Hilda Güenteo, dirigenta williche de Chiloé: “Queremos recuperar nuestra cultura y que nos devuelvan nuestro territorio”

Comenzó su formación como dirigenta williche cuando tenía sólo 14 primaveras y con el tiempo llegó a ser presidenta de su comunidad durante 10 años; también fue secretaria regional de una asociación de mujeres indígenas que abarca desde Valdivia a Chiloé

Por Wari

10/07/2011

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Comenzó su formación como dirigenta williche cuando tenía sólo 14 primaveras y con el tiempo llegó a ser presidenta de su comunidad durante 10 años; también fue secretaria regional de una asociación de mujeres indígenas que abarca desde Valdivia a Chiloé. Hilda Güenteo, actualmente es presidenta de la agrupación Rayén Küyen y consejera de Weketrumao, una comunidad williche ubicada al sur-este de Chiloé, a unos 30 km antes de la ciudad de Quellón. Sentados alrededor de la cocina a leña de su casa, la entrevistamos en febrero de este año en conjunto con la antropóloga Alejandra Leighton.

Tomando un mate con yerbas conversamos con Hilda, quien amasaba una mezcla que después de la fritura daría vida a sabrosos “calzones rotos”. Desde su casa de madera se ve la carretera, prados, montañas y árboles.

En Weketrumao viven alrededor de 148 familias, de las cuales 88 están asociadas (368 personas) en la comunidad y el resto -60- aunque habitan el territorio y son indígenas, no la integran formalmente.

Hilda Güenteo nació en 1966, trabaja en un jardín infantil de la Junji (Junta Nacional de Jardines Infantiles), y vive con su esposo, que se dedica al campo, y con dos hijos y dos hijas, Laura y Antonia (en la foto con su madre).

A pesar de que la comunidad de Weketrumao reclama un territorio de 37 mil hectáreas, desde 1993 la Conadi les está tramitando la adjudicación de sólo seis mil, que alcanza a beneficiar solamente a unas 30 familias. El resto está casi todo en manos de particulares. La regularización ha demorado tanto porque la comunidad no acepta que se les pretenda restituir menos de un sexto de lo que ellos reclaman.

Weketrumao es una de las cuatro comunidades williches históricas de la isla, junto con Incopulli de Yaldad, Waipulli de Chadmo Central y Koiwin de Kompu. En la actualidad, esta última es la que alberga más personas; tiene alrededor de 340 socios (familias), es la más grande, pero también es una comunidad que recibió un número importante de inmigrantes.

“UNA DEMANDA JUSTA”

“Nosotros estábamos acá antes de que llegaran los españoles, estaban nuestros antecesores, nuestros abuelos; nosotros no le compramos las tierras al Estado, no le estamos pidiendo que nos dé tierras de su propiedad porque siempre fueron nuestras. Yo creo que es una demanda justa lo que nosotros estamos pidiendo”, parte aclarando Hilda.

-¿Cómo fue el trato con la corona española?

-Se supone que las cuatro comunidades históricas tenían títulos entregados por la corona española, donde se salvaguardaban su territorio y todos los recursos que tenían; entonces, antes que Chiloé se anexara a Chile, había un documento que resguardaba las propiedades y las tierras que eran de los indígenas.

Y después más encima se hace el Tratado de Tantauco (1826) que también reconoce y dice que los muebles, las tierras, etc., seguirán siendo de quienes los habitan y quienes estaban acá.

REIVINDICACIÓN TERRITORIAL

-¿Cómo comenzó el proceso de reivindicación territorial?

-Al inicio de la reivindicación territorial existían solo cuatro comunidades acá en Chiloé, las históricas, y les tocó la peor parte, porque hoy día ya estamos en otros tiempos y hay leyes que reconocen a los pueblos indígenas. Pero en esa época para ellos fue muy duro poder llevar adelante las demandas que tenían de tierras.

