Movimientos políticos en Bahrein

Hace un año, activistas internautas proclamaron la “Revolución del 14 de febrero” en la diminuta isla de Bahrein

Hace un año, activistas internautas proclamaron la “Revolución del 14 de febrero” en la diminuta isla de Bahrein. Aunque las actuales protestas masivas pudieron suponer una sorpresa para algunos, los movimientos políticos en Bahrein y en el Golfo Arábigo tienen una larga historia que se remonta a cien años. Para colocar esos movimientos en su contexto, es necesario retroceder en la historia para poder entender mejor el presente y lo que para el futuro presagian los actuales movimientos.

La región fue testigo de un notable desarrollo en 1938. En Bahrein, Dubai y Kuwait –en aquel entonces todos bajo “protección” británica- aparecieron tres movimientos que pedían mayor voz en los asuntos del gobierno, incluso se atrevieron a exigir la creación de una asamblea representativa. Aunque esta no era la primera iniciativa política en Bahrein, sí fue la más coherente y organizada hasta aquel momento. Los movimientos de Bahrein y Dubai acabaron aplastados, mientras en Kuwait se pudo llegar a elegir una asamblea que duró unos cuantos meses antes de acabar en desbandada. Esta experiencia determinó el tono de las futuras actividades políticas en Bahrein, que oscilaron entre el derrocamiento del régimen y la reforma, entre lo clandestino frente a la actividad pública y entre las coaliciones de amplio espectro frente a los movimientos basados en facciones.

1953-1956: EL NACIMIENTO DEL NACIONALISMO BAHREINÍ

Los primeros años de la década de 1950 fueron testigos del mayor movimiento masivo popular de la historia moderna de Bahrein antes de ser abruptamente abortado de nuevo por la fuerza. A nivel regional, este fue el período de la revolución y de la aparición del nacionalismo árabe, realzado por la estrella ascendente de Yamal Abdul Naser en Egipto. Tales desarrollos árabes tuvieron fuertes ecos en Bahrein. La emisora de radio egipcia “Sawt al-Arab” (La Voz de los Árabes) era la favorita de las familias, complementada por la aparición de una fuerte prensa nacional y la creación de los primeros centros culturales y deportivos en los estados árabes del Golfo.

La lenta gestación de todos esos factores necesitaba de una chispa que los transformara en un movimiento nacional más amplio. Esto vino facilitado por la violencia sectaria que sacudió el país entre 1953 y 1954. Estallaron diversas escaramuzas entre manifestantes chiíes y los fdawiya –hombres fuertes al mando de los sheijs– durante el desfile religioso de la Ashura en septiembre de 1953. Los enfrentamientos, de forma intermitente, continuaron provocando varios muertos y heridos.

Para contrarrestar esas crecientes tensiones, se celebraron una serie de reuniones entre miembros de las comunidades chiíes y sunníes a fin de discutir la situación de la isla. Se eligió un Alto Comité Ejecutivo (ACE) a cuyo frente había ocho personas –cuatro chiíes y cuatro sunníes- y que estaba encargado de llevar y defender sus demandas ante las autoridades. Esas demandas se centraron en la creación de un consejo legislativo, un código civil y jurídico general, sindicatos y el establecimiento de un tribunal supremo.

El ACE pudo recoger 25.000 firmas de apoyo, un logro extraordinario en un país cuyos ciudadanos apenas llegaban a cien mil. Los gobernantes se negaron al principio a reconocer al ACE. Después, las autoridades intentaron crear un comité alternativo compuesto de notables y clérigos chiíes, confiando en dividir a la gente y debilitar el ACE. En aquel momento, los movimientos políticos centraban su campo de acción en las ciudades urbanas de Manama y Muharraq, mientras se consideraba que los pueblos eran más conservadores y que estaban peor dispuestos ante el ímpetu político que barría la región. En noviembre de 1956, el ACE se vio abocado a su sentencia de muerte cuando estallaron una serie de protestas para denunciar la agresión tripartita contra Egipto. Esos acontecimientos se utilizaron como excusa para arrestar y deportar a los dirigentes del ACE.

