El pasado 23 de julio apareció en el periódico La Jornada un artículo de José Blanco titulado “Los rechazados”. Me parece que el análisis que hace respecto a la UNAM es aplicable al resto de las universidades públicas autónomas y vale la pena considerar su propuesta.
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José Blanco señala: “la altísima concentración de la demanda de aspirantes a iniciar educación superior en la UNAM no es un problema de la UNAM sino del sistema de educación superior del país.” Los datos que da a continuación sustentan esta afirmación: “En 2001 la UNAM atendió a 244 mil estudiantes de los niveles de bachillerato, licenciatura y posgrado; en el ciclo escolar 2023-2024 lo hizo para casi 380 mil alumnos; es decir, hubo un crecimiento de la matrícula superior a 55.7 por ciento.” Estamos hablando de veintidós años después.
¿Cuáles son los números para la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla?
Si atendemos al Anuario Estadístico de 2002-2003, que es el más antiguo que se puede consultar, tenemos una población estudiantil total de 48 mil 437 alumnos(as) de los cuales 10 mil 132 eran de Bachillerato y 34 mil 108 de Licenciatura.
Para 2023-2024, veintiún años después, tenemos una matrícula total de 118 mil 513 alumnos(as), o sea, la matrícula creció un 245% más. Para el caso del nivel medio superior, el incremento fue de 10 mil 132 a 24 mil 026, o sea, 237% más; y en el caso de la Licenciatura se pasó de 34 mil 108 a 89 mil 903, o sea, 264% más.
Pero, y este es un PERO enorme, la planta académica no creció en la misma medida. Es más, decreció en términos de los profesores de tiempo completo.
En 2002-2003 el total del personal académico era de 3701, de los cuales 2098 eran profesores de tiempo completo, o sea, el 57% del total.
En 2023-2024 el total del personal académico es de 5 mil 074 de los cuales, 2039, -59 menos que hace veintiún años- son profesores de tiempo completo, o sea el 40% del total, 17 puntos menos que hace veintiún años.
En otras palabras, en 2002-2003 cada profesor de tiempo completo atendía a 23 alumnos, ahora la proporción es de 58 alumnos por cada profesor de tiempo completo: dos y media veces más alumnos(as) por profesor(a) de tiempo completo.
Así, a la pregunta que se plantea José Blanco de si la UNAM debería seguir creciendo indefinidamente, la respuesta sería “depende”. ¿De qué? De que cuente con los recursos suficientes, y con esto nos referimos a contar con el personal docente preparado y suficiente para atender la demanda de educación superior.
Esta condición es la misma para todas las universidades públicas autónomas.
En el caso de la BUAP, la descentralización de la oferta educativa empezó con el nivel medio superior, pero ésta fue creciendo y diversificando y alcanzó un punto culmen con la creación de los Complejos Regionales, que atienden ambos niveles: el medio superior y el superior.
Sin embargo, el crecimiento del 245% en el caso de la BUAP se ha alcanzado a costa de las precarias condiciones laborales de la planta académica, conformada por profesores(as) hora/clase en al menos un 60%.
Los números y proporciones arriba mencionados creo que sustentan la propuesta de nuestro autor “…es indispensable el involucramiento de fondo de la máxima autoridad política del país, su decisión de ir tras los dos objetivos: aumentar la oferta educativa de nivel medio superior y superior, y equilibrar la calidad educativa para el conjunto.” Y nosotros añadiríamos que, como ya lo ha señalado la doctora Sheinbaum, no habrá educación pública que no sea gratuita, como lo establece el artículo tercero constitucional.
Es un hecho que la proliferación de la oferta educativa privada no alcanza ninguno de estos objetivos y es obligación del Estado proveer a la juventud mexicana con una educación a la altura del avance actual del conocimiento en sus distintas ramas, además de garantizarle su gratuidad.
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