Como en el año 1929, 1930, mi abuelo, José Antonio Güenteo, asume como lonko de Weketrumao; cada comunidad tenía su lonko y no había esto de que uno de ellos mandara a los otros; de repente, cuando habían temas importantes se juntaban todos, pero no en una jerarquía mayor sino que para conversar el asunto y poder ver de qué manera ellos en conjunto abordar lo que les estaba sucediendo a cada comunidad.

Mi otro abuelo, que posteriormente asume como lonko cuando fallece José Antonio, se llamaba Pedro Güenteo Raín y él me contaba que en esos años era muy difícil que las comunidades se pudieran organizar porque también vino un tema de evangelización con la consiguiente pérdida de la lengua, porque vienen las iglesias y posteriormente las escuelas.

DESALOJO Y VIAJE A SANTIAGO

-¿Cómo les fueron quitadas sus tierras originales?

-En este sector de Chadmo vino un señor que se llamaba René Pinto y tenía vínculos directos con el gobernador de Chiloé, Arturo Pinto. Entonces entre ambos se apropiaron de todas estas tierras, que finalmente las fueron parcelando y sacando de la masa global que tenía el fundo histórico Weketrumao.

El año 1941 dieron una orden de desalojo para la población de Weketrumao y la gente se opuso, tomando de rehenes a unos carabineros que habían venido con tal fin.

Después, la represión no fue solamente contra la gente que participó en esa acción, sino que contra todas las personas que vivían acá en Weketrumao. Venían carabineros y llevaban chalupones cargados de habitantes de acá. Dice mi mamá que quedaban un montón de casas cerradas y de niños solos, que dormían en el monte con sus abuelitos.

Entonces la Justicia actuó muy fuerte con ellos; mi abuelita decía que a ella la llevaron detenida con una guagüita de tres meses y todos los días pasaban en la mañana y le decían: “Mañana corresponde quemarlos a ustedes”, y dice que un día a ella ya le dio tanta rabia que fue a encarar al guardia y lo alcanzó a pescar y le dijo que si había llegado al orden de quemarlos, que fuera ahora, no mañana ni pasado. “Y lo tomé con tanta fuerza que pensé que si él me pegaba o disparaba, yo iba a poner mi guagua delante y que la mate”, cuenta. Fueron personas muy decididas.

-¿Cómo reaccionaron sus abuelos?

-A mi abuelo José Antonio (en la foto) lo balearon y cuando lo llevaron los carabineros para Queilen, iban por el medio del mar, él dio vuelta el bote y mientras los otros se trataron de salvar pero se quedaron en la chalupa, él salió nadando y se escondió en otra isla, y de ahí se fue a Santiago a pedir que alguien interviniera por lo que estaba pasando.

-¿Dónde fueron a plantear sus peticiones en Santiago?

-Dicen que llegaron a la Cámara de Diputados a plantear el problema. Y después, cuando ya llevaban 41 días detenidos, vino el diputado Escobar para que soltaran a la gente que no había participado directamente y para que aplicaran un juicio más justo a los que habían agredido a los carabineros.

LOS COLONOS

-En los años 60 y 70, con la reforma agraria, ¿acá no hubo algún movimiento de recuperación?

-Casi nada, porque aquí no había mucho que recuperar porque los indígenas vivían en sus tierras; ninguno de nosotros habíamos emigrado a otros lugares. Entonces cuando se produce la reforma agraria, lo que se hace es que esas parcelas pasaron nuevamente al Fisco; las que estaban en poder de la Caja de Colonización pasan al SAG (Servicio Agrícola y Ganadero). No hubo personas que se fueran a tomar predios.

Tampoco en esos años había mucha gente migrante de otros lugares; sí después vienen muchas personas que emigran hacia estos territorios. Hubo un año en que llegaron muchos “colonos” que le decían ellos; la mayoría venía de Valdivia, era un grupo como de 20 familias y ellos se pusieron dentro del territorio de Weketrumao y llamaron colonia Yungay a esa parte donde se instalaron. Muchos se quedaron y viven todavía allí.

GOLDEN SPRING Y JEREMÍAS HENDERSON

-Después de eso, ¿hay alguna otra situación histórica importante?

