Cuando la opción a elegir es nula

La primera vuelta electoral se realiza el 13 de diciembre -o realizó, no se cuando esté usted leyendo este reportaje-

Por Director

12/12/2009

Publicado en

Política

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La primera vuelta electoral se realiza el 13 de diciembre -o realizó, no se cuando esté usted leyendo este reportaje-. Y si no alcanza a considerar los planteamientos de algunos sectores que defienden que se puede participar políticamente, sin rayar el voto en favor del menos malo en primera vuelta, puede que alcance a considerarlo para la segunda.

Si tomamos en cuenta que los no inscritos, quienes no asistieron a votar, los votos nulos y blancos sumaron 4 millones 363 mil 356 personas en la segunda vuelta realizada en enero de 2006, ocasión en que salió electa la actual mandataria con 3 millones 723 mil 19 votos (640 mil 337 de diferencia), habría que, por lo menos, considerar la posibilidad de que esta democracia no sea tal y que la voluntad del pueblo no esté con las propuestas ni con lo que representan quienes se postulan a gobernarnos. Eso, sin considerar las denuncias que develan que estos registros del padrón electoral no actualizan a quienes se han muerto, pero eso es harina de otro costal.

El voto nulo, para quienes tomaron en algún momento la decisión de inscribirse en los registros electorales, ha sido menospreciado desde que tengo memoria. Hasta donde me alcanza el recuerdo, el debate siempre ha permanecido como posibilidad viable, pero también se ha asociado, antojadizamente, con la desidia o flojera política y ni hablar de cómo se descalifica la opción de la no inscripción.

A pesar de que el tiempo pasa y aunque siempre permanece como una alternativa latente en época de elecciones, no involucrarse y/o votar nulo, el acto convive con dos grandes fantasmas que espantan estas opciones: Primero, la idea de que el voto se pierde cuando se anula y que es mejor apoyar el mal menor -o candidatura menos mala- que permitir que el enemigo más claro, ideológicamente hablando, llegue al sillón de La Moneda. Y segundo, la instalación de una premisa falaz, que le resta validez a quién no vota o anula: “Si no participa, no tiene derecho a opinión”.

Pero hay sectores, que van desde la izquierda intransigente, pasando por sectores juveniles, ciudadanos, políticos, académicos, religiosos, hasta anarquistas, que plantean que son escasas las diferencias de fondo ante el panorama que ofrece un espectáculo circense -electoral-, que cobija bajo su gran carpa casi monocromática imágenes de las candidaturas que por medio de la saturación buscan captar el voto, más que por el debate de ideas.

¿Habría entonces que apostar por manifestar el descontento con un sistema perverso en su origen, que anula las posibilidades de participación de la ciudadanía en los cambios que requiere el país para avanzar hacia una equidad de oportunidades? .Lo que está claro es que: La alegría, que tras veinte años, todavía no llega.

Si la democracia es entendida como aún la define el diccionario de la RAE en dos acepciones: 1) Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Y 2) f. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado; cabe la reflexión -plantean algunos de estos sectores-, sobre las reales opciones que tiene el pueblo de intervenir en las transformaciones del país, dada la realidad en que se impone una sola forma a la hora de hacer política en el Chile de hoy, amparada por una constitucionalidad por lo menos ilegítima -si no ilegal-.

Todo esto sin considerar que la lógica homogenizante de la globalización occidental, pretende imponer una definición distinta de democracia para la próxima versión Nº  23 del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (ver recuadro) -materia de otra noticia, también-.

“No me inscribo porque me importa”

Una de las opciones de consulta, que en definitiva es lo que representan las elecciones, tendría que ser pasar la cuenta al sistema mismo, más allá de la candidatura de turno, cuando éste no permite el cambio de las malas condiciones en que vive el pueblo y se mantiene la brecha -o incluso se agudiza- de la distribución de la riqueza, como ha sido el caso en estos 20 años.

