Opinión política

Las tareas del Frente Amplio y el contexto de su campaña

Tras las votaciones, un poco acotadas para el Frente Amplio, el autor de este texto se pregunta hacia dónde deberá apuntar el FA. ¿A la clase media, disputada por la Nueva Mayoría y también por la ultraderecha? Sin duda: hacia los territorios y las organizaciones.

Por Absalón Opazo

29/07/2017

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Los resultados de las elecciones Primarias Presidenciales de inicios de julio han abierto un caudal de cálculos y especulaciones. Tras las votaciones, un poco acotadas para el Frente Amplio, el autor de este texto se pregunta hacia dónde deberá apuntar el FA. ¿A la clase media, disputada por la Nueva Mayoría y también por la ultraderecha? Sin duda, hacia los territorios y las organizaciones.

Sobre el Frente Amplio se ha escrito bastante, especialmente durante la semana pos elecciones primarias, análisis que incluyen algunas críticas que provienen, incluso, de sectores de la izquierda no progresista, es decir de la verdadera izquierda y, posteriormente, del seno mismo del conglomerado.

En síntesis, dichas críticas se refieren al poco trabajo político en las agrupaciones de base, léase pobladores, sindicatos, feriantes, pequeños productores agrícolas, etcétera. Estos juicios han sido absorbidos por varios miembros directivos de las diversas agrupaciones que conforman el  FA y del mismo comando, con el objetivo de incluirlos en los análisis que forzosamente deberán estar presentes en la nueva etapa, con miras a la campaña de las elecciones propiamente tales.

Si bien comparto estas críticas, es necesario analizar el contexto en que se han venido efectuando las elecciones en la era post dictadura cívico-militar, situación a la que, creo, no se le ha dado la debida importancia al realizar estos análisis.

¿Podemos pedirle a una coalición como el Frente Amplio, cuya creación data desde hace apenas unos pocos meses, sin un aparato partidario y sin medios  económicos, ni medios de comunicación afines, que puedan hacer posible el despliegue de un gran contingente de activistas políticos, necesarios para un trabajo que demanda un gran esfuerzo, para dar a conocer las propuestas programáticas en las agrupaciones de base? Agrupaciones de base éstas que, según han dicho sus propios dirigentes, como Manuel Ahumada Lillo, presidente de la Confederación General de Trabajadores: “no tiene conciencia de clase”, o el mismo Luis Mesina, en entrevista con radio Universidad de Chile: “los movimientos sociales están totalmente despolitizados, a raíz de la gran tarea realizada por la dictadura cívico-militar y su intelectual, Jaime Guzmán”. Y vaya que Mesina sabe de lo que habla, pues ha sido capaz de congregar a un millón de personas en manifestaciones en pro de No+AFP. Y aquí me quiero detener para hacer una digresión aparte: ¿a dónde fueron a parar ese millón de votos, que la lógica podría hacer pensar que, por lo menos una parte de ellos, serían depositados en las urnas del Frente Amplio? Más adelante trataré de dar una explicación de este fenómeno.

El FA esperaba alcanzar una votación de por lo menos 500 mil sufragios; logró sólo 327 mil. Es necesario agregar, además, que hubo alrededor de 500 mil ciudadanos a los que les fue impedido votar en las elecciones primarias del 2 de julio, debido a que estaban inhabilitados, por ser militantes de  partidos de la Nueva Mayoría o ajenos a los partidos o movimientos de Chile Vamos y Frente Amplio. Sin embargo, hay que aclarar, que esos 500 mil “militantes” no se habían refichado, por lo que se suponía, y era de toda lógica, quedaban automáticamente fuera de la militancia, es decir como independientes y no militantes. Pero el SERVEL, jamás comunicó que el no refichaje por parte de los antiguos militantes, no implicaba su completa desafiliación, sino que ésta debía hacerse personalmente ante el SERVEL. Se ha calculado que de esos 500 mil inhabilitados para votar en las primarias, alrededor de 250 mil (entre los que me cuento), habrían sufragado por alguno de los precandidatos del Frente Amplio, de haber tenido el derecho constitucional de hacerlo.

