Sin recursos ni la protección suficiente del Estado

Asháninkas, pueblo indígena que vive entre narcos, invasores y terroristas

Las comunidades se ven desprotegidas frente al crecimiento de la producción de cocaína y el fortalecimiento de Sendero Luminoso

Por Luis Yañez

06/11/2018

Publicado en

Perú / Pueblos

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La comunidad indígena asháninka habita en Perú, separada de Lima por 12 horas en carretera, 2 en trocha, 10 en río, otras 4 en trocha y 4 más caminando en un tupido bosque lleno de colinas. En estos territorios los cultivos ilegales de hoja de coca, la presencia de grupos paramilitares y madereros mantienen acorraladas a las comunidades indígenas.

En este valle se pierde un promedio de 30 hectáreas de bosques cada hora, afirman cifras de la Dirección de Ambiente y Recursos Naturales del sector Agricultura. En medio de este crecimiento desmedido, las comunidades asháninkas son sometidas a un exterminio sistemático.

La Comisión de la Verdad calcula que en los últimos años desaparecieron entre 30 y 40 comunidades asháninkas, más de 5000 indígenas fueron secuestrados y más de 6.000 fueron asesinados. No existe asháninka en este valle que no tenga al menos un familiar desaparecido durante el conflicto armado que sacudió ese país a finales del siglo pasado.


Según estudios del Gobierno Regional de Junín, el 92% de los niños están desnutridos y el 70% sufre de diarreas a causa de la mala calidad de agua, la suciedad y las malas prácticas de higiene.

Violencia armada

En febrero de 2017, al menos 60 personas provenientes de Ayacucho llegaron armados a Meantari, exigiendo esa tierra, diciendo que les pertenecía en nombre de la Asociación de Productores Agroforestales y Ganaderos reubicados Nuevo Luren – Somanevi.

Los asháninkas fueron acorralados, como lo hicieron los terroristas hace un par de décadas, y escaparon, sintiendo que les estaban arrebatando, una vez más, lo que siempre fue suyo.

Las comunidades y las organizaciones indígenas no confían en las autoridades, cerca de la frontera están propensas a seguir siendo invadidas por taladores ilegales y por los cultivos de hoja de coca.

Narcotráfico

La cocaína de esta zona se distribuye a Estados Unidos, Europa y Brasil. Además de las salidas ya conocidas por los puertos de toda la costa de Perú, también salen hacia Bolivia y Brasil en avionetas que se hacen transparentes.

Según el jefe de la Dirección Antidrogas de la Policía Nacional del Perú (Dirandro), Héctor Loayza, en cada vuelo salen aproximadamente 300 kilos de cocaína. “Sacar un kilo por mar les cuesta entre 3.000 y 4.000 dólares. Por el puente aéreo, son unos 2.500 dólares. Es muy rentable”, sentenció. Este valle es resguardado por 12.000 militares, pero lo que ven los que no son ciegos, es cada vez más preocupante.

La erradicación de la hoja de coca acá en esta zona ha sido casi nula, pues Sendero Luminoso trabaja de la mano con el narcotráfico. Cada año hay más extensiones de hoja de coca. Ante este panorama, las comunidades asháninkas son las que más sufren. Su territorio ancestral se va llenando de indeseables y nadie los protege.

Madereros

El 1 de octubre de 2015 entró en vigencia la nueva Ley Forestal Nº 29763, con la intención de hacer más transparente el aprovechamiento de los recursos por parte de las comunidades indígenas. La anterior venía causando problemas con ellas, ya que eran multadas muchas veces sin saber por qué. El problema es que, como casi ninguna comunidad tiene la capacidad para hacer su aprovechamiento forestal, pacta con una empresa para que sea ella la que la realice.

En la mayoría de casos no se firman contratos, los terceros aprovechan para hacer cosas ilegales, y la multa la pagan las comunidades. Es por ello que, a pedido de las organizaciones indígenas, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) del Ministerio de Agricultura y Riego, trabajó para crear esta nueva ley.

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