Aunque el ACE acabó silenciado, había creado un duradero legado que ha sobrevivido hasta este mismo día. Lo más destacable es que fue el primer movimiento político popular que un gobierno reconoció en los estados árabes del Golfo, y podría decirse que constituyó el nacimiento del nacionalismo moderno bahreiní. Produjo reformas de amplio espectro en los códigos civil y jurídico del país, así como la formación del primer sindicato en Bahrein, que fue disuelto poco después.

1956-1971: MOVIMIENTOS CLANDESTINOS

La caída del ACE anunció una nueva era en los movimientos políticos bahreiníes. En resumen, las demandas y actividades del ACE reflejaban una mezcla de quejas dirigida tanto a la presencia británica como a los gobernantes, y nunca fueron más allá de pedir reformas políticas dentro del sistema. Muchos consideraban que los objetivos del ACE eran bastante insuficientes. Los movimientos políticos posteriores fueron clandestinos y adoptaron posiciones mucho más radicales, con un enfoque que se convirtió claramente en anticolonialista y antirégimen. Sus objetivos ya no eran los reformar el sistema sino derrocar al régimen utilizando la lucha armada.

Fueron dos los movimientos clandestinos los que llegaron a dominar el panorama político, ambos laicos en gran medida en su composición y enfoque. El Movimiento de los Nacionalistas Árabes (MNA) tuvo sus orígenes en la Universidad Americana de Beirut (UAB) con el objetivo de establecer un movimiento de vanguardia por la liberación de Palestina y el resto del mundo árabe utilizando medios revolucionarios. Entre 1958 y 1959, un grupo de estudiantes bahreiníes de la UAB y de la Universidad de El Cairo se acercaron a los grupos de jóvenes de Bahrein de tendencia nacionalista árabe para reunirles bajo el ala del MNA. En pocos meses, el movimiento se amplió enormemente, alcanzando varios cientos de miembros. El otro movimiento importante fue el Frente de Liberación Nacional (FLN): el movimiento comunista en Bahrein que se estableció formalmente en la isla en 1955. En su creación incluyeron mucho sus contactos con el Partido Tudeh de Irán y el Partido Comunista de Iraq.

Ambos movimientos dependían sobre todo del apoyo de las ciudades urbanas de Muharraq y Manama, que seguían siendo los principales semilleros de la oposición de entonces. Debido a diferencias ideológicas, la relación entre ellos fue ambivalente desde el principio. El MNA veía al mundo árabe como su hogar natural y el principal objetivo de su lucha. Consideraba al FLN como un agente internacional que no llevaba en el corazón los intereses del mundo árabe. En cambio, el FLN veía al MNA como un advenedizo regional obnubilado de xenofobia nacionalista. No se identificaba bien con la idea del nacionalismo árabe.

Las actividades de los dos grupos llegaron a su apogeo a mediados de la década, con el levantamiento de marzo de 1965, al que todavía se refieren ambos movimientos en términos legendarios. Los acontecimientos se precipitaron cuando la compañía petrolera local anunció sus planes para despedir a varios cientos de trabajadores locales. Esto provocó una rápida espiral de protestas y desobediencia civil por toda la nación, que se centró principalmente en las ciudades de Manama y Muharraq.

La rápida escalada de las protestas cogió al MNA y al FLN por sorpresa y poco preparados. De forma espontánea, los cuadros de cada organización intentaron trabajar conjuntamente para coordinar las tácticas. La coalición tan precipitadamente reunida se vino abajo rápidamente, pero no sin dejar una fuerte impronta en el futuro sendero de la historia. Muharraq fue denominado “Port Said” en honor de la ciudad egipcia que tan famosa se hizo durante la agresión tripartita de 1956. Fue el semillero de las protestas y las fuerzas de seguridad no pudieron entrar en la ciudad durante varios días. El levantamiento marcó también una importante remodelación dentro del movimiento clandestino en la isla, especialmente dentro de las filas de los nacionalistas árabes.