Por otro lado se encuentra un creciente número de ciudadanos y ciudadanas que se mantienen fuera de lo que denominan el “circo electoral” y ni siquiera se han inscrito -según datos de 2008, del Tribunal Calificador de Elecciones, ya se acercan a los 4 millones de personas -3.855.725, por si requiere precisión-. Y si bien esta es una opción que mayoritariamente se da en los sectores juveniles, también es defendido por tendencias que manifiestan “que es una de las opciones más dignas”, cuando no hay espacios reales de participación en una democracia hecha a la medida de las élites dominantes (llámese poder económico y derecha política, y Concertación gobernante).

Jorge Campos (52), de la agrupación musical Fulano -que se volvió a reunir en julio de este año-, es una de esas personas. “Yo no me inscribo porque me importa, y no quiero ser cómplice de este sistema”, señala. “A mí me importa lo que pasa en el país y por eso no participo… Yo entiendo que la Constitución del ’80 dejó reglas del juego que no comparto y por eso nunca he tenido la intención de votar”, agrega.

El músico dice compartir la visión del candidato Jorge Arrate, quien señala que la derecha ya tiene el dominio de la Economía y no deberíamos permitir que además se adueñen de La Moneda, pero mientras no se cambie la Constitución no piensa inscribirse. “Por eso, para mí, ahora el tema pasa por construir espacios para que se consolide una Asamblea Constituyente. Yo pienso que sería un medio para que de alguna manera el voto volviera a tener el valor agregado que se ha perdido con el sistema binominal, que en definitiva es un ‘arreglín’ previo que no permite otras representatividades. Si logramos cambiar la Constitución, me inscribiría, aunque fuera el más viejo que lo hiciera”, asegura.

Su total rechazo al circo que se asoma manifiesta en el ‘pantallazo’ de entrada www.hommodolars.org, un sitio de contrainformación ligada al comunismo/anarquismo, donde se lee: “Hommodolars, en este año de farsa electoral, donde la ignorancia es la complicidad de la mentira, ha querido manifestar su total apoyo al repudio del sistema electoral y sus cuatro garrapatas principales”, haciendo referencia a los candidatos presidenciales.

Y agregan: “Además de considerar la vía del voto un mecanismo que alimenta aún más el poder de los poderosos, repudiamos el circo político que hacen estos payasos, engañando al pueblo con falsas campañas en pos de promesas incumplidoras. Apoyamos, difundimos y fomentamos todo accionar en pos de la destrucción de la imagen de estos gusanos como contracampaña política. Para este año 4 alterrnativas, 1 opción. Guerra popular”.

Voto =  a participación, es un pie forzado

Esteban Silva, director Ejecutivo de la campaña de Jorge Arrate y coordinador de los Socialistas Allendistas, señala que para una agrupación de izquierda participar de las elecciones es también una manera de no renunciar a una de las múltiples forma de lucha. “Se puede mascar chicle y andar en bicicleta al mismo tiempo”, defiende que se puede dar una pelea que denuncie a un “sistema capitalista y oligarca”, al mismo tiempo que se participa de un espacio de opinión como son las elecciones: “Si nosotros no estuviéramos en esta confrontación electoral ¿Quién señalaría la necesidad de reconocer las demandas del pueblo Mapuche? ¿Quién habría hablado de la nacionalización del cobre y el agua? ¿O la urgencia de una profunda reforma previsional”, enfatiza el representante de la candidatura del Juntos Podemos.

Y termina diciendo que para él “las personas que renuncian a participar de las elecciones hacen parte de la ideología de la impotencia. Eso es lo que representa no votar”.

Contrario a esa opinión, se manifiesta el catedrático Domingo Asún (64), director del departamento de Psicología Social de la Universidad de Valparaíso y ex militante del Mapu. Insinuar que no votar anula el derecho de opinión “es un pie forzado. El sistema electoral construido desde los años ’90 y todavía funcionando sobre una lógica binominal, ha establecido siempre una suerte de opción de mal menor. Es decir, los ciudadanos no pueden pronunciarse sobre una posibilidad representativa del abanico de situaciones que emergen en el escenario político chileno”, sostiene.

El sistema defiende que sólo quien tiene la representación de alguna de las coaliciones electorales pueda participar, o de lo contrario debe endeudarse o buscar un financiamiento para presentarse de manera independiente, apoya Eduardo Artés (58), primer secretario del Partido Comunista (Acción Proletaria), -PC (AP)-, y pone como ejemplo el caso del diputado Enríquez-Ominami, quien invirtió cerca de 100 millones de pesos sólo para reunir las firmas que le permitieron tener un cupo en la papeleta presidencial.