-Después viene lo de la Golden Spring, que fue también un acontecimiento bien importante para los indígenas de Chiloé, porque en este territorio de Weketrumao y Koiwin de Kompu, estaban tratando de hacer una tala rasa para dedicar a suelo agrícola todo lo que es la montaña; la gente que conoce los sectores montañosos sabe que esos terrenos no son aptos para suelo agrícola y además esa empresa tampoco tenía todo legal, no tenía el tema de la apertura de caminos, había un montón de irregularidades. Eso sería como entre fines de los ochenta y comienzos de los noventa.

Y posteriormente, un tema más reciente fue lo de Jeremías Henderson, que también se apropia de parte del territorio de Weketrumao y las tierras que estaban en poder de los hermanos de Yaldad. Entonces ahí viene también un proceso bien reivindicatorio, con marchas, problemas.

CONFLICTO CON PIÑERA: PARQUE TANTAUCO

-¿Cómo se desarrolla el actual conflicto con Sebastián Piñera?

-Las tierras que administraba Jeremías Henderson hoy día están en manos de Sebastián Piñera, el actual Presidente de Chile. Yo he escuchado a muchos que dicen: “Bueno, qué sacamos con hacer acciones ahora si él es Presidente y tiene todo el poder, y a lo mejor vamos a tener más represiones que devolución”. No sé si será tan así, pero pienso que el Presidente del país también debe conocer la historia, o sea, debería saber que esas tierras eran de los indígenas y tal vez en un acto de reconocimiento, como los hay tantos a nivel institucional, tendría que reconocer al pueblo williche con sus legítimas demandas, porque nosotros sí que no vinimos de ningún lado.

Por eso yo creo que cuando también a él se le ocurre colocarle a estas tierras el nombre de Parque Tantauco, los indígenas reaccionaron y se sintieron vulnerados y burlados una vez más en algo que era tan propio y que no fue reconocido por el Estado, y que después se convierte en una figura para venderla como un tema turístico y eso creo que es una trasgresión también.

-¿A quiénes pertenecían originalmente los terrenos del Parque Tantauco?

-La mayoría eran de la comunidad indígena Incopulli de Yaldad.

-¿Cuánto es lo que la comunidad Weketrumao demanda de Tantauco?

-De Tantauco no es tanto lo que se demanda, ahí habrán unas 500 hectáreas, es una franja nomás.

“LAS MESAS DE DIÁLOGO NUNCA HAN LLEGADO A NADA”

-¿Crees que el Convenio 169 de la OIT es una herramienta eficaz?

-El convenio es un instrumento válido y creo que los indígenas vamos a ser capaces de ir poniéndolo en práctica, hacerlo valer, porque son cosas que sirven para nuestro beneficio en la medida que nosotros lo conozcamos y lo exijamos, y los estados tengan también la voluntad de poder recibir esas demandas y esas propuestas que tengan los pueblos indígenas.

Nosotros sentimos que se nos burla nuevamente nuestros derechos, más aún cuando hoy en día se reconoce también el Convenio 169, por lo que uno debería pensar y esperar que los estados reaccionen de otra forma, o sea, que el mismo Presidente, más que darnos una capacitación sobre ese convenio, queremos cosas concretas: que se nos devuelva nuestro territorio, que se nos reconozca constitucionalmente.

-Después de la huelga de hambre de los presos políticos mapuche (2010) se constituyó una mesa de diálogo en el cerro Ñielol, ¿cómo ves ese proceso?

-Yo creo que las mesas de diálogo, las mesas de territorio y todas las mesas que aparecen, finalmente nunca han llegado a nada, no es solamente de ahora. Nosotros hemos participado en distintas mesas; cuando yo era dirigente se les ocurría una mesa para acá, otra de forestales, otra de no sé qué, y después cuando nosotros estábamos ahí, cuántas de las veces que llegué nos tocó ver que los que quedaron a cargo de tal cosa, después no la hacían. Y yo creo que lo mismo pasa con la mesa del Ñielol, de hecho en esa mesa hay un representante de acá, que es el lonko (mayor) Armando Llaitureo, pero que tampoco ha hecho una gran convocatoria para saber efectivamente cuáles son los problemas de los indígenas o los que tiene realmente ahora la comunidad Weketrumao; nunca se nos ha venido a preguntar. Entonces si él no tiene claro eso, yo creo que más bien se hace como una cosa así grande y al final no hay respuesta, porque pienso que de lo que planteó el lonko mayor, la mayoría de las cosas ya fueron rechazadas, o sea, no se consideraron.

