Cara a Cara: La Democracia Cristiana y el Partido Comunista

Las Democracias Cristianas y el comunismo han sido las dos grandes utopías globales que han competido por el poder, a partir de la segunda guerra mundial, a tal grado que muchos intérpretes jesuitas del marxismo definen esta concepción como una especie de última herejía del cristianismo.

Por Director

14/02/2016

Publicado en

Chile / Política / Portada

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Salvo el período histórico de lucha de clase contra clase, el Partido Comunista chileno ha privilegiado la integración a la democracia parlamentaria por sobre una ruptura respecto a ésta. A partir del V Congreso de la Internacional, celebrado en la entones URSS, los partidos comunistas de todo el mundo priorizan la alianza con los socialdemócratas – antiguamente motejados como “social traidores” – formando los llamados “Frentes Populares” que, en los casos de Francia, España y Chile, se ampliaba a los partidos republicanos burgueses. Cuando la Unión Soviética fue invadida por los nazis, (1941), los Frentes Populares pasan a llamarse Uniones Nacionales, una alianza aún más amplia que abarcaba, incluso, partidos de derecha – en Chile, la candidatura del radical Juan Antonio Ríos Morales y, posteriormente, la de Gabriel González Videla -.

Las Democracias Cristianas y el comunismo han sido las dos grandes utopías globales que han competido por el poder, a partir de la segunda guerra mundial, a tal grado que muchos intérpretes jesuitas del marxismo definen esta concepción como una especie de última herejía del cristianismo.

En los años 30, Maurice Thorez, en uno de sus discursos, planteó la idea de “la mano tendida a los católicos”, con el fin de que se integraran al Frente Popular; por otra parte, Emmanuel Mounier entregaba una visión positiva del pensamiento humanista de Marx.

En Chile, ya en 1936, antes de la promulgación de la Ley de Defensa de la Democracia, se habían aprobados legislaciones que proscribían al Partido Comunista. En 1948, tanto Radomiro Tomic, como Eduardo Cruz-Coke – falangista y conservador, respectivamente – se pronunciaron en una sesión del senado, contra de la Ley que, en adelante, se llamó “Maldita”.

Fuera de la legalidad, el Partido Comunista no adoptó la vía violenta, por el contrario, expulsó de sus filas al presidente de JJCC, Luis Reynoso, que la propugnaba.

A diferencia del Partido Socialista, los comunistas nunca negaron la “sal y el agua” al gobierno de Eduardo Frei, incluso, lo defendieron cuando se produjo el “tacnazo” – golpe de Estado fallido, encabezado por el general Roberto Viaux, en 21 de octubre de 1969 -. Según el ex dirigente socialista Carlos Lazo, algunos hombres de sus filas estuvieron tentados a apoyar la intentona – hay que recordar que el origen de los socialistas es militar, (Marmaduke Gove), y el de los comunistas, el movimiento obrero, (Luis Emilio Recabarren) -.

Previa a la elección de candidato a la Unidad Popular, los comunistas eran bastante proclives a llevar como su abanderado a un cristiano de izquierda, incluso, el Partido Mapu visitó a la directiva comunista para ofrecer su apoyo a Pablo Neruda y, con mucho sentido común, don Luis Corvalán les aconsejó que apoyaran a un socialista – aún no decidían si a Aniceto Rodríguez o a Salvador Allende -.

Durante los tres años de gobierno de la Unidad Popular los comunistas apoyaron al Presidente Allende, especialmente, en los múltiples intentes de diálogo del gobierno con la Democracia Cristiana.

La estrategia de la violencia, aplicada a partir de los años 80, podría clasificarse como un episodio “reynosista”, dentro una larga historia de posiciones moderadas, adoptadas por este Partido a lo largo de la historia.

Siempre ha existido una bipolaridad entre las posiciones nacionales e internacionales del Partido: los comunistas apoyaron la invasión a la RDA, Hungría, Checoslovaquia, Polonia y Afganistán, se podría decir que el Partido Comunista chileno era uno de los más apegados a la soviética en occidente – en este sentido, las críticas del socialista Raúl Ampuero Díaz mantiene aún su vigencia -.

De seguro, durante el segundo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, el Partido Comunista, formar parte del gabinete, por segunda vez en nuestra historia. Por cierto, serán aliados de los democratacristianos – aunque les pese a los más conservadores de ese Partido – y se cumplirá así, el famoso compromiso histórico entre estos dos Partidos, soñado por Aldo Moro, pero con la salvedad de que a Carlos Marx se ocurrió que la historia puede ser una vez en tragedia, que se transforma en comedia que, espero, no ocurra, pero tengo miedo de que sólo lo cumpla medias su programa.

 

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