Minorías sexuales y el cambio cultural pendiente

Las luces de la discoteque gay Quazar giraban como locas esa noche, también las personas que bailaban sin cesar al son de la música estridente y el show de la transformista Francis Francoise

Por Wari

27/03/2010

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Las luces de la discoteque gay Quazar giraban como locas esa noche, también las personas que bailaban sin cesar al son de la música estridente y el show de la transformista Francis Francoise. Nada hacía presagiar lo que ocurriría minutos después, cuando un grupo de hombres de lentes oscuros seguidos por un periodista, Santiago Pavlovic y sus camarógrafos, filmaron como desesperados a los gays y lesbianas que se escondían como podían.

Ese fue el famoso episodio del fichaje policial, ocurrido a principios de los noventa y consignado en el libro Historia del movimiento homosexual de Chile, del periodista Víctor Hugo Robles.

Esta escena está enmarcada en pleno proceso de retorno a la democracia, donde si bien se obtuvo algunos avances (despenalización de la sodomía, por ejemplo, impulsado por el histórico Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), fue insuficiente para indicar que la Concertación se la jugó con las minorías sexuales.

Las grandes olvidadas en el juego político, porque bien lo sabemos, frente al tema de la sexualidad, no hay partido que se resista a la homofobia, la lesbofobia y sobre todo, la transfobia. Pero al Estado mejor le sale invisibilizar que atacar, por ello, todo lo que concerniera a derechos de lesbianas, gays y trans pasó a segundo plano… hasta hoy.

El movimiento homosexual, trans y lésbico (aunque el último lleva un proceso completamente aparte, con organizaciones e historia propia), no experimentó grandes cambios durante los gobiernos de la Concertación, más que rencillas de poder. Junto con las divisiones y las peleas por protagonismo de los mismos dirigentes, el tema de la despenalización pasó a ser el punto central de lucha y al parecer esa conquista no sirvió para que más adelante se trataran otros temas que hoy en día permanecen en los baúles del Congreso, como una efectiva Ley contra la discriminación.

En escasas oportunidades y sobre todo, en período electoral, se intentó enviar urgentemente los proyectos al Congreso… todo quedaba ahí, aunque no es sólo responsabilidad del Gobierno.

Hubo cientos de peticiones para que organizaciones gays y lésbicas fueran recibidas por ministros o secretarios de Estado: Máximo te atendía un administrativo, a menos que pertenecieras a un partido del conglomerado.

Las organizaciones gays vinculadas a pensamiento de izquierda o relacionadas con el Partido Comunista fueron las grandes olvidadas e invisibilizadas. Claro estaba en todo caso, que la ayuda y apoyo se canalizó a través del Ministerio de Salud y el VIH/Sida.  Un poco, tal vez, para extirpar las culpas. Había que actuar “con prudencia” con una derecha y una Iglesia fuerte que ante el primer intento de “progresismo”, dejaba la escoba.

AVANCES ALEDAÑOS E INSUFICIENTES

Se creó la División de Organizaciones Sociales (DOS) y con ello el programa por la Tolerancia y NO discriminación. Había esperanzas, pero comenzó el problema de protagonismo y el poder. Al final, este ente estatal pasó a ser casi decorativo. Si había que difundir algo y no había dinero para afiches, se recurría al programa porque los daban gratis, claro, sólo a dos colores, pero salvaban.

La misma revista (Rompiendo el Silencio) recurrió a estos afiches y hasta el día de hoy estamos agradecidas, incluso, los vamos a extrañar con el Gobierno de derecha que de seguro los elimina.

Pero más allá de convocatorias para proyectos o la realización de talleres o seminarios, donde las postergadas minorías eran mezcladas con inmigrantes, discapacitados -con mucho respeto-, no hubo mucho más.

La última campaña electoral logró poner en el tapete el tema del “matrimonio gay”, “gran preocupación” de una masa del sector que busca “igualdad”, pero que se olvida que antes de pensar en “casarnos” debemos tener una potente ley antidiscriminatoria que para cuando vaya a celebrar “mi matrimonio” públicamente no nos lleven detenidas por “la moral y las buenas costumbres”. Artículo legal que aún está vigente y que afecta a cualquier pareja del mismo sexo que esté, incluso, tomada de la mano. Artículo existente desde el siglo pasado y que parece que muy pocos se preocupan de derogar. Obvio, no está entre las “urgencias” del país y, considerando el alto nivel de homofobia en Chile, no prosperará muy pronto.

Pero decía, los candidatos pusieron en la agenda el tema del “matrimonio gay”. Una lástima, porque se hubiera visto bien que las mismas organizaciones se unieran de una vez por todas y sacaran el tema a la luz junto a otros para terminar con la violencia discriminatoria.

Pero acá pasó todo lo contrario que en Argentina: Fue el poder instalando un tema que a muy pocos interesa, salvo a los mismos gays y lesbianas no organizados que ya reservan su lista de regalos en las tiendas comerciales para el “gran momento”.

Entonces, no hablemos del “Gay power” o el “Lesbian power” en Chile, porque no existe. El “power” lo hacemos algunos y algunas a puro ñeque y casi no se nota. Y tal vez ahora menos con un gobierno de derecha, a menos que se realice un proceso de reflexión y reagrupación de fuerzas para exigir un derecho básico: El respeto.

Un punto a favor: Autorizan para convocar a la Marcha del Orgullo Gay Lésbico, en septiembre, la Gay Parade en noviembre, y otros donde la policía nos resguarda de la homofobia latente del macho chileno. La revista de cultura lesbiana que dirijo, puede circular sin censura hasta el momento y pese a la resistencia de los mismos quiosqueros, ya las mismas lesbianas no temen pedirla ni les avergüenza. Hay discoteques y bares, como debe ser en una economía de libre mercado: “Estos maricones y tortilleras deben ayudar a la producción”, debe ser el pensamiento generalizado.

PERO, no hay un cambio cultural, ni en lo social ni en lo político. Las lesbianas siguen siendo violentadas e invisibilizadas (a no ser que sirvan para el consumo porno heterosexual); los gays son despreciados por el “macho que es bien macho”, los trans continúan siendo asesinados. Y ésa no es tarea sólo de la Concertación, sino de todos y todas quienes queremos un mundo mejor.

En fin, es muy probable que la derecha lleve adelante estos proyectos abandonados por la Concertación y sería realmente paradójico y hasta risible, pero al nivel que estamos como humanidad, ya nada sorprende.

Por Érika Montecinos Urrea

La autora es la directora de la revista Rompiendo el Silencio, que reivindica la cultura lésbica.

Fotografía: Protesta contra la discriminación de las minorías sexuales. Diciembre 1996/Por Álvaro Hoppe

El Ciudadano

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