AUTOCRÍTICA Y DESAFÍOS

-No es mucho lo que se ha avanzado entonces…

-No se ha avanzado nada. No sé si será toda la culpa del Estado porque también hay responsabilidad compartida. Por ejemplo, existen otras situaciones, en otras comunidades, que han ido avanzando con el tema de recuperación de territorios; la comunidad de Kompu está como en la tercera etapa de restitución de tierras, en cambio Weketrumao se quedó ahí y no quiso recibir las seis mil hectáreas que ofreció la Conadi. Yo creo que la nuestra es la comunidad que está más marginada en cuanto a las inversiones, a programas de mejoramiento, de subsidio rural, porque todo lo llevan a que no puede hacerse nada porque las tierras no son legítimamente de la comunidad. Ejemplo, nosotros hace poco quisimos construir un jardín infantil intercultural aquí en la comunidad y no se puede hacer porque la tierra no está regularizada. Entonces, volvemos a quedar en la nada de nuevo, una vez más perjudicándonos a nosotros mismos. Yo pienso que si hay buenos dirigentes podemos ir logrando cosas por etapas y hacer cumplir los acuerdos mediante la presión. Entonces, como que ahora se ha dejado estar muy tranquilo, muy pasivo, no hay mucho ruido, y ahí quedó el tema Weketrumao.

Se habla acá en Chiloé de una figura más grande como es nuestro Consejo de Caciques, que fue una organización en su minuto importante y que llevaba las demandas de los pueblos indígenas, sobre todo en el tema territorial, pero que en este instante se ve como bien débil; yo creo que no nos queda a nosotros como indígenas más que unirnos, y uno se puede dar cuenta que habiendo tantas organizaciones que dicen que son indígenas, deberíamos trabajar todas juntas, tener mucho más valor y mucho más poder.

Recuadros:

PÉRDIDA DE LA LENGUA

-Cuéntenos acerca de cómo se fue perdiendo la lengua williche.

-En las iglesias primero les hacían hablar en latín, por lo que casi la mayoría de la gente aprendió a hacer los rezos en ese idioma; aun así había mucha gente hablante. Y después vienen los carabineros, instalan retenes por todos lados, para que la gente vaya obedeciendo lo que le decían. También por imposición de la escuela en Chiloé desaparece casi por completo lo que es la lengua williche.

-¿Qué pasaba en las escuelas?

-Cuando llegaba un niño que sabía su lengua y por casualidad la hablaba, dicen que le colocaban piedras en las manos y lo castigaban para que según ellos extendiera la lengua, porque decían que tenían la lengua enrollada, y así ellos fueron perdiendo el idioma por el miedo; el hecho de hablar en las casas, de poder mantener el lenguaje a través de la oralidad como se hacía, se fue perdiendo.

Lo que se mantuvo con más firmeza fue el tema religioso, más que otras costumbres. Ellos mantenían en secreto el tema religioso y allí ellos podían orar y ofrendar a Ngenechen en su lengua, pero no en forma visible. De hecho, ellos tenían que juntarse muy lejos de acá para poder practicar esos rituales ceremoniales; decían que tenían que caminar un día y medio o dos por el monte para llegar a donde tenían que juntarse. Así que a ellos les tocó muy difícil. Por ejemplo, cuando ellos tuvieron sus primeros símbolos, que fue la bandera williche (en la foto), el que andaba con ella fue a parar a Valdivia preso con bandera y todo, entonces fue mucho sufrimiento.

