Forman parte de la primera línea en la lucha contra la pandemia de la COVID-19, muchos de ellos y ellas han resultado contagiados e incluso han fallecido asumiendo la responsabilidad de intentar de salvar la vida de los enfermos, otros corren con mejor suerte pero siguen ahí, ayudando a la humanidad: son los trabajadores de la salud, quienes deberían ser tratados como heroínas y héroes, pero en México están siendo víctimas de agresiones.
México ha sido uno de los países del continente americano y del mundo que más ha sido impactado por la COVID-19. Ya con un año desde que se detectó el primer caso de coronavirus en ese país, el 28 de febrero de 2020, la cifra de contagios llega a casi 2 millones 100.000 personas y la de fallecimientos es cercana a las 190.000 víctimas.
Sobre esta situación, el corresponsal de BBC Mundo en México, Marcos González Díaz, realizó un reportaje donde expone la situación que están sufriendo enfermeras y médicos de ese país, quienes atienden a pacientes con COVID-19 y que han terminando siendo objeto de ataques y discriminación por parte de quienes temen y los ven como focos infecciosos del virus.
En el reportaje, la enfermera Ligia Kantun quien tiene una carrera de 40 años de trabajo para la sanidad mexicana, dijo que nunca vio reaccionar a la gente contra el personal médico como lo está haciendo ahora.
«Yo viví la época de la influenza y vi la del cólera. Jamás había sentido lo que estoy sintiendo ahora, porque la gente está quedando ya psicótica por este virus. Es terrible», expresó.
Ella es una de esas personas que la mayoría enaltece su labor y los califica como «héroes» por la labor que realizan en hospitales frente a la pandemia del coronavirus; pero Ligia también es, a la vez, uno de muchas víctimas de los profesionales de la salud que les toca enfrentarse a una ola de discriminación e incluso de agresiones provenientes por parte de una minoría que los ve como una posible fuente de contagio por su trabajo.
«¡Infectada!»
Ligia quien a sus 59 años nunca había sentido tanto odio contra su profesión, vivió la mala experiencia en carne propia cuando el 8 de abril de 2020, al salir del trabajo con su uniforme de enfermera, alguien pasó en coche a su lado, le tiró un café caliente por la espalda y le gritó con odio: «¡Infectada!».
Ese momento la dejó atónita, a Ligia no solamente le gritaron desde la ventanilla de un auto sin mediar más palabras que terminó dándose a la fuga a toda velocidad, también la agredieron física y moralmente, la hicieron sentirse humillada.
La hija de Ligia denunció el ataque sufrido por su madre en redes sociales y recibió multitud de mensajes de apoyo. «Pensé que me habían quemado. Luego vi que no me pasó nada, pero bien pudo ser una piedra o un palo. Entonces me dio tristeza, tristeza de ver cómo la gente nos está atacando. Eso me dolió más: el daño moral», le contó Ligia a BBC Mundo desde Mérida, estado de Yucatán.
Aunque la mayoría de la sociedad reconoce la labor de profesionales como Ligia Kantun, incluso dedicándole aplausos diarios, el ataque sufrido por ella no es único. En diversos países se han conocido agresiones o insultos a trabajadores sanitarios: casos en los que se les impide acceder al transporte público e incluso a su vivienda o municipio.
Otros tuvieron que soportar notas anónimas en las que sus vecinos les piden que se muden mientras dure la pandemia por miedo a que les contagien. Y no solo personal médico: también trabajadores de supermercados y de otros servicios esenciales son víctimas de discriminación.
«¡Es covid, aléjate de nosotros!», dice la enfermera Sandra Alemán que le increpó un grupo de personas antes de golpearla y causarle la fractura de dos dedos en San Luis Potosí, México.
Alza de casos en México
En México la tendencia al alza de estos casos parece especialmente preocupante para las autoridades a juzgar por las medidas puestas en marcha para proteger a estos colectivos de profesionales.
«No se podría lograr nada sin los trabajadores de la salud (…). Tenemos que respetarlos, reconocerlos, apoyarlos», dijo el pasado lunes el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un llamamiento ya escuchado en otras de las conferencias diarias del gobierno.
Tras ser informado de «algunos eventos de agresión» -como el de un médico golpeado por personas a quienes impidió pasar al área de aislamiento donde había fallecido un familiar por COVID-19-, el Instituto Mexicano del Seguro Social anunció la semana pasada medidas de protección para los hospitales junto a las secretarías de Seguridad y Defensa.
Así, desde entonces fueron activados operativos de la policía en los alrededores de los centros médicos para reforzar la seguridad del personal que trabaja para combatir el coronavirus. Incluso soldados del ejército se sumaron a las tareas de vigilancia en algunos puntos.
Algunos hospitales tuvieron que proveer de transporte privado a sus trabajadores para garantizar su integridad y el gobierno de Ciudad de México puso habitaciones de hotel a disposición del personal sanitario que quiera descansar lejos de sus casas o refugiarse de agresiones.
