Terminadas las elecciones municipales ya es posible que el país se concentre en lo verdaderamente importante, después de una suerte de paréntesis en que los políticos estuvieron preocupados de las campañas de los postulantes a las alcaldías y los concejos municipales, en un esfuerzo destinado a confirmar básicamente lo que ya se sabía: Esto es que la Concertación es más que la Alianza y que ninguno de los dos bloques tiene la mayoría para gobernar.
Concluido este proceso, ahora con toda claridad se inicia el último año de la Presidenta Bachelet y mientras los analistas sugieren cambios de gabinete, la decisión de fondo respecto a cuál será el sello con el que querrá terminar su administración le pertenece exclusivamente a ella. Paralelamente, los partidos deben concentrarse en estos días para entender qué es lo que de verdad quiso decir el electorado.
Pero no será tarea fácil. Los partidos ya están desatados en la carrera para lograr la elección del sucesor y a cualquier Gobierno se le hace cuesta arriba definir la agenda de la discusión política cuando todos los actores están simplemente esperando que se le acabe el turno.
En este escenario es que, probablemente, vuelva a ponerse en discusión el tema de la duración del mandato presidencial, porque ya está visto que cuatro años es demasiado poco y cuatro años con reelección es una utopía para un país acostumbrado a que quienes están en el Gobierno utilizan todas las herramientas posibles -sin importar la legalidad ni la estética- para conservar el poder, y eso es lógico y comprensible porque es justamente en ese tipo de actitudes que se demuestra que Chile sigue siendo un país subdesarrollado.
Pero lo verdaderamente complicado para la clase política es interpretar al electorado, porque lo visto hasta ahora se acerca más a las excusas y a las explicaciones poco creíbles que a una genuina comprensión del proceso político, que parece pasar por el lado de los dirigentes sin que se den cuenta. El país quiere un cambio, pero este no se refiere a la rotación en el poder sino a la maduración de los políticos, para que entiendan que la gente los respetará en la medida que ellos respeten a la gente.
En estos momentos resulta prudente que quienes han conducido al país a un profundo estado de descrédito de la política se aparten de las responsabilidades ejecutivas y ayuden a surgir nuevos liderazgos, siempre que estos demuestren que tienen la capacidad de interpretar a la gente.
Los meses venideros serán neutros si no hay un cambio de actitud: El poder de decisión estará diluido entre el gobierno saliente y los candidatos, mientras la crisis financiera internacional sigue su curso, el precio del cobre se desploma y se aleja la posibilidad de haber aprovechado la temporada de bonanza para invertir en nuevas alternativas productivas.
ANDRÉS ROJO T.
Periodista