Yo veo a mi tía Teo cuando habla, que lo hace desde el sufrimiento, que desde niña la llevó a ser una persona adulta y a perder su lengua. Yo digo que si mi tía hubiese sido –porque ella es “maestra de paz”- una persona que vivió el proceso que nosotros estamos viviendo ahora, mi tía Teo hubiera sido una mujer hablante, porque ella vivió ahí, estuvo y sufrió todos los atropellos que tuvieron en esos años; ella estuvo presa, a veces se quedaba a cargo de sus hermanos, tenían que andar escondidos por el monte.

Y mucha gente dio un paso al lado y dijo “yo me transformo en su contrario mejor, porque así voy a ser amigo del enemigo y no voy a tener problemas”, entonces también eso pasó, y esos actos de sufrimiento y marginación lo llevan los ancianos. Y yo veo cuando a veces le digo a mi tía “¿y usted por qué no aprendió a hablar la lengua si mi papaíto era hablante?”; sola llegué a la conclusión de que era por eso, porque no podían hacerlo ni tampoco mi papi les podía decir que ellas hablen porque él había sufrido tanto que no le daba eso de volver a dejarle un sufrimiento a sus hijos.

RECUPERACIÓN CULTURAL

Entonces, cuando yo tenía unos seis años, mi abuelito me empezaba a hablar siempre, y yo cuando le preguntaba “¿Y qué dijo papi con eso?”, él me decía: “Cuando seas grande, y si te interesa, lo vas a saber, pero yo no te puedo decir qué es lo que dice”, y es verdad, ahora porque me interesa el tema yo he aprendido a traducir lo que él me decía, y es algo que yo lo llevo con orgullo y que también lo defiendo con garras cuando alguien me dice “no, la lengua williche no existe, la lengua williche se perdió y aquí no hay nadie que la maneje”.

O sea, de lo poco que hay, tenemos que construir, y debemos seguir trabajando porque hay muchas personas que todavía hablan. Está, por ejemplo, la abuela Dolores Millalonco, que es una mujer que es hablante, y doña Domitila Cuyul, que también maneja mucho el tema de la lengua.

-Además del tema territorial, ¿ustedes están por recuperar la cultura williche?

-Sí, el tema territorial se vincula directamente con todo lo que tenga que ver con la educación, la salud, porque nuestra cultura manejaba todos esos temas, o sea, nuestras sanadoras estaban dentro de nuestras comunidades, las lawentuchefe, también habían “Maestras de Paz” que llevan todo el tema religioso, y hoy día por qué no incorporar esos temas a los jardines infantiles. Yo trabajo en un jardín infantil intercultural, donde los niños de dos años comienzan ya a hablar la lengua; yo creo que, para mí, eso ya es un gran avance porque siento que los niños del futuro van a conocer sus raíces culturales, van a ser niños que valoren su pueblo.

EL TRAWUN

-¿Cómo abordan esta temática en el jardín infantil?

-De hecho nosotros llevamos mucho en práctica un tema que se llama en el aula el trawun, que era una palabra histórica de los indígenas cuando se juntaban en las grandes reuniones y conversaban todos en semi círculo, y los niños ya saben lo que eso significa; yo les digo “a ordenar el trawun” y todos paran a buscar las sillas, se sientan y cada uno cuenta, por ejemplo, experiencias de su familia, cosas que le sucedieron, lo que más le gustó del día, o lo que quieren hacer; y tenemos también en ese momento uno que es el werken, el mensajero, el que lleva las informaciones de su comunidad, a veces noticias importantes que vieron en la televisión.