Volviendo a la pregunta de ¿dónde está ese millón de posibles votantes que son capaces de concurrir a una manifestación tan multitudinaria? La respuesta es obvia: son capaces de manifestarse en contra de una situación concreta que afecta a cada uno en forma personal y familiar, pero no están dispuestos a movilizarse ante una campaña que ven lejana a sus propios intereses (que parecen incluir, además, una final de la Copa Confederaciones de Fútbol).

Y éste es el contexto del Chile real en el que el Frente Amplio deberá realizar su campaña hacia la primera vuelta de las elecciones presidenciales y parlamentarias.

El líder sindical Manuel Ahumada Lillo se queja de que no hay conciencia de clase y desde hace mucho tiempo, viene luchando por la unidad de los sindicatos con énfasis en un trabajo político en esa dirección. Si para los líderes sindicales (a falta de un partido con base proletaria), es difícil conformar un proletariado con conciencia de clase, ¿qué ilusiones  podemos hacernos de poder lograr, si no un grupo más o menos  coherente de izquierda (que no progresista) entre las clases medias de nuestro país, por lo menos una vanguardia  suficiente que pueda  remover los cimientos del modelo ultra neoliberal que agobia al  99% de los ciudadanos (cuya  gran mayoría, al parecer, está de acuerdo con este sometimiento), comenzando por un logro en la contienda eleccionaria?

Es que la clase media (pequeña burguesía, para distinguirla de la clase media alta o burguesía), es un compuesto social, político y cultural complejo, es más que la simple suma de sus muchos y cambiantes elementos, bastante más polimorfa y más revuelta que la ‘antigua’ clase terrateniente, la burguesía o la clase obrera.

Si nos atenemos a la historia, podemos apreciar que la clase media, durante la Revolución Francesa (1789), podía diferenciarse de los sans culottes  en su actitud,  accionar y fundamental posición oscilante en la batalla por el control del Estado moderno. En una primera etapa de los levantamientos de 1848, la clase media ocupó un lugar importantísimo en la constelación de las fuerzas que se enfrentaron a los sistemas autoritarios aristocráticos y antidemocráticos. Sin embargo, en una etapa posterior de cada uno de los múltiples disturbios de 1848, la clase media dio un giro completo y terminó  respaldando a las instituciones económicas, sociales y culturales existentes; quedó sometida a los gobernantes de la vieja guardia y de las nuevas élites que se unificaron en contra del reto más radical, real o imaginario, no solamente de los tradicionales jornaleros y trabajadores eventuales, sino también de los nuevos obreros de las fábricas. Más adelante, particularmente después de la Comuna de París de 1871, la pequeña burguesía miró en una sola dirección: hacia atrás.

Carlos Marx y Federico Engels veían a los pequeños comerciantes, mercaderes, tenderos y artesanos de la mitad del siglo XIX, como una “clase de transición” (Carlos Marx, El 18  Brumario de Luis Bonaparte, 1851-1852), que se agitaba entre la esperanza de engrosar las filas de la clase rica y el temor de verse reducida al estado de proletarios miserables (Federico Engels, Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1952). Ambos advirtieron que con la presión de una crisis revolucionaria, intentarían salvar su posición social especial, que tenía una base material obsoleta, y formarían una coalición contra la rebelión de los desposeídos.

Por su parte Lenin, después de la toma del poder (este año se cumplen 100 años de la Revolución de Octubre), y del fin de la guerra civil, reconoció que en Rusia y en cualquier parte, habría que enfrentarse con una pequeña burguesía, económicamente productiva, pero políticamente desconfiable.

Y éste es el contexto en que se dan las campañas políticas con miras a las elecciones de noviembre próximo. La ultraderecha lo tiene clarísimo (por lo demás, siempre lo ha tenido), y ya su abanderado lo ha explicitado ostentosamente: “vamos a trabajar arduamente para conseguir el voto de centro”. Lo que no dice, es que su campaña estará enfocada a inculcar el miedo hacia cualquier atisbo de llamar a una Asamblea Constituyente, educación gratuita, avanzar en unas verdaderas reformas tributaria y laboral, matrimonio igualitario, derogar la ley de pesca, etcétera. Vaya, si la ultraderecha no conoce bien a la clase media.

