Ciudadanos y electores tras el golpe de gracia final

La política que viene: El hundimiento del liberalismo y la democracia burguesa

¿Por qué en Chile un acto cívico que debería ser un honor y un símbolo de prestigio ciudadano se ha convertido en los últimos años en un chiste de mal gusto y en una ofensa pública?

Por paulwalder

22/12/2017

Publicado en

Economí­a / Política / Portada

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Hace pocos días Chile celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales 2017, comicio que mantuvo los altos niveles de abstencionismo electoral. Con más de un 50% de la masa electoral, con toda razón, el acto eleccionario ha sido una vulgar y gigantesca farsa organizada por los ricos y los políticos que los apoyan. Por lo tanto, esta gran mayoría considera a la elección un oprobio y una cruel burla, en especial para los pobres que conforman el país.

¿Por qué en Chile un acto cívico que debería ser un honor y un símbolo de prestigio ciudadano se ha convertido en los últimos años en un chiste de mal gusto y en una ofensa pública? Se necesita tratar de entender este extraño y peculiar fenómeno que no sólo se da en Chile sino en todos los países que sufren ya un par de siglos de la llamada democracia burguesa. Este grupo social en verdad es una vulgar oligarquía corrupta y para poder entender su conducta es preciso hacer un poco de historia de la evolución de las instituciones políticas contemporáneas.

Desde hace siglos, los griegos clásicos detectaron las formas beneficiosas y tambien perversas de gobiernos. Una de las peores era la oligarquía, gobierno de unos pocos ricos que gobernaban sólo en beneficio de sí mismos. Este era el gobierno de los pocos y que sólo beneficiaba a los pocos. Este tipo de gobierno maligno condenaba a la pobreza, la humillación y la desesperanza a la inmensa mayoría de la población. Este era un pésimo tipo de gobierno que debía ser derrocado con la acción popular tan pronto como ella fuera posible.

Para los griegos también existía el gobierno de todos, o sea de la inmensa mayoría de la población que participaba colectivamente en las tareas de gobierno. A este tipo de gobierno participativo y popular se le denominaba democracia. Aquí los pobres se habían sublevado violentamente en una sangrienta revolución y habían eliminado físicamente al rey, la nobleza y a todos los ricos mercaderes. Este era el gobierno de los pobres, con los pobres y sólo para los pobres. A fin de que todos los pobres pudieran participar en las funciones del gobierno, la permanencia en los cargos públicos era muy limitada. Se llegaba al extremo que había autoridades que duraban sólo un día. Todo esto significaba que había constantes elecciones para tribunos o gobernantes superiores, miembros de las asambleas populares y miembros del poder judicial. La idea central aquí era que cada ciudadano tuviera la oportunidad de ocupar un cargo público ad honorem y su única compensación era haber servido bien el interés nacional. Para los filósofos griegos, esta democracia era un mal gobierno, pues sólo beneficiaba a los pobres y oprimía y sacrificaba a las otras clases sociales. En otras palabras, este no era un gobierno para el bien común. El cambio constante de autoridades que duraban muy poco en sus puestos producía caos administrativo y ello perjudicaba el funcionamiento del sistema político.

Politea, el gobierno de los pobres

Para los filósofos griegos, el mejor gobierno era el gobierno de los pobres, pero para beneficio de toda la sociedad. Es decir, para el bien común. A este tipo de gobierno mayoritario se le denominó politea. Este era el gobierno de los pobres, con los pobres, pero para el beneficio de todos incluyendo al rey, la nobleza y los ricos comerciantes. Naturalmente los beneficios del rey, los nobles y los burgueses eran severamente controlados y así estos sectores sociales recibían beneficios mesurados, solamente algo superiores al resto de la sociedad. Ellos podían ser muy ricos y ganar mucho dinero con sus propiedades y negocios, pero estaban obligados a pagar una enorme cantidad de impuestos por su riqueza. Con este dinero se mejoraba el estándar de vida de la mayoría pobre de la población. Es así como la politea era el sistema de gobierno preferido por la filosofía política griega. El servir ad honorem en un cargo público era un honor; y el concepto de libertad, no era hacer lo que uno quisiera y sin control. Aquí la libertad consistía en tener el honor y la oportunidad de asumir un alto cargo público de elección popular. De esta forma la libertad era considerada una situación que permitía al ciudadano contribuir al bienestar de toda la comunidad.

Desafortunadamente todas estas ideas y teorías griegas, relacionadas con el gobierno democrático, es decir, la politea, fueros radicalmente cambiadas después del renacimiento europeo. Todo esto fue producto de los fervientes deseos de alcanzar el poder político por parte de la clase comercial y mercantil de Europa, que se creó después del renacimiento europeo durante del siglo XV. Fue a partir de esta fecha que se cambió el concepto de democracia. Los pensadores burgueses, enemigos de la nobleza, pero también enemigos del pueblo o también llamada chusma crearon un nuevo vocabulario politológico que trataba de garantizar lo derechos de la clase media, pero al mismo tiempo, terminar con los derechos y privilegios del rey absoluto, los derechos de la nobleza y los derechos de los pobres que constituían la inmensa mayoría de la población europea.