El año pasado me sentí feliz, por un lado, pero de repente también un poco triste, cuando un niño me dijo: “Ñaña, nosotros deberíamos trabajar la huelga de hambre”, y yo le dije: “¿Y por qué?”, “Porque sí -me respondió- porque todos nuestros hermanos mapuche están en huelga de hambre, y lo están porque los winkas no les entregan sus tierras”. Posteriormente aparece un término en la Junji que es la pedagogía que asume el conflicto; claro, uno debe asumirlo no en una forma tal vez negativa o que potencie el conflicto entre los niños, pero qué bueno que ellos vayan teniendo claro por qué suceden las cosas. O sea, cuando él me dice que es porque no le entregan sus tierras, tiene tanta razón que yo a lo mejor no se me había ocurrido decirle, porque uno piensa “chuta, si le digo estas cosas, a lo mejor el día de mañana el niño va a ser conflictivo, va a tener problemas”, pero si él tiene claro, él va a saber por qué estaba sucediendo tal cosa. Entonces esos temas, cuando son de interés de los niños, los abordamos. Pero es doloroso, porque aún a esta altura de la vida, todavía seguimos viviendo tantos atropellos, tanto sufrimiento, y donde a veces también hay niños involucrados.

LAS MAESTRAS DE PAZ

-Cuéntenos la historia de las Maestras de Paz.

-La Maestra de Paz es la persona que está a cargo del tema religioso, ceremonial; fue la que llevó todo lo que es la parte espiritual, los Nguillatun, las rogativas, y la que, de alguna manera, logró incorporar algunos elementos culturales a la religiosidad winka, porque si usted, por ejemplo, va a una misa, ve cómo los curas o la gente de la iglesia se esmera por buscar ramitas de laurel, de ordenar el patriarcal, por donde va a pasar la virgen en este caso, pero esa fue una idea de las mismas personas indígenas, que incorporaron esa parte cultural a la iglesia; el mismo arco que hacen en el rewue o en el patriarcal, ellos lo hacen en las iglesias. Por ejemplo, cuando me tocó una vez ir a Caguach, también tienen los mismos pasacalles donde dan la vuelta en forma circular. Entonces, son elementos que se fueron incorporando para no desligarse de todo; si bien ellos están obligados a ir a misa, pero tenían como algunas cositas que eran de ellos. Porque primero a los indígenas se les acusó de muchas cosas cuando llegó la iglesia, por ejemplo de, como decían ellos, actos de sacrilegio, como de barrer la iglesia con ramas de arrayán, de bailar dentro de la iglesia, de tirar los santos a la mar, un montón de cosas que les recriminaban para que a los indígenas los llevaran presos, los castigaran, los marginaran.

-¿De dónde viene la tradición de las “maestras de paz”?

-Del año 39 en adelante fue como una reorganización de todo lo que había, porque como ellos sufrieron todo este atropello, no fueron ellos solos los que dijeron “Ah, vamos a organizarnos”, sino que dicen que llegan personas de Osorno: Juan Fermín Lemuy -que se dedicó a toda la parte organizacional- con Juan de Dios Cheuquean, que era el maestro de ceremonias.

-¿A quiénes formaron como “maestras de paz”?

-Dicen que como a 12 y quedó solamente Domitila Cuyul, que la empezaron a formar cuando tenía unos 14 años junto a las abuelas Dolores y Gregoria. Cuando la señora Domitila dejó de pertenecer a la comunidad de Kompu, ahí el Consejo nombró a Vilma y Teolinda Güenteo (ambas son hermanas; Vilma es la mamá de Hilda).

RAYEN KÜYEN

-¿Cuándo se originó Rayen Küyen y cuál ha sido la experiencia de esta asociación de mujeres?

-Yo siempre pensaba que Chiloé debería tener una organización de mujeres que represente el sentir de las hermanas, que también sea capaz de gestar su propio desarrollo al interior de la comunidad, porque si bien la mujer siempre jugó un rol importante en la cultura williche -la que transmitió la cultura a sus hijos, la que mantuvo algunas creencias, la que siempre dedicó más tiempo a la familia-, la mujer también estaba en el tema de reivindicación territorial.

Había una señora que se llamaba María Levién, que mi mamita contaba que fue una mujer muy fuerte, muy luchadora, muy valiente; decía que ella fue la primera mujer que les dijo “ya hermanas, nadie se queda acá; nosotras todas arreglamos este problema porque es de todos”; las mujeres estaban como con susto, pero ella las animó. Entonces, siempre hubo mujeres importantes y luchadoras y yo decía que no quiero ver que el nombre de las mujeres quede en el pasado; siempre tener la bandera al frente y decir aquí también estuvieron las mujeres en su momento luchando por tal cosa.