“¿Para las opciones populares es posible levantar una candidatura cuando existen restricciones que impiden la competencia de las ideas por las limitantes económicas? ¡No! Por eso nosotros levantamos mi precandidatura, para mostrar que no hay posibilidad de participación y que el sistema está hecho para que se turnen en el poder siempre los mismos, que se sienten cómodos con el sistema binominal”, defiende Eduardo Artés.

Esteban Silva argumenta que desde la participación en las elecciones se pueden instalar los temas de fondo. “Nosotros hemos planteado la necesidad de terminar con el sistema. Si no estuviéramos presentes –insiste- ¿quién lo diría? Eso forma parte de una lucha necesaria. Lo que importa es tratar de transformar la consolidación de este sistema: Que se instale la idea de transformación al sistema neoliberal”, señala.

Artés, por su parte, también identifica a las elecciones como una oportunidad, pero de develar la realidad, que el sistema de representación está hecho a la medida de que nada cambie. “No se puede limitar la democracia a la representatividad, hay que avanzar hacia una democracia participativa, y eso no se puede hacer desde esta forma impuesta de escoger a quienes toman las decisiones”.

“La estructura electoral miente”

“El tema es que esta estructura electoral miente, hay claramente una mentira, al decir que sólo votando se participa en política. Yo creo que efectivamente no se participa, desde el punto de vista de una estructura política de democracia representativa, votando”, manifiesta Domingo Asún, quién además reconoce que han surgido nueva manifestaciones, sobre todo juveniles, que quedan excluidas no sólo por el sistema binominal, sino por las estructuras que no reconocen la viabilidad de que se puede ser un sujeto político desde fuera de los partidos, en una acción artística o desde la militancia ecológica.

La perversidad del binominal, incluso en su momento,   fue manifiesta por Pablo Longueira (UDI) quien en entrevista La Nación no se arrugó y dijo “ El sistema tiene, me atrevería a decir, un punto perverso, en que la construcción de la plantilla parlamentaria de los candidatos es muy artificiosa. No representa necesariamente la soberanía popular. Ese es el gran defecto que tiene el sistema binominal” , el modelo de amarre que la derecha y la Concertación saben antidemocrático pero que se han negado a  cambiar.

Jorge Gálvez, vocero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y miembro del Bloque Popular, señala que en el marco de la contingencia electoral lo que se debe hacer es mostrar que “ningún candidato ni ninguna propuesta electoral puede dar respuesta a los problemas de fondo de la gente, que tienen que ver con qué sistema político y económico está instalado en el país: Aquí no se trata de cambiar un diputado o un senador, ni siquiera un Gobierno, de lo que se trata es de que pensemos en forma seria la transformación profunda y radical del país”, enfatiza.

En la misma línea se inclina Patricio Cid, del Movimiento por la Asamblea Popular (MAP), quien dice que “más allá del circo electoral hay cientos de sectores a nivel de poblaciones, trabajadores, estudiantes, jóvenes que están haciendo el trabajo cotidiano y siguen luchando más allá de las elecciones”. Y agrega que “los niveles de represión que se dan en contra de todos los sectores que protestan y fundamentalmente en contra del pueblo Mapuche, hoy día ha sobrepasado todos los límites y sólo es comparable con la época de la dictadura. Por eso es que ninguno de los candidatos ofrece ni puede dar respuesta real para la gente”, puntualiza.

Eduardo Artés dice que desde el PC (AP), junto con comités independientes, se han unido en torno a iniciativas más simples para avanzar hacia lo más complejo que es lo que pueden hacer en el escenario electoral, pero hay que aprovechar esta coyuntura “para ir evidenciando lo nefasto del sistema que nos rige”.

