación, el lazo estrechísimo con el trabajo y el dinero, el silencio ante lo que está mal o es injusto y sobre todo, la marginación hacia las víctimas, esos hombres y mujeres que estuvieron cerca de la muerte o la desgracia.

Como un mapa de la psicología nipona diseñado con declaraciones desde el punto de gente común y corriente que fue arrancada de su vida cotidiana por una circunstancia extraordinaria, Murakami intenta responder preguntas esenciales -sin montar juicios de valor- sobre qué pasó, ¿por qué en ese momento y lugar concretos? y ¿qué nos dice de la psicología el comportamiento de los implicados?

En esta obra testimonial que fue editada por primera vez en español por Tusquets a 16 años de la edición original, se revela la doble violencia -el atentado por un lado y lo que la sociedad espera de cada uno, por otro-, el análisis del acoso mediático a las víctimas (y una desvirtuación morbosa de los hechos) y la inacción comunal y estatal frente a la tragedia y el impacto post traumático en los sobrevivientes. 

«Conocí de verdad a muchos de mis compatriotas, escuché historias. El resultado es que fui capaz de comprender lo que significaba ser japonés cuando uno debe enfrentarse a un golpe brutal contra el sistema como fue el atentado», admite el autor de celebradas novelas como «Tokio Blues» o «Kafka en la orilla». 

«Decidí escribir este libro porque siempre quise entender Japón a un nivel más profundo», explica Murakami sobre «Underground», donde en la segunda parte del libro, «El lugar que nos prometieron», desnuda la significación social de Aum a partir de entrevistas a adeptos y ex miembros de la secta, que no participaron directamente del ataque, pero que dejaron todo buscando una utopía espiritual, algo de lo que ninguno se arrepiente. 

«Lo que quiero proporcionar (…) no es un punto de vista claro, sino material de carne y hueso con que construir múltiples puntos de vista, que es lo mismo que me propongo cuando escribo novelas», arranca para darle paso a los ocho diálogos que intentan desentrañar los motivos del atentado.

«En Aum encontraron unos designios puros que no encontraban en la sociedad. Aunque al final aquello degeneró en algo monstruoso, el radiante y cálido recuerdo de la paz que habían encontrado al principio sigue vivo dentro de ellos y no es fácil que algo pueda cambiar eso», analiza el autor sobre las personas «de élite» que se unieron a las filas de la nueva religión, un sistema de creencias sincrético que incorpora las facetas de la Cristiandad, con interpretaciones del Yoga y las escrituras de Nostradamus.

En Underground, Murakami desenmascara a la víctima y al villano con cierta distancia, compasión y humanismo revelando los hilos escondidos de las tramas de una sociedad alienada, de conservadurismo social, en declive espiritual, con poca o nula solidaridad y mucho control creativo.

Este hito mortífero en línea de tiempo japonesa demostró, para Murakami, que «estábamos indefensos ante este tipo de arremetidas inesperadas, que éramos incapaces de preverlas y que fracasamos a la hora de prepararnos», pero también explora la ausencia de advertencias y «que la gestión de las crisis en Japón es errática y profundamente inadecuada» todo envuelto en un espiral concéntrico de instituciones, en un manto impuesto para bajar la voz.

Los cinco «agentes» de Aum que agujerearon los paquetes con sarín «liberaron enjambres de ‘tinieblos’ (seres que viven bajo las profundidades de la tierra) bajo las calles de Tokio», escribe el autor y refuerza como a los gritos: «tengo que alzar mi voz para decirlo alto y claro: a nadie en ninguna circunstancia, bajo ningún pretexto, le asiste ni una sola razón para justificar lo que hicieron esos criminales».

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