La máquina de la guerra prefiere a Obama

Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un presidente es reelegido después de incluir entre sus méritos un programa de asesinatos selectivos

Por Leonel Retamal

07/11/2012

Publicado en

Mundo / Política

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Por primera vez en la historia de Estados Unidos, un presidente es reelegido después de incluir entre sus méritos un programa de asesinatos selectivos. Los candidatos se han gastado seis mil millones de dólares en la campaña de un confuso sistema electoral que oculta las decisiones de una poderosa minoría bajo el espectáculo de la producción comercial de emociones. La máquina de la guerra prefiere a Obama que a los doce años de intervención en Afganistán ha añadido el terrorismo de Estado de los drones asesinos.

En Estados Unidos, después de la segunda guerra mundial, el poder profundo coloca en la Casa Blanca al presidente que considera más adecuado para su proyecto hegemónico global. Ese poder lo ejerce la máquina de la guerra con sus fuerzas secretas. Es un pulpo subterráneo,

Un Estado profundo disimulado en el Estado público, con el que se articulan las oligarquías políticas, los generales más influyentes, los jueces prevaricadores, los empresarios de la economía financiera especulativa, los gerentes de las compañías petroleras más importantes, los contratistas del Pentágono, las unidades especiales de las agencias de inteligencia y espionaje, los dueños de los grandes medios de comunicación y los representantes de las mafias criminales más poderosas. Peter Dale Scott lo denomina “el complejo militar, industrial, financiero y contrainsurgente“. Y ha dedicado su libro American War Machine (publicado ahora en Francia) a explicar que lapolítica profunda estadounidense se caracteriza por “la complicidad, permanente y sofisticada, del auténtico poder detrás del gobierno con la violencia criminal en una perversa doctrina de la seguridad nacional“. El objetivo de esa máquina de la guerra es “el máximo poder”. Según el Estado Mayor Conjunto, “la dominación total y global significa la capacidad para las fuerzas de Estados Unidos, solas o con aliados, de vencer a cualquier adversario y de controlar cualquier situación con una adecuada gama de las operaciones militares”.

Dale considera que “la presidencia de Obama ha demostrado que el proyecto de supremacía global de la máquina de guerra mantiene su propia dinámica y que no es posible neutralizarlo con un proceso electoral tan corrompido”. Obama le ha añadido la guerra de los drones.

En Estados Unidos se ha ido fortaleciendo un poder profundo, mediante la combinación de políticas públicas y clandestinas, que ha ido acumulando, en una minoría, la capacidad de determinar las políticas de control interno y de proyección militar internacional

La historia oculta

Peter Dale Scott es un buen poeta que durante treinta años fue profesor de literatura inglesa en la Universidad de Berkeley. Pero tiene una segunda personalidad, la de un diplomático jubilado que se doctoró en Ciencias Políticas. En el libro del que estamos hablando explica sus conclusiones después de cincuenta años de investigación sobre el sistema político, económico y militar estadounidense. Es un diagnóstico insólito y abrasador que sólo se puede valorar con la lectura de todos sus argumentos pero voy a resumir a continuación lo que plantea.

Asegura el profesor Dale que en Estados Unidos se ha ido fortaleciendo un poder profundo, mediante la combinación de políticas públicas y clandestinas, que ha ido acumulando, en una minoría cada vez más reducida y selectiva, la capacidad de determinar las políticas de control interno y de proyección militar internacional. Los guerreros unilateralistas se han impuesto sobre los comerciantes multilateralistas. Inicialmente minoritaria pero muy bien organizada y contando en sus conspiraciones con las constantes aportaciones económicas del complejo militar, industrial y financiero, la máquina de la guerra ha ido consiguiendo, a partir de las presidencias de Reagan y del primer Bush, una posición cada vez más central, hegemónica y determinante.

Ese poder profundo elige a los presidentes, es el gran depredador de los bienes públicos y falsifica el relato de la realidad para mantener una justificación permanente del negocio de la guerra. Esa falsificación se produce mediante la historia oculta de los acontecimientos profundos: sucesos de gran impacto emocional sobre los que al final se sabe muy poco (a pesar del ruido parlamentario y de la aparente proliferación informativa) pero que siempre justifican una guerra internacional. Los dos grandes ejemplos históricos serían el asesinato del presidente Kennedy y los supuestos atentados del 2001. En el primer caso para impedir la retirada de Vietnam y la distensión con la Unión Soviética, que perjudicaban al poder y a los negocios de la mafia militar, y en el segundo, para iniciar una nueva guerra en Afganistán. Losacontecimientos profundos se utilizan además para reducir las libertades. Con la excusa de la seguridad nacional amenazada, se reduce el control sobre la proyección internacional de la fuerza y se aumenta la vigilancia sobre el ejercicio de la democracia.

La narcoconexión global

Dale añade a todo lo anterior que la guerra de Afganistán es la culminación de la alianza desarrollada durante la guerra fría entre la CIA y los narcotraficantes. Estados Unidos heredó en Asia la política imperial británica y francesa del opio y de la heroína, desarrollando posteriormente su propia administración de la cocaína en América Latina. El supuesto fracaso de la guerra contra las drogas es en realidad un éxito de la política militar de Washington que nunca ha pretendido eliminar el narcotráfico sino que se encarga de organizar el mercado para que lo dominen sus aliados contrainsurgentes y para que sean sus bancos los que se beneficien de los quinientos mil millones de dólares que el negocio hace circular cada año. En la crisis financiera, el blanqueo de la acumulación de las mafias criminales ha sido casi la única liquidez disponible en los bancos que se desmoronaban.

“Con decisiones tomadas en secreto por pequeños grupos sin control -escribe Peter Dale Scott- y teniendo la financiación del narcotráfico, la máquina de la guerra ha justificado las guerras preventivas con las mentiras de los acontecimientos profundos”.

El modelo para la guerra de la heroína en Afganistán es la guerra del opio en Laos, conducida en secreto por la CIA entre 1959 y 1975. Desde el 2006, el Banco Mundial certifica que “la extensión de la economía ilegal de la heroína ha penetrado al conjunto de la actividad del Estado en Afganistán y los más poderosos narcotraficantes cuentan con la complicidad gubernamental”. La máquina de la guerra ha sostenido a Barack Obama en el narcoconflicto afgano (y ha decidido su segundo período presidencial) porque el Pentágono necesita la mal llamada guerra contra el terrorismo en Afganistán como antes necesitaba la supuesta guerra contra las drogas en Colombia.

Por José Martín Medem

Publicado en Crónica Popular

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