Y de ahí como en el 2000 ya empezamos a tratar de organizar la Asociación Indígena de Mujeres Williche ‘Rayen Küyen’, que en un minuto tenía como objetivo más que nada recoger inquietudes, hacer un diagnóstico de qué es lo que querían las mujeres, y de ahí nosotras vimos que ellas querían trabajar en dos grandes cosas, que eran rescatar la cultura y potenciar la salud, y también salió el tema de la educación, pero dentro de eso nunca dejamos de lado nuestro tema territorial, que para nosotras también es importante, porque estar bien en equilibrio –como se dice- es estar bien en todo momento y en toda circunstancia; no podemos decir que las mujeres estamos bien si es que estamos viviendo una situación de atropello. Entonces la organización de mujeres nace con esos objetivos o principios, pero con énfasis en valorar la medicina tradicional. Nosotras llevamos años trabajando con lawentuchefe; con personas que hacen uso de las ventosas, que también era una técnica muy antigua, ahora un poco más elaborada, pero que nos ha dado un buen fruto y ha sido reconocido también.

Nosotras nacimos bajo el alero del Consejo de Caciques, o sea, igual pedimos permiso para constituirnos, pero después nos fuimos encontrando con situaciones que como dirigentas no nos gustó. Hemos tenido nuestras dificultades, porque se argumentaba que en la cultura indígena no existían dos organizaciones, que solamente era una; pero nosotras sabemos que la cultura también evoluciona y el formar una organización que tenga casi los mismos objetivos que tienen las organizaciones tradicionales, no nos hace menos valiosas, sino que también nos hace importantes.

Y de todas maneras lo que a mí más me ha llenado de orgullo es que hemos formado a personas de la misma comunidad; nosotros no hemos invertido recursos en que nos vengan a entregar la capacitación o la atención y se vayan, sino que hemos formado a mujeres, indígenas y no indígenas, de la misma comunidad, y esas personas van a seguir quedando, o sea, esa historia va a marcar un precedente importante porque si un día no están los recursos para trabajar en salud, pero esas personas van a tener el don en sus manos, y eso es lo que para mí es valioso.

-¿Cuántas mujeres conforman esta asociación?

-Cuando comenzamos lo hicimos con 57 mujeres, de esas algunas se han ido retirando por diversos temas, también yo creo que por un tema de influencia de otras organizaciones, como fue en un minuto que salieron siete mujeres porque el Consejo de Caciques se los pidió, pero han ido incorporándose nuevas, así que yo creo que en este minuto contamos con 48 mujeres.

-¿Es una Asociación solamente de acá de Chiloé?

-Sí, pero también tenemos vínculos y redes con otras organizaciones. Yo estuve en Perú, en un encuentro continental de mujeres indígenas, el año pasado estuvimos en Colombia también, dando a conocer el trabajo que hacemos con el tema de las hierbas, y la Jovita fue a Brasil.

-¿Cómo ha sido el proceso de aprendizaje?

-Para nosotras es súper importante las capacitaciones; donde hay una, enviamos a cualquier persona para que vaya, porque les digo que lo que yo aprendí no fue en la escuela ni en ningún lado, fue porque cuando tenía 14 años a mi abuelo se le ocurrió decir que iba a ser dirigente, y participaba en las mesas, en los congresos; vi muy de cerca el tema de la formación de todas estas organizaciones que hoy día se ven y yo creo que cuando de repente tengo que hablar por alguna determinada situación hablo con base y eso me ayuda mucho a la experiencia que yo tengo como dirigente, por eso yo siempre insto a las chicas a aprender; les digo: capacitarse no es una pérdida de tiempo, sino que por el contrario, estamos invirtiendo un gran recurso para nosotras mismas.

Chiloé, febrero 2011

Por Cristian Sotomayor Demuth

Con la colaboración de Alejandra Leighton Naranjo

El Ciudadano

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