Colapso y congestión del Ferrocarril Metropolitano

Lo que anda más mal den el Metro es el maltrato a sus trabajadores Despidos, estrés, presiones de la administración de la empresa, cesantía a involucrados en choques y otros sucesos, son ya pan de cada día en este servicio, lo que aumenta las posibilidades de deficiente atención a pasajeros

Por Wari

20/09/2012

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Lo que anda más mal den el Metro es el maltrato a sus trabajadores

Despidos, estrés, presiones de la administración de la empresa, cesantía a involucrados en choques y otros sucesos, son ya pan de cada día en este servicio, lo que aumenta las posibilidades de deficiente atención a pasajeros. Después del Transantiago, aumentó de 1,2 a 2,5 millones de usuarios del Metro por día, pero no la mejora de condiciones laborales para quienes trabajan en ese servicio.

Son habituales los reportajes periodísticos que dan cuenta de un servicio de transporte que cambió y para mal. La congestión de pasajeros llegó al límite, con saturación en los andenes y aumento del riesgo para las personas de caer a las vías. Se viaja apretujado como sardina en las horas peak, al punto que los pasajeros son bajados de los trenes. Crece el nerviosismo y enojo de los usuarios porque ya no llegan a tiempo a sus destinos ni con la rapidez de antaño. El servicio colapsó. Junto con ello se acabó la seguridad y dignidad de los pasajeros, y la imagen del Metro se menoscabó pese a las medidas de mitigación implementadas. No es menor que la tarifa aumenta, al igual que los pasajes del Transantiago.

En este panorama, pocos se preguntan ¿qué está pasando con los trabajadores que hacen funcionar el Metro? La comunidad metrina, que es el estamento invisible del funcionamiento del tren subterráneo capitalino, resiste estoica los avatares de una empresa del Estado expuesta como pocas en los últimos años a un crecimiento sostenido y de expansión de su operación, para el cual no estaba preparada ni ha sabido contener con criterio de empresa pública.

CUÁNTO CAMBIÓ EL METRO

Jorge Luis Donoso, uno de los funcionarios antiguos, con 34 años de servicio, supervisor de tráfico y dirigente del Sindicato N°3, recuerda que antes del Transantiago la dotación de trabajadores del Metro “era de 1.200 a 1.500, con tres líneas y con un espacio entre trenes de tres a cuatro minutos, en días de semana. Hoy la dotación de trabajadores va en 10 mil, hay cuatro líneas y un intervalo entre trenes de no más de un minuto 30 segundos”.

El antes y el después del ferrocarril metropolitano significó un incremento de flujo de pasajeros de 1,2 a 2,5 millones de usuarios por día.

Pese al aumento de dotación de trabajadores para enfrentar la abrupta y abultada demanda de usuarios ésta no dio abasto y comenzó a evidenciar paulatinos grados de agobio y fatiga laboral, desgaste que ha sido negado y rechazado por la actual administración.

La mirada de la gerencia, que se instaló con la llegada del gobierno de Sebastián Piñera, no ha contribuido a sobrellevar esta pesada carga que los trabajadores de Metro llevan diariamente.

A juicio del presidente de la Federación de Sindicatos (Fesimetro), que reúne a los cuatro sindicatos de Metro, Eugenio Valenzuela Arriagada, lo que anda más mal en el Metro “es la relación de la administración con los trabajadores, lo que redunda en el clima laboral”. La sensación térmica de los trabajadores es que, por lejos, esta es la peor relación que hayan tenido en la historia de la empresa, “sólo comparable a los tiempos de la dictadura”.

La administración lleva dos años en proceso de reestructuración, que para sus trabajadores parece nunca terminar. Estos cambios estructurales están poniendo en riesgo la seguridad y tranquilidad en la operación con que Metro ha venido creciendo, porque “esta administración aborda el transporte público de pasajeros como si fuera cualquier otra empresa, olvidándose que cuando se transportan personas se requieren políticas específicas y consideraciones especiales y no un recetario de gestión general”, remarca el líder de la agrupación sindical.

La presente reestructuración tiene a los trabajadores en estado de pánico y con evidente riesgo del estado de salud de los trabajadores. Una muestra de aquello es el nivel de ausentismo de los conductores que antes del Transantiago era de 3% por licencias médicas, y en 2012 llega al 13%.

Hay un estrés evidente con el que están operando los trabajadores adentro del Metro, dado que el servicio aumentó sus horarios de operaciones, pero la dotación no ha crecido en la misma proporción que la demanda. Estimándose que la dotación debiera crecer aún en 10% más, para otorgar los tiempos de vacaciones, descanso y colación necesarios, los trabajadores ahora realizan más tareas que antes y con mayor exigencia.

DESPIDOS MASIVOS Y SILENCIOSOS

Producto de la llamada reestructuración este año van 50 empleados despedidos. En 2011 fueron 150, y en lo que va corrido de estos dos años de gestión del gobierno de Piñera suman 400 los trabajadores de Metro echados del trabajo.

La respuesta que obtuvieron los dirigentes sindicales de parte del gerente general a quien le pidieron cerrar finalmente el proceso de reestructuración para que no siga cundiendo el temor de los trabajadores a ser despedidos, fue que no se detiene y debían acostumbrarse a vivir con el problema.

Para el presidente de la Federación de Sindicatos este escenario es “el peor de los mundos, puesto que el miedo se está transformando en pánico y en estrés prolongado, aspectos que van a implicar daños severos en la salud mental de los trabajadores, todo lo cual conlleva la intranquilidad y nerviosismo para enfrentar tareas de alto riesgo que se realizan en Metro, insegurizando las operaciones del transporte de pasajeros”.

Muchos de los accidentes ocurridos el año recién pasado, de trenes que se salieron, que chocaron, incidentes graves que han sucedido de un tiempo a esta parte, pudieron tener su origen en este estado de inseguridad. Lo peor es que varios de los trabajadores involucrados en estos accidentes han sido despedidos. A excepción del descarrilamiento en la estación Lo Ovalle, en febrero de este año, que por su connotación pública no fue despedido ninguno de los involucrados, en otros sin resonancia y desconocidos para la prensa, sí fueron cesados. Hubo desvinculación en el incidente en Puente Alto, que fue un topón en un taller. También fue echado el conductor que chocó un tren en un taller en San Eugenio, ocurrido dos semanas antes de Lo Ovalle. Otro tren chocó con instalaciones hace poco y echaron a dos trabajadores del Sindicato N°2. Antes hubo problemas en las estaciones Ñuble y Mirador, donde también desligaron a tres trabajadores.

El asesor del Sindicato N°1, el psicólogo y director del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (Ical), Marcos Barraza, entiende que la actual administración del gobierno de derecha “lejos de ser sensible y receptiva a las evidencias de deterioro en la operación, expresadas en problemas de seguridad en los usuarios y sobre carga laboral y fatiga de trabajadores, además niega esta realidad a la opinión pública”.

En opinión de Barraza, el recetario de la gerencia es ofensivamente neoliberal en su noción de gestión empresarial, que visualiza la relación con los trabajadores como una externalidad negativa más, en que se extrema una orientación hacia los resultados en menoscabo de los procesos y de las personas que los sostienen, incrementándose las horas extras o tipos de jornada laboral que deterioran la calidad de vida los trabajadores, lo que a la postre repercute en estrés laboral e incremento de riesgo en la operación.

Por Yani Aguilar P.

Foto de David Von Blohn

Pulso laboral

El Ciudadano Nº127, segunda quincena junio 2012

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