Según datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación de México (Conapred), hasta este lunes habían recibido 97 quejas relacionadas con coronavirus desde el 19 de marzo, de las que 18% fueron denunciadas por trabajadores de unidades médicas.
«Es algo totalmente inédito»
Y aunque, en concreto, las agresiones contra este sector suponen un número muy pequeño en los registros del organismo, que las califica de «casos aislados», sus responsables son conscientes de la existencia de muchos otros casos que no son reportados formalmente.
Luis Gerardo Ramos, enfermero en la ciudad mexicana de Reynosa, denunció haber sido rociado con cloro por una mujer en un centro comercial.
«No habíamos tenido hasta ahora experiencia de estas denuncias por discriminación, ni agresiones, ni amenazas ni hostigamiento de personal médico. Es algo totalmente inédito», dijo el director general adjunto de quejas del Conapred, César Flores Mancilla.
En conversación con BBC Mundo, Mancilla dijo que el primer lunes de abril de 2020 tuvieron «cerca de 140 llamadas en apenas una hora» por actos de discriminación relacionados con COVID-19 y otras conductas, cuando esa cantidad es lo que el Conapred recibe normalmente en toda una semana. La cifra siguió en ascenso.
La enfermera Ligia Kantun confirma esta tendencia y reconoce que nota miradas de recelo cuando camina por la calle. «La gente te empieza a ver con cierta discriminación, como con… asco. O como cuando entras al hospital y, cuando pasas, la gente se hace a un lado, como que se alejan y te ven medio raro».
Expertos tratan de explicar esta reacción por parte de algunas personas apuntando a dos cosas: las creencias, que en algunos casos parten de un principio de realidad; pero sobre todo una irracionalidad para enfrentarlas.
La enfermedad y la cura
«Ellos (el personal médico) simbólicamente representan la propia enfermedad y la cura. Entonces el terror que implica ese mal y estigma es incontrolable y genera las creencias más interesantes como proceso social», reflexiona María del Carmen Montenegro, de la facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El personal médico representa a la vez la enfermedad y la cura, lo que provoca un miedo difícil de controlar en algunas personas. La experta señala cómo en México, un país con un alto e histórico nivel de violencia, algunos podían optar por irse a otro lugar para escapar de esa situación de inseguridad.
«Pero ahora estamos ante un fenómeno del que no hay manera de correr o escapar a otro lado para evadir sus efectos, y eso genera más miedos», le dice a BBC Mundo esta académica con 44 años de experiencia.
Y ese temor a algo desconocido es el que hace que predomine nuestro «yo individual» sobre el «yo social». Este último es el que elige, por ejemplo, el personal médico que se ofreció voluntariamente para trabajar en esta pandemia.
Unos 2.000 aspirantes se presentaron voluntarios esta semana para cubrir 300 plazas de médicos y enfermeras que trabajarán con pacientes de COVID-19 en Ciudad de México.
Mientras tanto, Ligia Kantun recurre al optimismo y asegura que, tras la agresión sufrida, también pudo ver «la otra cara de la moneda» de la sociedad en forma de muestras de solidaridad. Dice que recibió apoyo de las autoridades y del centro donde trabaja; y que al día siguiente de denunciar lo ocurrido en redes, alguien le mandó un desayuno a casa y otras personas fueron a su domicilio para regalarle cubrebocas.
«Seguimos adelante»
Ligia Kantun es rotunda al asegurar que, pese a la agresión sufrida, nunca pensó en dejar su puesto de enfermera durante esta pandemia.
Y a la vez que agradece las patrullas policiales de vigilancia alrededor de los hospitales y que al personal médico les permitan ahora desplazarse al trabajo sin uniforme para no exponerse a más agresiones, deja muy claro que no piensa dejar su labor.
«Aunque estoy en un grupo vulnerable (por un tratamiento por la artritis reumatoide que padece) y podía dejar mi puesto, no lo hice porque pensé: ‘No estoy para quedarme en casa. Mi tierra y mi gente me necesitan y voy a dar todo lo que tenga de mí», afirma.
A los ciudadanos, esos mismos a los que intenta salvarles la vida cada día poniendo en juego la suya propia, Kantun les pide que no salgan de casa y que no les ataquen.
«Nosotros no les vamos a hacer daño. Que tengan la seguridad que si algún personal médico está infectado va a hacer su cuarentena para, antes de proteger a la gente, protegerse a sí mismo y a su familia», resaltó.
Y pese su agresión, a la que se refiere como «una piedrita» que ya pateó, sigue mirando al horizonte con energía y ganas de trabajar para que esta pandemia termine cuanto antes. «Todas las enfermeras que estamos al frente del cañón nos unimos y continuamos con la camisa puesta. Seguimos adelante, no hay otra».
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