“Luego de esto, seguramente, esto tiene que irse traduciendo en una parte de las demandas que se hacen desde el mundo social: En las huelgas, en las manifestaciones de los estudiantes, en la salud, en el problema de la vivienda, en todos lados. Instalado el tema de la Asamblea Constituyente, por ejemplo, entonces debe ir a la calle, debe ir al protagonismo popular y ahí vamos avanzando hacia niveles más superiores. Y de ahí sucesivamente, a lo mejor hasta llegar a un momento en que se logre asaltar, por qué no decirlo, a lo que es la institucionalidad”. Y agrega Artés: “Nosotros pensamos que tenemos que entrar al parlamento, pero no entrar de rodillas, sino que entrar cantando y pateando la puerta si es necesario…, y echándola abajo”.

Una posibilidad de aglutinar: Marque AC

Domingo Asún, asevera que si en la segunda vuelta, la posibilidad de anular o abstenerse puede ser mayor  si “tiene posibilidades de expresarse de ser invitada a los foros, a los medios de comunicación, puesto que el 13 de diciembre, pienso que el voto de castigo lo va a capitalizar el candidato Arrate”, apuesta el catedrático.

Asún analiza que ante el descontento, que de alguna manera también ha capitalizado en otro sentido Enríquez-Ominami, la opción de anular o abstenerse sigue siendo minoritaria porque la estructura del sistema, del que participan también los medios de comunicación, sin tomar ni siquiera en cuenta a los sectores que pueden manifestar su abstinencia electoral, a modo de reclamo, y ante la escasez de propaganda y de argumentar la validez de esa postura, tiene adeptos de alguna manera silenciosos, y tampoco se toma como una materia de análisis que permita plasmarlo en una propuesta de cambio estructural, como puede ser una Asamblea Constituyente (AC), por ejemplo.

La alternativa de la Asamblea Constituyente parece ser transversal a los diversos grupos que defienden que por medio de elegir a diputados o senadores, como a un presidente, no se lograrán los cambios que el país necesita.

Eduardo Artés, señala que en la lucha por la Asamblea Constituyente “hay gente desde la burguesía liberal, hasta los revolucionarios, hasta los marxistas leninistas, que es nuestro partido. Habrá, por lo tanto unidad y diferencia. Unidad y lucha, por qué no decirlo, en el seno mismo de los que estamos por la AC, nosotros en este momento ponemos el acento en la unidad y en la movilización en contra de la Constitución del ’80. Pero tiene que irse también despejando las aguas en el camino y dejando en claro hasta dónde quieren llegar algunos y hasta dónde quieren llegar otros”.

Asún piensa que efectivamente la posibilidad de una AC puede dar los elementos, dependiendo de cómo se materialice, para que se construya una forma que permita que más sectores de la sociedad participen efectivamente en la construcción de una estructura política más participativa.

En esa medida, la abstención consiente, el nulo activo, la opción de avanzar en un cambio, “en medio de una desgastada política representativa”, como defienden algunos de estos sectores, puede ser un camino que no se ha visto como posible por la falta de espacios para expresarse que ha tenido. Pero de alguna manera se ha ido instalando en otras formas de organización, que reivindican el derecho de actuar en los cambios sociales y participar de las transformaciones estructurales que el país necesitaría, planteando un nuevo orden desde el proceso hacia una nueva Constitución o una nueva estructura que le permita a los sectores más críticos, hacer parte de este país, que los desconoce.

por César Baeza Hidalgo

El Ciudadano

RECUADRO1

Cambia la democracia

En el diccionario vigente de la Real Academia de la Lengua Española, su edición Nº 22, la definición de democracia es 1. f. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Y 2. f. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.

Pero la que sigue es la que está por aprobarse para la versión Nº 23, que todavía no entra en vigencia, y extirpa el predominio de lo popular en el concepto y lo agrega sólo como un apellido:

Artículo enmendado.

Avance de la vigésima tercera edición

democracia.

(Del lat. tardío democratĭa, y este del gr. δημοκρατία).

1. f. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder por medio de representantes elegidos por sufragio universal.

2. f. Sistema de gobierno fundado en esta doctrina.

~ cristiana.

1. f. Movimiento político que aúna los principios democráticos con algunos postulados de la doctrina y el pensamiento social cristianos.

~ orgánica.

1. f. Sistema de gobierno que, en España, sustituía el pluralismo sindical y político por la propuesta de una cohesión nacional fundada en la familia, el municipio y los sindicatos verticales.

~ popular.

1. f. Sistema de gobierno de los regímenes políticos de inspiración marxista.

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