Fue así como se cambiaron los principios y conceptos griegos y ellos fueron adaptados para las necesidades e intereses de la clase media comercial y mercantil. El concepto de monarquía y tiranía siguió siendo el mismo que durante los griegos. Lo mismo sucedió con los conceptos de aristocracia y oligarquía.

No obstante, se produjo un cambio fundamental en el concepto de democracia. Para los ricos burgueses y los filósofos que los apoyaban, tales como Locke, Montesquieu y Rousseau, los conceptos de politea y democracia, tal como la entendían los griegos, eran conceptos peligrosos pues les daba al pueblo o chusma, el derecho a gobernar; y si el pueblo gobernaba, podía crear impuestos y con ellos reducir sustancialmente el estándar de vida de los nuevos ricos, mercaderes y empresarios.

Para ellos, el derecho de propiedad y el total usufructo de esta propiedad eran principios sagrados y esenciales, y esta es la razón por la cual los filósofos burgueses de los siglos XVII y XVIII se dedicaron a idear y construir un sistema político que les permitiera controlar al rey, controlar a los nobles y controlar el populacho y que también gobernara sólo en favor de los nuevos ricos. El rey y la nobleza podían ser despojados de todos sus privilegios, pero la burguesía debía ser protegida y para ello la propiedad privada de este sector social era un derecho sagrado.

De esta forma el concepto de democracia tipo politea se cambió radicalmente. Este ya no fue el gobierno de los pobres, con los pobres, pero para el bien común. Ahora la democracia se transformó en un gobierno pluralista donde se suponía que mandaban armoniosamente distintas elites. Por un lado, la elite aristocrática representando y defendiendo la vieja nobleza, incluyendo sus grupos de interés y teniendo una cámara o senado que defendiera y respetara dichos intereses. Otra elite del dinero o plutocracia, disponiendo también de su propia cámara de representantes y contando con poderosos grupos de presión.

Finalmente se proponía una asamblea popular que representara los intereses de los trabajadores y de los distintos gremios y otros grupos populares. De esta forma las distintas elites políticas podían negociar y llegar a acuerdos satisfactorios para todos. Este tipo de pluralismo político resolvía el problema de la eterna lucha de clases.

A todo este entramado pluralista se añadía también la idea de un Estado dividido. Es decir, un Estado con separación de poderes. Un ejecutivo dirigiendo la administración del Estado con un rey o presidente elegido en forma constitucional y con atribuciones muy controladas y delimitadas. Luego existía un poder legislativo creador de las leyes, totalmente independiente del poder ejecutivo y también dividido en dos cámaras que se hacían contrapeso. Finalmente, la importante función de adjudicar justicia se entregaba a un conjunto de jueces independientes tanto del poder ejecutivo como del poder legislativo.

Con todo esto se consolidó la idea de la división de poderes entre ejecutivos, legislativo y judicial. El poder así se dividía para garantizar las libertades y riquezas de la burguesía. Se crea también el llamado Estado de derecho, donde todas las autoridades, tanto del ejecutivo, el legislativo y el judicial, se someten a la ley. La ley, especialmente la constitución política, está por sobre el poder de cualquier autoridad política temporal. En otras palabras, la ley es suprema y el soberano temporal se somete a dicha ley.

La democracia burguesa chilena

Con todas estas limitaciones, el poder de la mayoría, que siempre esta formada por los más pobres, se reduce y cae presa de todo tipo de trabas constitucionales que impiden su accionar. El Estado de derecho ordena que todas las autoridades elegidas estén obligadas a cumplir la ley y ninguna autoridad elegida podía impedir por sí sola el cumplimiento de dicha ley. La ley es de esta forma, el verdadero y soberano gobernante. Incluso el rey se sometía y obedecía a la ley y para garantizar esta conducta, se creaban tribunales constitucionales no electos, que en el fondo pasaban a ser los verdaderos gobernantes.

Todo este entramado legal daba así garantías para que un poderoso político jamás llegara a transformarse en un tirano. También se daban garantías para que una mayoría aplastante de pobres no pudiera afectar negativamente los derechos de propiedad de los burgueses. Es necesario agregar que la misma burguesía, que tanto había luchado por la libertad de prensa, ahora, legalmente, podía controlar y monopolizar la prensa y con ello formar opinión pública y al mismo tiempo destruir la prensa popular e impedir su resurgimiento.

