La columna de Krúpskaya: Las reglas del juego

La primera regla del juego deja bien claro que las reglas del juego no se pueden cambiar

Por Director

08/08/2013

Publicado en

Columnas / Política

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La primera regla del juego deja bien claro que las reglas del juego no se pueden cambiar. Salvo que el sol nazca en el poniente, que es más o menos lo mismo que los quórum calificados, los 4/7 y demases exigidos para intentar cambiar alguna regla. Como lo dijo san Jaime Guzmán, se trata de que los opositores no puedan hacer sino más o menos lo mismo que harían ellos; o, dicho de otra manera, que las mayorías se vean obligadas -aunque no lo quisieran, ese es otro tema- a hacer algo muy parecido de lo que harían las minorías.

Todo esto es letra escrita, letra impresa, letra firmada por el mismísimo Lagos Ricardo. Todo eso está enla ConstituciónPolíticade Chile y vienen siendo entonces las reglas del juego político, social, económico y cultural.

Pero a pesar de los pesares, a pesar de saberlo, o sabiéndolo muy bien, no obstante haber comprobado que los jugadores no pueden cambiar las reglas del juego, hay muchos que todavía se deciden a jugar. Algunos se deciden a seguir jugando, otros a entrar por primera vez al juego. Deciden jugar el juego ¡y nos dicen que lo hacen para cambiar las reglas! Esas reglas que los jugadores no  pueden cambiar porque la regla principal del juego así lo dejó oleado y sacramentado.

Para qué vamos a ocuparnos ahora de lo ilegítimo de las reglas del juego. Para qué, si hasta Lagos Ricardo les puso la firma.

El punto es que, o se han puesto una venda en los ojos, o son adictos al juego y a sus recompensas -que no son pocas desde el punto de vista económico-, o son tontos o, lo que es peor, creen que todos y todas somos tontas y tontos. Porque nos piden que los apoyemos, que votemos por ellas y por ellos, que ahora sí, que les creamos (¿qué les creamos qué?, si lo que dicen que van a hacer no se puede hacer sin haber cambiado primero la regla principal que sostiene que las reglas del juego no se pueden modificar). Nos piden que los apoyemos y los elijamos para presidente y parlamentarios, para que puedan jugar el juego. Mientras tanto nosotras y nosotros, el pueblo llano, seguimos pelando el ajo, apretujados como ovejas al matadero que parecemos en el sistema de transporte público ¡que ellas y ellos crearon!, para juntar las monedas día a día. Ellas y ellos se desplazarán en autos con chofer y escolta, y recibirán jugosos sueldos por ser buenos jugadores y jugadoras que respetan las reglas del juego. Algo así como el fair play del sistema creado por san Jaime adorado por esos chicos fascistas de Chacarillas, que ya no son chicos pero siguen siendo fascistas, racistas, clasistas, machistas y poderosos.

De modo que ustedes verán. Yo a veces me despierto en mitad de la noche y me pongo a pensar en que la cancha de juego se queda vacía, o casi vacía, que corretean por ella unos tontitos fofos de apellidos raros, Melero, Longueira, Chadwick, Larroulet, Piñera, Matthei, Kast, Allamand, y sus amigas y amigos actuales; entre ellos, Tironi, Lagos, Escalona, Correa, Eyzaguirre, Solari, Girardi. Pienso que les queda poca luz, que tienen frío, que se sienten solas y solos, que algunos miran fotos de Pinochet y hacen recuerdos de aquellos bellos tiempos en que a los que no estaban de acuerdo simplemente se les torturaba, degollaba y lanzaba al mar.

Pienso, en mitad de la noche, que la mayoría, esa mayoría que nunca será nueva porque es la misma de hace siglos y siglos; la mayoría de los marginados, de los abusados, de las maltratadas, de los explotados, de los humillados y ofendidos; no está en aquella cancha porque ha creado otra superficie, otro terreno, otro camino, porque ha creado otro juego con nuevas reglas. Otro juego con otras reglas cuya regla principal deja claro que todo es posible de ser cambiado si la mayoría, esa mayoría de la que les hablaba recién, así lo decide.

Claro, para que mis fantasías de media noche lleguen a ser un día realidad lo primero, lo esencial, lo imprescindible, es dejar de jugar el juego actual. Y que no nos mientan más.

 

Por Krúpskaya

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