La derrota de las fuerzas árabes en la guerra de junio de 1967 contra Israel dañó la imagen de Naser y fue la sentencia de muerte del movimiento del MNA. Esto anunció la aparición de fuerzas izquierdistas dentro del MNA. Pero a finales de la década de los sesenta, surgió un nuevo movimiento, que finalmente cristalizaría bajo la bandera del Frente Popular para la Liberación de Omán y el Golfo Pérsico (FPLOGP). Las diferencias principales se centraban en la reorientación del movimiento hacia el Golfo Arábigo en vez de hacia un mundo árabe más amplio; la adopción del marxismo-leninismo como ideología oficial; y, finalmente, el apoyo a la lucha armada. El objetivo explícito era el derrocamiento de los emiratos por medios violentos. El FPLOGP fue cada vez más activo en el movimiento Dhofar, activo en Omán de 1965 a 1976, con varios cuadros bahreiníes incorporándose activamente a sus camaradas dhofaris.

Mientras tanto, los británicos habían hecho planes para retirarse de la Península Arábiga en 1967. Para contrarrestar las potenciales reclamaciones iraníes de las islas, se celebró en Bahrein un plebiscito de las Naciones Unidas sobre la independencia. El resultado fue el establecimiento en 1971 del estado independiente de Bahrein bajo el gobierno de los Al Jalifa.

1971-1975: MUNDO LABORAL, COALICIONES Y EL RETORNO A LA ESFERA PÚBLICA

Poco después de la independencia, la senda de los movimientos políticos retornó de nuevo de la actividad política clandestina a los movimientos populares públicos basados en coaliciones. Todo esto se vio estimulado por el establecimiento de un Comité Constitutivo (CC) de la Federación General de Trabajadores de Bahrein, el primer movimiento público de masas organizado tras la independencia. El CC reflejaba un cambio importante en las tácticas de los movimientos políticos de Bahrein. Aunque el CC estaba encabezado por una coalición de individuos provenientes del FPLOFP, el FLN y el MNA, no estaba organizado como partido e incluía a muchos independientes entre sus filas. El CC llevó también su trabajo a lo público en vez de centrarse en las actividades clandestinas. Organizó peticiones para el establecimiento de un sindicato general que pudo reunir casi cinco mil firmas. A este respecto, fue la primera coalición pública auténticamente laica en Bahrein, en la cual las cuestiones religiosas y sectarias no jugaban ningún papel destacable en su composición u objetivos.

Las autoridades se negaron a reconocer el CC. La situación culminó en el levantamiento de marzo de 1972, cuando los trabajadores de la compañía aérea local, Gulf Air, fueron a la huelga después de que las autoridades trajeran desde Pakistán a un grupo de trabajadores expatriados. Las huelgas se extendieron rápidamente por toda la nación. Finalmente , el ejército bahreiní se desplegó y acabó con las protestas. Los miembros del CC acabaron encarcelados o exiliados en el extranjero.

Sin embargo, durante el levantamiento de marzo de 1972, las autoridades explicaron a los miembros del CC que irían más allá garantizándoles sus demandas y concediéndoles todos sus derechos. Estas declaraciones se interpretaron de forma optimista como una promesa de llevar a cabo reformas más amplias políticas y económicas en la isla. Las actividades del CC apresuraron el establecimiento de la Asamblea Constituyente de 1972, una asamblea parcialmente elegida encargada de redactar y aprobar una constitución, un hito destacado en la historia política del país.

El FLN y el FPLOFP, junto con otros elementos nacionalistas árabes, se unirían de nueva para formar el “bloque Shehabi”, una alianza que terminó boicoteando la Asamblea Constituyente debido a diferencias internas. Después, en 1973, se llegó a una asamblea legislativa electa, con el bloque Shehabi constituyéndose en precursor del “Bloque Popular”, una agrupación similar de izquierdistas y nacionalistas árabes que obtuvo seis escaños en el recién elegido parlamento. El resto de la asamblea se componía de personalidades nacionalistas, independientes y religiosas chiíes.

El experimento parlamentario tuvo un brusco final. La asamblea legislativa formó una unidad cohesiva que se negó a presentar ante el gobierno una nueva ley de estado de emergencia así como la renovación del contrato de arrendamiento para la base naval estadounidense en Bahrein. El resultado fue que se suspendió la constitución, se declaró el estado de emergencia, se disolvió el parlamento y se arrestó a muchos de sus miembros. Así fue como acabó el primer intento en Bahrein de establecer formalmente una serie de instituciones políticas.