La integración de Alberto Mayol al comando del FA

En todo caso, el Frente Amplio está enfrentado a una batalla bastante difícil,  pero ante la adversidad y la precariedad de medios, debe esforzarse en trabajar por la unidad de todos los integrantes y movimientos que lo conforman, empezando por integrar al comando a Alberto Mayol, especialmente para la confección del programa, en el que se puedan incluir las mejores propuestas que explicitó durante la campaña de pre primarias.  Terminar con las decisiones a nivel cupular (nadie es dueño de la candidatura; integrar al comando, especialmente a Nueva Democracia, la orgánica que dirige Cristián Cuevas y que puede realizar un trabajo inestimable en las bases sindicales; en el programa y como miembro del comando debe estar Luis Mesina y que se destaque su presencia en él, igual que la de Mayol. Eso sí, deben coordinar  muy bien sus intervenciones como un solo discurso. Tratar de hacer contacto con Manuel Ahumada, que tiene gran ascendencia en el movimiento sindical de clase, etc.

En cuanto a la intervención de Beatriz Sánchez en entrevistas, foros, debates, etcétera, debe ser convincente, debe estar muy bien preparada, evitar, en lo posible, las salidas de madre, pensar muy bien las respuestas. El grupo que está a cargo de las comunicaciones, puede prever algunas preguntas, de acuerdo al programa en el que deberá intervenir (de TV o radio) o en el medio escrito que será entrevistada. Por lo demás, a estas alturas del partido, y ante la precariedad intelectual de los profesionales de los medios (sobre todo de TV), las preguntas tienden a repetirse:

De dónde van a sacar la plata para el nuevo modelo de previsión; según usted, Cuba es o no es una dictadura;  está de acuerdo con entregar mar a Bolivia con soberanía; está de acuerdo con la represión que realiza Maduro contra las “manifestaciones pacíficas”; cómo piensa llevar a cabo la Asamblea Constituyente; etc., etc., etc.

 

La importancia del programa

En lo más inmediato, pienso que el Frente Amplio debe avocarse a la confección del programa de gobierno. La comunicación del mismo debe centrarse en 3 o 4 ideas fuerza, sin embargo, debe formular políticas públicas que sean sentidas por la población.

Primero, el programa tiene que ser sincero y representativo. Esto supone que debe representar realmente el proyecto íntimo de la dirigencia, representar las necesidades y demandas de las fuerzas sociales afines, y tener la capacidad de generar credibilidad. El programa tiene un aspecto más público de oferta electoral  y otro menos público de guía para la acción de gobierno. Ambos aspectos enfatizan matices distintos, pero no pueden ser contradictorios. Este primer requisito exige que los equipos centrales de coordinación del programa, sean interdisciplinarios, combinen capacidad intelectual con experiencia política y peso político con peso intelectual.

Segundo, el programa puede y debe formularse con participación masiva de la población, pero en base a una direccionalidad previamente definida y con métodos uniformes. La participación masiva hace de la formulación  del programa, un instrumento de adhesión y compromiso político en que éste gana en legalidad y fuerza. La direccionalidad y el método, son esenciales para conciliar las necesidades y demandas desde la base con la adopción de una estrategia global eficaz y viable para gobernar en torno a un proyecto político. La calidad política y técnica de un programa de gobierno no se logra con equipos elitistas que piensan por el resto, sino con equipos de élite afincados en el diálogo con la realidad política concreta en la base.

Tercero, para cumplir con los requisitos anteriores,  el debate sobre el programa debe comenzar simultáneamente en tres planos: a)  al más alto nivel para seleccionar los macroproblemas  que abordará  el programa y que el gobierno asumirá como responsabilidad colectiva, b) al nivel intermedio, para seleccionar los problemas de alcance nacional  que se abordarán en el programa como responsabilidades institucionales nacionales específicas, y c) al nivel de base, para seleccionar los problemas de alcance y responsabilidad regional y local.

Si bien un programa de gobierno se podría desglosar en 3 o cuatro puntos adicionales, espero que estos 3 puntos esenciales, puedan ser un aporte para la formulación del programa del Frente Amplio.

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