En pocas palabras, la burguesía se las arregló para crear constitucionalmente su propio tipo de gobierno que, sin limitaciones, le permitiera hacer todo tipo de negocios con su dinero y luego gozar de los frutos del mismo sin ningún tipo de control. A todas estas maquinaciones, la burguesía la denominó precauciones constitucionales para evitar el gobierno tirano de una mayoría popular. En Chile, gracias a la constitución de Pinochet, el tribunal constitucional, formado por un grupo de individuos no electos, puede anular todas las decisiones tomadas por políticos, ejerciendo, tanto en el poder ejecutivo como en el legislativo, y elegidos democráticamente.

Este nuevo modelo de democracia burguesa, que no tiene nada que ver con el original concepto de democracia griega, ha impedido que la mayoría pobre consiga un mejor estándar de vida en los últimos 40 años. Al mismo tiempo, este modelo ha consolidado e incrementado la inmensa riqueza que la burguesía chilena actualmente tiene. Los ricos, con toda desfachatez, han creado leyes que les permiten financiar las campañas políticas de individuos pobres, pero con ambiciones burguesas. Los grandes capitales ahora financian todos los partidos políticos existentes, incluyendo los de izquierda.

De esta forma llegan a ser presidentes y parlamentarios individuos que crean leyes e instituciones, todas favorables a los ricos, al mismo tiempo que apoyan leyes e instituciones que permiten todo tipo de trampas y cortapisas para que los pobres no puedan luchar por sus intereses. Es de esta forma como todos los productos, bienes y servicios que el sistema político burgués crea, va en beneficio de los ricos y esto explica la aberrante distribución de la riqueza en Chile.

Es de reconocimiento público y confirmado por organizaciones internacionales que Chile es uno de los países más desiguales e injustos del planeta. De esta forma, el votar en este tipo de elecciones manejada y manipulada por la constitución burguesa creada por la dictadura, no sólo es una brutal burla demoníaca, sino que una significativa pérdida de tiempo. Con estos dados super cargados, los candidatos apoyados por el dinero plutocrático siempre ganan. Ellos podrán ser de origen humilde y proletario, pero ellos jamás van a votar por los verdaderos intereses de su clase, y siempre van a votar por los intereses de sus patrones que de una u otra forma les financias sus actividades políticas.

Es por toda esta terrible realidad que el ejercicio electoral se transforma en una burla más para la inmensa mayoría de los chilenos. Aún cuando se produzca el caso extraño de que un candidato con verdadera conciencia social gane, este no va a poder hacer nada por usted. La constitución de Pinochet tiene los instrumentos necesarios para conseguir que la distribución del ingreso y de otros bienes y servicios que el país da, siga siendo injusta, tanto como lo ha sido desde 1991 a la fecha. Usted seguirá tratando de sobrevivir con un sueldo miserable y cargado de deudas impagables. Está más que claro que en esta nueva farsa electoral, nada podrá mejorar para usted y su familia.

Los ricos en Chile han inventado el sistema perfecto para crear una semi esclavitud de la inmensa mayoría de la población. Sólo cuando esta inmensa mayoría de perjudicados desarrolle una verdadera conciencia de clase, y se niegue a seguir haciéndole el juego a los ricos y a la clase de políticos corruptos que sólo trabajan para ellos, las cosas empezarán a cambiar.

Sólo cuando la clase política entre en pánico, podrá ser posible debatir un nuevo sistema constitucional que borre las aberraciones legales que ha transformado a la política chilena en un profundo pantano de corrupción. Si Chile empieza a organizarse para crear un verdadero cambio pacífico y así el abstencionismo generalizado obliga a cambiar el ordenamiento jurídico del país, Chile no haría nada particularmente extraordinario.

Es preciso hacer notar que las ideas liberales de Locke, Montesquieu, de Tocqueville y de los padres de la revolución estadounidense de 1766 (tales como Washington, Jefferson, Hamilton, etc.), así como también los padres de la revolución latinoamericana de 1810; están todos en retirada. El mundo de la segunda década del siglo XXI está rechazando el liberalismo y está optando por gobiernos fuertes, autoritarios y populistas que sean capaces de crear un nivel de justicia social adecuado. Esto ya empezó a suceder en Europa con la salida de Gran Bretaña de la Comunidad Económica Europea y con la elección de líderes populistas en Europa del este. Este fenómeno también se ha dado en los Estados Unidos con la elección de Donald Trump. El mismo fenómeno se ha empezado a dar en África y Asia. La reacción antiliberal del planeta está adquiriendo proporciones épicas tanto en la potencia china como en la potencia rusa.

Sólo falta que América Latina le dé el golpe de gracia al liberalismo. En la región sigue sobreviviendo la onda liberal, pero sólo es cuestión de tiempo para que el liberalismo sea borrado definitivamente por los vientos turbulentos de la historia. Es probable que el mundo entero, pronto adopte un sistema más justo de gobierno y administración y con ello,  tres siglos de liberalismo corrupto habrá por fin llegado a su colapso definitivo.

F.Duque Ph.D.

Cientista Político

Puerto Montt, Chile

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