1979-2000: SURGIMIENTO DE LOS ISLAMITAS

La continuada ofensiva por parte de los sectores de la seguridad y el éxito de la Revolución Islámica de Irán en 1979, impusieron un nuevo giro en la política bahreiní, que de nuevo volvió a recurrir a los movimientos clandestinos. En aquel momento, los movimientos islamistas chiíes estaban en auge, y entre ellos destacaba el Frente Islámico para la Liberación de Bahrein, responsable de un fallido intento de golpe de estado en 1981. El PFLOFP, ahora a la defensiva debido a la represión por parte de la seguridad, intentó también un golpe a través de la Fuerza de Defensa de Bahrein en 1979. Esto marcó un giro en las agrupaciones políticas que volvieron a la estrategia de derrocar el régimen utilizando medios clandestinos y violentos, con la idea de que una alianza basada en el movimiento popular asumiera un papel secundario a lo largo de la década de los ochenta.

Los años noventa vieron la reaparición de un movimiento popular que intentaría de nuevo unir a las diferentes facciones políticas para tratar de avanzar en la consecución de una mayor representación política. Antiguos miembros del PFLOFP, del FLN e independientes empezaron a actuar de forma individual, iniciando movimientos de “peticiones de las elites” y de “peticiones populares” para conseguir que se restaurara la constitución de 1973 y la democracia parlamentaria. En aquel momento, el Islam político alcanzaba su cenit en la isla, con el escenario dominado por consideraciones políticas y la oposición compuesta principalmente de personalidades religiosas chiíes. Tal oposición se uniría a los laicos llegando a convertirse en los líderes del nuevo movimiento, galvanizando las calles tras sus demandas. De nuevo el movimiento se enfrentó con una campaña de violencia dirigida cada vez más contra las personas a partir de consideraciones sectarias, culpando a Irán de injerencia exterior y hundiendo el país en lo que llegó a conocerse como los “levantamientos de los noventa”, que duraron desde 1994 a 1999.

2000-2011: VOLVIENDO AL PUNTO DE PARTIDA

Con el cambio de siglo, las autoridades, ahora con otro soberano, parecieron entrar en una nueva fase de política parlamentaria. La Carta de Acción Nacional de 2001 prometió el establecimiento de una monarquía constitucional con una mayor participación política y económica. La nueva constitución de 2002 no gustó nada a la oposición, elaborada a puerta cerrada sin aportación popular alguna en su creación. Establecía un poder legislativo semi-elegido con débiles poderes legislativos y de supervisión a partir de distritos electorales enormemente asimétricos. Esto entraba en contradicción explícita con lo que las autoridades les habían prometido abiertamente.

Surgió toda una plétora de sociedades y movimientos políticos. Estos grupos tenían poco que ver a menudo unos con otros y no conseguían ponerse de acuerdo en un enfoque común adecuado para enfrentar los nuevos desarrollos políticos. Algunos decidieron entrar en un proceso político formal, mientras otros decidían boicotearlo. Al Wefaq, un movimiento islamista chií, y Wa’ad, una asociación liberal laica con raíces en el MNA y el PFLOFP, dirigían las asociaciones formalmente reconocidas. Los individuos que rechazaban reconocer el nuevo sistema político establecieron el Haq, un movimiento no autorizado que continuó haciendo campaña por una monarquía totalmente constitucional. La estancada situación política estalló finalmente el 14 de febrero de 2011, y el resto, como se suele decir, ya es historia.

¿Qué lugar ocuparán los movimientos políticos de Bahrein en el futuro? La isla es ahora una sociedad fuertemente politizada, con una nueva generación de jóvenes que está entrando por vez primera en el escenario político. Según los relatos del twitter bahreiní más seguido, aproximadamente el 20% de la población está conectada a Internet y comprometida activamente con la política. Lo que está más allá de cualquier duda es la existencia de un terreno político fértil, aunque por ahora inestable, con desarrollos constantemente cambiantes.

Las asociaciones políticas establecidas más formalmente, como Al Wefaq, están perdiendo terreno ante los nuevos grupos, incluida la Coalición del 14 de Febrero. Los grupos como este último han recurrido a la movilización clandestina y se implican más en las acciones directas en la calle, afirmando que su objetivo explícito es el cambio del régimen. Sea lo que sea lo que el régimen ofrezca a nivel de reformas, es probable que una parte importante de esos activistas no se sientan satisfechos. Esto contrasta con las demandas que las sociedades políticas formalmente establecidas anunciaron, centradas en la reforma del sistema y en una monarquía constitucional. Las preguntas a plantear acerca de la ideología de esos movimientos son también inestables y cambiantes. Aunque las personalidades de carácter religioso siguen aún jugando un papel importante dentro de la oposición, el discurso dominante emergente se centra en los “derechos humanos” en una democracia liberal, e incluso Al Wefaq está adoptando más abiertamente ese discurso.

Durante los últimos diez años, la esfera de actividades y demandas de los movimientos políticos bahreiníes se han centrado en los asuntos internos pero, recientemente, han empezado a abarcar también asuntos externos. En la actualidad, la mayoría del apoyo con que cuentan procede de los medios de comunicación y organizaciones occidentales, con entidades tales como Human Rights Watch y Physician for Human Rights jugando un papel importante en apoyo de las acciones frente la problemática local. Aunque los activistas bahreiníes se inspiraron en otros movimientos del Mundo Árabe, incluidos los de Egipto, Túnez y Yemen, todavía no se sabe bien si esto se materializará en un movimiento coherente trans-árabe como el que se dio en los años sesenta y setenta. Una posibilidad en cuanto al apoyo que ha empezado a materializarse en el mundo árabe es la unión en líneas sectarias, donde la oposición bahreiní cuanta con apoyos regionales activos de los chiíes de Iraq, Líbano, Kuwait y la provincia oriental de Arabia Saudí.

Lo que ahora se conoce como la “calle sunní” ha empezado también a movilizarse, con grupos como Concentración de Unidad Nacional y el Despertar de Al Fatah apareciendo en escena. Aunque su posición, hasta ahora, se ha centrado en contra de lo que consideran oposición chií, han empezado también a señalar su creciente frustración con la forma en la que están actuando las autoridades. Han vuelto también su mirada hacia el exterior, con llamamientos activos a la unión con el resto del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Han adoptado también el levantamiento sirio como causa suya en el frente de los levantamientos árabes.

¿Qué pasa con los movimientos a favor de una coalición popular con un enfoque nacional que intentan unir a todos estos grupos divergentes? Muy poco se ha hecho a ese respecto a causa de las profundas divisiones en la sociedad bahreiní. Sin embargo, ha surgido recientemente un intento de Encuentro Nacional, pidiendo reformas junto a la Iniciativa de Siete Puntos del Príncipe Heredero, que incluye un poder legislativo completamente elegido y distritos electorales justos. Los individuos que estuvieron implicados en los movimientos nacionales del pasado, incluidos los miembros del ACE de los años cincuenta y las peticiones populares de los noventa, encabezan este movimiento. La mayor parte de los expertos se muestra escéptico, considerándolo como una vuelta a una época pasada de sentimientos nacionalistas. Pero esas personas cuentan con una experiencia de casi sesenta años de activismo político, por lo que no debería desdeñarse su aportación.

El actual cóctel político bahreiní engloba una mezcla explosiva tanto de activismo público como movimientos clandestinos, de quienes piden reformas frente a los activistas que se inclinan por el cambio de régimen, y todos intentan conseguir posibles socios en el mundo árabe y más allá. En una situación tan inflamable –junto con los intereses estadounidenses, saudíes e iraníes en la región-, lo que es seguro es que Bahrein será un caldo de cultivo de vaivenes políticos en años venideros.

Este artículo se basa parcialmente en el documento titulado “The Constitutive Committee and the 1972 March Uprising in Bahrain” que el autor presentó en la Conferencia sobre el Materialismo Histórico celebrada en Londres en 2012.

Omar Al Shehabi
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

* Omar al-Shehabi es ciudadano bahreiní y director del Centro del Golfo para Estudios Políticos. Fue profesor en la Universidad de Oxford y había trabajado con anterioridad en el Banco Mundial y el FMI.

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